La muerte ha de ser reducida a nada”
1 Corintios 15:26
Silvia se sienta frente a mí recargando su pesada y jovial mochila sobre sus piernas, pienso en ofrecerle bajar su mochila y dejarla a un lado, sin embargo, me detengo al ver la forma tan peculiar en que la abraza.
-Por mi enfermedad no me acuerdo de muchas cosas, me dice, recién al comienzo.
-No importa, le contesté.
Desde nuestro primer encuentro sus relatos han estado cargados de diagnósticos médicos y psicológicos, tanto de ella como de dos de sus hijos. Reconozco haber olvidado la mayoría de las asignaciones médicas que me ha nombrado; no obstante, la cirrosis hepática, hepatitis C y fibromialgia dejaron huella en mi memoria.
Los abusos sexuales entre diversos personajes de su historia son parte de una mezcla discursiva muy condimentada, donde el exceso resalta incluso en los variados adornos circulares de sus dedos.
En las primeras sesiones sentí que naufragábamos confusamente en el mar de diagnósticos y abusos pero me abstuve de preguntar ¿Quién con quién?, ¿Quién tenía tal diagnóstico?, ¿Qué fue primero?
La cronología de eventos no pareció importarnos desde el comienzo, las escenas saltaban en un ir y venir agitado, lo antiguo cruzando constantemente la frontera de lo actual, todo contado con la frescura de lo vigente, de lo que duele sin importar que haya ocurrido hace más de 50 años.
Conforme voy escribiendo, reflexiono en los tiempos que se juegan en mi pensar, en su decir, en el espacio que nos convoca. Cuando resonó en mi cabeza cirrosis hepática, lo primero que devino fue un tiempo dibujado quizá por mi imaginario, un tiempo de vida, una sentencia mortífera advertida por su hígado. Sin embargo, no escucho en ella preocupación por el tiempo que le quede de vida, por el contrario, ella desea acortar el tiempo para morir ó ¿quizá acortar el tiempo para vivir?, pareciera no querer retardar más ese momento de partida, ni siquiera con un coctel de enfermedades que le podrían ayudar a reducir la espera.
Silvia ha rozado la muerte dos veces antes, su hija tres, no ha detallado cómo han sido estos acercamientos a lo que ella llama quitarse la vida, pero lleva un tiempo considerando la opción de ingerir algo certero que atine a terminar de una vez y por todas la vida de ella y de sus dos hijos, le preocupan estas ideas:
-¿Sus hijos saben de este plan?, pregunto
-No, ¡eso está mal verdad?[1], quien soy yo para quitarles la vida (Abre los ojos sorprendida)
-¿Qué se imagina que pensarían si lo supieran?
– ¡Pues 50 y 50 eh!, porque igual ellos tienen muchos problemas.
Silvia suelta la mochila, la deja a un lado, es cuando más fuerte se ve y cambia radicalmente el tono de su discurso.
En algún momento dice como parte de estas fantasías “Irnos juntos”, lo cual me hace interrogarme si es una clase de reparación por la culpa que constantemente menciona de haberlos dejado 10 años con su padre y haberse ido a vivir con su cuñado.
Rememorando sobre estas primeras sesiones, lo enlazo con otro encuentro donde vuelve a mencionar “Irnos juntos”, cuando habla de querer independizarse, salirse de la casa de su esposo e irse a vivir en un cuartito sola con sus hijos. No obstante, sus hijos no quieren irse con ella, inclusive su hijo le ha llegado a decir que lo asfixia; sin embargo, nadie ha logrado salir del incesto que habita en la casa, excepto su hija de 23 años, quien por haber salido y formado una familia aparte pareciera no contar más (ni en los planes de muerte).
Al escuchar referirse a sus hijos como si fueran pequeños, pese a que tienen 18, 23 y 28 años, recuerdo a Leclaire y su teoría sobre los tiempos coagulados, pues tal pareciera que algo en ella se hubiera quedado detenido cuando su hijo tenía 7 años, ¿Cómo movilizar eso que se quedó coagulado?.
Otro aspecto que ha llamado mi atención es la enfermedad como atenuante o justificante de las responsabilidades. Por ejemplo: “Te perdono porque también abusaron de ti y estás enfermo” “Es que por su enfermedad se altera muy rápido”, “es que ahorita que se toma el medicamento, apenas y se puede empezar a hablar con ella”, “Yo digo que están enfermos mi esposo y mi cuñado de sexo” “Mi hija abuso de su hermano porque también abusaron de ella, está enferma”, “Mi hermana y mi esposo se acostaron porque están enfermos, han vivido muchas cosas”.
Pienso en Le Poulichet cuando habla del origen “por ser ficticio y al mismo tiempo recomponerse, el origen cumple oficio de anclaje para toda la cadena de la historia”.[2]Es como si el significante enfermedad fuera el origen de todos los males, de sus olvidos, de sus limitaciones, de la sexualidad desbordante entre los miembros de su familia, los abusos, la violencia, de lo que permite y lo que reclama. Me interrogo: ¿Cómo poder llevar a un lugar de no-origen? ¿Cómo abrir una brecha en esa repetición que permita replantear la condena que augura la infancia y las enfermedades?, a la luz de Nietzsche ¿cómo hacer que el pasado no sea sepulturero del presente?
He intentado algunas intervenciones donde hago referencia a la adultez de sus hijos, a la diferencia de palabras entre culpa y responsabilidad, al posible reparto de responsabilidades inclusive en la decisión que más se reprocha culpabilidad (haberse ido 10 años). Pero aunque se muestra sorprendida ante estas intervenciones y construye un poco sobre lo que le digo o pregunto, tengo la impresión de que le molestan mis comentarios, al grado de que tras una intervención de este tipo, ella dejó de asistir por más de un mes.
Creí que no volvería, en supervisión ya analizaba mi participación para su partida, sin embargo aún quedaba la posibilidad de que volviera a llamar tras la recuperación de su esguince en el pie.
Pensaba un poco lo que dice Leclaire “¿Qué quiere significarnos con su discurso? o ¿Qué respuesta espera, que quiere ocultarnos o hacernos saber, indicarnos para que indaguemos o disimularnos para que caigamos en la trampa?”[3]
Cuando menos lo esperé, Silvia volvió a contactarme, me pidió una cita a la cual no llegó aparentemente por las consultas del seguro social que le demanda su enfermedad (de nuevo la enfermedad como justificante), finalmente regresó en una segunda ocasión y para ser honesta me alegré por el reencuentro.
También regresó su mochila con ella y su bolsita de mano bien amarrada a la muñeca. Llamó mi atención éste y otros detalles como su arreglo, su vestido, la poca mención hacia el recién sanado esguince; además de la inusual y confusa forma de utilizar los artículos tú y yo para construir su relato… Me remitió a la primera sesión en que me preguntó: ¿Puedo hablarte de tú? Quizá se refería a algo que va más allá del tú y el usted comunes.
Me sentí envuelta en su abrazo discursivo, como si yo fuera esa mochila de la que se hacía acompañar, cuando me decía: “tú sabes lo que hiciste”, “pero tú sabes que te roba”, yo sentía que me hablaba, me reclamaba, me llamaba; pero en realidad no hablaba de mí, ¿o quizá sí?
No sólo usaba el tú de manera polifónica, para referirse a la voz de su hija, hijo, esposo, cuñado (pareja), o su propia voz, sino también de una manera muy similar usaba el yo, lo cual hizo las primeras sesiones a su regreso muy enredadas.
Leyendo a Dólar recordaba a Silvia: “Habitamos en forma constante un universo de voces, somos bombardeados de continuo por voces, tenemos que abrirnos paso cada día a través de una jungla de voces y precisamos toda clase de machetes y brújulas para no perdernos”[4].
¿Cómo encontrar esa brújula que nos ubique en el espacio o ese machete que corte la repetición gozosa? ¿Habría que recurrir a dichos instrumentos en un discurso que en momentos pareciera no tener ni pies ni cabeza?, ¿Quién precisa de esa brújula, ella o yo?… Decido por el momento continuar sin más brújula que mi vértigo…
Referencias
Dólar, Mladen. Introducción y la lingüística de la voz, en Una Voz y nada más (Manantial, Argentina 2007) p.24
Leclaire, Serge.Reflexiones sobre el estudio clínico de una manifestación de transferencia, en Escritos para el psicoanálisis I (Amorrortu, Argentina, 2000) p.48
Le Poulichet.Sylvie El trabajo del tiempo reversivo, en La obra del tiempo en psicoanálisis
(Amorrortu, Argentina, 1996), p.84
[1] Coloco a propósito así los signos por ser una mezcla de sorpresa e interrogación
[2] Le Poulichet.Sylvie El trabajo del tiempo reversivo, en La obra del tiempo en psicoanálisis (Amorrortu, Argentina, 1996), p.84
[3] Leclaire, Serge.Reflexiones sobre el estudio clínico de una manifestación de transferencia, en Escritos para el psicoanálisis I (Amorrortu, Argentina, 2000) p.48
[4] Dólar, Mladen. Introducción y la lingüística de la voz, en Una Voz y nada más (Manantial, Argentina 2007) p.24