Heidegger[i] comienza explicando cómo las conmemoraciones son cada vez más pobres ya que no pensamos, explica que el hombre no quiere ni ver, ni admirar el poder pensar y que negamos rotundamente esta huida ante el pensar creando así la reflexión meditativa como método que evita lo “importante” a pensarse.

De igual forma, el pensar implica hablar, pareciera que es una situación compleja para esta última década, no quiero decir que no hablemos por completo, sino que ahora lo hacemos más sin pensar y solo actuamos, no nos detenemos a considerar lo que haremos, a pensarlo, a analizarlo. Buscamos la inmediatez y con ella viene la falta de serenidad.

Ante el notar de esta falta de pensar y esta necesidad de correr, creímos que el meditar es lo que lo hará más fácil y eficiente, creamos técnicas terapéuticas para hacerlo con comprobaciones científicas que, aunque no niego que puedan servir, dejamos de escuchar al otro y el otro solo se queda momentáneamente en serenidad para regresar una vez más al huir, dejamos de ser artesanos para volvernos máquinas productivas eficientes y veloces. Sin embargo, tenemos destellos en los que frenamos, cuando vemos que la tecnología o lo que nos hace mecanizarnos falla, nos detenemos a buscar qué hacer, irnos a las recetas de la abuela, usar nuestras manos y pareciera que solo así nos detienen.

Cuando nos detienen, la angustia llega y debemos de regresar al camino tan pronto como podamos, huimos de eso intangible, pero ¿de qué huimos? ¿de pensar en qué?, se habla de que “debemos de pensar” y “de qué huimos el pensar”, pero no de qué es de lo que huimos al pensar. 

Recordando a Stiegler[ii] en Pasar al acto, justamente comenta que “la filosofía es el discurso de la individuación que obedece sus propios límites”, entonces si pensar en un acto filosófico, podríamos decir que huimos de individuarnos, porque sería dejar de sentirnos parte de algo, al final la tecnología y la rapidez de ahora, hacen que no sintamos parte de la sociedad que va “en chinga”, que no piensa ni cuestiona, que solo se alimenta para sobrevivir y ocultar toda la mierda, que no se atreve a mirarse porque en el mirar implica contemplarse con todo, con serenidad. Es por esto por lo que, como comenta Heidegger, al no existir esta serenidad se dificulta el habla.

De acuerdo con Nietzsche[iii] en Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, estamos completamente desesperados por encontrar la verdad ¿Será que fue tan abrumante querer saber la verdad y darnos cuenta de que no existe que preferimos no pensarlo tanto, reprimir y dar soluciones líquidas a todo?

Referencias


[i] Heidegger, M. (1988). Serenidad. Barcelona: Ediciones del Serbal.

[ii] Stiegler, B. (2005). Pasar al acto. Hondarribia: Editorial Hiru.

[iii] Nietzsche, F. (2011). Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. En Obras completas. Madrid: Tecnos.

Melanny Hoffmann Martínez

Psicóloga, activista, tallerista. He dedicado mi trayectoria profesional al trabajo con sobrevivientes. Desde ahí, busco construir un espacio para ser escuchadas y romper el silencio.