Violencia y crueldad como forma de devenir sujeto endriago

Edgar Eligio Ávalos Soto

La violencia sobre los cuerpos en el capitalismo gore

Uno de los cambios más evidentes en el empleo y uso de la violencia por parte de los grupos criminales, en particular en México, es ese exceso de violencia sobre el otro que se traduce en una continuidad y persistencia en la destrucción del cuerpo. Como resultado de esto último, la muerte no es suficiente ni basta para dejar ahí tendido a ese otro: enemigo, traidor o víctima de la labor delincuencial. Sujetos descabezados, desmembrados, incinerados o con distintas marcas de tortura son notas periodísticas que se incrementaron y se volvieron una constante a lo largo y ancho de todo el territorio a partir de la “Guerra contra el narco”, emprendida desde el gobierno del presidente Felipe Calderón; la violencia y su letalidad, su brutalidad, su exceso sobre el otro, su indistinción sobre quién se ejerce y su ensañamiento incluso sobre los cuerpos sin vida se ha incrementado de forma cada vez más atroz. Atrocidad esta última, que ha dado como resultado a toda una nomenclatura macabra sobre el tipo de muerte y violencia en particular ejecutada sobre el cuerpo tal como nos hace mención Rossana Reguillo en su texto Necromáquina: ejecutados, ahorcados, colgados, decapitados, deslenguados, encobijados, entambados, embolsados y pozoleadosi son algunas maneras de poner en práctica no solo la violencia y muerte del otro, sino la continuidad de la violencia sobre esos cuerpos ya sin vida. Sin embargo, no hay razón para suponer que toda esta nomenclatura agota la casuística que va apareciendo en la actualidad.

Una de las primeras explicaciones que suele darse sobre este tipo de prácticas, por ejemplo, cuando se identifican cadáveres con marcas de tortura o cortes sobre ciertas partes del cuerpo o incluso decapitados es el envío de mensajes a grupos antagónicos o para sembrar el terror en la zona o como una ofrenda como fue el caso de una cabeza dejada sobre la tumba del narcotraficante Alfredo Beltrán Leyvaii, según los especialistas. Sin embargo, más allá de los acercamientos desde el ámbito de la comunicación, la sociología y las ciencias sociales ¿qué razones podríamos vislumbrar o arriesgar sobre la violencia en el capitalismo gore desde el psicoanálisis? ¿Qué razones pueden identificarse sobre la violencia y su excesos desde la idea de la estructura del inconsciente y la función del significante? La idea es tratar de identificar y describir, apoyados en el psicoanálisis, ¿cómo se estructura el mecanismo que mueve a la violencia y su exceso como crueldad y perversión en el capitalismo gore?

El contexto de la violencia en el capitalismo gore

Dentro de los cambios generados por el capitalismo gore al interior de la economía es la movilización de grandes grupos poblacionales producto de las disputas por territorios y zonas comerciales, dando como resultado la gestión de dichas poblaciones ya sea mediante la trata de personas, el cobro por el traslado de un punto geográfico a otro (como sucede con los migrantes) o incorporando a dichos grupos al mercado laboral necro: halcones, sicarios, cocineros (productores de drogas sintéticas), así como tropa regular de dichos grupos delincuenciales. Sayak Valencia llama a este grupo poblacional precariado gore, es decir, vidas sin importancia, excedente poblacional desechable, mano de obra de la muerte y para la muerte, su valor reside en hacer mover la maquinara necro del capital ya como objetos de consumo necro: mulas, trata de personas, cuerpos a los cuales se les extraen los órganos para el mercado negro etc.; o ya como ejecutores de la violencia de las bandas delictivas: “Como consecuencia se produce una transvaloración axiológica que el precariado gore lleva un paso más allá: situando la valía económica y la valoración social (sobre todo en varones) en el que el “verdadero” poder reside en tener la decisión de otorgar la muerte”iii. El precariado gore ofrece al mercado laboral su capacidad de dar la muerte. Su fuerza de trabajo consiste en matar y ser matado en la máquina necro de la economía. Esta capacidad de dar la muerte al otro es lo que ofertan “sobre todo [los] varones” una vez incorporados en las bandas o grupos delictivos, a estos individuos Sayak Valencia los nombra como sujeto endriago. Si nada tiene el sistema para ofrecerle en la mejora de sus condiciones materiales de vida, entonces se está en la disposición de poner en juego la vida no para hacer alguna revolución que transforme la organización del Estado y la sociedad, no hay ideales libertarios que muevan a la acción transformadora, es más bien poner en juego la capacidad del ejercicio de la violencia e incluso la crueldad para obtener algo de lo que el sistema le ha negado. “Se crea así un giro epistemológico en la concepción de la violencia, pues se la percibe como una herramienta de autoafirmación personal, al mismo tiempo que como un modo de subsistencia”iv. De está manera, el precariado gore encuentra a través de la incorporación a los grupos delincuenciales y mediante el empleo de la violencia una forma de reposicionarse socialmente, así la disposición de poner en juego la vida y de emplear la muerte del otro se vuelven en un medio de subsistencia.

Sin embargo, no es solo Sayak Valencia quien describe esos grupos de cuerpos gestionados por un sistema necro, también Achille Mbembe lo hace en su texto Políticas de la enemistad, grupos poblacionales considerados sin valía cuyas vidas carecen de significado e interés por el sistema, son en todo caso, una mercancía más por rentabilizar. Su muerte y desecho a nadie preocupan porque a nadie interesan. Por eso Mbembe las llama vidas superfluas:

[…] gente para quien vivir es justificarse de manera permanente con la muerte, en condiciones en que la muerte misma tiende cada vez más a convertirse en algo espectral tanto por la manera en que es vivida como por la manera en que es dada. Vida superflua, pues, aquella cuyo precio es tan bajo que esa vida no tiene ninguna equivalencia mercantil -y mucho menos humana- propia; esa especie de vida cuyo valor está fuera de la economía, y que no tiene otro equivalente más que el tipo de muerte que se le puede infligirv.

Abandonados a su suerte por el sistema, no obstante, para Sayak Valencia, estos individuos responden ante el abandono y menosprecio del que son objeto, no aguardan pasivamente ni la muerte ni el auxilio de un Estado que incluso los expone a la muerte misma. Responden con el empleo de la violencia al incorporarse a las filas de los grupos delincuenciales como forma de empoderamientovi. A esto lo nombra la autora tijuanense necroempoderamiento, es decir, la capacidad de dar la muerte o de incorporarse a una empresa donde la muerte es una de sus partes sustanciales se convierte en la forma única del sujeto endriago de posicionarse social y económicamente, así como para reivindicar la afirmación de sí mismo frente al menosprecio del que es objeto:

Los sujetos endriagos, en su mayoría varones jóvenes y precarios, reconfiguran tanto el objeto de trabajo como el de emprendedor económico, a través de un agenciamiento perverso, entrenado en la comercialización necropolítica del asesinato. Sujetos que contradicen las lógicas de lo aceptable y lo normativo como consecuencia de la toma de conciencia de ser redundantes en el sistema económico lleno de órdenes y contraórdenes, donde se les exige ser hiperconsumistas y al mismo tiempo se les precariza económica y existencialmente, haciendo frente a su situación de subalternidad y sus contextos de pauperización por medio del necroempoderamiento y las necroprácticas tránsfugas y distópicas, que pasan por la rentabilización y comercialización de la violencia gore. Esto es, alquilando su fuerza de trabajo a la pujante industria del crimen organizado (en el contexto mexicano, pero no solo)vii.

El necroempoderamiento es la manera mediante la cual se inscribe el sujeto endriago en la lógica del consumo, actualiza y reafirma su posicionamiento social y establece el lazo social en dos direcciones uno frente a los integrantes con quienes forma parte del grupo y otro en identificación con el jefe de la banda: “De manera que los sujetos identifican entre sí su “yo”, en tanto todos ellos tienen idéntico ideal del yo encarnado en quien dirige el grupo; esos lazos otorgan fuerzas a estas formaciones y las preservan de su disolución”viii.

Violencia y crueldad como forma de devenir sujeto endriago

En el artículo Cuatro dimensiones de la violencia del narcotráfico en México: ¿cómo la conciben los perpetradores?, Karina García analiza los discursos de 33 ex-narcotraficantes ubicados en un centro de rehabilitación en el norte del país a quienes, por cuestiones de anonimato, cambia de nombre. La autora menciona que su trabajo se enmarca en el campo de las ciencias sociales, por lo que, el análisis de los discursos que hace nada tienen que ver con una lectura psicoanalítica sobre ellos. Sin embargo, nosotros retomamos algunos extractos de esos discursos, para trabajarlos desde el psicoanálisis y en particular desde Lacan tratando de identificar algunos elementos estructurales inconscientes que permitna acercarnos a la lógica que da paso a la realización del acto no solo de la muerte del otro, sino de la crueldad mediante la tortura y mutilación.

Karina García identifica cuatro tipos de discursos o como lo llama ella cuatro dimensiones de la violencia ligada al narcotráfico los cuales son: “a) violencia del narcotráfico como un negocio; b) violencia básica del narcotráfico; c) violencia del narcotráfico como fuente de adrenalina y empoderamiento; y d) violencia del narcotráfico ligada al culto de la Santa Muerte”ix. A nivel de la estructura inconsciente que regula el actuar del sujeto a la hora de realizar el mandato u orden de torturar, ejecutar y desaparecer ese cuerpo objeto de la descarga pulsional de muerte se requiere primero el establecimiento de lazos libidinales con desviación de meta tanto entre los miembros del grupo como hacia el jefe. Estos lazos libidinales permiten estrechar los vínculos al interior del grupo, así como satisfacer la orden dada por quien se toma como figura de autoridad dentro del grupo. “El psicoanálisis conoce la identificación como la más temprana exteriorización de una ligazón afectiva con otra persona. Desempeña un papel en la prehistoria del complejo de Edipo”x. Esta identificación primaria permite tomar al padre como modelo, mientras que al interior del grupo se busca la identificación con el jefe dado que es lo que “uno querría ser” y “se discierne que la identificación aspira a configurar el yo propio a semejanza del otro, tomado como <<modelo>>”xi. Sin embargo, como Freud señaló esa identificación primordial está cargada con elementos ambivalentes, ya que tanto mociones de amor y odio se dirigen hacia el mismo padre, entonces, ¿pueden ambas mociones manifestarse en la relación con el jefe o capo del grupo?, ¿pueden ambas mociones relacionarse con el ejercicio de la violencia en los grupos criminales?, ¿hasta qué punto la búsqueda del reconocimiento por parte del jefe redirige el odio hacia el otro como receptor de la descarga pulsional de la violencia? La frustración de no llegar a ser como el “padre” porque no “te es lícito ser” como él puede dar como resultado la manifestación de la violencia sobre el otro en tanto receptor de la frustración cual objeto sustituto y al mismo tiempo dicha expresión puede ser entendida como muestra de la aspiración continua por llegar a ser como el padre y de esta forma, negar el rechazo o la falta de licitud en dicha aspiración.

Por otro lado, la violencia incluso en sus momentos de expresión más cruel no es gratuita, Karina García destaca que en ocasiones es expresión del sistema de justicia interno a dichas organizaciones. Justicia tanto al interior como al exterior de la organización. Al interior se trata de limpiar de “soplones”, “ratas”, “cucarachas”, “cerdos”, es decir, es una limpieza de aquellos que han robado a la organización, pasado información a las corporaciones policiacas, traicionado, cambiado de bando o cometido errores en las órdenes dadas. Uno de los entrevistados por Karina García señala:

“les poníamos las manos en ácido sulfúrico cuando nos robaban porque para nosotros no era justo que, después de haberles confiado el dinero nos traicionaran” (anónimo). De manera similar, otro participante dijo: “les dábamos tablazos, tortura en los dedos, les dábamos electroshocks. Les rompíamos cada dedo con pinzas, para que los otros entendieran así es como pagas por los errores” (anónimo). Si la falta cometida era grave, como robar grandes cantidades de dinero, abandonar la organización sin previo aviso o cambiar de organización, entonces “terminaban pozoleados” (anónimo): serían asesinados y sus cuerpos se disolverían en ácidoxii.

Pero más allá de esa limpieza y justicia interna e implacable al interior de la organización ¿qué más podemos ver? ¿Por qué el otro y su sufrimiento no parecen tener algún efecto sobre los perpetradores de los que habla Karina García? A nivel de la estructura inconsciente habría una relación entre la ley moral y el goce. El goce cruel y sadiano (Kant con Sade o la clase 6 del Seminario de la ética) tiene como imperativo el ideal de acceder a La Cosa, el Bien supremo,es decir, a aquello que colme y satisfaga la falta estructural del sujeto. Esa falta se origina mediante la castración por parte del padre, pero al mismo tiempo esa castración introduce la ley en el sujeto y se logra porque se establece un corte que separa, prohíbe y hace inaccesible el goce de la madre (prohibición del incesto). La Cosa, dirá Lacan en la clase 5 del seminario anteriormente mencionado, es el objeto perdido, no obstante, al mismo tiempo es aquello que se busca reencontrar aun cuando no hay representación posible y no puede haberla porque “lógicamente y al mismo tiempo cronológicamente, [está] en el punto inicial de la organización del mundo del psiquismo”xiii. Sin embargo, su búsqueda se guía mediante la satisfacciónxiv, así toda representación es solo una mediación que aun no dando en el blanco tiende en la dirección de Das Ding. Además, esas satisfacciones momentáneas y temporales, dadas las dificultades de la vida la modelan, temperan y apuntalan dirá Lacan.

Por otro lado, Lacan siguiendo a Freud dirá que el fundamento de la ley moral es “la ley de la prohibición del incesto”xv y, aun cuando exista un juego y rejuego entre el deseo del incesto, su prohibición y negación dicha prohibición es el elemento estructurador de la cultura y la subjetividad; pues en tanto la separación se mantiene entre el individuo y su objeto de goce es que la ley moral y la demanda, a través de la palabra organiza el deseo y la interacción humana. Aunque el acceso a Das Ding es el acceso al Bien soberano, este debe ser abandonado si la organización del mundo ha de mantenerse y la violencia y crueldad han de estar puestas de lado: “Y bien se puede decir que el paso dado por Freud a nivel del principio del placer, es éste: mostrarnos que no hay un Bien Soberano; que el bien soberano que es Das Ding, que es la madre, que es el objeto del incesto, es un bien prohibido y que no hay otro bien. Tal es el fundamento, invertido en el caso de Freud, de la ley moral”xvi.

Por tal razón, Lacan subraya la extrañeza misma de Freud con respeto al mandato de amar al prójimo como a uno mismo, porque lo más propio para uno es la complacencia de sí: “es propio de la relación del sujeto consigo mismo que se haga el mismo, en su relación con su deseo, su propio prójimo”xvii, lo cual implica que dicho mandato ordenaría acceder a la relación más primigenia, pero no en el sentido del abandono de la ley sino mediante un más allá del principio del placer, es decir, en ese más allá está el goce pero solo hemos sabido de su existencia producto de la prohibición de la ley moral. Por lo tanto, la persecución del goce en cualquiera de sus representaciones dadas por el registro imaginario tiene como resultado dejar atrás la ley, la palabra y la demanda como formas de mediación de las relaciones humanas en tanto no importa ese otro como prójimo ni que haga uso de la palabra para poner en juego su deseo: “Mi tesis [dirá Lacan] es que la ley moral se articula con la mira de lo real como tal, de lo real que puede ser la garantía de la Cosa”xviii. Es decir, para Lacan la ley moral mandata el acceso a la Cosa que se encuentra en el registro de lo real, pero lo que pertenece al registro de lo real es inaccesible e incognoscible. Sin embargo, el sujeto endriago, a través de la tortura sobre el otro descarga la pulsión como si fuese la forma para acceder a la Cosa misma. Por ello, el sujeto endriago goza del sufrimiento que causa al otro:

“Me gustaba tener armas, golpear gente, insultarlos y humillarlos… me llenaba de gozo”(Rigoleto). Otro participante dijo: “Torturar personas era lo que más me gustaba, era mi pasión” […]. “La primera vez que golpeé a un hombre me gustó. Sentí correr la adrenalina y que estaba liberándome de todo mi enojo y quería más…[la violencia] era lo que me hacía sentir feliz” (anónimo)xix.

La castración introduce la ley, crea la falta y deja al goce en ese más allá del placer, por lo que en ese más acá quedan el deseo, la sublimación, el desplazamiento, es decir, formas reguladas de acceder a ciertas gratificaciones de la vida, pues el goce pasa por encima del otro, se engolfa en el cuerpo de la víctima, es decir, no hay goce sin cuerpo: “el goce es un mal. Y Freud allí nos lleva de la mano: es un riel porque implica el riel del prójimo”xx. Incluso Lacan reitera en el apartado sobre De la Ley Moral del Seminario 7 “para alcanzar absolutamente das Ding, para abrir todas las compuertas del deseo” se requiere del dolor: “El dolor del prójimo y también el propio dolor del sujeto, pues en este caso no son más que una única y misma cosa”xxi. Así la persecución de la Cosa, del Bien supremo es un andar por el camino donde ese otro ya no es visto como persona, su rostro no habla de la trascendencia o de algo único y sublime, por el contrario, si lo único y sublime está en das Ding, entonces la violencia brutal se descargada sobre el cuerpo de la víctima en tanto es la puerta de acceso, la vía hacia la promesa del goce. Freud reconoce en El Malestar en la cultura que hay una inclinación en el ser humano a sacar provecho del otro y de las peores formas posibles:

el ser humano no es un ser manso, amable, a lo sumo capaz de defenderse si lo atacan, sino que es lícito atribuir a su dotación pulsional una buena cuota de agresividad. En consecuencia, el prójimo no es solamente un posible auxiliar y objeto sexual, sino una tentación para satisfacer en él la agresión, explotar su fuerza de trabajo sin resarcirlo, usarlo sexualmente sin su consentimiento, desprotegerlo de su patrimonio, humillarlo, infringirle dolores, martirizarlo y asesinarlo. […] Esa agresión cruel aguarda por lo general una provocación, o sirve a un propósito diverso cuya meta también habría podido alcanzarse con métodos más benignosxxii.

Así, para atemperar dicha pulsión o desviarla de su propósito inicial la cultura en términos generales y la ley moral, en particular, cumplen dicha función. Pero una vez desfondada las figuras de autoridad, una vez que pierden potencia ordenadora, como argumenta Silvia Ons: “Deviene entonces un estado de fragmentación en el que la rotura de los lazos deja a los sujetos más permeables a sus pulsiones en ausencia de las ligaduras efectivas entre ellos. Es decir que el peligro no es solo el que emerge de afuera, sino el que tiene por causa impulsos desenfrenados, que brotan de manera inédita”xxiii.

De esta manera en el capitalismo gore y en la figura del sujeto endriago los impulsos desenfrenados pueden dirigirse al cuerpo de la víctima porque es a través de ella como se busca acceder a lo real del goce, al goce sin mediación, sin filtro que haga distinta la satisfacción que se logra de la que se alcanza: “En este Seminario (el de la Ética) Lacan busca aislar un objeto de goce diferenciado de lo simbólico y de lo imaginario, un objeto de goce real que denomina das Ding. Das Ding es el objeto primordial freudiano de la experiencia primaria de satisfacción”xxiv, y esa satisfacción que otorga, continua Silvia Elena Tendlarz, “inaugura una experiencia de satisfacción que después se intenta volver a encontrar a través de la repetición”xxv. Esto podría ayudar a entender porque algunos jóvenes incorporados a las filas del narcotráfico, en las entrevistas recopiladas por Karina García, destacan el papel adictivo y gratificante del ejercicio de la violencia:

cuando se unían al cartel, nosotros [los jefes] les preguntábamos: ‘¿a quién quieres levantar?’ Y nosotros íbamos por esa persona para que el nuevo se vengara y si ellos querían lo mataban. Nosotros les decíamos: ‘si eso te hace feliz, pues mátalo’” (anónimo). La violencia del narcotráfico también es construida como algo “adictivo”: “Entre más ves, más te acostumbras y más quieres” (Difos). Por su parte, Rigoleto señaló: “Yo era tan adicto a la violencia a veces me pegaba yo solo”, y Yuca afirmó: “Yo era el clásico hombre buscando pelea. Una vez empiezas en este negocio la violencia se hace una adicciónxxvi.

Sin embargo, el acceso al goce dado en la descarga pulsional sobre el cuerpo de la víctima bien puede verse como perteneciente al ámbito del objeto parcial, en tanto ese objeto tiende, aunque sin nunca coincidir, con el objeto causa del deseo. De ahí la insistencia y de la violencia descargada sobre esos cuerpos, sobre los que siempre puede irse un poco más lejos: desmembrando, triturando o carbonizando esos cuerpos; como si una voz mandatara ir un poco más allá. Silvia Ons destaca que el sujeto perverso no es quien goza como resultado de sus acciones, por el contrario, busca restituir el goce a un Otro, busca terminar con la falta de Aquel a través del sacrificio de la víctima: “aquí, es el sujeto, devenido instrumento, el que le restituirá el goce faltante, es él quien hará gozar al Otro. Esa será la particular cruzada a la que se consagra el perverso […]”xxvii. Cosa que se hace más patente en aquellos grupos del crimen organizado que bajo su estructura se apoyan en imágenes religiosas o consideradas sagradas por sus integrantes: Malverde, san Judas Tadeo o la Santa Muerte; para pedir favores y/o protección frente a las autoridades o grupos antagónicos, el sujeto endriago se convierte en instrumento para realizar el goce del Otro, el goce de Dios como dirá Lacan en el Seminario de la Angustia; como muestra Karina García en algunos de los discursos recogidos, la demanda proviene de Otro de la que el torturador hace eco, pues ante dicha “entidad sobrenatural: “teníamos que hacer lo que la Santa Muerte nos pedía que hiciéramos. Tú escuchas voces cuando haces el pacto, y la muerte, o el diablo, te dicen lo que quiere: ‘tráeme la sangre de un niño de cierta edad, o un bebe güero’”xxviii (anónimo). Líneas más adelante, citando a alguien más, dice: “mutilábamos gente en las fiestas, era una manera de adorar a la Santa Muerte y ofrecérselos”xxix (anónimo).

Así el perverso o el sujeto endriago en cuanto ejecutante de la escena, la ejecuta comandado por la voz interior del fantasma del Otro “Tú escuchas voces cuando haces el pacto, y la muerte, o el diablo, te dicen lo que quiere”, en dicha alucinación, es la demanda del Otro la que toma al sujeto endriago como medio para acceder, a través del cuerpo de la víctima, a ese más allá del goce:

Los verdugos no se angustian ni vacilan, son inalterables, persiguen el goce como una encarnación de fuerza y voluntad frente a sus víctimas. No son sujetos, sino que ocupan el lugar de objeto. […]. Encarnan así la voluntad de goce fundada en el rechazo de la castración. La paradoja del fantasma sadiano es que no es el sujeto quien tiene la fantasía puesto que el sujeto queda del lado de la víctimaxxx.

De esta manera, el sujeto endriago mediante el fantasma del Otro organiza la escena desde la cual pretende restituir el acceso a aquel objeto culmen del goce en el Otro. Por ello, la víctima y su cuerpo no son más que objeto parcial en su persecución, nunca accesible pero siempre repetible en su intento en una nueva escena desde la que se aspira al Bien supremo.


Referencias

i Reguillo, Rossana. NECROMÁQUINA. Cuando morir no es suficiente, México, Ned, 2021.

ii Nota periodística: las decapitaciones y mutilaciones: el mensaje detrás de una de las prácticas más sangrientas del narco: https://www.infobae.com/america/mexico/2019/12/14/las-decapitaciones-y-mutilaciones-el-mensaje-detras-de-una-de-las-practicas-mas-sangrientas-del-narco/

iii Valencia, Sayak. Has llegado al fin del mundo: aquí hay dragones endriagos. p. 136. D03.pdf

iv Valencia, Sayak, Capitalismo Gore, México, Melusina, 2010, p. 91.

v Mbembe, Achielle, Políticas de la enemistad, Barcelona, NED, 2018, p. 66.

vi No se trata de criminalizar la pobreza, sino de señalar como dichas condiciones favorecen la captura de los jóvenes al limitarse las formas de salir de dichas condiciones. Además, cabe recordar que el lavado de dinero y empresas fachada necesitan de sujetos formados y educados para llevar a cabo dicha actividad sin ser detectado. Lo cual muestra que en la economía necro hay distintos estratos o niveles de incorporación en las actividades ilícitas.

vii Valencia, Sayak. Has llegado al fin del mundo: aquí hay dragones endriagos. p. 135. Las cursivas son de la autora. D03.pdf

viii Ons, Silvia. Amor, locura y violencia en el siglo XXI, Buenos Aires, Paidós, 2016.

ix GARCIA, Karina. Cuatro dimensiones de la violencia del narcotráfico en México: ¿cómo las conciben los perpetradores? CONfines relacion. internaci. ciencia política [online]. 2020, vol.16, n.31 [citado 2025-01-04], pp.33-60. Disponible en: <http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-35692020000200033&lng=es&nrm=iso>. Epub 22-Ene-2024. ISSN 1870-3569.  https://doi.org/10.46530/cf.vi31/cnfns.n31.p33-60.

x Freud, Sigmund, Psicología de las masas y análisis del yo. Obras completas, Vol. XVIII, Argentina, Amorrortu, 1975, p. 99.

xi Freud, Sigmund, Psicología de las masas y análisis del yo. Obras completas, Vol. XVIII, Argentina, Amorrortu, 1975, p. 100.

xii GARCIA, Karina. Cuatro dimensiones de la violencia del narcotráfico en México: ¿cómo las conciben los perpetradores? CONfines relacion. internaci. ciencia política [online]. 2020, vol.16, n.31 [citado 2025-01-04], pp.33-60. Disponible en: <http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-35692020000200033&lng=es&nrm=iso>.  Epub 22-Ene-2024. ISSN 1870-3569.  https://doi.org/10.46530/cf.vi31/cnfns.n31.p33-60.

xiii Lacan, Jaques, Clase 5 Das Ding (II), Seminario 7 La ética del psicoanálisis. En línea sin páginas: lacan-seminario-7-la-etica-del-psicoanalisis.pdf

xiv Esa satisfacción temporal obtenida mediante el sadismo sobre la víctima, para Freud, sería resultado de un masoquismo primordial que desvía hacia el exterior la pulsión destructora o de muerte. Freud, Sigmund, EL problema económico del masoquismo. Obras completas, Vol. XIX, Amorrortu, 1976, p. 169.

xv Lacan, Jaques, Clase 5 Das Ding (II), Seminario 7 La ética del psicoanálisis. En línea sin páginas: lacan-seminario-7-la-etica-del-psicoanalisis.pdf

xvi Lacan, Jaques, Clase 5 Das Ding (II), Seminario 7 La ética del psicoanálisis. En línea sin páginas: lacan-seminario-7-la-etica-del-psicoanalisis.pdf

xvii Lacan, Jaques, Clase 6 De la ley moral, Seminario 7 La ética del psicoanálisis. En línea sin páginas: lacan-seminario-7-la-etica-del-psicoanalisis.pdf

xviii Lacan, Jaques, Clase 6 De la ley moral, Seminario 7 La ética del psicoanálisis. En línea sin páginas: lacan-seminario-7-la-etica-del-psicoanalisis.pdf

xix GARCIA, Karina. Cuatro dimensiones de la violencia del narcotráfico en México: ¿cómo las conciben los perpetradores? CONfines relacion. internaci. ciencia política [online]. 2020, vol.16, n.31 [citado 2025-01-04], pp.33-60. Disponible en: <http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-35692020000200033&lng=es&nrm=iso>.  Epub 22-Ene-2024. ISSN 1870-3569.  https://doi.org/10.46530/cf.vi31/cnfns.n31.p33-60. p. 48.

xx Lacan, Jaques, Clase 14 el amor al prójimo, Seminario 7 La ética del psicoanálisis. En línea sin páginas: lacan-seminario-7-la-etica-del-psicoanalisis.pdf

xxi Lacan, Jaques, Clase 6 De la Ley Moral, Seminario 7 La ética del psicoanálisis. En línea sin páginas: lacan-seminario-7-la-etica-del-psicoanalisis.pdf

xxii Freud, Sigmund, EL malestar en la cultura. Obras completas, Vol. XXI, Argentina, Amorrortu, 1975, p. 108.

xxiii Ons, Silvia. Amor, locura y violencia en el siglo XXI, Buenos Aires, Paidós, 2016. p. 33.

xxiv Tendlarz, Silvia Elena. Perversión, Cuadernos del ICdeBA #22, Buenos Aires, Grama Ediciones, 2018. p. 48.

xxv Tendlarz, Silvia Elena. Perversión, Cuadernos del ICdeBA #22, Buenos Aires, Grama Ediciones, 2018. p. 48.

xxvi GARCIA, Karina. Cuatro dimensiones de la violencia del narcotráfico en México: ¿cómo las conciben los perpetradores? CONfines relacion. internaci. ciencia política [online]. 2020, vol.16, n.31 [citado 2025-01-04], pp.33-60. Disponible en: <http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-35692020000200033&lng=es&nrm=iso>.  Epub 22-Ene-2024. ISSN 1870-3569.  https://doi.org/10.46530/cf.vi31/cnfns.n31.p33-60. p. 48.

xxvii Ons, Silvia. Amor, locura y violencia en el siglo XXI, Buenos Aires, Paidós, 2016. p. 83.

xxviii GARCIA, Karina. Cuatro dimensiones de la violencia del narcotráfico en México: ¿cómo las conciben los perpetradores? CONfines relacion. internaci. ciencia política [online]. 2020, vol.16, n.31 [citado 2025-01-04], pp.33-60. Disponible en: <http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-35692020000200033&lng=es&nrm=iso>.  Epub 22-Ene-2024. ISSN 1870-3569.  https://doi.org/10.46530/cf.vi31/cnfns.n31.p33-60. p. 52.

xxix GARCIA, Karina. Cuatro dimensiones de la violencia del narcotráfico en México: ¿cómo las conciben los perpetradores? CONfines relacion. internaci. ciencia política [online]. 2020, vol.16, n.31 [citado 2025-01-04], pp.33-60. Disponible en: <http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-35692020000200033&lng=es&nrm=iso>.  Epub 22-Ene-2024. ISSN 1870-3569.  https://doi.org/10.46530/cf.vi31/cnfns.n31.p33-60. p. 53.

xxx Tendlarz, Silvia Elena. Perversión, Cuadernos del ICdeBA #22, Buenos Aires, Grama Ediciones, 2018. p. 67.


Bibliografía

Freud, Sigmund, Psicología de las masas y análisis del yo. Obras completas, Vol. XVIII, Argentina, Amorrortu, 1975.

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Edgar Eligio Ávalos Soto

Actualmente estudia el programa de doctorado en el Colegio de Saberes.