Un punto es todo. El papel que juegan las relaciones de lo múltiple en el proceso de individuación. Entre Spinoza y Deleuze

Daniela López

Me interesa la relación entre Gilles Deleuze y Baruch Spinoza en el proceso de individuación, pero sobre todo porque hay una sentencia que encuentro en tres ocasiones en el libro de Deleuze – En medio de Spinoza[i] y es la que me permite hacer la relación del encuentro de lo múltiple en este proceso. La sentencia es: Un punto es todo. Esta sentencia me remite de inmediato a dos conceptos clave que se sistematizan a partir del planteamiento spinocista[ii] que sostiene que Dios y la naturaleza son dos nombres para una misma sustancia que abarca todo lo que existe y es la única y divina realidad. Los conceptos son <<panteísmo>> y <<monismo>>. El primer concepto, <<panteísmo>>, si bien es un término acuñado por el filósofo irlandés – también estudiante de Leiden – John Toland[iii] en los primeros años del siglo XVIII, proviene, como ya hemos dicho de propuestas como la metafísica central del filósofo holandés en su Ética demostrada según el orden geométrico[iv]. El panteísmo resulta del <<monismo>>, en este caso, en su versión sustancial[v]. El <<monismo>> como palabra tampoco está en la obra de Spinoza, es el filósofo alemán Christian von Wolff quien también en el siglo XVIII siguiendo a Leibniz y su monadología utiliza por primera vez esta palabra.

Panteísmo deriva de los vocablos pan, que es <<todo>>, an que quiere decir <<uno>> y theos que es Dios; esto es que nada puede ser sustancialmente independiente de Dios porque no hay nada más que Dios. Según Michael P. Levine, es la visión de que todo lo que existe constituye una unidad y esta es la unidad absoluta de que todo lo que incluye es divino[vi]. Es desde la primera parte de la Ética que Spinoza demuestra, argumentativamente, que Dios es la sustancia única, lo cual difiere y contradice a la tesis de Descartes en la que se presentan tres tipos de sustancias: 1) la única sustancia causa sui, omnisciente e infinita que es Dios, 2) la res cogitans cuya esencia es el alma o el pensamiento y que es distinta e independiente de la 3) res extensa, la cual ocupa un espacio y conlleva cualidades materiales. En el corolario dos de la proposición 16, Spinoza escribe: Dios es causa por sí, no por accidente. Lo que es causa de sí necesariamente tiene que existir, es el verdadero ser, el ser necesario. Tiene que haber algo en donde toda explicación termina, donde culminan los géneros y es a la vez inicio y final de todo proceso de individuación. De ahí el <<monismo>> spinozista.

Dios para Spinoza es la naturaleza y la sustancia misma; es el punto de confluencia y principio de emanación de todo y de todos, es el ser que se dice de todos los entes, de todo lo que es. Los modos de la sustancia son el ente, son maneras de ser a diferencia de la sustancia absolutamente infinita que es el ser en tanto que ser. Por último, si Dios es un ente absolutamente infinito, es entonces también punto de convergencia de todas las expresiones de la sustancia como, por ejemplo, sus infinitos atributos. En conclusión, no puede haber más que una sustancia, aquella que es causa de sí[vii], una sola.

Los atributos son las cualidades esenciales que la sustancia posee[viii], son todos ellos infinitos y diferentes, pero también son iguales. Son diferentes cada uno en sus modos y son iguales en tanto que no hay superioridad de un atributo sobre otro y a todos ellos les precede la sustancia[ix] y es por lo que encuentran en ella su punto de convergencia. Un individuo es un cuerpo y es un alma. El cuerpo es el modo de la extensión y el alma es el modo del pensamiento, así como el cuerpo expresa al alma y el alma al cuerpo[x]. Esto es a lo que casi contemporáneamente Leibniz daría el nombre de <<paralelismo>>[xi]. Llegados a este punto, resulta curioso que del título de Ética demostrada según el orden geométrico salta a la atención una dupla que hoy en día resulta inusual, filosofía y geometría. Una de las razones de este título proviene del hecho de que Spinoza se basa en el método deductivo como el que utiliza Euclides en su libro de Elementos, pero no sólo eso, sino que también incorpora a sus modos de pensamiento algunas rutas facilitadas por las propuestas de ese orden con las que buscaba el rigor y la claridad que encontraba en las matemáticas y la geometría, a la vez que evitaba las pasiones que solían ser prejuicio de la filosofía para así acercarse lo más posible a una pretendida verdad de talante objetivo. Paralelismo, en este caso, refiere a que ambos atributos, el atributo cuerpo (extensión, res extensa) y el atributo alma (pensamiento, res cógitans) son la misma manera expresada en dos modos. ¿La misma manera de qué? La misma manera de la sustancia.

Un ejemplo del paralelismo es <<la mano>>: palma de la mano y el dorso de la mano pudieran ser dos cosas distintas, pero ambas se conjuntan en un solo y mismo punto: <<la mano>>. Dorso y palma convergen en un punto como lo hacen dos paralelas según el axioma XII de los Elementos de Euclides. El paralelismo podría ser una variante del monismo que da claridad a cuestiones como ¿por qué si la sustancia es una sola es que cada uno somos múltiples? De lo que resulta que ninguno sería posible sin el otro y lo otro; sin lo precedente, el entorno y sus proyecciones. Nadie ni nada es en sí ni por sí, sino la sustancia misma, esa de la que todo es y es también causa de sí. Cada cuerpo –y por cuerpo se entiende aquello que es capaz de afectar y ser afectado– está siempre compuesto por partes que a su vez son constitución de otros cuerpos que se han relacionado de acuerdo a conveniencias que en su mayoría resultan inexplicables e incalculables, así como impredecibles. Aquellas relaciones no cesan y es complejo definir dónde comienza y termina cada cuerpo como unidad individual.

Vayamos a esto, todo cuerpo está compuesto de multiplicidades. Todo cuerpo es multiplicidad. Cada cuerpo y sus relaciones de composición y descomposición es el resultado de elaboraciones precedentes que apuntan siempre hacia un devenir. La naturaleza entera abarca todas esas relaciones, es precisamente el conjunto infinito de todas las composiciones de relación[xii].

Para los estoicos, los cuerpos estaban compuestos de elementos como el fuego, la tierra y el agua… los huesos de tierra, por sólidos y duros, y los ojos de fuego pues ahí yace y se postra la luz del sol. Michael Marder sugiere que Los elementos no están en nosotros […] Somos nosotros quienes estamos en los elementos como sus circunscripciones proporcionales y temporales[xiii]. Emanaciones solares tocan cada partícula de mi cuerpo. Los modos y grados de esas relaciones serán variables según sea el caso. Cualquier parte que sea tocada por las ondas de la luz del sol reflejará la luz que no haya sido absorbida por ese cuerpo. A saber, que los cuerpos no son del color que percibimos, pues el color que percibimos es resultado de la luz que no fue absorbida por ese cuerpo y a razón de eso, rechazada, rebotada en todas direcciones; digamos que el color que pertenece al cuerpo es exactamente el que no percibimos. Si su energía térmica toca “un poco” la piel, se transforma en vitamina D y luego en minerales (minerales de tierra), si esta energía toca la piel por un tiempo mayor se destruirán las relaciones de las células más externas y en ese orden “hacia dentro”. Si la relación se vuelve más extensa o prolongada, la profundidad terminará cambiando los modos de relación que tienen las moléculas de agua, resultando de eso su evaporación. Las relaciones de las moléculas de agua con las células del cuerpo han cambiado; se han descompuesto unas y compuesto otras y, de continuar así, el resto de las relaciones celulares de ese organismo serán destruidas por completo pasando a formar parte de otros cuerpos en su total dispersión. Lo que descompone mis relaciones constitutivas es malo cuando destruye una o todas mis relaciones.

Es posible que parte del resto de los atributos de la sustancia que no podemos percibir nos estén contactando de maneras que no somos capaces de notar o de dar cuenta y que al día de hoy no se les pueda ubicar ni en el cuerpo ni en el pensamiento.

Se desintegran las relaciones para integrar otras, así estamos siempre muriendo en partes todo el tiempo, hasta que un día, todas nuestras relaciones se han desperdigado tanto que ya no forman más una unidad entre ellas, ahora están con otras partes que constituyen otras formas de los atributos de la sustancia. Así mismo me vengo constituyendo de fragmentos que ya no puedo decir que me pertenecen, y de ser así, siento ahora una enorme responsabilidad por cada una de esas partes. Las que son partes que concibo como mías pues han sido parte de objetos animados e inanimados, cercanos, lejanos y de todos los tiempos; entonces, serán luego parte de algo distinto. Cada vez más me es imprescindible dejar escrito sobre esas partes que es glorioso que estemos siendo –o deviniendo– un intempestivo y fugaz conjunto. Siento la dicha de que mis partes han sido parte –en parte, y desde siempre– de otros cuerpos. Y que parte de esas partes será parte insospechada de otros conjuntos. Seguramente han sido la parte agresiva y destructora, pero también han sido la que hidrata y nutre. Cada cuerpo está dividido en las porciones exactas, cuáles que coexisten de manera perfecta en su entendida unidad, en su concebida individualidad. Mis partes han existido desde todos los tiempos: como electrón y como nota de murmullo, y toda vez, han sido parte indispensable de materia y de pensamiento. Si cada parte de cada cuerpo ha estado en contacto con otras partes de otros cuerpos de los que han formado parte, entonces, cada parte contiene la historia y destino de las demás, de todas las partes, de la totalidad de partes en un todo indistinto. Es así como cada composición es cosecha perfecta de la experiencia de lo que va de los tiempos y de lo que depara a los mismos. Cada proceso de individuación es punto intermedio de encuentro entre un pasado que porta y un futuro que proyecta en un deslizamiento incesante. Es un transitar que no llega a ser, pero se asoma entre los instantes.

Buscando una identidad que de sostén a una propiedad más o menos cohesible es que nos aferramos a la noción de lo que se supondría respecta a cada uno de nosotros y de los otros. De no hacer definiciones y distinciones sería imposible concebirse como individuos, y es así como se crean agrupaciones que clasifican y ubican a lo que es distinto y semejante, por ejemplo: lo que es de la vida a diferencia de lo que no lo es, el animal humano y el no humano, el género en esa especie y lo que eso implica, la nacionalidad, el grupo étnico o reino al que se pertenece, los elementos que le componen, la cantidad de belleza o importancia achacada a los cuerpos (así sean celulares, minerales o inmateriales),  e incluso el valor que consideramos se tiene ante una época y agrupación tal o cual. Según la sociedad que sea, es entonces el rol y el estatus que esto implica, tanto dentro del grupo, como respecto al resto de las agrupaciones. Hasta cierto punto, está ya marcado lo que es potencialmente posible y lo que no, según sea el caso, o esto es lo que se nos hace creer y de lo que Baruch Spinoza sería parte desde antes de su nacimiento y hasta el último de sus días. Mas este personaje repetidamente exiliado se serviría del entorno y experiencias que fueron adyacentes a él como la materia prima de sus heterodoxas elaboraciones.

O quizá es que las ideas y las circunstancias encontraron[xiv] confluencia en su pensamiento ya que recordemos que era entonces pleno apogeo de la edad moderna, la cual destacó por haber sido una época caracterizada por la expansión del conocimiento científico y el desarrollo del pensamiento racional, artístico y humanista, cuando, en una suerte de persecuciones a mahometanos y judíos de parte de la inquisición española[xv], los padres de Spinoza tuvieron que migrar desde Portugal hasta Ámsterdam, siendo tal el motivo de que la vida de Spinoza tuviese lugar en esos territorios.

Inició sus estudios en su ciudad natal de donde años más tarde sería expulsado por ser considerado hereje. En el texto de su excomunión en 1656 (a sus 24 años) por parte de los señores de Mahamad está escrito lo siguiente:

[…] teniendo en cada día mayores noticias de las horrendas herejías que practicaba y enseñaba y de los actos monstruosos que cometió […] con todas las maldiciones que están escritas en la Ley. Maldito sea de día y maldito sea de noche, maldito sea al acostarse y maldito al levantarse, maldito sea al entrar y al salir […] No quiera el Altísimo perdonarlo y lance sobre él todas las maldiciones escritas en el libro de esta Ley, borre su nombre bajo los cielos […] con todas las maldiciones del firmamento escritas en el libro de la ley. Y nosotros, los unidos al Altísimo, vuestro Dios, vosotros que estáis vivos hoy, advirtiendo que nadie puede hablarle oralmente ni por escrito, ni hacerle ningún favor, ni estar con él bajo el mismo techo, ni a menos de cuatro codos de él, ni leer papel hecho o escrito por él.[xvi]

En 1673 el Elector del Palatinado le ofreció una cátedra en la universidad de Heidelberg donde el intercambio consistía en estatus y buena paga a condición de limitar su libertad de pensamiento respecto a temas de orden tanto filosófico como religioso. La cual también rechazó dando la razón de que prefería filosofar libremente que aquella <<preciosa ocasión>>.

Así es como a sus 20 años de edad se instala en el pueblo de Rijnsburg. Allí, estudió con el filósofo, libre pensador y maestro Francisco Van den Enden quien tenía la iniciativa de ampliar la crítica filosófica que impartía con materias como matemáticas, ciencias naturales y lenguas, entre ellas el latín –a través del cual Spinoza pudo acceder a otros modos de pensamiento como: Cicerón, Séneca, Leonardo da Vinci, Descartes, Bacon y Hobbes, además de ser la lengua en la que eligió redactar su Ética–. Su credo con la religión judía se vio trastocado y en 1654 libró un ataque con un objeto punzocortante proveniente de un fanático judío. Esta no fue la única acometida, pero sí la única en la que se usó un cuchillo. En 1656 fue expulsado de la religión judía resultando de eso una última disputa por la herencia de su padre. Finalmente, Spinoza renunció por completo a la familia y de la herencia sólo conservó una cama con pilares.

Fue recibido por cristianos abiertos donde conoció al astrónomo Christiaan Huygens, otro tallador de lentes que quería ver más allá. Su vehemente obsesión le llevó a fabricar su propia versión de telescopios, a la vez que fundaba las leyes de la óptica geométrica. ¿Y qué vio? En los registros se tiene a los anillos de Saturno y a Titán. Su explicación de la naturaleza ondulante de la luz discutió con la corpuscular de Newton durante más de 100 años. Y otras muchas aportaciones al saber.

Spinoza había aprendido a pulir vidrios con lo cual podía comprar libros. Se le consideraba un hombre discreto y sobrio, con apenas posesiones quien se instalaba en modestas casas de huéspedes.

Sería importante recordar que ese momento es el siglo XVII, y Holanda se encontraba entonces en una época resplandeciente de mentes que en sus diversas disciplinas iban abriendo rutas con heterogéneas afluentes para el pensamiento; uno de ellos, Anton van Leeuwenhoek, conoció el oficio de soplar y pulir vidrio con el objetivo de crear lentes y lupas que le permitieran observar a detalle las telas que comerciaba, así accedería a lo más remoto de su composición para refinar su hechura. La fascinación fue tal, que lo llevó a construir y perfeccionar los primeros microscopios con los que observaba las minúsculas criaturas vivas del lago más cercano. El comerciante de telas sin el menor estudio científico fue poseído por su ambiciosa curiosidad y, tras legar sus descubrimientos en alrededor de 300 cartas, es considerado hoy <<el padre de la microbiología>>. Así, matemáticos, astrónomos, geógrafos, literatos y pintores[xvii] florecieron a la sombra del manto religioso que se extendió hasta extranjeros como Descartes, quien también acarreaba con el oprobio de su primera comunidad.

La biografía de Spinoza es una muestra clara e interesantísima de cómo el proceso de individuación es multiplicidad volcada en un punto que instantáneamente vuelve (por no decir que siempre estuvo ahí) a des-componerse en fracciones codependientes. Este proceso asemeja a la “dispersión” de la luz en su forma espectral en la medida en que cada color comparte la tensión entre los concebidos extremos que son la luz y la no luz; así como también lo podemos ver en la distinción entre un cuerpo y otro, es decir, un modo de relación y otro modo distinto. Como los modos de individuación que nos encontramos siendo en el juego de esa tensión. Los colores en el espectro no son cada color, no son uno solo independiente del previo y del siguiente. Pero da la idea de que sí, nos convence, nos convencemos y transmitimos aquella fe; ninguno de ellos es absoluto ni causa de sí. Es una transición que depende del espectro absoluto para existir. Un punto es todo.

Todo está relacionado y cada cambio o diferencia entre un estado y otro afecta al conjunto en mayor o menor medida. Son las relaciones las que conectan a los cuerpos y a estos a su vez con los pensamientos –las relaciones de los pensamientos a través de los cuerpos y las relaciones de los cuerpos con todo y sus pensamientos–. Los pensamientos pasan a través de los cuerpos y no de uno a otro. La vía de enlace entre los pensamientos son los cuerpos. Un pensamiento no puede ser pensado si no hay quien lo piense, esto es que no puede haber únicamente almas, res cogitans y pensamientos; así como tampoco puede haber cuerpos únicamente extensos. Se necesitan dos extremos y una fuerza para hacer un punto de capitón. Así como también se requiere que haya de por medio una extensión “finita” que haga de límite entre pensamiento y pensamiento y, al mismo tiempo, de puente entre ellos. [xviii] El pensamiento es el aumento y la disminución de la intensidad que efectúa la potencia en el movimiento y el reposo de lo extenso de la sustancia.[xix]

Es así como todo lo que podamos pensar, incluso aquello que pensemos que es imposible de ser pensado, está también constituido por conjuntos de relaciones, las cuales, no dejan de componerse y descomponerse entre ellas. Cada elemento implicado en la relación contiene en sí mismo la acumulación de las relaciones previas que le ha venido constituyendo. Es la secuencia causal infinita de los encuentros y sus resultados en una multiplicidad que permite, bajo ciertas circunstancias relacionales, conectar un punto con otro, como agujeros de gusano, nuevas sinapsis o cruces de huellas mnémicas en la pizarra mágica de Freud.[xx]

Existe un punto de no retorno cada vez que se sabe que en realidad nada es del todo sabido o atribuible al saber. A partir de ese punto es imposible una postura que sostenga que algo, cualquier cosa, tan solo sea del modo que me dictan mis percepciones o pueda ser conocida o entendida como un conocimiento constituido y consumado de tal manera y no de otra. Más delirante aún sería el hecho de que cada cosa fuese dictada por un ser absoluto precisamente en el modo en el que yo concibo cualquier supuesta realidad. Ese punto es también el aviso de un dolor más que se suma a los anteriores, el de saber que, de una infinidad de opciones, de una infinidad de posibilidades del pensamiento, decidimos, ejecutamos y somos por ende responsables, tanto de la elección hecha, como de las opciones descartadas, de las opciones consideradas en ese ejercicio electivo –haya este sido consciente o no– así como de toda la secuencia de pensamientos que aquello conlleva. Me parece que eso es parte importante de lo que hace que la inmanencia resulte una angustia permanente. Claro, la responsabilidad es distinta en cada caso, y así mismo, lo que cada una cause. Todo es causa de algo más que le involucra en la causa siguiente.

Deleuze diferencia entre <<afección>> y <<afecto>>, siendo el primero, el efecto instantáneo de una imagen de cosa sobre mí, como la huella o impresión que esa imagen de cosa exterior hizo trazo, esto es, <<las percepciones>>. Y el segundo, <<el afecto>> (sentimiento/pasiones), es variación de potencia de actuar, es aquel que además conserva la raíz común entre uno y otro; lleva el acumulado de las afecciones en su multiplicidad.[xxi]

Lo exterior que me toca pasa a ser interior, así como lo interior se manifiesta exteriormente. Lleguemos al punto desde los atributos. El atributo de la extensión tiene dos modos: el modo del movimiento y el modo del reposo. Teniendo en cuenta de nuevo al <<paralelismo>> ¿Cuáles serían los modos del atributo del pensamiento, así como el movimiento y el reposo lo son para el atributo de la extensión? Para estos autores se trata de <<las percepciones>>.[xxii]  Escribe que los tipos de signos para Spinoza son tres: indicativos (percepción), imperativos (imaginación/ficción) e interpretaciones (abstracto). Cuando el individuo actúa, la acción está asociada a la imagen de una cosa. Cada asociación es una interpretación del mundo y es tan válida como las otras.[xxiii]

Para darle carne a esta explicación, vayamos a la ingestión. Al momento de ingerir un alimento, por ejemplo, una manzana, en ese momento estamos siendo afectados, en tanto lo que percibimos, por las relaciones que componen la esencia <<manzana>>, todo nuestro ser se vuelca en devenir la experiencia manzana, de esa manzana que dejó la huella de lo que en adelante una manzana sería. A partir de aquí se abren dos posibilidades: la primera es que la acción descompone la relación de esa cosa y la segunda, que se compone directamente con la relación de esa cosa[xxiv]. Este no es un criterio sustancial, es un criterio de relación. Las siguientes experiencias-manzana serán trazadas sobre la primera vez que fuimos, en todo nuestro ser, la manzana primera. La belleza está en que el devenir manzana está transcurriendo en cada uno de esos instantes – desde entonces y hasta la muerte[xxv]– cada sucesiva experiencia será potencia de resignifcación – en mayor o menor medida – el conjunto de los afectos relacionados.

La imagen de cosa ya asociada a la acción es una afección. La afección implica ya un afecto que la reconozca y le sea contrapunto, <<diferencia>>. El efecto de la imagen de cosa (la afección) es instantánea y envuelve un afecto y un pasaje de un estado a otro, del estado del afecto al que se le suma la afección perceptual. Es una transición que no necesariamente es consciente pero sí marca una diferencia. Hay un pasaje del estado anterior al estado actual los cuales son diferentes y para que haya tal transición entre uno y otro, es imperativo que haya un paso en donde no hay estados, sino un <<entre>>. Entre estados. Si el tiempo cronológico fuese dividido cada vez más y más entre ambos instantes, no importa cuantas divisiones se hagan – aún si fuesen estas infinitas –, seguirán resultando estados separados por pasajes.[xxvi]

Toda afección envuelve dos pasajes, el pasaje por el cual se llega a ella y aquel por el cual se sale de ella hacia otra afección. Para lo que sigue, hay que recordar que, de los atributos, el pensamiento y la extensión son los únicos que el humano puede percibir. Son del pensamiento aquellos afectos que se consideran <<internos>> y de la extensión los affectio –de afección– que provienen de las relaciones con otros cuerpos, los <<externos>>.

Se dice que son del pensamiento los afectos que se consideran <<internos>> porque provienen de la sustancia absoluta como modos dinámicos, por ejemplo, las intensidades como variación cualitativa vinculada con procesos de devenir y cambio. Son los grados de potencia que tiene un individuo de afectar y de ser afectado. La intensidad de un modo puede aumentar o disminuir dependiendo de sus interacciones con otros modos de la sustancia.

Se dice de los <<externos>> porque se producen por las relaciones con otros cuerpos, por ejemplo, el choque de partículas de aire con las partículas de la piel.[xxvii] Cada cuerpo es manera de ser, no hay tal cosa como la misma manera de ser de la sustancia y en el encuentro de cuerpos se encuentra un modo de ser con otro y chocan. Cada cuerpo con su velocidad y su lentitud, pues la <<manera de ser>> es eso: una relación de velocidad y de lentitud sobre el plano fijo de la sustancia absolutamente infinita.[xxviii]

No hay unidad superior al ser. El ser se dice de todo lo que se dice y ahí, en el decir está la trampa, ¿se puede escapar de esa trampa? ¿escapar de la trampa del decir? Para Deleuze, una opción es aquello que se olvidó en el mundo de los signos. Sería necesario entonces hacerse de un cuarto tipo de signos, los cuales tendrían que ser aquellos que no pretendan <<certeza>> sino <<posibilidad de fuga>>. Este cuarto tipo bien podría ser uno de los tres propuestos por Spinoza, el de <<las indicaciones>>; pero no en un solo y mismo estado, no únicamente los efectos de un cuerpo exterior sobre el mío que dejan el trazo o la impresión sin que mi potencia sea efectuada por afecciones.[xxix] Esto es, no como afección fija sino como el pasaje del afecto en su aumento y disminución. El paso de una afección a otra que implica el aumento y la disminución de mi potencia.

Para jugar al humano es imprescindible la carne, esa carne que abrazamos como sede y representación extensa de las relaciones que nos pertenecen mientras perseveramos.[xxx] Para este lapso, en el caos, se da a luz a un conducto, un ducto de intra-ducción y extra-ducción de los fluidos vitales. Semejante al tubo digestivo que se abre y cierra para permitir o impedir el paso. Los extremos del conducto “delineados” por anillos. Perímetros ultrasensibles que nos debutan, y en gran medida, sostienen libidinalmente. Conducto conductor de potencia deseante. Esfínteres de sensibilidad de la pérdida y la ganancia. Aduanas de lo que compone ciertas relaciones y lo que las descompone. Como trayecto de luz sostenido por tensiones externas. La no-vida en los extremos, como pre-vida y post-vida. Medio donde la fuerza de los fluidos de potencia fluye en turbulencia de extremo a extremo. Y como diría Lucrecio: Así, guiado hasta el fin por mi órbita, te empaparás de estas verdades; pues una aclarará la otra, y la ciega noche no te oscurecerá la senda privándote de penetrar en los últimos secretos de la Naturaleza; tan cierto es que unas cosas darán luz a otras.[xxxi]

Sin carne no hay ducto, por eso la engullimos, carne en el conducto, choque de los cuerpos, mezcla de los modos, composición y descomposición de las relaciones. Deseo de incorporación. Según Spinoza, el deseo es el apetito con conciencia de sí. Todo esto hace obvio que nosotros por nada nos esforzamos, nada queremos, ni apetecemos, ni deseamos porque juzguemos que es bueno, sino que, por el contrario, juzgamos de algo que es bueno porque nos esforzamos por ello, lo queremos, lo aceptamos y lo deseamos.[xxxii] Es fuerza de existir.

Un afecto pertenece a las causas adecuadas y una pasión a las inadecuadas. Una causa adecuada de un efecto es la que lo explica completamente sin que tenga que ser explicada por otras causas. Si es adecuada la causa para mi cuerpo es porque encuentra su explicación completamente de manera interna y si es causa inadecuada es porque su explicación se compone en parte de manera interna y en parte de manera externa. La potencia de actuar (alegría) pertenece a las causas adecuadas y la tristeza a las inadecuadas. Sin embargo, no es posible la absoluta actividad o pasividad pues todo está permanentemente interconectado y una cosa no es sin la otra. Semejante al movimiento pendular en el que no es posible su mecanismo si es que la fuerza no va en ambas direcciones. Así la tragedia, pensada como lo inevitable, puede ser causa variable que oscila entre la alegría y la tristeza. No únicamente la tristeza, así como en otras ocasiones no es únicamente la alegría. La diferencia ahora es saber que ese rango es producto de mis elecciones y por lo mismo responsabilidad que me compete.

Deleuze propone elegir las relaciones que me empujan hacia mi alegría. De esta manera ya no serían efectos achacados a la aleatoriedad de un cuerpo sobre el mío sino apetitos conducidos con conciencia entre las infinitas posibilidades de composiciones de relaciones entre un cuerpo y el mío. La variación. Alegría es aumento de potencia y tristeza es su disminución. El solo esfuerzo de elegir aquellas relaciones que me empujan hacia mi alegría haría del espectro de afectos, producto de esas relaciones, un principio de elaboración. Apelar a un lenguaje unívoco es comprometerse a construirlo y no darlo completamente por hecho. No es tomar o elegir un sentido, es partir del sinsentido para inventar términos, para inventar sentidos tales que esos términos no tengan más que un sentido posible.[xxxiii]

Hay infinitos modos de tirar esas jugadas. No nos pertenece el tablero infinito, nos pertenecen las infinitas posibilidades de jugadas en cada movida, en cada turno.[xxxiv] Lo más real posible es ese juego puesto y por jugar. Me juego en cada decisión y mientras haya juego ¿qué importancia tiene la vida? ¿cuál es la importancia del papel de la vida ahora? La tirada en el juego es lo que ocurre. Dos son las posibilidades, la posibilidad que ocurre y la que no, o mejor, digamos que lo del campo de lo que ocurre y lo del campo de lo que no ocurre ni ocurrió, puesto que si no ocurrió ni ocurre, no desaparece, existe, persiste para cuando se vuelven a abrir las posibilidades de que algo ocurra o no; pero en tanto que ya ocurrió algo previamente es que ahora la opción puede ser otra, es decir, la decisión próxima y también “las anteriores”; pues los caminos que creemos conocer siempre podrían ser de otra manera, por ejemplo, de la manera del des-conocimiento o del re-conocimiento –como un nuevo conocer–, y cada vez y cada vez las opciones van siendo al menos dos, y si es que no le he dado ya muchas vueltas: un punto puede hacer una diferencia en lo que se suma, porque la tendencia es siempre a la suma. Sólo se puede construir sobre lo transitado, como sea que haya sido: si el juego continúa, también las opciones.


Referencias

[i] Deleuze, Gilles, En medio de Spinoza, 2da. Edición, Cactus, serie clases, Buenos Aires, 2017.

[ii] No sólo se sistematizan a partir de la propuesta spinocista, pero será esta la abordada en este escrito.

[iii] En el que describe que Dios y el universo son una misma realidad. Así se refiere a esta doctrina en su libro Socinianism Truly Stated, by a Phantheist, 1705.

[iv] Spinoza, Baruj, Ética demostrada según el orden geométrico, Trotta. Obra principal de Spinoza la cual escribe entre 1661 y 1675 (dos años antes de su muerte) y es publicada hasta 1677 como póstuma.

[v] El monismo puede ser materialista o idealista. A Spinoza se le consideraría desde entonces un monista neutro o sustancial pues para él es la sustancia la que incluye tanto lo material (extensión) como lo idealista (pensamiento) como modos de su expresión o atributos.

[vi] Levine, Michael P., Pantheism. A non-theistic concept of deity, Roulededge, London and New York, 1994, p. 25.

[vii] Por causa de sí entiendo aquello cuya esencia implica la existencia, o sea, aquello cuya naturaleza no puede ser concebida sino como existente.  Spinoza, Baruj, Ética demostrada según el orden geométrico, Trotta, Primera parte, De Dios, def. I.

[viii] Por atributo entiendo aquello que el intelecto percibe de una sustancia como constitutivo de su esencia. Spinoza, Baruj, Ética demostrada según el orden geométrico, Trotta, Primera parte, De Dios, def. IV.

[ix] Una sustancia es anterior por naturaleza a sus afecciones. Spinoza, Baruj, Ética demostrada según el orden geométrico, Trotta, Primera parte, De Dios, Proposición I.

[x] Deleuze, Gilles, En medio de Spinoza, 2da. Edición, Cactus, serie clases, Buenos Aires, 2017, p. 150.

[xi] Dicho concepto es acuñado por Leibniz en las Consideraciones sobre la doctrina de un espíritu universal. Sin embargo, Spinoza, antes de denominarle de esa manera, parece ya estar haciendo uso de él al explicar de los dos atributos de la sustancia perceptibles por el humano y sus cualidades.

[xii] Deleuze, Gilles, En medio de Spinoza, 2da. Edición, Cactus, serie clases, Buenos Aires, 2017, p. 217.

[xiii] Marder Michael, El vertedero filosófico. Una fenomenología de la devastación, España, 2022, p. 25.

[xiv] Baruch, Benedicto, Benito. Nadler, Steven, Spinoza, Akal. Biografías, 2021

[xv] Quienes les colocaban el adjetivo de <<marranos>>.

[xvi] Dominguez, A. (Comp.), Biografía de Espinoza, Alianza, Madrid, 1995, pp. 186 -187.

[xvii] Como los pintores barrocos: Peter Paul Rubens (Siegen, Alemania, 1577 – 1640), Rembrandt Harmenzoon van Rijn (Leiden 1606 – 1669) o Johannes Vermeer (Delft, 1632 – 1675) – los dos últimos neerlandeses –, ampliaban de manera deslumbrante el registro del arte pictórico. Espinosa Rubio, Luciano, Spinoza. Solo es libre aquel que conoce sus pasiones y elige racionalmente las que más le convienen, RBA Aprender a pensar, España, 2015, p. 26.

[xviii] En la definición II de la Ética, Spinoza escribe de la cosa finita y pone un ejemplo: un pensamiento es limitado por otro pensamiento. Pero un cuerpo no es limitado por otro pensamiento, ni un pensamiento por un cuerpo. Spinoza, Baruj, Ética demostrada según el orden geométrico, Trotta, Primera parte, De Dios, def. II.

Un primer punto de vista de la definición en general – posteriormente iré a cada una de sus partes – podría ser una suerte de divergencia entre un pensamiento y otro, así como de convergencia del pensamiento con el cuerpo. Euclides escribe en su definición XXXV que paralelas, o equidistantes son las rectas que estando en un mismo plano, prolongadas por ambas partes al infinito, jamás se encontrarán. Esto lo escribe probablemente pensando en una geometría plana, pero, si la superficie que inicialmente era plana se curva a razón de un cuerpo, la geometría cambia a hiperbólica y las perspectivas también; sobre una superficie curvada, dos rectas pueden intersecar en un mismo punto, esto es, compartiendo el punto de intersección. El punto de dis-yunción, donde ni uno, ni otro, pero ambos y uno no sin el otro. Así escribe Euclides en su axioma XII: si una recta cayendo sobre otras dos forman los ángulos internos a la misma parte menores que dos rectos; prolongadas concurrirán hacia aquella parte, donde hacen los ángulos menores que dos rectos.

[xix] Deleuze, Gilles, En medio de Spinoza, 2da. Edición, Cactus, serie clases, Buenos Aires, 2017, p. 408.

[xx] Freud, Sigmund, Obras completas XIX, (1923 – 1925), Amorrortu Editores, Argentina, pp. 240 – 247.

[xxi] Deleuze, Gilles, En medio de Spinoza, 2da. Edición, Cactus, serie clases, Buenos Aires, 2017, p. 297.

[xxii] Deleuze, Gilles, En medio de Spinoza, 2da. Edición, Cactus, serie clases, Buenos Aires, 2017, p. 152.

[xxiii] Lacan en  el seminario de Aún: En el duelo se trata de una pérdida real de un objeto que produce un agujero que el significante no alcanza a suturar y no puede alcanzar a nombrar, ni a bordear esa falta en lo real

[xxiv] Deleuze, Gilles, En medio de Spinoza, 2da. Edición, Cactus, serie clases, Buenos Aires, 2017, p. 218.

[xxv] Morir, en este caso, quiere decir que las relaciones de sus partes extensivas irán a formar parte, en su totalidad, de otros cuerpos. La muerte de la manzana o mi devenir en parte ella.

[xxvi] Deleuze, Gilles, En medio de Spinoza, 2da. Edición, Cactus, serie clases, Buenos Aires, 2017, p. 227.

[xxvii] Deleuze, Gilles, En medio de Spinoza, 2da. Edición, Cactus, serie clases, Buenos Aires, 2017, p. 469.

[xxviii] Deleuze, Gilles, En medio de Spinoza, 2da. Edición, Cactus, serie clases, Buenos Aires, 2017, p. 46.

[xxix] Ibid. 297.

[xxx]Perseverancia es el hecho de que tanto como dure un organismo…dura esencialmente. Esto es, en tanto que persevere la perseverancia, habrá quien se halle perseverando. Y la duración es esencialmente pues su definición sólo puede ser en tanto que las relaciones no cesan de pasar unas en otras, de descomponerse y recomponerse. Eso es la perseverancia, es esa comunicación de las relaciones. Deleuze, Gilles, En medio de Spinoza, 2da. Edición, Cactus, serie clases, Buenos Aires, 2017, p. 140.

[xxxi] Lucrecio, De rerum natura. De la naturaleza, Acantilado, Barcelona, 2022, 1115.

[xxxii] Spinoza, Baruj, Ética demostrada según el orden geométrico, Trotta, Escolio de la proposición 9, Parte tercera.

[xxxiii] Deleuze, Gilles, En medio de Spinoza, 1ra. Edición, Cactus, serie clases, Buenos Aires, 2017, p. 300.

[xxxiv] Sin embargo, considero que un infinito es ya impensablemente excesivo para esta vida pues, podría pasarme la vida entera contemplando la hoja de un árbol y no me la terminaría, no bastaría el acúmulo de las experiencias documentadas en lo que va de la historia del individuo para agotar la esencia de esa hoja de ese árbol, incluso, de esa hoja de ese árbol en ese instante.

Daniela López

Actualmente estudia el programa de doctorado en el Colegio de Saberes.