Queridos estudiantes:
En principio, subjetividad y violencia son dos palabras que revelan una disyunción, cada una como matriz de un determinado discurso y vínculo de significantes: la primera, ‘subjetividad’, anuda la individualidad, la voluntad, al sujeto, a la sujeción, a la subjetivación y hasta a la desubjetivación. Mientras que ‘violencia’, supone, fuerza, poder, dominio, potencia, agresión. Para la comprensión de esta disyunción se requieren más de un saber, es más, saberes que se cruzan y agolpan para responder a las interrogantes de nuestro mundo. En efecto, saberes traspuestos y entonces la disyunción entre subjetividad y violencia se expresa como conjunción. La “y” entre subjetividad y violencia nos revela una primera escena entre dos, una escena que ya no es la del individuo, sino la manifestación del lazo social.
El Colegio de Saberes es conjunción en múltiples formas y diversos despliegues. Es conjunción de nosotros los profesores en diálogo de saberes con otros profesores, de profesores en diálogo con ustedes los estudiantes, es también conjunción de ustedes estudiantes con otros estudiantes, y, por supuesto, conjunción de ustedes en diálogo consigo mismos. El Coloquio es la puesta en acto del despliegue de la conjunción expresada en la diferencia, en la palabra y en el silencio; cada uno de ustedes es convocado a revelar algo de esa conjunción, algo de esa comunidad de saberes. Cada uno de ustedes revelaría algo de nuestro mundo de la vida y de la posibilidad de nuestra vida ética. Revelar no es fácil, menos cuando de lo que hablamos es de subjetividades, menos aun cuando bordeamos con el lenguaje aquello que puede objetivarse como violencia, desde los dispositivos de la política, la de las instituciones como la escuela, el hospital, la cárcel; hasta, el día hoy, con la tendencia acelerada de la violencia sistémica del capital, a saber, violencia anónima, de los mecanismos psíquicos del poder y su introyección en el sujeto del rendimiento perteneciente a una sociedad aséptica de la transparencia y su consecuente producción de individuos prescindibles y excluidos, pero, además, de una violencia ultrasubjetiva de nuevos y emergentes fundamentalismos teológico políticos. De ahí la importancia de poner en palabras ya sean poéticas, filosóficas, musicales o plásticas, aquello que está tan cerca y se nos escapa a la mirada, de aquello tan claro que luego se nos presenta tan profundamente oscuro, de aquello tan fácil de decir y en ocasiones se queda atrapado en la garganta. Recuerden, no obstante, que la palabra tiene cierta similitud con la anamorfosis en la pintura, es decir, se encuentra deformada de tal modo que recupera su imagen sin deformaciones al mirarla desde un determinado ángulo; en el caso de la palabra como discurso, éste se encuentra ya formado, recto, rígido, es pues la palabra como un aguijón que se clava en el discurso para que pueda develar la propia anamorfosis para entonces deformarlo, torcerlo, quebrarlo o desquiciarlo. ¿Quién de ustedes se va a arriesgar?
Ustedes son los saberes en el Colegio de Conjunciones: Psicoanálisis y Filosofía, Literatura y Filosofía, Psicoanálisis y Literatura, Política y Psicoanálisis, Estética y Filosofía, Historia y Psicoanálisis. Son disyunciones, pero, sobre todo, la postura de la conjunción. ¿Qué saber comanda en cada conjunción? Ninguno. La y de la conjunción es el umbral de indecidibilidad que rompe el conocimiento dicotómico, inalterable, cerrado; la y es la cópula entre los saberes donde se indeterminan, sin telos, sin fundamento; la y es la condición permanente de la continuidad de un objeto y la apertura a una alteridad siempre pospuesta, siempre por venir. Ustedes interpelan los saberes, ustedes interpelan las conjunciones y las disyunciones.
Hoy día la ontología del presente nos interpela con la conjunción entre la política y la vida pues amenaza con desbordarse en lo alarmantemente colosal: la estatalidad disolviéndose ante al pasmo de nuestra mirada, la eticidad desgarrada sin la cercana posibilidad de recomponerse, la individualidad del utilitarismo desplegándose con total confort, y, sobre todo, las distintas conjunciones entre Estado y excepción, ley y perversión, seguridad e inseguridad, interior y exterior, o mejor la extimidad de la perversión, nacional y subnacional, ley y seguridad, ley y violencia, ley y subjetividad, y ley y desubjetividad. Todas estas se anudan como los significantes que comandan nuestro mortuorio presente. En efecto, más que nunca vemos en forma de anamorfosis cómo se erige el hacer saber pedagógico de la marioneta, de la artificialidad, de la prótesis de la protoestatalidad, de la ilusión óptica de la representación, de la canallada. Y, ¿qué hacer? No lo sé, me desformo de ese lugar; sí sé, sin embargo, lo que no hay que dejar de hacer, perseguir el Saber. No dejar de establecer la conjunción entre saber y hacer, y hacer saber, esta conjunción aunque es propia de la prótesis pedagógica del poder, es preciso expropiarla y reapropiarla con nuestros saberes para describir y desmontar la virulencia de la force de loi promulgada o vociferada desde el hocico de la bête, y encontrar su sin razón, su deseo programático, su gélida instrumentalidad y el despropósito des-garrante de su garra.
Hoy día en nuestro Coloquio deseo que sus proyectos interpelen el saber con su postura propia, que desplieguen el saber a contrapelo de sí mismo, que el saber sea el medio para otros medios, la conjunción para otra conjunción, que entre todos tejan un texto y edifiquen un archivo abierto, que lean con los oídos lo que cada uno tiene que decir para deformar y diferir en los saberes. Subjetividad y violencia se están jugando de nuevo, se repiten desplazándose una y otra vez, es en gerundio como debemos conjugar y conjurar el pensar y el acontecer. El Colegio es el espacio ideal para ese gerundio, y también para la palabra y para el conocimiento, lo es para dislocar las formas imaginarias y simbólicas que relampaguean en nuestro entorno, obligándonos a invocar sin más, la impostura de los saberes.
Muchas gracias
13 de enero 2018