…necesitamos la historia para la vida y para la acción, aunque, en realidad, no para su cómodo abandono, ni para paliar los efectos de una vida egoísta y de una acción cobarde y deshonesta. Sólo en la medida en que la historia sirve a la vida queremos servirla nosotros, aunque exista una manera de practicar una apreciación de la misma por la que la vida se atrofia y degenera: un fenómeno cuyos curiosos síntomas hay que llevar ahora a la experiencia de nuestro tiempo de un modo tan necesario como doloroso. [1]
¿Cómo atender hoy aquellos mensajes hallados en una botella?, ¿cómo atender como un deber propiamente humano, a pesar de o en su provecho, la estela de una palabra, de un pensamiento que se ha dejado escrito?, ¿cómo ejercer una dignidad atenta a pesar del mensaje casi ilegible o encriptado de lo que se ha dicho o dejado en su mudez? Hay que referir propiamente aquí el hallazgo de un mensaje en tanto en cuanto pensamiento y sensación de alguien otro, que se halla fuera de aquí, de mí, de nosotros, que ha dejado su mensaje, que hubo vivido, vivió y dejó tendida su palabra, lanzada a la tempestad de los tiempos y a la orgía de las fuerzas, sobreviviente de silencios y del extremo ruido. Se busca aquí al sobreviviente de eso, o mejor dicho, a lo que sobrevive, con su poca o tanta suerte, con su algo de azar para intentar leerle y recordarle como una atención del alma.
Aquí pues, con ello, ante ello, se muestra una disposición.
¿Pero qué mensaje arriba en medio de nuestras contingencias, a pesar de ellas, y en las que las orillas (lo nuestro) presumen, con sus defectos, querer acoger, sopesar, atender al otro, a su mensaje roído, enmohecido? Allí, aquí se encuentran las palabras lanzadas, ardorosamente escritas, embotelladas que alcanzan como posibilidad la otra orilla. Entonces debe suponerse sobre el mensaje en la supervivencia un habla de dolor, de una escritura tanto como dolor que pierde y que ha perdido en parte el testimonio de la tempestad, de su tempestad. Algo ha quedado encriptado como lenguaje-testigo: una mudez. Pero una parte del mensaje en sus sílabas y articulaciones da cuenta de la experiencia y de su posibilidad creada. Nosotros, la otra orilla, estamos imposibilitados a descifrar completamente, pero posibilitados en pleno derecho —todavía— a darle cause, a suponer algo de la ruina para pensar y sentir.
El mensajes arriba: ¡Ya no más! y siempre todavía
La otra orilla: una disposición a pensar el decir del otro en su vivencia de catástrofe. Algo se escucha: “¡Ya no más!”, “siempre todavía”.
Interesa concretamente lo que se halla en cierto pensamiento y poética de aquello que se escribe, por decirlo de algún modo, como torcedura de la lengua, como deriva ante un dominio y catástrofe. Persiste una escena regular: la marca de un orden con pretensión de absoluto y una palabra que logra sacudirse, torcerse.
Aquí se halla el pensamiento poético y el poema, sus circunstancias históricas y políticas: el internamiento en el lenguaje pero de un modo en el que vuelve una y otra vez la poesía como intensiva forma de pensar, el trazo de la palabra como marca radical de crítica a los discursos totales: “un Arte” o “una Historia”, nuevos encauces en la materialidad del lengua: la escritura posicionada en los lindes que separan, pero acaso suscitan el encuentro del pensamiento —como logos—y del existir en su dolor —el pathos—, frontera y contigüidad, pero también vaivén como claves en la construcción molecular de la lengua. Poema y pensamiento único. No absoluto. Nuevo siempre y de nuevo.
Ya-no-más
El pensamiento poético posicionado ante la catástrofe, como cualquiera en el camino andado, pero como ninguno en su torcedura. Un texto, El Meridiano de Celan, él, el poeta dice: “la poesía, como el arte, se dirige con un yo olvidado de sí mismo, hacia aquello insólito y extraño y vuelve a liberarse… Pero ¿dónde?, ¿en qué lugar?, ¿con qué?, ¿y en calidad de qué?”. [2] Las motivaciones de este comentario se encuentran al final de la conferencia, en el que despide a su auditorio de la siguiente manera:
Señoras y señores, encuentro algo que me consuela un poco de haber recorrido ante ustedes este camino imposible, este camino de lo imposible.
Encuentro lo que une y lo que lleva al encuentro como el poema.
Encuentro algo —como el lenguaje— inmaterial, pero terrenal, terrestre, algo circular, que vuelve sobre sí mismo a través de ambos polos y a la vez atraviesa —cosa graciosa— incluso los tropos: encuentro un Meridiano. [3]
El viajero de lo imposible, que sobrevive a los horrores de la Guerra y remonta la lengua del dominio que es la del verdugo, pero que, pese a todo, mantiene como lengua del poema. Esta lengua está marcada por la persistencia de la evocación del acontecimiento del horror[4], pero también de su propio extrañamiento [5].
Se coloca el poeta para observar una fuerza viajera —la poesía— que se desprende de un “yo” y que regresa en algún punto, pero que en su retorno sólo encuentra a un “insólito y extrañado yo”. “…el poema se afirma en el borde de sí mismo; para poder mantenerse, el poema se reclama y se recupera ininterrumpidamente desde su ya-no-más a su siempre-todavía”[6] .
Las resonancias de estas palabras nos llevan a pensar el “extrañado yo” implicado en el vaivén que dibuja el movimiento del “ya-no más” y el “siempre todavía”, pero ¿qué es un ya-no-más y un siempre-todavía[7] y qué papel juegan en la poética y el pensamiento?
Podemos decir que el “yo” [8] es parte del sujeto histórico, biográfico, contingente, que va de la mano de la lengua del dominio[9]. Y el dominio tiene al menos dos elementos que hay que advertir: el dominio de una lengua, la lengua en su formalidad, en su poder institucional, en su instrucción, en su comunicación y efectividad que instruye al otro, que insiste en el otro en su identidad. Es lengua domesticada para los méritos sociales, para el comportamiento, la moral, la obtención de bienes, la escala social. La lengua del mérito. Pero el dominio en (de) la lengua también hay que entenderlo a su vez como la dominación misma. La lengua como dominación: además de la instrucción contiene el mandato y el cálculo, el control mismo sobre las líneas de la lengua en el que pueden contarse los circuitos y moldes de las artes, la historia, la cultura y la política. Es la lengua exaltada de lo soberano, del Estado, de la ley. Es la lengua del mandato que exige la obediencia.
Sin embargo, se advirtió ya antes un mensaje algo roído, enmohecido, sobreviviente, que alcanza la orilla y se cuela en el pleno de la lengua-dominio. Este mensaje ha sido sacudido por la tempestad, vive sacudido por la tempestad, y es el extrañado-yo y es el poema[10]:
Asequible, próxima y sin perderse ha quedado, en medio de todo lo que se ha perdido, solamente una cosa: la lengua.
Ha quedado la lengua, sin perderse, es cierto, a pesar de todo. Pero entonces ha tenido que pasar a través de un terrible mutismo, a través de la mil tinieblas de un discurso portador de muerte. Ha pasado a través de eso, sin que le pudiesen sacar ni una sola palabra sobre lo sucedido; pero a pasado a través de este suceso. La ha atravesado y ha podido ver de nuevo volver a la luz “enriquecida” por todo esto.[11]
Advirtamos un recuento sobre la situación del yo y sus contingencias antes de proseguir: 1) Antes hubo una casa en Czernowitz de un yo con la madre y la lengua de la madre[12]. 2) Pero el yo fue sacudido por el horror de la Guerra, por la acción del verdugo. El yo devino testigo del horror y extrañamiento[13]. 3) El extrañado-yo fue capaz de iniciar el recuento. Profiere un ya-no-más[14].
Es la trasfiguración de la fórmula: A se ama a sí mismo imitando a B, que lo ama; y B a su vez ama a A, imitando a A que se ama a sí mismo[15] La relación se transfigura en horror:
A se pone en cuestión (deviene extrañamiento) y deniega la imitación de B, que odia; y B que odia a A, deniega la imitación de A que se pone en cuestión en términos de su existencia.
El extrañado-yo (negador de la imitación al sentir el golpe furioso del odio del otro caer) marca el momento inicial de la palabra como torcedura de la lengua y de dominio, deshebrando y rompiendo el “hilo” de continuidad de la “historia”[16]. Al mismo tiempo, su existencia se encuentra en riesgo, pero la palabra, su extraña palabra, ya-no se inclina ante los “mirones y los caballitos de gala de la historia. Es un acto de libertad. Es un paso” [17] .
…Y TAMPOCO NINGÚN TIPO
de paz.
Noches de gris, preconscientemente frías.
Volúmenes de estímulo, viperinos,
por una grava de conciencia
de camino hacia
vesículas de recuerdo.
Gris-sobre-gris de la sustancia.
Un medio-dolor, otro segundo,
sin huella durable, a medio camino,
aquí. Un medio-placer.
Lo movido. Lo ocupado.
Compulsión de repetición
en camafeo.[18]
En medio del horror, la lengua sobreviviente no reclama la paz, sino el recuento y la denuncia. Para algunos será la compulsión de repetición que clava la molécula del poema —el de la denegación[19]— en el pensamiento y en su papel en la relectura de la historia, y en el dar cuenta del dolor como reclamo, recuento, pero también ironía[20].
La ironía será tema recurrente en el ya-no-más: como saludo de bufón al dominio, que le dice al Poder en el pleno rostro: “el Rey es el presente”. “¡Viva el Rey!”:[21], pero no es una saludo a la Majestad, lo majestuoso del poder, sino un saludo al presente, a lo absurdo del presente:
el acto de libertad, un acto poético o, si no un acto poético, si no un hacer poético y menos aún un arte poético por parte de alguien que es “ciego para el arte”, cree reconocer en él «la poesía» misma (die Dichtung)”. (…) «¡viva el Rey!», esta toma de partido, esta profesión de fe, este saludo (gehuldigt ) no se pronuncian, políticamente, a favor de la monarquía, por consiguiente, de Su Majestad el Rey Luis XVI, sino a favor de la majestad del presente, del Gegenwart . Ese Gegenwort habla a favor de la majestad del Gegenwart. [22]
El grito irónico es capaz de presentarse en el patíbulo, ante la guillotina y la decapitación. En la vivencia misma del derrumbe se gesta la dignidad. El ya-no-más ha reconocido el teatro montado desde el guión de la Historia. Las cabezas del tumulto acusador son marionetas jaladas, animadas por el poder del soberano-titiritero:
donde los condenados a muerte se comparan con las marionetas manipuladas por la historia, por los poderes soberanos de la historia; ya no se consideran personas responsables, sujetos libres, sino figuras, incluso figurantes mecánicos entre las manos invisibles de los que se piensa que hacen la historia: pero sospechan que ni siquiera hay marionetista y sujeto de la historia para tirar de los hilos en este teatro de marionetas políticas: y dicen y piensan eso en el momento de morir, y declaran: «Marionetas, eso es lo que somos, movidas por hilos en manos de poderes desconocidos; nada por nosotros mismos, nada!».[23]
Ya-no-más autonomiza, rompe: ”la soberanía de la poesía no es la soberanía política del monarca”[24], que es una manifestación sin manifestación, una contra-manifestación[25].
Como torcedura de la historia inicia la fuga en el punto más álgido de la escena y ante el rostro del “Maestro de la lengua-dominio” que instruye la ejecución al pueblo marcado[26]. El ya-no-más advierte: la casa es ahora la tierra hostil, y la leche, negrura del alba:
¿Quién tiene verdaderamente en cuenta, en la lectura de “Fuga de muerte”, ese paso por la noche como un paso al orden de la palabra , de la restitución y la resurrección en las palabras? El acontecimiento de los campos de concentración no se evoca por sí mismo, directamente, sino por su presencia en una lengua que se define a través de él, y que no tiene otra salida que dejarse penetrar completamente por él. Al acontecimiento siniestro responde el de esta poesía.[27]
El acontecimiento del horror, Churban[28], trae la distancia y desgarro entre el yo-histórico[29] y el extrañado-yo. Se suscita la discontinuidad como denuncia y denegación: el ya-no más deniega la historia del horror, clave para el poema que impulsa la ruptura:
el hombre no sólo se consume en las cadenas de la vida exterior, sino que también está amordazado y no puede hablar —en todos los medios de expresión humanos— porque sus palabras (gestos y movimientos) gimen bajo el peso milenario de una rectitud falsa y deformada: ¡qué hay más falaz que la afirmación que las palabras, en el fondo, siguen siendo las mismas! [30]
La voz de la denegación abre un espacio de posibilidad para otras rutas en la sobrevivencia: ya- no-más a la obra de nuestra propia muerte, a las torres de hermanos que trepan en los hombros de sus hermanos, a familias que caen pesadamente en las espaldas de madres e hijas. Ya-no-más a subir a lo más alto y cantar con un “ojo-puño” la victoria de la muerte[31].
La denegación pone en cuestión la naturalización de la propiedad, la afirmación de la identidad y la pertenencia a una comunidad ahora transfigurada en el horror. La comunidad resulta escindida por la ruina[32]. Ya-no-más marca la diferencia ante la lengua enunciada como la única, exaltada, absoluta. Sus mitos se cuestionan, caen[33]. La lengua del dominio experimenta su crisis en el ya-no-más. Lo que era una impropiedad sensata de la lengua madre de Czernowitz: “Si no tengo más que una lengua; ahora bien, no es la mía” [34], ahora es la fuerza creciente que vive sus tiempos de recolección de medios a su alcance para comenzar a trazar sus remiendos, sus yuxtaposiciones. La labor, entonces, se promete reunir lo devastado con lo nuevo, con costuras perfectamente visibles para presentar los tres rasgos que considera irreductibles: la destrucción de las cosas, la enmendadura de las cosas, lo nuevo de las cosas. Lo impropio expones sus marcas.
El Ya-no-más configura una parte de lo residual que permanece intraducible e indefinible para el lenguaje que pretende lo absoluto. Pero es también una “marca de posibilidad para la memoria (que no aspira a una totalidad como definición de un hecho), lenguaje cifrado en su promesa de no olvidar. Es también una singularidad colmada de viajes imposibles: terrores, resistencias, recuerdos:
¿Qué sería, madre, estirón o llaga,
si yo también me hubiera hundido en la nieve de
Ucrania?[35]
El ya-no-más se vivifica con intensidades de memoria: No pasarán, Shibbólet, Peuple[36] marcan una travesía, son los lugares donde la contra-palabra germina. Esas palabras contienen contraseñas, extrañamientos, resistencias, amores y traiciones.
El ya-no-más dispone su apertura a una intensidad por venir que arribará con la energía del hartazgo, para un habitar nuevo pero también de-nuevo: un volver, pero siempre como nuevo. No concibe identidad, deniega la exigencia de lo mismo: ¿acaso volverán los tiempos maternales?, ¿regresarán los tres pétalos de la lengua?, ¿el matador volverá con su bala? Giro del aliento, el ya-no-más permanece extranjero.
El ya-no-más afirma lo que no es. Es incomparable. No absoluto.
En su inclinación, tensión y estiramiento ya-no-más
soporta el embate del flujo de lo que llama a lo mismo. Pero su tiempo no va ni
viene, inscribe su inmanencia al afirmar la no-afirmación. Breve pero
importante torcedura de la creencia en lo circular y lo mismo. Se afirma en
ninguna parte, libera lo Otro: “emprende el viaje hacia lo insólito con la
fuerza de la poesía”[37].
Es el paso del movimiento de recuento al movimiento de despliegue. Este segundo
movimiento es la errancia o el camino imposible, y constituye la segunda clave del
movimiento del poema: “la poesía, como el arte, se dirige con un yo olvidado de
sí mismo, hacia aquello insólito y extraño y vuelve a liberarse…”. Algo
presiente, algo libera, “algo Otro”,
“muy cercano, imaginable siempre y de nuevo”.
[1] Nietzsche 38 Sobre la
utilidad y el perjuicio de la historia para la vida, traducción Germán
Cano, en Biblioteca Nueva, Madrid, 1999.
[2] En Celan, Paul, “El Meridiano” en Obras completas Madrid. Trotta, 2013. pp. 499-510. Traducción: José Luis Reina Palazón. pp. 503-504. Otra versión de traducción es la de Oyarzun. Aquí el fragmento: “Quizás —sólo pregunto—, quizás camina la poesía, como el arte, como un yo olvidado de sí, hacia eso extrañador y ajeno, y se pone —pero ¿dónde?, pero ¿en qué lugar?, pero ¿con qué?, pero ¿cómo qué?— otra vez en libertad.” En Oyarzun, Pablo Entre Celan y Heidegger, Chile, Ediciones Metales Pesados, 2005.p. 159
[3] Celan juega con la palabra tropen para pensarla como tropos y trópicos. En Celan, Paul, “El Meridiano” en Obras completas Madrid. Trotta, 2013. pp. 499-510. Traducción: José Luis Reina Palazón.
[4] Quizá la tesis más grave en términos de afirmar un sentido único e irrevocable de los lectores de Celan es la de Jean Bollack, que posiciona la poesía de Celan en clave de venganza y contra-palabra de la lengua alemana. Según el juicio de Bollack: “Existe por una parte ese tiempo del acontecimiento que, para Celan, poeta judío, transformó la poesía en un lugar de combate, y no sólo de memoria. La poesía ya no podía, sin traicionarse a sí misma, no hablar de ello: llevaba consigo unas huellas que eran manchas”. Bollack, J. “Introducción. Una historia de la poesía” en Poesía contra poesía. Celan y la literatura. Madrid, Trotta, 2001, p. 13
[5] En su diferencia de lectura extrema con Bollack, Derrida subrayará la persistencia del testimonio de vida de Celan en la marca de sus fechas que encriptan ciertos elementos singulares, pero también son fechas que están abiertas (el extrañamiento), esta relación tomará forma en la fecha del 20 de enero, que Data y no-data. Sobre ésta última, Derrida recordará su trabajo de Schibboleth e incluirá al 20 de enero la referencia a la Solución Final:
Se habla mucho de fecha en este texto que también es una especie de poética de la fecha. Cuando, hace unos quince años, le dediqué un librito, Schibboleth , convertí la fecha en un motivo de reflexión y de análisis o de interpretación privilegiada, especialmente en torno a cierto 20 de enero que vuelve regularmente (…) Comenté insistentemente, en Schibboleth , las fechas, la cuestión de los aniversarios y del calendario, y este ejemplo del «20 de enero». Pero, gracias a la edición (tan valiosa y ejemplar, ya lo he dicho) de Jean Launay, he podido descubrir un alcance más de este «20 de enero». Refiriéndose al manuscrito de Celan, Launay nos hace saber en una nota que: «El 20 de enero también es el día, de 1942, en que tuvo lugar la conferencia así llamada de Wannsee, en Berlín, durante la cual Hitler y sus colaboradores pusieron a punto los planes de la “solución final”. Derrida, J. “Octava sesión” de El Seminario La Bestia y el Soberano Volumen I (2001-2002) Manantial, Buenos Aires, 2010 p. 267
[6] Estas frases toman en cuenta dos traducciones, la de Reina Palazón y la de Pablo Oyarzun en los textos siguientes: Celan, Paul, Obras completas Madrid. Trotta, 2013. Traducción: José Luis Reina Palazón, pp. 499-510 y En Oyarzun, Pablo Entre Celan y Heidegger, Chile, Ediciones Metales Pesados, 2005.p. 159
[7] Como también el adverbio aún, lo que persiste, lo que siempre-persiste.
[8] Aquí consideramos los apuntes de Clément Rosset sobre el “yo identitario” (o social) “como un yo convencional que no es más que el paño que cubre y esconde a la vez a un yo primero o pre-identitario, y no tiene más consistencia que la del papel y el rumor”, por ello, “cuando se produce una crisis de identidad, la identidad social es lo primero que se resquebraja, amenazando el frágil edificio de lo que creemos experimentar como el yo; es siempre una deficiencia de la identidad social lo que viene a perturbar una identidad personal y no al revés, como se tiende a pensar generalmente” (…) Rosset, C. “Capítulo I El embrujo del yo” en Lejos de mí, España, Marbot, 2017 pp. 9-40
“El sentimiento verdadero de la unidad del yo es ilusorio, eso yo que, según se nos dice, es indudable y constituye uno de los hechos capitales de la existencia humana, aunque nadie sea capaz de justificarlo o simplemente describirlo”. Rosset, C. “Capítulo I El embrujo del yo” en Lejos de mí, España, Marbot, 2017 pp. 12-18
[9] Derrida por su parte, discute la cuestión del Yo en el Celan de El Meridiano bajo la clave política de la soberanía, de la majestad que “en la figura de la ipseidad presente y presente a sí misma, a veces presente a sí misma en la forma del ego, del presente viviente del ego, del «yo», de ese «yo», de ese poder decir «yo» que,
desde Descartes hasta Kant y Heidegger, siempre ha estado literal y explícitamente reservado al ser humano (el hombre es el único que puede decir o significar «yo», refiriéndose ese «yo», de forma autodeíctica,
a sí mismo. Derrida se refiere también al curso de Yo en la filosofía: “Descartes, Kant, Heidegger”. Y justamente en Celan se apunta “una alteridad que, dentro del «Yo» como presente viviente puntual, como punta del presente viviente presente a sí, una alteridad radicalmente otra, viene no a incluir ni modificar otro presente viviente (de la misma manera que, en Husserl, en el análisis de la temporalización, de la protensión y de la retensión de otro presente viviente en el presente viviente de ahora, el ego comporta en sí mismo, en su presente, otro presente), sino, aquí –lo cual es algo radicalmente distinto–, un dejar aparecer del presente del otro , ese dejar lo más propio del tiempo del otro”. Derrida, J. “Décima sesión” de El Seminario La Bestia y el Soberano Volumen I (2001-2002) Manantial, Buenos Aires, 2010 pp. 320-321 En otro de sus textos, El Monolingüismo del otro, Derrida dirá:
El monolingüismo del otro sería en primer lugar esa soberanía, esa ley llegada de otra parte, sin duda, pero también y en principio la lengua misma de la Ley. Y la Ley como Lengua. Su experiencia sería aparentemente autónoma, porque debo hablar esta ley y adueñarme de ella para entenderla como si me la diera a mí mismo; pero sigue siendo necesariamente -así lo quiere, en el fondo, la esencia de toda ley- heterónoma. La locura de la ley alberga su posibilidad permanentemente en el hogar de esta autoheteronomia. El monolingüismo impuesto por el otro opera fundándose en ese fondo, aquí por una soberanía de esencia siempre colonial y que tiende, reprimible e irreprimiblemente, a reducir las lenguas al Uno, es decir, a la hegemonía de lo homogéneo. Se lo comprueba por doquier, allí donde esta homo-hegemonía sigue en acción en la cultura, borrando los pliegues y achatando el texto. Para ello, el mismo poderío colonial, en el fondo de su fondo, no necesita organizar iniciativas espectaculares: misiones religiosas, buenas obras filantrópicas o humanitarias, conquistas de mercados, expediciones militares o genocidas. Derrida, J. El Monolingüismo del otro
o la prótesis de origen. Traducción de Horacio Pons, Buenos Aires, Manantial, 1997. Edición digital de Derrida en castellano, p. 24
[10] Siguiendo con Rosset: “Si los otros no me reconocen y levantan el acta de mi no existencia, mi yo se perturba. Y el ámbito de los hechos y los gestos, como el de los papeles y los documentos, ligado a la identidad social, es el único que tiene curso oficial; todo lo demás, todo lo que podamos pensar o imaginar provisionalmente, pertenece al orden inescrutable e incierto de nuestras fantasías y ensoñaciones, de nuestras cogitationes privatae como diría Descartes, o sea de una identidad personal que nadie conseguirá jamás llegar a conocer ni hacer reconocer oficialmente”. Rosset, C. “Capítulo I El embrujo del yo” en Lejos de mí, España, Marbot, 2017 pp. 23-24
[11] Tomo aquí la versión de traducción de Arnau Pons: “Discurso de Bremen” (Gesammelle Werke, vo. III, pp. 185-186) Pons, Arnau Celan, lector de Freud, España, Herder, Institut Ramón Llull, Traducción Javier Bassas. y Bollack, J. Poesía contra poesía. Celan y la literatura. Madrid, Trotta, 2001, p.22
[12] Ver la característica tridimensionalidad de la lengua: románica, hebrea, alemana, en Condon, Alarcón, E. “Los años de formación de Paul Celan en Czernowitz: De espacio plurilingüe y multicultural a no-lugar”, Revista de Filología Románica, 2008, vol. 25 107-118 en http://revistas.ucm.es/index.php/RFRM/article/view/RFRM0808110107A
[13] Un extrañamiento como interrupción, siguiendo a Rosset: “Si se interrumpe la influencia del otro o dejo de existir o aparece otro más, ante el que mi yo se vincula y se vuelve a constituir. Un nuevo yo prestado”. Rosset toma de Freud un pasaje de Introducción al narcisismo para decir: no puede haber yo sino es del otro y por el otro, pues su apoyo garantiza la eclosión y la supervivencia del yo. El apoyo que, según Freud, permite establecer lo que éste considera la prueba primordial de la existencia humana: la constitución de la identidad sexual. Ver Rosset, C. “Capítulo II La identidad prestada” en Lejos de mí, España, Marbot, 2017 pp. 43-44
En su caso, Celan llegaría a escribir: En una carta de 1948 Celan escribe: “El alemán es mi lengua materna y, sin embargo, he tenido que escribir mis poemas en alemán como un exiliado.” Allemann, B. (1991): “Max Rychner, descubridor de Paul Celan”, Revista de Occidente, nº124, septiembre. 1991 en Condon, E. “Los años de formación de Paul Celan en Czernowitz: De espacio plurilingüe y multicultural a no-lugar”…
[14] En la lectura de Bollack y Pons, el Yo de Celan, presente en sus poemas, resulta de tomas de posición y por oposiciones que fijadas en el poema y modelan la lectura de texto en su sentido y sujeto irrevocable. Ver Bollack, J. “Introducción”, Poesía contra poesía. Celan y la literatura. Madrid, Trotta, 2001, pp.8-9 y Pons, Arnau Celan, lector de Freud, España, Herder, Institut Ramón Llull, Traducción Javier Bassas, 2015, pp.124-134
[15] Es una interpretación que hace Clément Rosset de la fórmula de “mediación recíproca” de René Girard, en su discusión sobre el yo y la identidad. Rosset, C. “Capítulo II “La identidad prestada” en Lejos de mí, España, Marbot, 2017 p. 51
[16] No sin la sensación de naufragio, pues como afirma Rosset desde la aportaciones del psicoanálisis: “el objeto amado no sólo confiere existencia; también mis provisiones de subsistencia como continuidad de existencia. Con la pérdida del objeto amado/poseído acarrea el naufragio de una identidad que considerábamos como un bien personal, cuando no era más que un préstamo, totalmente dependiente del amor del otro”. Rosset, C. “Capítulo II “La identidad prestada” en Lejos de mí, España, Marbot, 2017, pp. 67-69
[17] Celan, P, “El Meridiano” en Obras completas, Madrid. Trotta, 2013. Traducción: José Luis Reina Palazón. 501.
Sobre este punto, Derrida comenta el “paso” como “vuelco inaudito” que “evoca la oscuridad propia de la poesía como el lugar de un encuentro por venir desde el horizonte de lo lejano y de lo extranjero. Algunas palabras claves son Yo y abismo que se encuentran también en El Meridiano (Abgrund). En la notas marcadas de Derrida se remite a Schelling, Ungrund, Urgrund, etc.) y a Heidegger al principio de la Introducción a la Metafísica acerca de la cuestión «¿por qué hay el ente? ¿Cuál es el fundamento del ente?». Heidegger se pregunta entonces si ese fundamento es un fundamento originario (Urgrund) o bien si ese fundamento originario rechaza toda fundamentación y se convierte en Abgrund, o asimismo en fundamento que no es tal, una apariencia de fundamento, Schein von Gründung, Derrida, J. “Décima sesión” de El Seminario La Bestia y el Soberano Volumen I (2001-2002) Manantial, Buenos Aires, 2010 pp. 316-318
[18] En el poema de Celan que a alude a Freud, Pons indica “estar atento a las sonoridades, a las paronomasias (a veces implícitas), a lo que Celan llamaba “los segundos sonidos” por ejemplo de gris (Grau) a (horror (Grauen). Las “Noches de gris preconscientemente frías” lo preceden todo, forman el fondo nocturno fundacional de la poesía sobre la que se desplazan los “volúmenes de estímulo, viperinos” en su “camino” hacia las “vesículas de recuerdo” (Celan asociaba los ataques que recibía con el acenso del antisemitismo y con la voluntad de frustrar el recuerdo de lo que sucedió en Alemania), por encima de “una grava de conciencia”, que son las piedras angulosas de la lengua. Pons, Arnau Celan, lector de Freud, España, Herder, Institut Ramón Llull, Traducción Javier Bassas, 2015, p.71.
[19] Denegar se entiende como la acción de rechazar la exigencia de la autoridad (el dominio), de cumplir su mandato.
[20] Pons, Arnau Celan, lector de Freud, España, Herder, Institut Ramón Llull, Traducción Javier Bassas, 2015, p.75
[21] Una parte considerable de la obra de Derrida en la Bestia y el soberano se refiere al manejo del absurdo en Celan en su obra El Meridiano. Ver Derrida, J. “Décima sesión” de El Seminario La Bestia y el Soberano…
[22] Ibidem, p. 320
[23] Ibidem p. 301
[24] Ibidem p. 323
[25] Ibidem pp. 271-272
[26]Fuga de Muerte, para algunos comentaristas como Pons en la línea de Bollack, es el poema de “condena sin paliativos del esteticismo alemán, ya que ahí Celan está diciendo que ha sido este tipo de poesía, con su sublimación y su embriaguez, la que ha contribuido a las matanzas; el maestro del arte ha sido a la vez un maestro en la muerte o, cuando menos, cómplice de los crímenes. Es, por tanto, la fuga germánica —que ahora toca el poeta judío con virtuosismo—lo que ha matado. Ésta es la música de los campos, la música con la que se mató. Pons 50
[27] Bollack, J. “La música de los campos” en Poesía contra poesía. Celan y la literatura. Madrid, Trotta, 2001, p. 33
[28] Según Pons, Celan utiliza el término hebreo Churban (Jurbán) para referirse al genocidio. Pons lo traduce como “destrucción”, “ruina” o “desastre”. Véase Pons, Arnau: Pons, Arnau Celan, lector de Freud, p. 23
[29] Un yo-histórico que en todo caso es un huésped, como dijera Clément Rosset: “familiar, pero también invisible, o invisible desde un ángulo de visión que me impide mirarlo a la cara e identificarlo certeramente”. Pero ante esta condición diríamos: algo es posible desenmascarar o identificar del huésped. Su horror. Rosset, C. “Capítulo I “El embrujo del yo” en Lejos de mí, España, Marbot, 2017 pp. 32-33
[30] Palabras con frases de Celan que constituyen el texto dedicado a Edgar Jené, en Celan, Paul, “Edgar Jené y el sueño del sueño”, en Obras completas Madrid. Trotta, 2013. pp. 471-475. Traducción: José Luis Reina Palazón.
[31] Celan en algún punto del texto dedicado a Edgar Jené dice: “Somos una torre de cuya punta irrumpe nuestro rostro, nuestro pétreo rostro comprimido. Somos más altos que nosotros mismos. Otra torre sobre la más alta de las torres y podemos mirar sobre nosotros. Por miles de pliegues subimos a nosotros mismos ¡Qué posibilidad: reunirnos allí arriba en multitudes para jurar, mil veces nosotros mismos, la gran superpotencia!” Celan, Paul, “Edgar Jené y el sueño del sueño” en Obras completas Madrid. Trotta, 2013. p. 475 Traducción: José Luis Reina Palazón.
[32] Jurbán
[33] En la tesis radical de Bollack:
El acto poético fundador de Celan consistió en ponerse en contra de una tradición cultural. No podemos saber qué hubiera ocurrido con esta actitud de no existir los campos de exterminio. Vivió el ascenso del nazismo en el momento en el que estaba leyendo a Rilke, y entró de lleno en Rilke para ponerlo en contra de sí mismo. No podemos hacernos la pregunta de Adorno. Celan no lo apreciaba y lo consideraba cómplice de muchas cosas. La poesía no podía hacer otra cosa que mostrar la parte de responsabilidad de la poesía en el exterminio. Para Celan, la positividad de la poesía había intervenido en ese acontecimiento, desde Lutero hasta Rilke, al igual que las iglesias; y tenían su parte de responsabilidad Goethe, Hofmannsthal, Hölderlin, sin exceptuar a nadie; la acusación iba dirigida contra cualquier poesía falsamente positiva; todo lo que Heidegger comentó en sus ensayos sobre poesía había participado, según él, en las condiciones que hicieron posible el acontecimiento. La única manera que tenía de decirlo era escribir con las palabras de estos autores utilizándolas como armas contra ellos mismos. ‘Pensar a Mallarmé […] hasta sus últimas consecuencias’, tal como dice en el meridiano, significaba, para él, rehacer la lengua que expresara la monstruosidad inherente a la lengua. Bollack, J. “El testamento de Ucrania. El Acontecimiento” en Poesía contra poesía. Celan y la literatura. Madrid, Trotta, 2001, p. 73
[34] Derrida en El Monolingüismo del otro refiere a la siempre otra lengua de uno mismo: “Ahora bien, nunca esta lengua, la única que estoy condenado así a hablar, en tanto me sea posible hablar, en la vida, en la muerte, esta única lengua, ves, nunca será la mía. Nunca lo fue, en verdad.” Derrida, J. El Monolingüismo del otro o la prótesis de origen. Traducción de Horacio Pons, Buenos Aires, Manantial, 1997. Edición digital de Derrida en castellano, p. 3
El yo [je] en cuestión se formó sin duda -es posible creerlo-, si al menos pudo hacerlo y si el trastorno de la identidad del que hablábamos hace un rato no afecta precisamente la constitución misma del yo [je], la formación del decir-yo, del yo [moi]-yo [je]o la aparición, como tal, de una ipsidad preegológica. Ese yo [je] se habría formado, entonces, en el sitio de una situación inhallable, que siempre remite a otra parte, a otra cosa, a otra lengua, al otro en general. Se habría situado en una experiencia insituable de la lengua, de la lengua en el sentido amplio, por ende, de esta palabra.
Esta experiencia no fue ni monolingüe ni bilingüe ni plurilingüe. No fue ni una ni dos ni dos + n. En todo caso, no había yo [je] pensable o pensante antes de esta situación extrañamente familiar y propiamente impropia (uncanny, unheimlich) de una lengua innumerable. Puedes traducir una necesidad tal de muchas maneras, en más de una lengua, por ejemplo en el idioma de Novalis o Heidegger cuando dicen, cada uno a su modo, el Monólogo de una palabra que habla siempre de sí misma. Heidegger declaró explícitamente la ausencia de todo metalenguaje, cosa que se recordó en otra parte. Esto no quiere decir que la lengua sea monológica y tautológica, sino que siempre corresponde a una lengua invocar la apertura heterológica que le permita hablar de otra cosa y dirigirse al otro. Ibidem p. 18
Derrida también se referirá a Celan: “ese poeta traductor que, pese a escribir en la lengua del otro y del holocausto, e inscribir a Babel en el cuerpo mismo de cada poema, sin embargo reivindicó expresamente, firmó y selló el monolingüismo poético de su obra. También se puede transmitirlo, sin traiciones, en otras invenciones de idiomas, en otras poéticas, hasta el infinito”. Ibidem p. 40
Hay grandes escritores que no me apresuraré a inscribir en el esbozo de esta pequeña taxonomía. Kafka y Celan en primer lugar. Una nota ni siquiera bastaría para mencionar todo lo que estos no alemanes (diferentes en ese aspecto de Rosenzweig, Scholem, Benjamin, Adorno, Arendt), que escribieron sobre todo en alemán (diferentes en ese aspecto de Lévinas), provocaron en la lengua alemana. Baste con indicar este valor diacrítico, en cierto modo, entre los destinos: para Kafka y Celan, que no eran alemanes, el alemán no fue, no obstante, ni una lengua de adopción o elección (como es sabido, la cosa fue más complicada) ni, a diferencia del francés para los judíos de Argelia, una lengua “colonial” o una “lengua del amo”. Tal vez pueda hablarse, al menos, de lo que Kafka llamó un día, de manera enigmática pero tan perturbada, tan perturbadora, “ la aprobación vaga de los padres”: “En alemán, la clase media del lenguaje no es más que ceniza, una ceniza que sólo puede asumir una apariencia de vida cuando hurgan en ella unas manos judías excesivamente animadas… Ibidem p. 54
[35] Carlos Ortega cita el poema en Celan, Paul, “Prólogo”, en Obras completas Madrid. Trotta, 2013, pp. 34-35.
[36] Del poema que trata Derrida en Shibbolet:
TODO EN UNO
Trece de febrero. En la boca del corazón
despierto Shibbólet. Contigo
peuple
de París. No pasarán.
En la traducción de Reina Palazón: Obras completas Madrid. Trotta, 2013
[37] Celan, Paul, “El Meridiano” en Obras completas Madrid. Trotta, 2013, Traducción: José Luis Reina Palazón, p. 506
Jorge Linares Ortiz es Doctor en Ciencias Antropológicas por la UAM. Profesor e investigador de la Academia de Arte y Patrimonio por la UACM. Su trabajo se relaciona con las prácticas sociales y artísticas en contextos extremos. Actualmente realiza una investigación de doctorado en el Colegio de Saberes sobre la poesía y la catástrofe en Paul Celan.