Para sostener la vida

Itzel Cruz Palma

En esta flor que nace duermen escondidos a la vez
medicina y veneno: los dos nacen del mismo origen, y su olor comunica deleite
y vida a los sentidos, pero si se aplica al labio, esa misma flor tan aromosa
mata el sentido. Así es el alma humana; dos monarcas imperan en ella, uno la
humildad, otro la pasión; cuando ésta predomina, un gusano roedor consume la planta

William Shakespeare

En estos tiempos donde pareciera que no somos sin la técnica, es muy difícil pensarnos si ésta no está presente en nuestras vidas, ya que estamos estructurados por la misma y sus productos, desde el más escondido de nuestros órganos, hasta la parte más invisible de nuestro ser.

A partir de esta reflexión, me vi sorprendida por una pregunta al pasar los seminarios: ¿Cómo es que todo empezó con la primera herramienta del hombre, su mano? Ya que se podría pensar que, fue con ésta con la que comenzó a transformar todo a su alrededor, todo en la naturaleza, en lo que le rodeaba, para poder hacerse de la hostilidad salvaje de la naturaleza; un mundo que pudiera habitar, sin que le fuera tan amenazador “el único animal que mediante la técnica consiguió sin variar de lugar, incluso el ámbito de su actividad” [i]. Posteriormente con esa misma mano comenzó a construir herramientas y extraer lo que necesitaba para subsistir; de tal modo que, pudiera asentarse en un lugar, dominar la tierra, observarla, conocerla, entenderla para sembrarla y quedarse en ella. Por lo que, todo esto remite a otra pregunta: ¿cómo fue que esa misma adaptación se convirtió en el camino de su propia destrucción?

Hoy somos cuerpos domados, amaestrados, quizá compuestos por unos órganos distintos a los de nuestros antepasados, no sólo resultado de la evolución, sino de toda esa producción de cuerpos que necesitan una singular substancia para poder vivir, misma que no se sabe si su composición sea química, o sea una substancia sin materialidad, pero lo suficientemente fuerte como para sentir que sin ésta, la vida no puede ser vivida. Misma que a la vez nos desprovee de subjetividad, y al contrario, nos convierte en una cosa más de consumo, nos consume y nos hace consumibles: el farmacón.

Entonces la salud, el concepto de la misma; se convierte en una situación farmacológica y lo más grave, crea adicción al mismo tiempo, a la vez que cura, crea dependencia, adicción de consumirla, “consumisión” nos dice Stiegler, con-sumisión, consumirla con sumisión. Creado así un vínculo distinto con la enfermedad. Todo creado, en este contexto moderno de discursividad científica que tiene tufo de progreso, el cual se convierte en un imperativo: “debes progresar y debes estar actualizado”. La obsolencia se convierte en el nuevo residuo no reciclable; medicamentos psiquiátricos de primera generación, de segunda, de tercera, el último iphone, el más reciente anticonceptivo, el procesador de última generación, el curriculum vitae al día. Si no estás actualizado no consigues trabajo, no sirves más, la experiencia lejos de ser un valor agregado al saber-hacer de una persona, se convierte en resto indigno de ser depositado en un lugar donde no interfiera con la producción, no hay lugar para lo diferente, entonces es colocado donde no estorbe: en un asilo, una casa de medio camino, un hospital psiquiátrico, una casa hogar, una reserva, un basurero.

Toda esta velocidad produce un nivel de acumulación excesivo, mismo que reciben los cuerpos, mismo que manifiestan las almas, un exceso de libido que no tiene manera de ser procesada, metabolizada, porque el ritmo de vida productiva no lo permite así, y apenas llega un momento de poder desear algo; ya es momento de pasar a otro momento, ya es tiempo de consumir más y más. Nos dice Stiegler, que el ser farmacológico enferma, el exceso es producido por un desajuste y del mismo modo induce el desajuste, la enfermedad se convierte en una tentación, una nueva forma de gozar. Una estructura social que enferma y castiga por haberlo hecho, vende la cura y si no tienes para comprarla, te conviertes en desecho. Es la biopolítica.

Según Stiegler, la heteronomía es la dependencia al farmacón, la pregunta sería: ¿cómo subjetivar la experiencia cosificante de una estructura que jala hacía la dependencia y no lo contrario? Pues es de la enfermedad de la que se sostiene ¿cómo rescatar el proyecto de autonomía? La creatividad en un discurso imperante, proletarizante ¿cómo inscribir otro discurso que rescate algo de lo propio? ¿Cómo instituir en lo instituido?

A manera de reflexión desde la propia experiencia en el andar por las travesías de los fármacos, los farmacones, los cuerpos, la norma social, compartiré algo de lo que he podido pensar hasta el momento en mi quehacer como psi. Hasta hace poco tiempo, dediqué algunos años al acompañamiento a mujeres en sus decisiones reproductivas, en la mayoría en sus procesos de aborto. Algo que he podido darme cuenta de su importancia, es que siempre hay que estar advertidos; que en cualquier lugar de supuesto saber se pueden reproducir las formas imperantes en las que nos someten a unos y a otros a la norma social, aun cuando se haya reflexionado mucho acerca de los daños de éste; siempre se puede caer en la reproducción de las mismas, pues de una manera o de otra se está en el dispositivo, algo se puede hacer fuera de éste pero al mismo tiempo no sin el mismo. En este caso en particular, en aquella clínica privada de ILE (interrupción legal del embarazo), uno de mis propósitos de estar ahí y el de mis jefes; era ejercer la medicina reproductiva a favor de las mujeres y sus decisiones, aunque el propósito siempre fue tomar un posicionamiento político a favor ellas para poder generar narrativas distintas, y su palabra pudiera tomar otro lugar; en muchas ocasiones, se nos escapaba el discurso de la normatividad, como cuando sentíamos frustración y malestar por una mujer que había regresado a los dos meses de estar ahí, como cuando sentíamos la seductora necesidad de evadir el dolor y que nadie lo manifestara, ni siquiera ellas, de decirles que tenían que escoger un método anticonceptivo después de abortar, de sentirnos conflictuados por la propia contradicción del deseo frente a la pregunta de continuar o no un embarazo, todos aquellos deberes a la norma social, de los que nosotros como sujetos, aún detrás de los semblantes de médico o de psi-, también somos presa.

Es así que para no reproducir dichas formas, era importante estar advertidos para escucharnos cuando estuviéramos repitiendo aquellos discursos, aquellos significantes de los que deseábamos salir, acompañarlas en su salida y no someterlas de nuevo a un discurso de deber. Sin embargo, en el discurso de cada mujer, aun con el conflicto de ir en contra de todas las instituciones posibles, la familia, la pareja, el ser mujer; ellas encontraban una salida a tanta demanda, una abertura a la culpa, una grieta como posibilidad de salida de ésta. Una forma de singularizar la experiencia: en el desacuerdo del servicio, en la petición de poder hacerlo distinto para ellas, en el grito de dolor, en la canción dentro del quirófano para poder calmarse, en el “no” frente a un método anticonceptivo o “sí” frente al mismo, pero un “no” propio y un “sí” también del mismo modo. Una manera de desajustarse de la máquina para devolvernos a nosotros, los del otro lado de la experiencia, los de detrás de la bata o del título, lo necesario para no perder nuestra propia subjetividad frente a lo mismo. De cada una de ellas, nunca dejamos de aprender esas formas de seguir sosteniendo la vida.

Referencias y Bibliografía


[i] Bernard Stiegler, Patogéneis, normatividad e infidelidad del medio, 2015.

Stiegler, B. (2015). Patogéneis, normatividad e infidelidad del medio. En B. Stiegler, Lo que hace que la vida merezca ser vivida. De la farmacología. España: Avarigani.

Itzel Cruz Palma

Licenciatura en Psicología por la UAM Xochimilco. Maestría en Psicología Social de Grupos e Instituciones, también por la UAM Xochimilco. Elaboración de tesis de maestría titulada Las significaciones imaginarias en la práctica del aborto en las mujeres de la Ciudad de México. Especialidad en Clínica psicoanalítica, posicionamiento ético ante el dolor por parte del Colegio de Saberes. Estudiante de maestría en Saberes sobre Subjetividad y Violencia, por el Colegio de Saberes. Actualmente realiza práctica de escucha clínica privada y por otro lado acompañante de mujeres que se preguntan por su maternidad.