Jack: Posibilidad de-construcción y devenir

Laura Vargas Garfias

Preámbulo

A lo largo del seminario “Las dos vertientes del ser: el sujeto y el objeto” se trabajaron una serie de lecturas encaminadas a comprender la materia. A través del presente ensayo se intenta relacionar lo aprendido mediante el análisis y una crítica de la película alemana denominada Jack.

Sinopsis:

Película Alemana: 2014

Dirección: Edward Berger

Guion: Edward Berger, Nele Mueller-Stöfan

Producción: Port au Prince film & Kultur Produktion.

Fotografía. Jens Harant

Música: Christoph M. Kaiser. Julian Maas.

Reparto: Ivon Pietzcher, Georg Arms, Luise Heyes, Vicento Redetzki, Jacob Matschenz y Nele Mueller-Stöfen.

Se proyectó por primera vez en el Festival Internacional de cine en Berlín (Berlinale, 2014)

Premios:

(2014) Festival de Berlín: Sección oficial largometrajes a concurso.

(2014) Premio Lola de plata: Mejor 2da película.

Reseña:

La película de Jack, nos presenta un niño de 10 u 11 años que tiene que cuidar de su hermano Manuel de 5, darle de comer, lavar la ropa, asear la casa, etc., porque su madre Sanna, joven de unos 29 años aproximadamente, casi nunca está en casa, soló conviven con ella cuando ella los lleva con sus amigos a algún parque o cualquier otro lugar de diversión; a su padre nunca lo conocieron.

Un día como muchos Jack y Manuel solos en su departamento y Jack como siempre, apurado por todo lo que tiene que hacer, abre la llave del agua de la bañera mientras se apresura a meter la ropa a la lavadora y preparar el desayuno, le dice a su hermano que se meta a bañar, Manuel se introduce en la bañera sin advertir que el agua está muy caliente sufriendo graves quemaduras; llora y grita, a lo que Jack auxiliándolo le dice “no sirve de nada llorar” y lo lleva al hospital. Allí, la trabajadora social pide a la madre firme unos papeles porque Jack va a ser enviado a una Residencia juvenil a causa de las quemaduras sufridas del hermano, ella se enoja y grita que no va a llevar a Jack a ningún lado; finalmente, es internado en la residencia juvenil.

Ya en la residencia Jack sigue la misma dinámica de vida que ha adoptado: hacer todo de prisa, ayuda a cocinar, limpiar, etc., respeta a sus compañeros, estudia. El fin de semana siendo día de visita, recibe una llamada telefónica de la madre diciéndole que no podrá pasar por él pues tiene cosas que hacer, prometiéndole que irá pronto; Jack sólo le pregunta ¿Dónde está mi hermano? y ella le responde que está con una amiga.

Jack se va a caminar por el lago encontrándose con un compañero que lo ha estado molestando en el tiempo que lleva en la residencia quien lo invita a nadar; cuando ambos están en el agua su compañero trata de ahogarlo a lo que trata de defenderse como puede, finalmente lo suelta y Jack sale del agua arrastrándose casi ahogado; entonces el compañero sale del lago y tomando unos binoculares que le había prestado otro compañero de cuarto y los arroja al lago, por lo que Jack toma un tronco que estaba a sus pies y lo golpea en la cabeza dejándolo desmayado, Jack le habla, pero no responde, entonces se viste de prisa y sale corriendo; decide volver y cuando regresa ya no está el muchacho ni su ropa entonces Jack se escapa de la residencia y le hace una llamada a la madre diciéndole que pasó algo grave pero que no se preocupe, va para la casa.

Lo primero que hace es ir por su hermano con la amiga, ella le dice que lo tiene otro amigo y va por él. Ya juntos se van a casa, pero como no tienen llaves no pueden entrar, dejan varios recados telefónicos y escritos a la madre en un estuche para lentes que está fuera de la puerta del departamento, refiriendo nuevamente que pasó algo grave y tiene que contarle, que le deje las llaves, que la ama.

La madre no aparece, ellos la buscan con sus amigos y novios y nadie sabe de ella, comen lo que pueden tomándolo de los establecimientos de comida rápida (leche para café, mermelada), duermen en la calle, en un estacionamiento; después de varios días, ven luz en el departamento, tocan y abre su mamá, ésta los abraza, les da mucho besos, les dice que ha estado muy preocupada por ellos, que tiene un nuevo novio y al parecer, “esta vez sí va enserio”; que cuando los conozca y se dé cuenta que son los niños más geniales del mundo, va a querer estar con ellos. Le enseña un anillo a Jack y le pregunta si le gusta, él le dice que tiene que platicar algo muy importante, que lastimó a un compañero en la residencia, a lo que ella le responde que eso no es verdad, que se siente a comer y que todo va a estar bien.

Finalmente aparece una escena donde Jack está lavándose los dientes, sentado en el borde de la bañera, cansado, ojeroso, pensativo, abre el estuche de lentes y encuentra todos los recados que le había dejado a la madre y que nunca vio, los toma y al otro día se levanta, prepara su maleta, guarda ropa para él y su hermano, lo despierta y se van juntos a la residencia juvenil.

La película suscitó una serie de comentarios y diagnósticos tanto de la madre, como de la sociedad, por periodistas, críticos de cine, especialistas, etc., colocándola dentro del cine de denuncia social, porque a través de ella se dijo, era posible dar cuenta de las familias actuales, de la conducta que tienen los adultos en el mundo, cómo los niños tienen que madurar prematuramente, que incluso Jack se había convertido en el padre de su propia madre, de la soledad de los niños, cómo es una madre egoísta e irresponsable, cómo una mujer que ha tenido la fortuna de ser madre a diferencia de otras que no la tienen, no valora la maternidad, que sólo se trata de una familia desestructurada de extracción humilde, incluso le llamaron “cine maldito”.

Lenguaje y sujeto

El niño nace en un mundo simbólico que le precede antes de nacer y en el que ya está re-presentado, mundo construido por conceptos de valores dados, realidad binaria politizada en la que el sujeto-niño, en sí no tiene injerencia, sólo es arrojado, tomado y habitado por el lenguaje permitiéndole existir a través de y por la palabra.

Existencia a la que es imposible acceder dado lo simbólico del lenguaje en un mundo de conceptos, pero a la par, sólo es posible estar en el mundo a través de él, creando realidades de verdad y mentira en donde el niño se encuentra allí fijado y donde en el sujeto mismo, el lenguaje se sostiene. ¿Qué posibilidad hay de ser a través del lenguaje? ¿Existe en su estructura la posibilidad de individuación? ¿Cómo vagar y vivir en el lenguaje antes de que llegue la muerte? ¿Estamos vivos o muertos en el lenguaje? ¿Podemos ir siendo a cada momento? ¿Qué se construye por y en el lenguaje?

El mundo simbólico nombra a cada sujeto, le da un lugar y un no lugar; en el momento en el que el sujeto pretende moverse, en un intento de alcanzar otra posibilidad que le permita escapar a lo dado, tratando de individualizarse, de crear una nueva subjetividad, de ir siendo y des-siendo, entonces allí, en ese movimiento, es localizado, nombrado, signado, señalado nuevamente por las instituciones, “reterritorializado” por todos esos otros que están fijados en el lenguaje y a la vez se encargan de fijar al otro semejante para que todos los cuerpos permanezcan en la organización del Otro simbólico.

Montaigne refiere que hay una petrificación de cuerpos anudados por y en lo simbólico; al escribir sobre la vida y la muerte, menciona que no es, por sí, un bien ni un mal, sino lugar de mal o de bien, según se haga; es decir, cómo se escriba e inscriba. Entonces se trata de buscar la posibilidad de dar cuenta en esta realidad actual, de las nuevas subjetividades en las que nace y está inmerso el niño, nuevas señalizaciones de vida y muerte simbólica.

Maquinas binarias y “reterritorialización”

Desde el discurso jurídico y a través de las ciencias psi, cómo y qué posibilidad tendría el sujeto de otro lugar dentro de las rutas de lo imaginario y sus alcances; búsqueda de vida a cada momento; ir siendo y haciendo. Deleuze siguiendo a Nietzsche, menciona que aliar el pensamiento a la vida, es saber que sólo quien puede hacerse digno de este mundo es capaz de transformarlo.

Pero cómo moverse, de-construirse, cuando a cada movimiento y búsqueda siempre se encuentra un posicionamiento nuevamente de lo simbólico; tal posibilidad puede ejemplificarse en la película de Jack. El filme permite observar el movimiento de las máquinas binarias de Deleuze que organizan el mundo de Jack cuando aparentemente éste lo ha desorganizado, una vez detectado, tendrá que reacomodarse nuevamente en la lógica binaria del poder establecido vía discurso pues como describe Deleuze, el sujeto no habla es hablado y por lo mismo, no crea sus instituciones, estas lo crean a él. Así, para normalizar la vida de Jack por haber supuestamente descuidado a su pequeño hermano Manuel, la Institución llamada residencia juvenil, primero lo señala, lo fija en el discurso y lo interna en ella, hasta que vuelva a ser considerado apto para nuevamente estar en el riel que le fue concedido y en el cual sólo debe moverse, de lo contrario, volverá a ser señalado.

Señalización institucionalizada auxiliada por la tecnociencia, construcción de un mundo vigilado que ahora le toca mirar a los niños como cuerpos de riesgo, discurso generacional que apalabra a Jack. Peteiro, en su artículo “Ante el horror: la prevención científica del crimen”, menciona que pareciera que se busca más o mejores factores de pronóstico y para ello, la mirada a la infancia a través de marcadores biológicos indirectos, que pronostiquen una futura agresividad, misma que va más encaminada a la desaparición del sujeto desde que nace. Actualmente, refiere, existe un monopolio de la medicina protocolizada, con sus guías, algoritmos y gestiones de calidad; el contexto mercantilista en el que nos movemos, facilita que todo lo concerniente a lo humano esté sometido a protocolos, incluyendo su juicio penal y la prevención de recidivas criminales. Se trata de obtener buenos resultados.

Es lógico escribe Peteiro, que una fábrica lechera tenga que disponer de protocolos de pasteurización, de envasado, etiquetado, etc.; todos ellos sometidos los correspondientes controles de calidad. Protocolo, control y calidad son términos íntimamente unidos en cualquier proceso industrial. Los japoneses fueron los primeros en hablar en su día de “calidad total” […] Desde la aparente bondad de los términos asociados a la calidad, la visión industrial no sólo afecta a productos de consumo, sino a los consumidores mismos, que pasan a su vez a ser consumidos por una superestructura impersonal. El término “protocolo”, que en tiempos se refería de forma exclusiva a la relación social, especialmente respetuosa de la intimidad, invade ahora la intimidad misma, desde sensores que nos desnudan en aeropuertos hasta registros clínicos que codifican nuestra intimidad personal en sistemas informáticos vulnerable. Más allá de guías necesarias para enfocar diagnósticos y tratamientos, estamos en un intento de transformar la práctica médica y la decisión judicial en un gran algoritmo. No es nuevo; ya en 1983, un autor escribió en el prestigioso British Medical Journal que “la libertad clínica ha muerto y nadie debe lamentarse por ello”. Bastará con definir exhaustivamente todos los protocolos posibles, empeño en el que se está, tras lo cual, cualquier sistema automatizado podrá realizarlos seguramente mejor que un médico o un juez convencionales.

Desde esta perspectiva, continúa diciendo Peteiro, es fácil concebir al sujeto como individuo muestral, un mero resultado inconsciente que dependerá de lo bien que se haya ejecutado una sucesión de protocolos: eugenésicos, médicos y educativos que serán evaluables mediante los correspondientes controles de salud-calidad siendo reparables también las adecuadas actuaciones médicas, técnicas, conductuales y jurídicas. Parece que la única aproximación realista al entendimiento del acto criminal pasa por el lenguaje, haciéndose clínica. Ninguna imagen cerebral nos podrá revelar lo que no se dice, ningún estudio genético nos aclarará una actuación si el actor no habla sobre ella, ninguna escala de psicopatía nos revelará por qué una persona ha realizado un crimen ni si lo volverá a repetir. Peteiro concluye que hoy, como en tantas ocasiones de la historia, se hace necesario retomar lo que nos es esencialmente, el discurso racional, para, desde él, tratar de comprender al ser humano incluso en su cara más terrible. Hoy, como antes, es imprescindible la palabra para denunciar lo que trata de negarla con bellas imágenes o datos numéricos.

Los teóricos del interaccionismo simbólico ya habían evidenciado lo anterior y ante las preguntas tradicionales del positivismo criminológico de quién es criminal, cómo se llega a ser, en qué condiciones, por qué reincide, qué medios ejercer para su control, invirtieron tales preguntas por, quién es definido, en qué condiciones se llega a ser objeto de una definición, qué efectos produce la definición en los sujetos y finalmente, quién define a quién.

Problema fundamental que produce el paradigma etiológico y al cual permanece fiel la mayor parte de la ciencia como también el sentido común o conciencia colectiva producida por el discurso mediático que reproduce el discurso cientista y lo rebasa creando sus propias conceptualizaciones; estigmatización que lleva a señalar a los sujetos no por lo que hacen sino por lo que son. Un ejemplo es el teorema de W. I. Thomas, fundamental para el interaccionismo simbólico: “si algunas situaciones son definidas como reales, ellas son reales en sus propias consecuencias”. Se llega así a una espiral hermenéutica que liga nuevas definiciones a las definiciones precedentes de situaciones análogas en los diferentes discursos.

Ante tal perspectiva, la conceptualización puede sustraerse a la coartada teórica que ofrecen las interpretaciones “patológicas”, semejantes definiciones refiere Baratta, deben ser miradas desde un punto científico real, como mera ficción.

En estos protocolos de calidad se da así una relación de sujeto-objeto, pero también, de sujeto como objeto. ¿Qué aparato (escáner) puede ser capaz de medir y dar cuenta de las palabras y del sentido que habita al sujeto? Montaigne escribe: Quid quisque vitet, numquam homini satis cautum est in horas. (nunca el hombre puede prever, por listo que sea, el peligro que le amenaza a cada hora).

El discurso institucional ha pretendido afianzar sus investigaciones o pensamiento en pensadores como Kant, quien al pretender retirar el poder a Dios, se lo dio al entendimiento humano, sin cuestionar los valores establecidos en el plano del conocimiento, la moral o la religión, logrando con ello sólo pasar de un amo a otro, tal como lo describía La Boétie, al referir que lo que el común de los individuos busca es satisfacer su pequeño anhelo de oprimir a todos los que se encuentran por debajo de ellos. Gozamos ser dominados, pero somos incapaces de aceptarlo. El indicio más claro es que cuando no hay a quien obedecer, cuando el tirano falta, terminamos por crearlo nosotros mismo.

De esta manera, se ha creado una tecnociencia para oprimirnos en la misma medida y para hipercomunicarnos (como los diagnosticadores, los legisladores, etc). Dentro de esta hipercomunicación se instala dice Zaffaroni el mundo paranoico, un mundo de hechos políticamente delimitado en la que se necesita la creación de una excesiva angustia social que impulsa la búsqueda de responsables de la inseguridad, que va provocando violencia contra los señalados por las instituciones como enemigo, enemigo identificado por la construcción paranoica de la realidad social y ahora el nivel de angustia desciende porque ésta, se convierte en temor, miedo a la amenaza de la emergencia desatada por el enemigo, en la que la angustia, no tiene objeto conocido, tiene objetos erráticos y en última instancia la muerte; para ello necesario el trabajo de los mass media, aceite de los engranajes de las máquinas binarias, pues como señala Deleuze, este se da a través de los medios de comunicación, menciona que los lugares comunes con que la televisión habitúa a mirar el mundo, son el modo de control más eficaz porque operan como desactivadores de las fuerzas creadoras. Mientras que su tendencia es reforzar la pasividad. Hoy se estaría asistiendo a una crisis de los espacios de encierro. Otro tipo de sociedad sustituye a la sociedad disciplinaria. “Control”, dice Deleuze, es el nombre utilizado para aludir al nuevo monstruo.

Una mirada para la vida

El niño nace en un mundo apalabrado, conceptualizado y signado de antemano. El cuerpo se convierte así en juego del lenguaje y mercadotecnia que, en un primer momento, como cuando se ve en un aparador cada objeto tiene un valor. Para cada uno de los profesionales de la conducta (maestra, psicólogo, psiquiatra, criminólogo, etc.), desde su profesión, van diciendo cuánto vale el diagnóstico que se hará al niño, pero una vez realizado, como mercancía, empieza la vida del mismo a rodar y su “futuro” irá unido al diagnóstico de los profesionistas que intervinieron; ellos seguirán caminos otros y el niño, se enfrentará ahora a otros tratamientos hasta que los padres, algún nuevo profesionista o incluso él mismo, devenga en un nuevo sentido y pueda decir “ya no más…”

Necesario cuestionar los diagnósticos y “diagnosticar” a los diagnosticadores, parafraseando a Derrida “juzgar lo que juzga, como discurso posible, posiblemente no se comprenda esta disciplina tan sistemática”. A cada acontecimiento y su multiplicidad de sentidos, recuperar la individuación, la singularidad propia ante cada hecho, descolocándolo de todo discurso estructurante, “reterritorializante” (político, jurídico, económico, educativo, moral). Nuevamente Deleuze siguiendo a Hume, refiere que los pensadores a favor de la vida, son aquellos que formulan problemas capaces de transformar los modos de estar en el mundo.

Deleuze y Foucault crearon el concepto “modos de subjetivación”, para designar aquella operación mediante la cual los individuos o las comunidades construyen sus propios estilos de vida al margen de los poderes y los saberes establecidos. El pensamiento tiene que apuntar a multiplicar tales modos de subjetivación. Los modos de subjetivación son procesos mediante los cuales se crean nuevas posibilidades de existencia.

Se trata entonces de intentar otra mirada; sacar a Jack, a los personajes de la película y a quien se pueda identificar con ellos, hacia una apuesta de vida que, escapando del lenguaje, permita descolocarse de las conceptualizaciones, deconstruirse y estallar diagnósticos institucionales.

Deleuze hace mención respecto de los libros de Foucault, que en ellos se respira un odio lo suficientemente vivo como para que de él se pueda sacar una gran alegría. No la alegría de odiar, sino la de destruir lo que mutila la vida. Entonces, intentar un vaciamiento del sentido que intenta posicionar y fijar, porque cada vez que se señala al otro, se materializa un juicio de valor, de ética, de realidad binaria, donde cada institución aplica su “saber” sin importar las consecuencias que sus conceptualizaciones producen y provocan al imponer diagnósticos a favor de la muerte posicionando a los sujetos a partir de coagular la individuación. Tal es el caso de Jack, quien supuestamente al no haber tenido cuidado del hermano, sin advertir que la situación rebasaba a ambos, el hecho es fijado como una cuestión única y acabada de su personalidad.

Parafraseando a Arendt, se trata de ir de lo banal del mal a lo banal social. Así la madre de Jack, no es ni buena ni mala, simplemente como señala Arendt al preguntarse refiriéndose a Eichmann, cómo alguien que no es un ser monstruoso, malvado, es capaz de mandar a miles de personas a los campos de concentración ¿Por qué lo hizo? Por nada, responde, es la banalidad de lo “normal”. Así, la conducta de la madre de Jack simplemente también es normal en esta vorágine actual de capitalismo, placer inmediato, “vivir” el aquí y el ahora en esa velocidad que es designada sin futuro, sin un lugar a donde ir cuando se va por todos lados. Sus palabras de amor, ternura y felicidad son palabra plena y vacía, tornándose lo más peligroso de los bienes del sujeto si no se advierte, puesto que se está fuera de la vida, pero dentro del lenguaje.

Los seres humanos, dice Freud, suelen aplicar falsos raseros; poder, éxito y riqueza es lo que pretenden para sí y lo que admiran en otros, menospreciando los verdaderos valores de la vida. Pero la vida, como no es impuesta resulta gravosa, escribe, nos trae hartos dolores, desengaños, tareas insolubles. Para soportarla, no podemos prescindir de calmantes (eso no anda sin construcciones auxiliares y menciona que quizá los hay de tres clases: poderosas distracciones, que nos hagan valuar en poco nuestra miseria; satisfacciones sustitutivas, que la reduzcan, y sustancias embriagadoras que nos vuelvan insensibles a ellas, pero estas no son líneas de fuga que enfrenten la realidad dada, son paliativos ante ella. Se trata de mirar cualquier acontecimiento como una posibilidad nueva de vida. Deleuze ve por ejemplo en la obra de Kafka, un deseo de vida invencible capaz de transformar el sufrimiento en un inagotable manantial creativo.

El momento en que Jack toma la decisión de irse con su hermano, sin reclamar nada a la madre, ni colocándose en el amor que ella dice tener y simplemente se va a la residencia juvenil, de-construye todo sentido, se mueve del lugar y deviene a la vida escapando del lenguaje, creando una línea de fuga al designar una huida por la cual se abandona lo que se debía ser para ir al encuentro de otras formas de vida. Así, Jack siempre está siendo, resolviendo, re-asiéndose, reinventándose; vi-viendo (“mirando”), en un sublime y constante devenir. Nómade en términos de Deleuze, que se aferra al medio ingrato; inventa el nomadismo como modo de respuesta activa al desafío que la realidad le impone. Está siempre deviniendo trazando líneas de fuga, pero en el mismo lugar, pero de manera diversa y singular.

Montaigne escribe que “la utilidad de vivir no consiste en el espacio, sino en el uso de la vida, y hay quien vive largo tiempo y ha vivido poco. Lo que viváis está en vuestra voluntad y no en el número de años”. Voluntad de poder es voluntad de vida; vida es poder y poder es mantenerse vivo. Cada acontecimiento tiene múltiples sentidos; el objetivo es darse a la tarea sutil de pensar cada uno y evaluar cuáles fuerzas predominan para así, poder valorar desde el punto de vista de la afirmación o la negación de la vida.

No se puede creer el mundo por el lenguaje, pero se puede “crear” un mundo con el lenguaje, aunque siempre de verdad y mentira.

 

Bibliografía

  • Arendt, Hannah. Eichmann en Jerusalém. Lumenn 4ª Ed. Barcelona, 2003.
  • Baratta, Alessandro. Criminología crítica y crítica del derecho penal. Siglo XXI Editores. 10ª Reimp. México, 20013.
  • De la Boétie, Etienne. El discurso de la servidumbre voluntaria. Terramar. Argentina, 2009.
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  • ———–. Nietzsche y la filosofía. Anagrama 9ª Ed. Barcelona 2012.
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  • Freud, Sigmund. El malestar en la cultura. 8ª Reimp. Vol. XXI. Buenos Aires, 2006.
  • Hoffman, Erving. Estigma: la identidad deteriorada. Amorrortu 10ª Reimp. Buenos Aires, 2006.
  • Montaigne, Miguel E. Ensayos completos. Porrúa 4ª Ed. México, 2011
  • Zaffaroni, Eugenio R. Masacres: larvas y semillas. Lineamientos para un replanteo criminológico. investigaciones 1. Suprema Corte de Justicia de la Nación República Argentina, 2010.

 

 

 

 

Laura Vargas Garfias

Lic. En Derecho. Especialista en Derecho Penal; Mtra. En Teoría Psicoanalítica; Doctoranda en Saberes sobre Subjetividad y Violencia.