“La falta de pensamiento es un huésped inquietante que en el mundo de hoy entra y sale de todas partes” (Heidegger, 1988)[i]
2002. Los talleres de Coyoacán. 17 hrs. Jueves. Termina la clase de danza contemporánea y Laura nos pide que nos acostemos y cerremos los ojos. Pone música que me hace sentir un hoyo en el vientre y no identifico por qué. Camino por Coyoacán, me pierdo en mis pensamientos y me pierdo en las calles. Veo la casa con un pez enorme en la pared y sé que estoy cerca de Miguel Ángel, en donde espero el camión. Me siento y recuerdo el texto Yerma (1934) de García Lorca que cargo en la mochila, me dispongo a leerlo para la clase de literatura con Israel.
A la nana, nana, nana,
A la nanita le haremos
una chocita en el campo
y en ella nos meteremos[ii]
2005. UNAM. 14 hrs. Martes. Salimos de clase con Serafín y tenemos un par de horas antes de francés. Caminamos a Arquitectura, compramos algo de comer y nos sentamos en la colina junto al CELE. Leemos y nos interrumpimos para comentar el texto que, dicho sea de paso, es árido y tedioso. Nos distrae la gente que pasa a un lado, las pláticas vecinas y algún pensamiento que no cede. No hay whatsapp, no hay Facebook y ni siquiera tengo celular. Una amiga amenazó con regalarme uno pero no le doy mucha importancia porque no me gusta mucho la tecnología y hasta me asusta un poco. Veo pasar a mi novio, me emociono y corro a su encuentro.
A partir de la reflexión en torno al texto Serenidad de Heidegger (1988) Germán nos pregunta qué hemos perdido con el uso desenfrenado de la tecnología. Pienso en esto y me vienen a la mente los recuerdos narrados. Es curioso cómo algo que me daba identidad en la adolescencia era mi desinterés hacia la tecnología. Nada más lejano a mi realidad actual. Daniel comentó en el seminario que se pregunta si sería capaz de vivir en el contexto actual sin celular y piensa que no. Me hago la misma pregunta y coincido parcialmente con él (quizá más de lo que me gustaría aceptar). Se ha vuelto una herramienta indispensable en el trabajo. Sin embargo, me disgusta pensar en lo enajenada que a veces me siento. Parece que ahora estamos al tanto de todo y de nada; la información entra con la misma rapidez con la que sale. Heidegger (1988) habla de la falta de pensamiento que con frecuencia habitamos. Pero indica que aun cuando somos faltos de pensamiento no renunciamos a nuestra capacidad de pensar.
“…en la falta de pensamiento dejamos yerma nuestra capacidad de pensar. Con todo, sólo puede ser yermo aquello que en sí es base para el crecimiento, por ejemplo, un campo” (pg. 3).
Así como en la Yerma de García Lorca existe, en potencia, la posibilidad de embarazarse, nosotros contamos con la capacidad de pensar. Creo entonces que hay que empezar por hacernos cargo de eso a lo que huimos. De, como dijo Germán en el seminario, pensar en mi vida y en la vida que me tocó vivir.
Y entonces me vuelvo a preguntar: ¿Qué he perdido? Vienen a la mente las siguientes palabras:
Derecho a detenerme.
Incertidumbre.
Aguantar la espera.
Aguantar no saber.
Conocer a otros antes de inundarme de información de la red.
Privacidad.
Posibilidad de perderme.
En el Espacio
En el Tiempo
De (para) otros
Espontaneidad.
Reflexionar antes de comunicar.
Presencia.
Pienso que he perdido algo que antes parecía natural; la posibilidad de parar, de caminar sin rumbo, de contemplar, de pensar mucho más en lo que digo (no había la inmediatez de los medios de comunicación), de alejarme del entorno y de sentir. En parte identifico que algo de esto se pierde al dejar la juventud pero creo que si bien con la madurez hay más cosas prácticas por resolver, el pensar meditativo podría estar aún más presente. La posibilidad de arraigarnos y de que, como dice Heidegger (1988):
“…nos demoremos junto a lo próximo y que meditemos acerca de lo más próximo, acerca de lo que concierne a cada uno de nosotros aquí y ahora, aquí: en este rincón de la tierra natal; ahora: en la hora presente del acontecer mundial” (p.5).
¿Qué nos queda? Si bien Heidegger (1988) nos dice que la pérdida de arraigo también procede del espíritu de la época en la que vivimos y se pregunta si el humano está preparado para enfrentar esta transformación universal, también hace una invitación a “no seguir corriendo por una vía única en una sola dirección” (p. 6). Heidegger nos invita a servirnos de la tecnología pero a librarnos de ella siempre que podamos. Decir sí y no a la tecnología, encontrar SERENIDAD PARA LAS COSAS (p.7).
2020. NARVARTE. 13:30 hrs. Domingo. Dejo de escribir y me dispongo a ponerme el casco y a treparme a la bicicleta -un gran invento del hombre-para comprar granola y mermelada; espero platicar un rato con la amiga que la produce y disfrutar del viento y del paisaje urbano.
[i] Heidegger, M. (1988) Serenidad. Ediciones del Serbal: Barcelona.
[ii] García Lorca, F. (1934). Yerma. Alianza Editorial: España.
Aprendió a hablar muy pronto y a leer el reloj muy tarde. A veces es psicóloga clínica, otras es docente y siempre es aprendiz de Alicia. Camina para escuchar y para dejarse perder. En ocasiones lo logra y entonces sueña. Desde hace 8 años coordina un espacio de juego, madera, y arte con niñ@s y adolescentes de San Andrés Totoltepec.