Perversión: la moneda falsa del psicoanálisis

Mariela Flores Acosta

No comencemos por el comienzo, ni siquiera por el archivo. Sino por la palabra «archivo» —y por el archivo de una palabra tan familiar. Arkhé, recordemos, nombra a la vez el comienzo y el mandato. Este nombre coordina aparentemente dos principios en uno: el principio según la naturaleza o la historia, allí donde las cosas comienzan —principio físico, histórico u ontológico—, más también el principio según la ley, allí donde los hombres y los dioses mandan, allí donde se ejerce la autoridad, el orden social, en ese lugar desde el cual el orden es dado —principio nomológico.
Jacques Derrida

En el mundo antiguo, las leyes sociales y sexuales eran concebidas con base al modelo de la dualidad amo/esclavo. La homosexualidad era considerada exactamente igual que la heterosexualidad, siempre que el hombre asumiera una posición activa porque esto implicaba la realización de su destino y virtud al obtener su placer virilmente; sin embargo, la posición pasiva debía reservarse a las mujeres y a los esclavos. Debido a esto, lo que estaba prohibido y era considerado monstruoso, no era tener relaciones sexuales con alguien del mismo sexo, sino aceptar una posición pasiva. Mientras que, en la Edad Media, la moral sexual y el derecho propagados por la iglesia quedaron marcados por el concepto de “naturaleza”, el cual suponía una teoría de la sexualidad fundada en la unión natural entre el macho y la hembra.i

De esta manera, lo que era denominado “naturaleza” fue una referencia moral antes que física, ya que se planteaba en correspondencia al mandato divino de Dios, donde pareciera que, naturaleza y religión, tenían el mismo fin: la propagación de la especie humana. Así, la sexualidad humana por “naturaleza”, tenía como designio la heterosexualidad.

En 1886, Richard Von Krafft-Ebing, publicó Psicopatología sexual, obra considerada como el primer manual sobre la sexualidad. En esta obra, el psiquiatra alemán realizó una descripción de las conductas sexuales, tales como el sadismo, el fetichismo, el masoquismo y la homosexualidad, considerándolas como desviaciones o degeneraciones de la conducta sexual normal.ii Lo que evidencia que a través del discurso médico especificas prácticas sexuales se patologizaron, tomando como criterio científico la moral, ligada al concepto de “naturaleza”, y que en tiempos anteriores se había constituido bajo un discurso religioso.

Sigmund Freud, no fue ajeno a lo anterior, continuó sosteniendo que en la sexualidad humana existía algo patológico: “Provoca gran sorpresa enterarse que hay hombres cuyo objeto sexual no es la mujer, sino el hombre, y mujeres que no tienen por tal objeto al hombre, sino a la mujer. A esas personas se las llama de sexo contrario o, mejor, invertidas; y al hecho mismo, inversión.”iii

Por lo tanto, toda elección de objeto sexual diferente de la heterosexualidad, se patologizó a través del discurso psiquiátrico bajo el término: inversión; pero, no solamente la elección de objeto era un elemento a considerar en tal denominación, también lo era la meta sexual:

La unión de los genitales es considerada la meta sexual normal en el acto que se designa como coito y que lleva al alivio de la tensión sexual y a la extinción temporaria de la pulsión sexual. Empero, ya en el acto sexual más normal se anuncian los esbozos de aquello que, si se desarrolla plenamente, lleva a las aberraciones que han sido caracterizadas como perversiones.iv

¿Por qué, si para Freud, todo tenía una base sexual, en el caso de la perversión no cambió la idea psiquiátrica de considerarla patológica? ¿Será que en la época victoriana, incluso los discursos encaminados hacia el estudio de la psique debían controlar la sexualidad a través de su patologización?

Freud sostuvo la idea de que la homosexualidad era una perversión y al hacerlo, era como si patentará que la pulsión tuviese un objeto específico y que ese objeto era la heterosexualidad.

Posteriormente, Freud interrogó la noción de “naturaleza” a través del concepto de pulsión, para decir que la unión del macho y la hembra (como sexualidad animal) no era equivalente a la sexualidad humana (hombre y mujer). Por lo tanto, postuló que la pulsión, a diferencia del instinto en los animales, no tenía un objeto dado de antemano. Sin embargo, ¿por qué Freud, a pesar de establecer la diferencia entre instinto y pulsión, continúo ligando la sexualidad al tema de la perversión?

Esto nos lleva a pensar que aquello que era denominado “naturaleza” no tenía un origen pre-discursivo, sino que se trataba de la producción de un discurso de la sexualidad dependiente de la razón y, por lo tanto, vinculado con la ley moral.

En un primer momento se creyó que lo patológico se originaba en los genitales y bajo esta idea, la medicina del siglo XIX comenzó a indagar en el ejercicio de la sexualidad para postular que su único fin socialmente aceptable tendría que ser la reproducción, fuera de ese objetivo, toda práctica sexual era considerada perversa. Así entonces, patologizar la sexualidad fue la forma de controlar la vida sexual de los hombres para preservar el desarrollo de la cultura.

Cuando Freud postuló que se trataba de pulsión y no de instinto, el campo de la medicina quedó atrás y en su lugar, se dio paso a lo psicológico (psíquico), desde lo cual se sostuvo la idea de que el problema no residía en los genitales, sino en el pensamiento ligado a la sexualidad; ahora, ya no sólo importaba la genitalidad, sino también, la forma de actuar y pensar de los hombres.

Lo que evidencia que, después de todo, el psicoanálisis no era independiente del Estado ni de la civilización; si el discurso médico rechazaba la homosexualidad, también existía un discurso de la homosexualidad sostenido por el psicoanálisis bajo la denominación de perversión. Estos dos discursos se correspondían entre sí, debido a que ambos, eran discursos enunciados en nombre de la moral.

La sexualidad entonces, se manipuló con la finalidad de generar enfermedades (histeria y neurosis obsesiva) para sostener la idea de que, el placer de la sexualidad era algo malo y, por ende, debía reprimirse. Lo que dio paso al estudio de las enfermedades como consecuencia de un factor psíquico- sexual.

Los síntomas en modo alguno nacen únicamente a expensas de la pulsión sexual llamada normal (no, al menos, de manera exclusiva o predominante), sino que constituyen la expresión convertida de pulsiones que se designarían perversas. Por tanto, los síntomas se forman en parte a expensas de una sexualidad anormal; la neurosis es por así decir, el negativo de la perversión.v

La histeria, por ejemplo, era el nombre que se le daba a la patologización del placer proveniente de las mujeres; pero a diferencia de la perversión, fue posible de tratamiento porque sostenía una hetero-norma (médico varón-paciente mujer) donde se incitaba a la histérica a dejar de reprimir sus impulsos sexuales a través de contraer matrimonio y devenir madre.

Posteriormente, Freud continuó con el tema de la perversión llevándolo hacia la sexualidad infantil, para decir que el niño era un perverso polimorfo, pero ¿por qué el niño recibió tal denominación?

En la infancia, el niño no tiene un control de la pulsión sexual, es decir, vive una total satisfacción, donde incluso esa satisfacción surge de su primer encuentro con la madre (donde todavía no opera la ley). Sin embargo, ¿por qué Freud tomó como ejes de la vida sexual a la mujer (histeria) y al niño (perversión)?

El niño a través de su sexualidad pone en acto lo no reprimido; mientras que la mujer, es colocada como representante del deseo. De esta manera, el niño y la mujer, representan la seducción, el amor y la ternura; pero, también; lo que la ley prohíbe: el deseo.

En el complejo de Edipo, Freud nos demuestra cómo la sexualidad humana se articula al discurso religioso, ya que el niño es pecador (perverso) porque desea a su madre y toma como rival al padre; dónde sólo la operación de la ley (como prohibición del deseo) por medio de la figura del padre, hará que el deseo por su madre sea reprimido. De esta manera, el psicoanálisis freudiano nos remite a un pasado que no teníamos, nos transforma en pequeños Edipos, nos mitologiza para hacernos culpables.

Nietzsche en La genealogía de la moral menciona: “el verdadero y dominante sentimiento global y radical de una especie superior dominadora en su relación con una especie inferior, con un <<abajo>>- es el origen de la antítesis <<bueno>> y <<malo>>”.vi

En el discurso de la religión católica, la mujer es portadora del pecado, mientras que el hijo (Jesucristo), muere crucificado como hombre, pero vive como hijo para salvar a los hombres del pecado, porque solo sacrificándose, el hijo podrá reconciliarse con el padre y renunciar a la mujer. Tal como en el complejo de Edipo, el hijo ha de renunciar al deseo por su madre, en el momento en el que el padre prohíbe tal deseo por medio de su ley. Lo que nos indica que la mujer y el niño desatan el caos, pero en la figura de madre y de hijo, lo ordenan; es decir, son aquello que desencadenan el “mal” y a la vez el “bien”.

¿Cuál es entonces, la herencia que nos ha dejado el psicoanálisis?

En el texto, La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna (1908), Freud, menciona

Un notable procedimiento de indagación, conocido como psicoanálisis, ha permitido discernir que los síntomas de estas afecciones (histeria y neurosis obsesiva) son psicógenos, dependen de la acción eficaz de los complejos de representaciones (reprimidas) inconscientes. Y ese mismo método nos ha permitido tomar conocimiento también de tales complejos inconscientes, mostrándonos que ellos poseen contenido sexual; brotan de las necesidades sexuales de unos seres humanos insatisfechos.vii

Pareciera que el psicoanálisis postula una forma donde los hombres pueden apalabrar su mal-estar por el hecho de vivir en cultura, mostrando a través de su método lo que la propia cultura ha tratado de sofocar, reprimir o eliminar; pero a su vez, la liberación sexual “regulada” que propone, es también una represión.

Lo que nos llevaría a pensar que Freud vino a renovar en la humanidad la herencia culposa de la religión judeocristiana, a través del Complejo de Edipo como memoria institucional del psicoanálisis, con la finalidad de preservar un legado, una historia.

En cierto sentido toda la ascética pertenece a este campo: unas cuantas ideas deben volverse imborrables, omnipresentes, inolvidables, <<fijas>>, con la finalidad de que todo el sistema nervioso e intelectual quede hipnotizado por tales <<ideas fijas>> y los procedimientos ascéticos y las formas de vida ascéticas son medios para impedir que aquellas ideas entren en concurrencia con todas las demás, para volverlas <<inolvidables>>.viii

El psicoanálisis no viene a borrar la culpabilidad del hombre sino a renovarla por medio del discurso de la medicina, debido a que la provocación de enfermedades nerviosas como la histeria y la neurosis obsesiva solo fueron posibles a condición de la represión sexual impuesta en el siglo XIX. De esta forma, el ejercicio de la sexualidad sin fines reproductivos condenaba al hombre a sentir culpa; pero justo porque vuelve a tener culpa, el hombre vuelve a tener alma. Silvia Ons menciona

nuestro psiquismo es, pues, religioso ¿no apela acaso a las epístolas de San Pablo, cuando quiere ilustrar la inseparable relación del deseo con la ley? En el pasaje más famoso de sus escritos, el versículo 7 de la Epístola a los romanos, San Pablo sostenía que no había pecado anterior o independiente de la ley; la ley, pues, creaba el pecado, o mejor, la ley crea el pecado al prohibir el deseo.ix

La ley es el vínculo entre el hombre y Dios, y; a su vez, entre Dios y el mundo. Por ello, si el hombre transgrede la ley, comete un pecado que le inscribe un sentimiento de culpa, aunque paradójicamente, transgredir la ley sea obedecer a sus mandatos.

De esta forma, tanto para la religión como para el psicoanálisis, el hombre por principio es culpable, tiene un origen sucio y perturbador, que si no proviene del pecado original (comer del fruto prohibido), viene de la sexualidad incestuosa de la infancia (Edipo). Debido a esto, el hombre siempre debe de resarcir algo.

Luego entonces, si la ley crea el pecado, el pecado establece una relación con el padre (Dios); porque solo al cometer el pecado, el padre opera a través de su ley; y, por ende, el pecador debe arrepentirse de sus actos, pidiendo perdón a través de la confesión porque orar es arrepentirse de algo y también sirve para pedir algo. Tal como lo indica Nietzsche, en la Genealogía de la moral, el sentimiento de culpa tiene su origen en la más antigua relación entre acreedores y deudores.

En términos de la economía, el acreedor es la parte que presta un bien a algo o a alguien (deudor) y tiene el derecho de cobrar al deudor lo que le da; mientras que el deudor, es aquel que debe algo a su acreedor; es decir, está en deuda y; por lo tanto, está obligado a pagar. Sin embargo, la relación entre acreedor y deudor, solo existe, si existe una deuda contraída o generada; sino existe esa deuda, no hay acreedor y deudor. Así, aquello que establece una relación entre ambas partes es la deuda.

Si seguimos la lógica de la relación acreedor y deudor, podríamos decir que la ley crea el deseo para hacer deudor-pecador al hombre, al prohibirle aquello que crea: el deseo.

Pensemos, por ejemplo, en la dialéctica de Hegel sobre el amo y el esclavo, el amo necesita un esclavo para ser amo y el esclavo de un amo, para ser esclavo. En ese sentido, ambos se necesitan mutuamente para operar, no existe uno y después el otro, los dos surgen a la par, tal como, la ley y el deseo. Sin embargo, la única forma de que la ley deje de prohibir el deseo y el deseo de ser prohibido, es a partir de la ausencia del pecado, pero, si el pecado es creado por la ley; entonces, ley y deseo, jamás podrán ser independientes, ya que están sostenidos en una relación de mutua correspondencia: hay deseo porque hay ley y porque hay ley, el deseo está prohibido.

El hombre no es libre porque desea y justamente porque desea, es a la vez, culpable; ya que, lo paradójico está en que el hombre no tiene culpa por haber hecho algo, sino por no haber hecho algo que debía hacer y no lo hizo.

Podríamos entonces decir que, la culpa se sitúa entre lo inconsciente y lo consciente. Lo que la hace operar a la forma del yo. El yo, es esa instancia que trata de mediar la relación entre el ello y el superyó; sin embargo, no son instancias separadas, sino que están en constante dinámica, lo que implica decir que el yo, también es parte del ello.

Siguiendo lo anterior, ¿cuál es la relación entre la culpa y la deuda?

Desde el discurso religioso, Jesús muere crucificado para liberar a los hombres de la culpa por ser pecadores; es decir, al morir, él paga por ellos; sin embargo, en ese acto, ahora los hombres están en deuda con él, porque murió por ellos; y, si están en deuda, ¿cómo pueden pagar? a través del sufrimiento.

Freud, en El problema económico del masoquismo (1924) plantea “El masoquista quiere ser tratado como un niño pequeño, desvalido y dependiente, pero, en particular, como un niño díscolo”.x

A partir de esta cita, encontramos dos puntos importantes que vuelven a traer la cuestión de la perversión en relación al niño:

1) ¿Solo la sexualidad infantil es perversa o toda sexualidad es siempre infantil? Pregunta que resulta importante en la medida en que se recurre a lo infantil como aquello que tiene que ver con lo díscolo, al tratarse de lo que está antes de la ley; pero, que, a su vez, la ley transgrede.

2) El siguiente punto tiene que ver con lo económico, cuando Freud menciona: “el masoquismo femenino se basa enteramente en el masoquismo primario, erógeno, el placer de recibir dolor”.xi Lo que nos conduce nuevamente a la relación entre lo activo y lo pasivo o bien, acreedor y deudor. En esta lógica de operación, ¿quién sería el acreedor y quién el deudor? el deudor es el que recibe el dolor, mientras que el acreedor, es el que otorga el dolor: “El deseo de ser golpeado por el padre, tan frecuente en fantasías, está muy relacionado con otro deseo, el de entrar con él en una vinculación sexual pasiva (femenina), y no es más que la desfiguración regresiva de este último.” xii

Lo que implica que la relación activo y pasivo, no es una relación fija, sino dinámica; por lo tanto, el que antes era pasivo, deviene activo y el activo, pasivo. Lo que implica decir que, aquel que resulta más potente de ambos, es el pasivo. Sin embargo ¿por qué desde el discurso médico hasta el psicoanálisis, se puso énfasis en denominar como perversión a las prácticas sexuales: masoquismo, sadismo y homosexualidad?

Porque bajo estas prácticas puede apreciarse la lógica en la que opera el poder en la cultura; pero a pesar de saberlo ¿por qué esto continúa operando? Por la imposibilidad de olvidar. Entonces, ¿qué es aquello que no le permite al hombre olvidar?

Hay memoria porque hay olvido y hay olvido, porque hay memoria. La memoria es lo recuperable a través del recuerdo, porque el recuerdo trae a la memoria aquello que ha quedado olvidado; pero, sino hay olvido; entonces, no hay recuerdo; por lo tanto, todo permanece.

Sin embargo, memoria y olvido, son fragmentarios; es decir, no recordamos todo y no olvidamos todo. Pero la pregunta insiste: ¿Qué es aquello que la memoria no puede olvidar? A esto Nietzsche plantea “para que algo permanezca en la memoria se lo graba a fuego; sólo lo que no cesa de doler permanece en la memoria.”xiii

El dolor entonces es lo que hace al hombre no olvidar. Pero la imposibilidad de olvidar paradójicamente, permite la conservación histórica bajo la cual se sostiene la cultura.

“El hombre le pregunta al animal: ¿por qué no me hablas de tu felicidad y únicamente me miras? El animal quiere responderle y decirle: <<esto pasa porque siempre olvido lo que quisiera decir>>. Entonces, también se olvidó de esta respuesta y calló, de modo que el hombre se quedó asombrado. Pero también se asombró de sí mismo por no poder aprender a olvidar y depender siempre del pasado; y es que cuanto más lejos vaya, cuanto más rápido corra, esa cadena siempre le acompaña.”xiv

Si partimos de lo que Nietzsche propone, memoria y olvido sólo pueden operar a partir del lenguaje. Por lo tanto, el lenguaje es aquello que hace al hombre ser consciente e inconsciente a la vez de su existencia. Hablar implica desear y desear implica, a la vez, estar en deuda.

Postulado que encontramos en Lacan, quien nos refiere que el Otro hace al hombre deudor porque le ha otorgado la posibilidad de hablar, pero, por esa misma posibilidad, el hombre está en falta (en deuda). Sin embargo, esa falta solo se constituye como falta a partir de la prohibición del deseo; es decir, cuando se da la inscripción de la ley en lo psíquico.

De esta manera, lo que hace al hombre deudor y a la vez sentir culpa, es el dolor. Pero se trata de un dolor psíquico que se produce a consecuencia de que el hombre habla; porque si no hay habla, no hay memoria.

Así entonces, la perversión no se halla en la conducta sexual (como lo sostenía Freud) sino en la planificación donde se han impuesto los límites bajo los cuales se debe regir la sexualidad; es decir, en dónde empieza y en dónde termina, así como su función . En otras palabras, se trata de la sexualidad como discurso.

Partiendo de lo anteriormente planteado, ¿la perversión sería la moneda falsa del psicoanálisis?

Jacques Derrida, en su texto, Dar (el) tiempo (1995) menciona “Para que haya moneda falsa, es preciso que la moneda falsa no se dé seguro como una moneda falsa; y este puede ser, es asimismo la dimensión intencional, a saber, el crédito, el acto de fe que estructura toda la moneda, toda experiencia o toda conciencia de moneda, verdadera o falsa.”xv

En ese sentido, siguiendo a Derrida, para que la moneda sea considerada como moneda falsa, solo es posible a condición de darse como verdadera. Pero, si se da como verdadera siendo falsa y no mostrándose como falsa; se ponen en juego el don y el engaño, pero ¿no es acaso el don un engaño? o ¿el engaño se constituye como un don? “La moneda falsa si tiene la estructura de algo dado no es sólo porque estamos, en primer lugar, en una situación receptiva con respecto a él sino porque nos ha sido dado.” xvi

La perversión como moneda falsa permitió la constitución de una clínica que, bajo el nombre de psicoanálisis, sostuviera la sexualidad bajo un discurso judeocristiano, sentando las formas de relación de los hombres en cultura. Porque al establecer a la sexualidad, sin fines reproductivos, como algo “malo”, propició que los hombres lo asumieran como “verdadero”; es decir, creerla como “mala”.

Lo que nos permite dar cuenta de que, entre el don y el engaño, existe la creencia; ya que en la moneda falsa opera una creencia; para que algo se sostenga como verdadero, se debe de considerar que lo es.

La creencia es entonces, un acto de fe, pero si es considerada como tal, ya no solo implica una cuestión de don y engaño; sino, de cómo el don y el engaño operan en la relación acreedor-deudor (bajo la cual, de acuerdo con Nietzsche, se constituye la culpa); lo que, a su vez, nos lleva a pensar en cómo en ese entramado también opera una dinámica económica.

La relación activo-pasivo, amo-esclavo, acreedor-deudor o sádico-masoquista, resultan importantes no por ser una práctica sexual, sino porque ponen en acto la dinámica entre ley y deseo; lo que implica que en ellas opera una verdad o, mejor dicho, la verdad del engaño como engaño: la perversión. “Porque acreditado de este modo, un corpus <<verdadero>> puede ser que siga siendo una moneda falsa, puede ser un fantasma o un espíritu, el espíritu del cuerpo y del capital.”xvii

La perversión como título dentro del psicoanálisis designa de entrada la otra versión, la otra historia, dice algo sin decirlo, dice el engaño, pero no dice “¡esto es un engaño!” porque devela sin develar la forma en que el lenguaje también opera.

El lenguaje establece una relación con el don, pero al mismo tiempo, también hay un resto que queda entre eso que se da y lo que se recibe. En ese entre está lo que no alcanza a simbolizarse; pero que al mismo tiempo es el motor de su operación; es decir, lo que lo pone en marcha es justamente que algo le falta; falta que se sitúa en ese dar-recibir y devolver.

El prefijo per significa a través de, y a su vez a través de significa cruzado perpendicular. Lo que nos remite a pensar en las cruzadas y lo perpendicular, como lo que forma una cruz. Las cruzadas se trataban de un dios muerto. Así entonces, en el psicoanálisis, perversión tiene que ver con la otra versión del padre, ¿cuál es esa otra versión? donde el padre no está muerto.

Si seguimos la lectura de Jacques Lacan sobre la perversión, el sujeto perverso se coloca como siendo el objeto a en la relación con el Otro; es decir, como siendo aquel que colma la falta del Otro, para que el Otro aparezca no castrado.

Lo que implicaría que, si el sujeto le diera al Otro eso que le falta, entonces, no habría falta. La perversión, es decir, la otra versión, la otra cara de la moneda, es justamente dar cuenta que no hay deuda, porque si ese objeto pudiera ser dado al Otro, entonces, el hombre sería libre.

Sin embargo, el hombre no puede ser libre porque habla, el habla hace al hombre ser preso de una deuda imposible de pagar con el Otro. Lo que tal vez nos haría pensar que aquel que se coloca como objeto a solo puede ser el pasivo, el esclavo o el masoquista, porque desde estas posiciones solo puede advenir su contrario: activo, amo y sádico; como ya lo señalábamos anteriormente: porque hay deseo, hay ley.

El don, si lo hay, debería pasar más allá de todo. Antes de todo o después de todo. No porque se oponga a la razón ni a nada que se le parezca, pero puede ser que lo sobrepase para que algo pase, incluido algo como la razón, incluido todo. xviii

En 1912, Freud escribió un texto titulado: Nota sobre el concepto de lo inconsciente en psicoanálisis. Lo que resulta llamativo de este título es que Freud indica que lo inconsciente es un concepto. Si consideramos que un concepto es una representación y a su vez, representación es signo, palabra e imagen que hacen pensar en determinada cosa; entonces lo inconsciente no preexiste al lenguaje; sino que solo se puede hablar de él en la medida en que hay lenguaje.

De esta manera, la perversión como moneda falsa, genera un engaño para mostrar lo que es, sin que se diga qué es; es decir, que la perversión es el pensamiento, no una elección de objeto, no una práctica sexual.

Lo que implica que el hombre nunca podrá liberarse porque lo inconsciente es eso que hace al hombre prisionero de su propia existencia por el hecho de hablar; pero sostener la perversión como moneda falsa, hace que el engaño permanezca y la creencia continúe. Ya que no es lo mismo “ser engañado a través del secreto” a que “exista algo que no se sabe y se desea saber”, punto de partida de una tarea imposible: psicoanálisis.

No es raro pensar entonces por qué el psicoanálisis continúa utilizando las nomenclaturas neurosis, psicosis, perversión, ya que son parte de la herencia y hablar de herencia implica también un don; es decir, la herencia es algo que se da, pero si se da también existe alguien que la recibe, es decir, el heredero.

¿cuál sería la herencia que deja la perversión psicoanalítica? el saber- hacer creer en el secreto. Porque lo que tortura al hombre, lo que lo hace sentir culpa, estar en deuda o le causa dolor, etc.; no es la sinrazón o el ejercicio pleno de su sexualidad, sino la ley, el padre y la prohibición. Estamos entonces ante una práctica de la imposibilidad, la perversión devela al hombre la condición de su existencia: que está atado al lenguaje y al deseo, pero a su vez, a la ley; por lo tanto, no hay escapatoria posible.

Élisabeth Roudinesco en el texto Y mañana, qué… (2009) plantea que “La mejor manera de ser fiel a una herencia es serle infiel, es decir, no recibirla literalmente, como una totalidad, sino más bien pescarla en falta, capturar su momento dogmático.”xix Si la mejor forma de serle fiel a una herencia es serle infiel, esto implica de entrada preguntarse primeramente ¿qué es aquello que se conserva y qué es aquello que se excluye? Tal como el Fort-Da freudiano, ¿qué es eso que está y no está? Lo que nos remite a abordar la cuestión del archivo. “Todo archivo es a la vez instituyente y conservador. Revolucionario y tradicional. Archivo eco-nómico: guarda, pone en reserva, ahorra, más de un modo no natural, es decir, haciendo la ley o haciendo respetar la ley.”xx

¿Qué fue lo que el archivo del psicoanálisis instituyó y conservó? El nombre de un hombre y su legado judeocristiano, ya que cuando se habla de psicoanálisis pareciera que todo implica decir: Sigmund Freud; dejando fuera las aportaciones de las psicoanalistas mujeres y de muchos otros psicoanalistas que no compartían las ideas del psicoanalista alemán acerca de la teoría sexual y el Complejo de Edipo.

Se trata de la conservación de un legado, de un mandato, de una herencia: la obediencia al padre para continuar su estudio, pero no hacía la posibilidad de crear algo distinto, sino de seguir sosteniéndolo como padre, y a su vez, la figura del padre (pensemos por ejemplo en la teoría de las neurosis) como ley que debe imperar sobre el deseo (madre); tal como el discurso judeocristiano.

El archivo entonces no deja de lado cualquier cosa, excluye todo lo que a su vez lo pone en riesgo como instituyente y conservador. ¿Puede un archivo ser revolucionario? o ¿La revolución del archivo nuevamente lo hace instituyente y conservador? ¿Qué implicaría que un archivo fuera revolucionario?

El psicoanálisis se ha sostenido por años bajo el dominio médico-religioso, incluso poner a Freud en esa figura del padre es de entrada sostenerlo como un Dios, el Dios del psicoanálisis; ¿puede entonces una teoría remitir a un solo hombre? ¿Por qué después de muchos años continuamos utilizando las nomenclaturas de neurosis, psicosis y perversión? ¿Por qué no traicionar al padre, para que algo diferente pueda advenir? o ¿no hay posibilidad de transgresión porque eso implicaría su disolución? ¿El archivo, aunque se diga revolucionario, no es acaso cerrado?

Jacques Lacan con su famoso Retorno a Freud ¿no hace nuevamente un archivo instituyente y conservador; en la medida en que ambos conservan al padre? Mientras Freud lo hace a través del Complejo de Edipo, Lacan a través del Otro. Las mujeres quedan, en ambos postulados, relegadas y ocultas. ¿Qué pasaría si el psicoanálisis hubiera sido escrito por mujeres? ¿Habría psicoanálisis?

El archivo es político, económico, social; es decir, aquello que lo conforma no es cualquier cosa, sino la historia que quiere que sea contada, la manera en que debe ser contada. ¿Para qué? ¿para quién? ¿para quienes? o ¿por qué? Porque así conserva su legado, ahí entonces está su violencia.

El archivo nunca es sin la violencia porque desde esa violencia es que se produce la historia, en nuestro caso, la historia del psicoanálisis. ¿Dónde opera esa violencia? En aquello que quedó fuera del archivo, pero no por estar fuera implicaría que no está, eso también es parte del archivo.

Si el archivo se trata de aquello que fue integrado y conservado y hecho institución, entonces, su lógica de operación obedece a la forma en que el lenguaje (aquello que lo constituye) también opera; es decir, el lenguaje deja fuera algo, pero justo porque hay un resto, ahí radica su violencia, y a la vez, su imposibilidad de devenir en otra cosa; luego entonces, parece que el archivo también es imposible de ser revolucionario, porque si se creará otra forma de hacer el archivo, siempre habría algo que quedará fuera y nuevamente volvería a ser instituyente y conservador.

El archivo entonces se vuelve importante no por lo que contiene sino por lo que ha dejado fuera. En aquello que queda por fuera, está lo que Derrida denomina Mal de archivo.

Por lo tanto, no puede haber memoria sin afuera e historia sin violencia. Sin embargo, eso que también constituye al archivo, es a su vez, la parte oculta, el secreto del secreto, lo inconfesable; lo que está sin estar, ¿no es acaso la forma en la que también opera el inconciente? y ¿no es el dispositivo analítico lo que instituye el secreto como secreto a través de su método? “No hay archivo sin un lugar de consignación, sin una técnica de repetición y sin una cierta exterioridad. Ningún archivo sin afuera.”xxi

¿Y no es el afuera lo que pone en operación la cuestión económica del archivo? es decir, en el “entre”, en ese resto, en eso que está excluido. ¿No es acaso en esa separación donde se haya la pulsión de muerte, en tanto hay una repetición que hace que algo vuelva, una y otra vez? el archivo no puede decirlo todo y no puede porque aquello que lo constituye como tal es justamente el hecho de que algo siempre quede fuera.

De esta manera, la violencia radica en lo excluido, pero también en el secreto, en lo que queda oculto, en lo escondido. En lo que, como moneda falsa, opera para sostener algo: el engaño como verdad.


Referencias

i Serge André, La impostura perversa, Paidós (5ta edición), 1995. pp. 126 y 133.

ii López-Sánchez, Félix, Historia de la sexología. Revista de Sexología y Sociedad, 2013 [citado 21 de mayo de 2023] 2, (6). Disponible en: https://revsexologiaysociedad.sld.cu/index.php/sexologiaysociedad/article/view/104

iii Freud, Sigmund, Las aberraciones sexuales, en Tres Ensayos de Teoría Sexual. Tomo VII, Amorrortu Editores, 1905, 2013, p. 124.

iv Ibid., p. 136.

v Ibid., p. 150.

vi Nietzsche, Friedrich, Tratado primero y Tratado segundo, en: La genealogía de la moral, Alianza Editorial, 2005, p. 38.

vii Freud, Sigmund, La moral sexual <<cultural>> y la nerviosidad moderna, en: El delirio y los sueños en la <<Gravida>> de W. Jensen y otras obras. Tomo IX, Amorrortu Editores, 1906-1908, 2013, p. 167.

viii Ibid., p. 80.

ix Ons, Silvia, Inconsciente y religión, en Amor, Locura y Violencia en el siglo XXI, Paidós, 2016, pp. 68 y 70.

x Freud, Sigmund, El problema económico del masoquismo, en El yo y el ello y otras obras. Tomo XIX, Amorrortu Editores, 1923-1925, 2013, p. 168.

xi Ibidem.

xii Ibid., p. 175.

xiii Nietzsche, Friedrich, Op. Cit, 2005, p. 79.

xiv Nietzsche, Friedrich, Sobre la utilidad y el prejuicio de la historia para la vida (II Intempestiva), Biblioteca Nueva, 1999, pp. 40-41.

xv Derrida, Jacques, Dar (el) tiempo. I. La moneda falsa, Paidós, 1995. p. 96.

xvi Ibid., p. 101.

xvii Ibid., p. 98.

xviii Ibid., p. 80.

xix Derrida, Jacques y Roudinesco, Élisabeth, Escoger su herencia, en: V. Goldstein (Trad.), Y mañana, qué…Fondo de Cultura Económica (2da reimp.), 2009, p. 10.

xx Derrida, Jacques, Mal de archivo. Una impresión freudiana. (P. Vidarte, Trad.), Editorial Trotta, 1997, p. 15.

xxi Ibid. p. 19.


Bibliografía

Derrida, Jacques y Roudinesco Élisabeth, Escoger su herencia, en Y mañana, qué…, Fondo de Cultura Económica (2da reimp.), 2009, pp. 9-28.

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Mariela Flores Acosta

Estancia de Estudios de Pregrado en Psicología en la Universidad Cooperativa de Colombia, sede Bogotá. Licenciatura en Psicología por la FES-Iztacala UNAM. Especialidad y Maestría en Psicoanálisis por Dimensión psicoanalítica. Doctorando en Saberes sobre subjetividad y violencia. Docente en la Carrera de Psicología de la FES-Iztacala UNAM, adscrita al Ámbito Clínico, Tradición Psicoanálisis y Teoría Social. Miembro del Foro del Campo Lacaniano de México (FCLM).  Práctica el psicoanálisis en la Ciudad de México.