El recorrido que hasta ahora se ha andado despierta una serie de preguntas y reflexiones que se dispersan y se transforman, se vuelve complejo sostenerlas todas, algunas son más potentes que otras, el ánimo decae y despierta una sensación dolorosa ante el desgaste del mundo; en momentos es casi imposible sostener las reflexiones que recién se han elaborado y resuena la palabra:” resistir” (¡resiste!).

Desde Heidegger el referente de la reflexión no se aparta y se ha creado un tejido que se sostiene o que sostiene: el pensar como potencia, el pensar como resistencia. Pensar es preciso y pasar del pensar meditativo a una acción lo es aún más. Pensar como acto.

Pensar y resistir, resistir para pensar y resistir pensando. Uno se pregunta a propósito del texto de Stieglier: ¿qué es aquello que hace que la vida merezca ser vivida?, tal vez, no merezca ser vivida, pero esto aún no se acaba, nos lo prometieron en 2000, en 2012 y 2020. Con una serie de justificaciones y confusiones la promesa no llegó, o tal vez, no como hubiésemos esperado:  así morir de golpe, uno preciso y contundente, todos juntitos, sin posibilidad alguna de convertirnos en zombies; lo cierto es que esta es la (única) vida que tenemos, la que toca ser vivida, o no, y el modo de transcurrirla, o dejar de hacerlo, una de las pocas cosas que podemos pretender llamar: “propias” (hacer mundo, individuarse)

¿Cómo hacer mundo de este lugar tan derruido y desajustado? Es necesario responder al llamado a filosofar, esa vocación que todos por ser humanos compartimos: la capacidad de pensar-se, ese llamado que brota desde el interior de cada sujeto con una pregunta potente en sensación y en tono sobre el origen y que nos habita desde el interior y desde siempre.

¿Cómo pensar meditativamente cuando la digitalización de la vida vuelve todo inmediato? ¿cómo sostener la reflexión cuando la virtualidad ha instaurado una velocidad tal en que la pausa es casi imposible? ¿cómo hacer un corte en el tiempo? Resistir a la velocidad absoluta[i]. Los objetos que van a una aceleración significativa: parecen no moverse; sin embargo, el gran peligro en el caso de velocidad absoluta en lo social y psíquico es que, a diferencia de los fenómenos físicos, la ilusión no está colocada en el no movimiento sino que hay una ilusión de movimiento, un sujeto paralizado que alimenta un señuelo individual de movilidad, que cree moverse pero que es pura agitación: angustia pura.

Stieglier citaba a San Agustín:” si es por el tiempo que nosotros medimos el movimiento de los cuerpos, agregaría: el movimiento de los sujetos ¿Cómo podemos medir el tiempo mismo? me parece que hay una relevancia en la relación: movimiento-tiempo-sujeto que no debiese pasar inadvertiday que la abstracción del tiempo de trabajo a través de la técnica obtura [ii]. El movimiento psíquico de los sujetos y del mundo es la existencia misma palpitando: tiempo-pensamiento meditativo intrincado con el movimiento psíquico. Necesario es en este mundo de los proletarios sin tiempo posibilitar subjetividades que se muevan en el tiempo, a través del tiempo.

Al decir de lo anterior, otro punto peligroso es que lo que no cesa de desplazarse es el capital, los productos y esta vertiginosa sensación de obsolescencia que llevan a elegir una cosa y otra haciendo de muchos espacios del mundo deshechos, donde la velocidad lo enceguece y devora todo.

Queda la sensación y el vértigo del automaton de las máquinas, de la hipervelocidad de las mismas en esta carrera del transcurrir humano, ante la cual la humanidad se ha quedado quieta deslizando el dedo en la pantalla; el sujeto se ha vuelto proletario de su saber propio de su subjetividad, dejó de saber hacer-se (subjetivarse) para convertirse en proletario. ¿Cómo encarnar la subjetividad, cómo corporeizarla?  “la proletarización generalizada ha inducido una pérdida global de saberes imponiendo una sociedad adaptativa que deviene adictiva”[iii] adictos a las pantallas y a sus ilusiones. “El tiempo del saber-hacer es el del deseo…que se cultiva creativamente”. [iv] Resistir es subjetivarse en un mundo en el que solo se elige (da click en) el avatar que se quiere ser: veggie, gluten free, tik toker, crossfitero, yoga lover, pareciese que ni siquiera hay espacio-tiempo para construir un avatar propio y ante ello nos hemos “adaptado” muy bien. He ahí otro de los peligros de la actualidad: “la adaptabilidad”, esta palabra que de inmediato hace asociar la idea de resiliencia la cual obtura toda posibilidad de pensar, es por ello que retomando el recordatorio que  (me) he hecho a lo largo de todo el seminario: no obviar, resulta relevante no pasar por alto la idea de adaptabilidad antes de engullirla así como así o que ella nos engulla a nosotros, resistir no a modo adaptativo sino subjetivo, uno que adopta, hacer del mundo y su ajenidad un mundo propio, pues la adopción es un proceso de individuación, es la differance de un hacer algo con eso que vale la pena[v]

Recuperar el oficio creador y artesano del ser humano: dejar de dar click por un instante a la pantalla para entonces escuchar-se, sostengo la propuesta del espacio analítico como un espacio de resistencia, no de adaptabilidad, este donde la velocidad de la virtualidad, de la inmediatez, logra suspenderse, donde la pantalla no está y se vive el silencio. “La proletarización es un hecho frente al cual la desproletarización no es solamente un derecho sino un deber”[vi]

Es preciso apuntalar el sostenerse en ese corte imaginario del tiempo a modo freudiano instaurando un tiempo lógico, ese que definitivamente no solo debiese acontecer en el espacio analítico, aludir a la creatividad a la posibilidad de individuarse ligando un corte temporal de modos varios y singulares.  Resistir a la velocidad, al automaton: meditar y reflexionar, vivir de modos otros.

Retomo también, brevemente, los dos polos que mis compañeros hicieron a bien traer a discusión: elegir y decidir, elegir y decidir no como sinónimos: ¿cómo reinstaurar la posibilidad de decidir en un mundo en el que parece solo elegirse? Es fundamental posibilitar el decidir (adoptar, construir) la vida propia, decidir como forma de convocación a la responsabilidad, restaurar la responsabilidad del mundo desde la subjetividad.

Surge otra inquietud: ¿la elección evade la responsabilidad? No lo sé, pero parece no mantenerla al centro, y parece también que la elección, a modo de elegir el avatar más conveniente, uno ya hecho, “sin que nada le sobre o le falte” también  obtura el deseo, sin embargo, “no hay acceso posible al deseo sin que en algún punto marque un corte, sin que algo del tipo de la falta, de algo incompleto sea recibido realmente…la dimensión del deseo es correlativa  de la instauración de la experiencia de la falta, de una relación constituida por la falta: la castración es esa relación que siempre tenemos que redescubrir”[vii]. Deseo como ruptura del automaton.

Y retomo:

…pienso el espacio analítico como un lugar en el que se posibilita una escucha más allá del lenguaje y justo en la imposibilidad de escapar a él, pero en el que logra acontecer un tejido de soporte que atraviesa, que bordea, que sostiene la existencia del sujeto, hilos generados justo por la tensión entre diversos elementos de la vida (habla). Un habla encarnada, singular, un habla que se escucha, guardando silencio

Retomar el espacio analítico como como un espacio de transgresión en el que el analista en similitud con el pez aquel de Stiegler salta fuera del agua, se separara de ese mundo pre-individual, de esa alienación pre-individual de la cultura: guardando silencio. Y a decir del espacio analítico pasar advertidos de la mutación del farmacon, que se autonomiza de los saberes terapéuticos que constituyen sistemas sociales, es decir, el farmacon puesto al servicio de los saberes terapéuticos.[viii]

¿De qué otros modos será posible instaurar la posibilidad del pensar y del vivir ahora que “las tendencias sublimatorias son cortocircuitadas haciendo devenir al pathos venenoso”[ix]? Es preciso reaperturar y posibilitar espacios en este mundo sin espacio y sin tiempo de espera: sublimar. Decía, previamente, recuperar el oficio de artesano del ser humano, de ese que crea desde la carne, desde el pensamiento hecho acto: música, pintura, escritura, hecho cuerpo, creación en toda la extensión de sus posibilidades, ¿será posible crear desde la virtualidad?

Referencias y Bibliografía


[i] Bernard Stiegler, Patogéneis, normatividad e infidelidad del medio, pág. 80.

[ii] Ibíd., pág. 82

[iii] Ibíd., pág. 70

[iv] Ibíd., pág. 83

[v] Ibíd., pág. 91

[vi] Ibíd., pág. 100

[vii] Ibíd., pág. 70

[viii] Ibíd., pág. 72

[ix] Serge Leclaire, Fuerza pulsional y objeto de la pulsión, pág 16.

S. Leclaire (2000). Fuerza pulsional y objeto de la pulsión. En S. Leclaire, Escrito para el psicoanálisis I. Argentina: Amorrourtu.

Stiegler, B. (2015). Patogéneis, normatividad e infidelidad del medio. En B. Stiegler, Lo que hace que la vida merezca ser vivida. De la farmacología. España: Avarigani.

Alma Rosa Pineda García

Actualmente cursa estudios de maestría en el Colegio de Saberes.