Tartamudeos. Lenguaje y Ley

José Arturo Sánchez Archundia

Lo que nos hunde,
donde está el peligro,
está lo que nos salva.
F. Hölderlini

La lengua habla estos celos,
la lengua no es más que los celos desatados.
Se toma su revancha en el corazón de la ley.
De la ley que, por otra parte,
es ella misma -la lengua-, y loca.
Loca por sí misma. Loca de atar.
J. Derridaii

Anhelo de incorporar con-texto, es lo que hace mover los dedos que resisten y juegan entre el entumecimiento y el esfuerzo de producir, contraste que no es imposición ni ensimismamiento, quizás exposición confrontativa de recorrer sin cómos, deconstruir y construir la queja, ponerla a jugar, demandarla, que no se concentre, se escuche, corresponda y el silencio le de nuevos cauces. Grito al otro que está en mi lengua, de la que me apropio a destiempo, a posteriori, ¡que el grito llegue a vecindades otras! y cuando se encuentre con la violencia de la indiferencia, de la no diferencia, el lenguaje here-dado no tienda a la unidad sino a lo que no está ni vivo ni muerto, recurra al fantasma y apele al canto. (…)qué es el fantasma, sino, como en parte sospechábamos, ein Wunsch, un anhelo, e incluso, como todos los anhelos, bastante ingenuo.iii

Lacan, en la dialéctica del deseo y la función del fantasma parte de un saber que se sabe a partir de la experiencia del neurótico, quien, a partir de la demanda, demanda para que se le demande y al no llegar esta, la articula hasta llegar al agotamiento.iv

En psicoanálisis se trabaja con la palabra que lejos de la unidad, tiende a la diferencia, de tal modo que aquello de lo que pueda ser escuchado va más allá de una imagen, por eso es que la mentira no tiene una connotación de no verdad, sino que resulta inevitablemente falaz, no coincidente.

Demanda sin destinatario, sin acogimiento, propensa a la exposición, a la patologización y a los fantasmas puristas que miran cómodos desde el centro, desde un centro que convoca y rechazo a la vez.

La lengua no es mía, tampoco ajena, se oculta un tiempo al quemarse con el café de la mañana y aun así, herida, intenta tejer con el material de costura heredado; no es políglota, ni bilingüe, tampoco habla solo una lengua, se retuerce hablando en su producción ambigua que retornará con nuevos silencios.

El esfuerzo de dar lugar a las voces quejosas que se desgarran ante la reconciliación con un lenguaje otro, posición como hallazgo de un grito de lo que se creía, se encontraba ausente. Recuerdos acechan en ambiente amenazante cual acusación. ¿Culpable de hablar la lengua que no es propia? ¿de quién es?, ¿para qué habla? Quizás no habla y sueña hablando.

El a-diós es la posibilidad de renunciar al aseguramiento del vínculo del otro; ausencias que evocan nuevas presencias, no es solo una despedida, una huida, sino desprendimiento. El extrañamiento tiene dos connotaciones casi contradictorias, por una parte, se puede pensar, como echar de menos; y por otra, es del orden de lo raro, de la sensación de algo nuevo, no familiar.

Canto el lenguaje del centro del país, eso se dice cuando voy a las periferias; solo bastan unas horas para que, sin quererlo, comience a imitar acentuación, canto, cantar con otros, confiado al sonsonete y entregado al canto de la sonoridad extraña y extranjera. Asimismo, quien me transmite con su voz su lenguaje, al vocalizar, sentencia: que no la imite, que esa no es mi voz, enseguida insiste en su transmisión: ¡canta con tu voz, como lo hace quien vende pan!

¿Qué es tener una voz propia? ¿Qué es apropiarse de la voz?

La negación a la herencia del lenguaje no implica un rechazo, sino una singular afirmación de lo constitutivo, de la presencia del otro en sí; presencia que la palabra no alcanza a recorrer. No dice lo que se quiere decir y por esa imposibilidad es que miente; está sujeta a una posible verdad, se torna distinta en los escenarios imaginados por el sujeto; no es lo mismo una verdad como producción subjetiva que una verdad impuesta, con impostura, con impuesto.

(…) la psicosis nietzscheana es el camino inverso: la implacable y rigurosa desintegración del sentido, el descubrimiento de que el hombre no tiene otra opción más que mentir, que si “la mentira es el poder” entonces el “primer cristiano” ha vuelto a triunfar. El odio al saber siempre triunfa. No hay inocencia absoluta.v

¿El sujeto que habla debemos admitirlo forzosamente como sujeto? ¿por qué? Por una simple razón; su capacidad para mentir, es decir, “él es distinto de lo que se dice”.vi

El recuerdo de los emblemas heredados implica un responder, una responsabilidad de construcción sobre el abismo de las palabras. La civilización se construye con palabras, emblemas que se institucionalizan, se textualizan y contextualizan, se recuerdan ante el deseo de deseo y por eso se reinventan en cada ejercicio para reescribir razones para vivir (emblemas, imágenes, espejos).vii

El derecho no solo es la ley sino quizás la intencionalidad de conservar aquellos emblemas heredados como valores institucionalizados por un deseo del legislador, aunque en su ejercicio interpretativo (invocación o actualización) distienda aquel deseo originario que está perdido; por lo que no será ni imparcial ni igualitario, sino se volcará en cada nueva actualización con la voz, esto es, la justicia se servirá de aquella para un nuevo deseo. La ley no antecede al hecho como tal, sino hasta su actualización con el texto del recuerdo, se sabe espectral, ni viva ni muerta, hace sentido hasta el testimonio del recuerdo de un hecho tildado de injusto.

¿Qué se puede entonces transmitir si no es el testimonio de un deseo anclado en una experiencia? Lo que el acto de transmisión pone sobre las leyes ciudadanas no es una arbitrariedad sino un deseo; no es una transgresión (como pretendiera Bataille), sino esa no coincidencia entre ley y vida que ya apuntara Kant y que convierte al hombre en ineludible sujeto ético.viii

De dónde parte la naturalidad tendenciosaix de un recuerdo sino de aquel deseo anclado en la experiencia.

Aunque la tendencia es ambigua y solo se pueden saber algunos efectos de ella, a partir de la palabra y lo que la acompaña a ésta: murmullos, gemidos, gruñidos, etc… Expresiones de figuras nombradas Euménidesxpor Esquilo al representar la justicia en los juicios de Agamenón.

Jugar el texto, contextualizarlo con otras voces y vecindades, incluso con la relación misma, con la posición -ficcional- en la que se recibe el lenguaje, el mundo que se crea en cada exposición. Deseo, espectralidad y resistencias son quizás algunos elementos que producen el tartamudeo ¿ritmo? que crean lo inédito, aquello que corta la fluidez con la que se recibe una consigna. Canto desafinado, que no es afín, sino ajenidad que produce diferencia. ¿Qué es la confiabilidad del Otro?

Se identificará directamente de la relación que tiene con la palabra… El Otro devendrá confiable en tanto no tome al niño como objeto de su goce.xi El niño como instrumento de goce, es la crueldad añadida a la irremediable violencia ejercida en la transmisión de lenguaje en la educación obligatoria y en las figuras que resultan familiares al menor para recibir los mandatos que implica incorporar el lenguaje, el cual será recibido desde la singularidad de la que no hay acceso sino a partir del recuerdo, de la mentira del recuerdo del que se sirve un deseo.

La confiabilidad del Otro no se reduce a un aspecto volitivo, sino quizás a los rasgos que permiten intuir al otro confiable a la escucha, al tiempo de quien demanda un saber, un espacio de habla para crear mundo con el otro.

A la vez que deseo enunciar las voces y contrastarlas, recorrer aquello que obtura algo que no anda ¿un malestar? Surge un tartamudeo como deseo y falta de confiabilidad que ya habla como resistencia a la supuesta fluidez del lenguaje como unidad; ambivalencia de rechazar lo constituyente y deseo de discurso, un pacto en aquella economía del juego que al mismo tiempo que expone el cuerpo a la incertidumbre y vulnera, crea.

La no coincidencia entre ley y vida no está dada, lo que está dado es el lenguaje y su ambigüedad, al no recibirse como se da, ni decirse como se recibe, se va dando en una incesante ida y vuelta. No hay una naturalidad del lenguaje al no saberse su origen ni destino sino se hace presente por los efectos que produce en el acto de hablar, desde el nombrar como acto fundante, desde el nacimiento como acuerdo institucional estado-familia.

El proyecto político es de lenguaje, de aquello que hace apariencia de centralidad, de unidad que comienza desde la familia y la educación obligatoria: “El lenguaje es un problema político, antes de ser un problema lingüístico; incluso la apreciación de los grados de gramaticalidad es materia política.”xii

La patria es ese espacio de transmisión regido por la constitución política y la autoridad (auctoritas patrum). La patria da un ámbito de respuesta social y subjetiva a la “natio”, al natalicio, al acontecimiento del nacer, no sólo en un lugar, sino en una lengua. Por ámbito de respuesta entendemos un espacio tanto constitutivo como constructivo.xiii

La respuesta del sujeto al discurso, se actualiza a destiempo de su decir/texto, ida y vuelta entre el sujeto legitimado y el sujeto legitimante, por lo que el acto de decir como actualización trae a la presencia al presente el texto.

Ejercicio de confrontar deseo y responsabilidad que no es unidad de lo justo, que no es justicia y punto, sino puntos suspensivos después de la justicia...

Cuando Ducrot se pregunta en qué consiste un acto, llega precisamente al agenciamiento jurídico, y pone como ejemplo la sentencia del magistrado, que transforma un acusado en condenado.xiv

El derecho funda como texto ese deseo central y generalizado como ejercicio legislativo que implica a un todos como centro del proyecto-lenguaje, aparentemente pre-dominante que no antecede al hecho, aunque prevé el nacimiento y sus condiciones; dice cuando puede ser sujeto de vida o de muerte, como predispone la vida y la muerte en un aborto; a merced de lo que a partir de nombrar, de dictar, resolver, consignar palabras que enuncian una fuerza coercitiva del derecho por un bien jurídico tutelado por el estado que justifica el monopolio de la violencia, que obliga al sujeto, a centrarse a la unidad ficcional del lenguaje que le exige corresponder a lo que se le ha enunciado como acto sancionable.

¿Hay similitudes entre el monopolio de la violencia y el lenguaje?

La consigna en la acusación no es exclusiva del derecho como ejercicio político institucional, quizás la diferencia radica en el acto que acompaña al enunciado; en el derecho penal es la acusación acompañada del encierro lo que a un ciudadano hace susceptible de ser castigado; cadenas de palabras y actos que lo obligan a adherirse a la acusación, de conocerla y recorrerla, saber de sus lógicas e incorporar aquel lenguaje para saber qué ha condicionado lo que se ha denominado por aquel discurso como privación justificada de la libertad, consigna que obliga a responder (defenderse) o simplemente atender a la literalidad la ley como unidad central de una acusación/encierro.

Lo que es digno de consideración es el valor de síntoma que toma aquí el padre de Kafka. Un padre autoritario por la pérdida de autoridad, un padre de la crueldad por la carencia de transmisión, un padre del dominio y la ganancia por no haber aceptación radical del hijo como sujeto dividido en su contingencia temporal y pulsional. De esa manera, por medio de la escritura de esa carta, Kafka se dota de un padre en una especie de transmisión invertida: le transmite al padre no ya sólo una no coincidencia, sino el dolor de un desencuentro dramático que ha puesto en peligro la transmisión misma de la vida, pues Kafka hará de la escritura un síntoma incompatible con la mujer y la reproducción.xv

No resulta exclusivo de la población penitenciaria las consignas y los encierros que implica el lenguaje. El deseo como transmisión, se encuentra desde lo que es puesto en el proyecto de hijo/ciudadano, que nombra al sujeto de lenguaje, que funda un deseo conservador, de conservarse y conservar al hijo en lo que se ha sobrenombrado a la vida, lo cual la palabra, la voz, pondrá en “veremos”, condicionado a su vecindad, a lo singular del deseo. El inicial desvalimiento del ser humano es la fuente primordial de todos los motivos morales.xvi

Los motivos morales son quizás la inscripción en el texto de aquellos emblemas como deseo, primera intención de nombrar aquello que se inaugura en lo político y en lo subjetivo, pone palabras sobre y previo a la vida del sujeto susceptible de lenguaje; como un primer acto que acompaña la enunciación, un nombrar que al mismo tiempo violenta y posibilita una nueva construcción.

El texto no tiene valor de forma aislada, sino hasta en tanto sea hablado, invocado y contrastado en cada actualización. No hay ley que no sea aplicable pero no hay aplicabilidad sin leyxvii; aplicabilidad que se encuentra a disposición del sujeto de deseo que la convoca y responde al recuerdo. Dice Derrida que

Para ser justa, la decisión de un juez, por ejemplo, no debe sólo seguir una regla de derecho o una ley general, sino que debe asumirla, aprobarla, confirmar su valor, por un acto de interpretación reinstaurador como si la ley no existiera con anterioridad, cómo si el juez la inventara él mismo en cada caso.xviii

El legislador produce la ley como inauguración aislada y espectral, que es letra muerta previa a su aplicabilidad, a su interpretación. Sin embargo, del texto de la ley se puede ficcionar un posible sujeto susceptible al castigo y sujeto de derechos, sabedor de la unidad:

(…) La ignorancia de las leyes no excusa su cumplimiento; pero los jueces teniendo en cuenta el notorio atraso intelectual de algunos individuos, su apartamiento de las vías de comunicación o su miserable situación económica, podrán, si está de acuerdo el Ministerio Público, eximirlos de las sanciones en que hubieren incurrido(…).xix

De la interpretación (de un sujeto exento de responsabilidad) del fragmento legal citado, se podría rescatar una idea del ciudadano unido a una centralidad del lenguaje, ciudad y capital económico. Por una parte, dice Derrida

Toda dominación, es sabido, comienza por el poder de nombrar, de imponer y de legitimar los apelativos.xx (…) El monolingüismo del otro sería en primer lugar esa soberanía, esa ley llegada de otra parte, sin duda, pero también y en principio la lengua misma de la Ley. Y la Ley como Lengua. Su experiencia sería aparentemente autónoma, porque debo hablar esta ley y adueñarme de ella para entenderla como si me la diera a mí mismo; pero sigue siendo necesariamente-así lo quiere, en el fondo, la esencia de toda ley- heterónoma.xxi

Por otra, Deleuze y Guattari refieren que

(…) la orden siempre está basada en órdenes, por eso es redundancia. La máquina de enseñanza obligatoria no comunica informaciones, sino que impone al niño coordenadas semióticas con todas las bases duales de la gramática (masculino-femenino, singular-plural, sustantivo-verbo, sujeto de enunciado-sujeto de enunciación, etc, etc.) (…) El lenguaje ni siquiera está hecho para que se crea en él, sino para obedecer y hacer que se obedezca.xxii

Afuera y adentro irrumpe lo otro en sí, e inesperadamente como ajenidad, como cambio de ritmo de lo que no es calma ni estabilidad sino posiciones múltiples frente a la consigna y su redundancia (inmanencia acto-enunciado) para dislocar la unidad de sentido, evocar multiplicidades.

Pues el problema no era, cómo escapar de la consigna, sino como escapar a la sentencia de muerte que encierra, como desarrollar su capacidad de fuga, cómo impedir que la fuga se transforme en lo imaginario, o caiga en un agujero negro, como mantener o liberar la potencialidad revolucionaria de una consigna.xxiii

La legitimidad no implica la adhesión a la verdad, a la acusación del fiscal o a la ley del legislador, de hacer unidad con la consigna que implica el lenguaje, que encierra, incluso previo al nacimiento. Si la indiferencia o el mutismo a aquellos mandatos excluyen la posibilidad de negación, se corre el riesgo de provocar la mortífera continuidad de ingesta, de que el otro mastique, digiera, diga el mundo y la responsabilidad que implica, dejando al arbitrio del auxiliador el decir sobre la vida y sobre la muerte, provocando parálisis sin defensa.

¿Qué encierros acompañan a los actos de transmisión en las periferias del lenguaje?

Ignorar o negar la consigna, creer que el tiempo trabajará en el olvido, es condescender a la inercia que no solo se encuentra afuera, excluida. Quizás en la imposibilidad de hacerse de una lengua, de recorrer aquello que hace diferencia al mandato del lenguaje. Al hablarlo, hacer vibrar la lengua que produzca su experiencia inédita, implica la responsabilidad y renuncia a la promesa de salvación de adherirse al mandamiento y de religarse al mutismo.

Ahora bien, cuando decimos que la religión es “lengua fundamental” no queremos decir que sea la verdadera, ni siquiera la añorada, sino aquella que ata el lenguaje a una pertenencia redentora… El cansancio hace al hombre ignorante de su fugacidad y así se estanca, trémulo, en el descanso del sentido.xxiv

Un psicoanálisis y la lengua

La técnica freudiana del psicoanálisis, inaugura la posibilidad de invertir la lógica del lenguaje como consigna en el recorrido de lo que pudiera implicar un análisis y aunque el “diga lo que se le ocurra” no se aparta del mandato, que no es casualidad se nombre como regla fundamental y responda a una obedienciaxxv ha de hacer inaugural de la repetición del sujeto en la persona del analista y en la medida de lo posible, sea el mismo sujeto quien agriete aquello que ha recibido como unidad.

La condición de mentira, de no decir lo que se quiere decir no excluye la responsabilidad, sino abre la posibilidad de construcción de responder, de tartamudear los ritmos de las consignas del lenguaje para hacer distancia creadora, grietas en otro tempo musical, espacios entre los tiempos singulares.

La lengua busca la fuga para hacer pasar la consigna unitaria; se estira aun con miedo de confrontar lo que pueda cantar a sabiendas de su condición celosa de perder la certeza de sí(subjetivación).

La adhesión simple y llana al discurso, sin resto, es la intervención quirúrgica del afuera sin resistencia, como sentencia de muerte anestésica de la lengua, al cuerpo de la voz dormida que se adhiere a la prevención del dolor, previo a ubicarlo, recorrerlo, nombrarlo, elaborarlo.

No se está exento de las consignas, se esconden en algún lugar, incluso debajo de la lengua, no dejan de hablar y se asoman en sueños. La responsabilidad de crear mundo responde al sujeto, provoca una liberación que hace repensar los lazos que unen a lo otro sin el respaldo moral de la ley y con una ética atenta de la escucha.

Ante la fascinación de las tecnologías, los discursos, emblemas de una aparente liberación y la incesante lluvia de con-signas, no es casualidad que el sujeto enmudezca ante la aceleración de información en imágenes y sonidos de las nombradasredes sociales” que también son lenguaje (consigna acto/enunciado) que pueden resultar violentas como cualquier otra irrupción del afuera, mortíferas en su exceso de higiene y excluyentes del aura de la lengua.

La institución, al estar conformada por sujetos con una sociabilidad sujeta a un tercero, dispositivo que evita el acogimiento, el gesto, la mirada, incluso en su capacidad de mentir, sustituye la experiencia por la interacción como reproducción algo-rítmica de lo mismo; interacción que la máquina censura en tiempo real y regula el lenguaje; higieniza, limita, previene la lo-cura de la lengua con un “me gusta”, “me encanta”, “me entristece”, “me enoja”.

Aristóteles se preguntaba sobre cuál es el acto que corresponde al hombre en cuanto hombre y no como carpintero, abogado o médico. ¿Acaso no existe y el hombre es entonces un “argon”, un sujeto sin obra específica? Esta poderosísima pregunta de Aristóteles recorre la humanidad.xxvi

El acto es inmanente al sujeto, hay acto porque hay sujeto que responde a la actualización de la memoria; hay sujeto del acto en la medida en que se hace cargo de las consecuencias de su acto.xxvii

Los conceptos se mueven al hablarse y la lengua es la posibilidad de reinventar el discurso, como constante desprendimiento de un supuesto origen a partir de la actualización, su naturaleza es el desprendimiento del emblema, de la ley como unidad, sujeta al contraste, a la voz que no es voto; no hay origen mismo que su construcción, o bien, de su historización de aquel origen.

La unidad de aquellas palabras suponen algún centro, identificado éste, por la forma en la que se recibe la consigna, que no ha de ser tratada con la misma aceleración que se recibe, sino quizás masticada, digerida, recorrida por la lengua, esa que habla y besa también con las leyes de las pasiones.

El mal-estar se dice en presente, crea su tempo. El canto es su fuerza intratable por especialización alguna, que se desprende de la unidad, de la sentencia de muerte, en su infinitud acústica que pone a temblar.

¿Qué hay del coraje de recorrer la lengua?


Referencias

i Pereña, Francisco, La Pulsión y culpa, Síntesis. p. 26.

ii Derrida, Jaques, El Monolingüismo del Otro, Manantial, 1997, p.38.

iii Lacan, Jacques, La Angustia, Paidós, 2004, P 60.

iv Lacan, Jaques, La Angustia. Paidós. 2004. P 60 y 62.

v Pereña, Francisco, La Pulsión y culpa, Síntesis. P. 42.

vi Garrido, Patricia, Figuras del Otro. Cotinente Negro, 2013, p.104.

vii Legendre, Pierre, La Fábrica del Hombre Occidental, Amorrortu 2008. p. 13.

viii Pereña, Francisco, La Pulsión y culpa, Síntesis, p. 72.

ix Freud, Sigmund, Obras Completas, volumen VI, Amorrortu. 2013, p. 48.

x Esquilo, Tragedias, Alianza Editorial, 2017, p. 320.

xiQuiroga,Óscar.https://www.facebook.com/100055780881367/posts/pfbid02WdvcoEp73AEfU8uAo4oikxKgz9cQofdAHidtT5AHQp9wBkZ2iBMQK5JfjE6VLfbxl/?d=w&mibextid=SDPelY.

xii Deleuze, Gilles y Guattari, Félix, Mil Mesetas, Pre-textos, 2004, p. 142.

xiii Pereña, Francisco, La Pulsión y culpa, Síntesis, P. 71.

xiv Deleuze, Gilles y Guattari, Félix, Mil Mesetas, Pre-textos. 2004, p. 86.

xv Pereña, Francisco, La Pulsión y culpa, Síntesis, p. 74.

xvi Freud, Sigmund, Obras Completas, volumen I, Amorrortu, 2013, p. 363.

xvii Derrida, Jaques, Fuerza de Ley; El Fundamento Místico de la Autoridad, Tecnos. 2018, p. 16.

xviii Ibid., p. 149.

xix Código Civil Federal.

xx Derrida, Jacques, El Monolingüismo del Otro, Manantial, 1997, p.57.

xxi Ibid., p.58.

xxii Deleuze, Gilles y Guattari, Félix, Mil Mesetas, Pre-textos, 2004, p. 81.

xxiii Ibid. p. 111.

xxiv Pereña, Francisco, La Pulsión y culpa, Síntesis. p. 40.

xxv Freud, Sigmund, Obras Completas, volumen XII, Amorrortu, Buenos Aires, 2013, p. 112.

xxvi Ibid. p. 13.

xxvii Ibid. p. 155.

José Arturo Sánchez Archundia

Abogado. Maestría en Saberes sobre Subjetividad y Violencia. Especialidad en Clínica Psicoanalítica. Sus temas de interés son alrededor del Psicoanálisis, el Lenguaje y la Ley.