(In)hospitalidad escucha

Claudia López

Recapitulando los artículos anteriores. [1] La escucha proviene de una tensión y una intención, flujos que se intersectan en un espacio “entre” que denominé (in): intervalo intermedio e indeterminado donde se juegan constantemente fuerzas. En ese espacio (in)determinado se encuentra la aporía en tanto la dificultad del paso, o la paradoja en la determinación de la relación causa-efecto, y a partir de eso me pregunté ¿es la escucha una aporía?: aporía en el (in) entre la tensión e intención que genera la posibilidad imposible de la escucha. Concluí que se puede pensar el intervalo (in) de la escucha dentro del tiempo de la suspensión en lo sublime kantiano. Quedar en suspenso demora el aliento, la respiración o la siguiente exhalación. La suspensión no posee un tiempo determinado, emerge en la (in)determinación temporal. Posteriormente, en ese (in)tervalo de suspensión, encontré un cuerpo hecho de resonancias, vibraciones, en tensión; entre fuerzas que constituyen existencias. Los ecos resuenan. Entonces, estar a la escucha es un estar presente, un estar abierto a la afección, a la penetración o ubicuidad de la fuerza sonora: estar a la escucha es estar en devenir. Es estar en el (in)tervalo de suspensión donde se ingresa a una espacialidad de múltiples aperturas, allí donde “un “sí mismo” puede tener lugar”[2].

Me pregunté si el escenario analítico puede pensarse como un espacio-tiempo propicio para la suspensión, para dejar advenir. La suspensión, al igual que la escucha o siendo la escucha suspensión, emerge en la (in)determinación temporal. Entonces, estar en suspenso, estar a la escucha, no es estar a la espera, es diferir; no es un antes de que ocurra algo o un después de lo sucedido: es el acontecimiento mismo y, un umbral al tiempo (in)timo, al tiempo del ser. Escuchar la repetición, eco, rebote o reverberación del sonido implica que el analista esté abierto permanentemente a las resonancias, a las  desterritorializaciones que emerjan en el discurso: ritmos y tonos. El (in) es un juego activo y reactivo de fuerzas: maquinación de flujos deseantes. El (in) es intensidad y profundidad en donde la tensión de fuerzas distintas es la que produce. La representación de los paréntesis une y separa; son dos bordes infinitamente próximos y es la tensión entre ellos, atracción y repulsión, la que produce la diferancia entre el “interior” y el “exterior”. Es un juego de tensiones, efecto de intensidades: resonancias[3].

Por lo tanto, planteé que la escucha psicoanalítica es (in)transitiva. Derrida construye la voz media entre lo pasivo y lo activo, una voz que disloca y coloca al sujeto en la posibilidad de ser pensado desde lo singular en tanto se difiere. El ser siendo puro diferimiento, tiempo gerundio, se escucha a sí mismo y asimismo escucha desde una escucha y voz intransitiva. La escucha psicoanalítica es intransitiva en tanto devuelve la voz, es resonancia y eco en diferimiento: (in)hospitalidad.

Ahora, voy a tratar el concepto de hospitalidad desde lo que Derrida trabaja, a propósito del Timeo de Platón, como Khôra. Derrida en este texto discute con Platón el Timeo, el texto del origen como emplazamiento o yuxtaposición, es decir, Khôra como origen emplazado en donde no hay anulación o combinación, sino yuxtaposición[4].  

“Khôra parece tan pronto no ser ni esto ni aquello como ser a la vez esto y aquello. Pero esta alternativa entre la lógica de la exclusión y la de la participación (…) obedece quizás a una apariencia provisoria y a las restricciones de la retórica, e incluso a alguna ineptitud para nombrar”[5]

Derrida se pregunta sí Khôra podría convocar a un tercer género, uno fuera de la binaridad del discurso. Y piensa en este tercer género como un “desvío para señalar un género más allá del género, más allá de las categorías, sobre todo de las oposiciones categoriales, que permiten ante todo abordarlo o decirlo”[6]. Derrida habla de Khôra como un desplazamiento metonímico y dice que al intentar nombrarla y “al desplazar los nombres, esta se desplazaría de los géneros de ser a los géneros de discurso”[7] y continua más adelante problematizando con que “la metonimia se autoriza en virtud de un paso por el género, de un genero a otro, de la cuestión de los géneros de ser a la cuestión de los géneros de discurso”[8] y aclara que “el discurso sobre la Khôra es también un discurso sobre el género (genos) y sobre diferentes géneros de género”[9]. Por lo tanto, Khôra “es un triton genos con respecto a dos géneros de ser (inmutable e inteligible/corruptible, en devenir y sensible), pero también parece determinada con respecto al género sexual”. En el Timeo, nos dice Derrida, se habla de Khôra  como madre o  nodriza;  receptáculo o porta-matriz.

Khôra, más allá de su esencia,de acuerdo a lo que Derrida discute del Timeo, “es anacrónica, “es” la anacronía en el ser; mejor la anacronía del ser. Anacroniza el ser”[10] Khôra entoncesrecibe, da lugar a las determinaciones, pero ninguna le es propia. Las posee debido a que las recibe, pero no las tiene como propiedades, nada le es propio. “Esa ausencia de soporte, que no se puede traducir en soporte ausente o en ausencia como soporte, provoca y resiste toda determinación binaria o dialéctica, todo reconocimiento de tipo filosófico o, para ser más rigurosos, del tipo ontológico[11].

Derrida continua problematizando y analizando Khôra como mito y menciona que “el pensamiento de Khôra, que no participa evidentemente de la <<lógica de no-contradicción de los filósofos>>, ¿pertenece empero al espacio del pensamiento mítico? El logos <<bastardo>> que se ajusta a ella, ¿es aún mythos?”[12] Y más adelante continua: “Khôra no sólo sería tal vez el abismo entre lo inteligible y lo sensible, entre el ser y la nada, el ser y el menor ser, y tampoco, acaso, entre el ser y el ente, y menos aún entre logos y mythos, sino entre todos estos pares y otro que ya no sería siquiera su otro”[13]

Me parece que Khôra no posee un significado frente al intento por definirla, y tampoco da significado. Derrida dice que Khôraquiere decir, pero quizá como un intento por decir, no por decirse; en ese sentido Khôra quiere decir sitio ocupado, país, lugar habitado, sede designada, rango, puesto, posición asignada, territorio o región sin embargo Khôra ya estará siempre ocupada, investida, incluso como lugar general, al tiempo que se distingue de todo lo que toma sitio de ella. Derrida a propósito de pensar el espacio de Khôra, menciona que este es un espacio de exclusión que se encuentra neutralizado. Habla de que Sócrates “finge alinearse con aquellos cuyo género consiste en no tener lugar, no se asimila a ellos, dice que se les asemeja”[14] Dice de Sócrates, que se inserta en un tercer género: no es el de los sofistas,  o poetas u otros imitadores (del que él habla) , ni el de los filósofos-políticos (al que habla, proponiéndole solamente escucharlo), por lo tanto “su palabra no es ni su interpretación ni lo que interpela. Sucede en un tercer género y en el espacio neutral de un lugar sin lugar, un lugar donde todo se marca pero que, <<en sí mismo>>, está sin marcar”[15]

“Sócrates se borra, borra en sí todos los tipos, todos los géneros, tanto los de los hombres de imagen y simulacro a los que finge parecerse por un momento, como los de los hombres de acción y los hombres de palabra, filósofos y políticos ante quienes se borra al dirigirse a ellos”. Sin embargo “al borrarse de tal modo, se sitúa o se instituye como destinatario receptivo, digamos: como receptáculo de todo lo que de allí en más va a inscribirse. Su palabra recibe, en su acontecimiento mismo, más de lo que da. Él se dice para eso presto y preparado, dispuesto a recibir todo lo que se le ofrezca”[16] Khôra recibe o acepta, acoge, recoge y espera; por ejemplo “el don de la hospitalidad, ser su destinatario, (como sucede con Sócrates), en una escena de don y contra-dón”[17]. El tratamiento es por devolver el don o la hospitalidad de los discursos.

Derrida subraya que Sócrates no es Khôra pero que si ésta fuera algo o alguien se le parecería mucho y dice que “en todo caso, se pone en su sitio, que no es uno entre otro sino, tal vez, el sitio mismo, el sitio irremplazable. Y continua “ Irremplazable e inempazable sitio desde el cual él recibe la palabra de aquellos delante de quienes se borra, pero que la reciben también de él, pues los hace hablar”[18].

Entonces, Khôra es el relato de cada relato, es decir, una narración deviene continente de otra; cada relato es el repectáculo de otro. Por lo tanto “no debemos olvidar que receptáculo, lugar de acogida o albergue es la determinación más insistente de Khôra”[19]. Y Derrida continua mencionando que

“si Khôra es un receptáculo, si da lugar a todas las historias, ontológicas o míticas, que pueden contarse acerca de lo que ella recibe e incluso de aquello a lo que se asemeja pero que, de hecho, toma sitio en ella, Khôra misma, por decirlo de algún modo, no deviene objeto de ningún relato, ya pase por verdadero o por fabuloso. Un secreto sin secreto se mantiene impenetrable para siempre a su respecto. Sin ser un logos verdadero, la palabra sobre Khôra no es tampoco un mito verosímil, una historia que uno refiere y en la cual otra historia tomará sitio a su vez”[20].

En el juego de las apariencias, Sócrates al borrarse y dar de vuelta la palabra, induce o programa el discurso de quienes finge devenir ser el receptor, la escucha. Por boca de ellos, ¿quién habla? ¿Ellos mismos, los destinatarios de Sócrates, o Sócrates, su destinatario? El genos de aquellos que por naturaleza y por educación participan de los dos órdenes, la filosofía y política, queda de este modo encargado de la palabra por decisión de quien se excluye de su genos y aparenta pertenecer al genos de los simuladores[21]

Pensar la escucha a partir de lo que Derrida construye como khôra proviene de las preguntas y argumentos que he generado en los trabajos previos.  Cabe decir sin embargo, que lo he inferido a partir de una resonancia que encuentro en Derrida sobre este concepto ya que él no trabaja a khôra cómo la escucha. Sus reflexiones en torno a Khôra me llevaron casi inevitablemente a pensar las resonancias que crea con el (in) y con lo que pienso en relación al escenario analítico. 

Ese espacio analítico que se construye a partir de composiciones  o  devenires míticos, así como sucede en el Timeo. Tránsitos que producen espacialidades-tiempo. ¿cómo se da el tránsito por esa espacio-temporalidad mítica en el escenario analítico? Si Khóra traza  bordes móviles donde no hay paredes ¿el espacio analítico es Khôra?: un espacio (in), espacio inconsciente, donde se reformulan los propios bordes.

Sylvie Le Poulichet en “El arte de vivir en peligro” responde a la noción de composición desde la poiesis y dice que el psicoanálisis necesita de ella para repensar la escucha a partir del concepto freudiano de construcción. Al leerla encontré resonancias que me permitieron anudar aún más a Khôra con la escucha. Aunque no lo mencione en su texto de manera explícita,  a mi parecer Le Poulichet  retoma ciertos aspectos del pensamiento de Derrida sobre los cuales es posible bordar la hospitalidad, los intervalos y la disposición- composición de los escenarios analíticos.

Entonces desde Derrida y Le Poulichet es necesario replantearse: ¿puede pensarse Khôra como una composición desdibujada? ¿A partir de qué elementos se construye la composición? ¿Toma las mismas notas y recompone, reinterpreta o reconstruye a partir de ellas? ¿cómo se hacen nuevas composiciones?  En este sentido la escucha analítica “no procura “aplicar” ni verificar un saber, sino proseguir, tras la huella de Freud, la exploración de los procesos psíquicos”[22]  A mi parecer, la travesía de la escucha analítica apuesta por la creación de la ausencia del objeto y me pregunto si ¿La sublimación, a través de la escucha, estaría en la creación de bordes a partir de lo que no tengo, con el vértigo de lo que no soy pero que está en devenir?  ¿Cabría pensar el crear en el sentido de abrir, y abrir no como fin, sino como (in)tervalo en el proceso de sublimación? No es crear sino estar creando, estarse creando: abriendo caminos de significación.

La creación de esa ausencia implica un intervalo de suspensión compositiva en donde el movimiento de las piezas llama al vértigo: el vértigo de sostenerse en la suspensión, en el anacronismo donde el tiempo parece detenerse para poder  entonces pensar. El espacio analítico es una creación del transito, (in)tervalo vertiginoso donde la sublimación abre huecos. Sylvie menciona que el análisis implica una apuesta clínica importante en donde se pone en juego la capacidad de “escucha e invención del analista e incluso su “movilidad psíquica””.

Le Poulichet se pregunta si “¿El arte del peligro no es (…) un estilo de devenir psíquico entre otros, que la clínica analítica debe reconocer y sostener como tal, apartándose de toda intención normativa?”[23] la autora responde que “el análisis puede disponer un lugar de resonancias y redespliegues de los algos, vale decir, un tiempo de recaptura de los “trazos generadores” [24]”. Y dice que si se cumple esa condición, el análisis es un lugar posible de escritura de la historia, “recomposición que sólo puede imaginarse en la distancia establecida por un humor y una poesía propios del acto analítico”[25]. Dice Sylvie que, “se trata de tomarse el tiempo del vacío”[26] ¿Y cuál es ese tiempo? ¿Cuál es el tiempo de la escritura, de la escritura  de la historia? ¿De cuál o cuáles historias? ¿Qué ficción se escribe en ese tiempo? y ¿Qué se inscribe en esa desubjetivación que no atraviesa por el tiempo cronológico? ¿Es el tiempo de Khôra que anacroniza el ser? Siguiendo a Sylvie, dice que es una prueba que analizante y analista ensayan juntos para dar lugar a la primera persona del singular y recomponer nuevamente en su historia. Dice que es “la capacidad misma del analista para habitar un vacío lo que puede sostener este proceso, así como su aptitud para dar curso a su propia incompletud”[27]

Me abordan las siguientes preguntas: ¿A que se refiere a habitar ese espacio vacío? ¿Es posible hablar de espacio vacío? ¿No se trataría de la (in)hospitalidad propia de la escucha analítica que implica habitar siendo huésped en la casa propia? Entonces ¿Cómo se juega la (in)hospitalidad en el escenario analítico? ¿Qué es lo que se hospeda en términos de fragmentos? ¿Cómo es el gesto hospitalario?  Y ¿Es posible pensar la escucha analítica como khôra ? Es decir, ¿Cómo se produce la hospitalidad en la borradura? ¿Qué hospitalidad es posible allí? ¿Se trata de una hospitalidad en transito en tanto khôra ? ¿De una (in)hospitalidad de khôra como contenedor que no contiene?

Las piezas rotas caen de forma distinta, sin pegarse; donde se construye una nueva frontera o borde que en sí misma puede ir cambiando en la temporalidad efímera. “Nombrar lo innombrable y figurar lo infigurable”[28].

Bibliografía

– Clement Rosset. El objeto singular. Madrid: Sexto piso.

– Derrida, Jacques. Khôra. Buenos Aires: Amorrortu. 2011.

– Derrida, Jaques. Márgenes de la filosofía. Madrid: Cátedra, 1994.

– Jean Luc Nancy. A la escucha. Buenos Aires. Amorrortu.

– Lacan, Jacques. Escritos. España: Siglo XXI. 2009.

– Le Poulichet, Sylvie. El arte de vivir en peligro. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión. 1996

– Martin Heidegger. Ser y tiempo. Madrid: Trota.


[1] http://territoriodedialogos.com/escucha-posibilidad-imposible/, http://territoriodedialogos.com/magdalena-posibilidad-imposible-de-la-escucha-y-el-decir/.

[2] Jean Luc Nancy. A la escucha. Buenos Aires. Amorrortu. Pág. 33

[3] http://territoriodedialogos.com/escucha-cuerpo-y-resonancia/

[4] “El Timeo nombra Khôra (localidad, lugar, espaciamiento, emplazamiento) a esa <<cosa>> que no es nada de aquello a lo cual, sin embargo, parece <<dar lugar>>, sin dar jamás nada, empero: ni los paradigmas ideales de las cosas ni las copias que un demiurgo insistente, con la idea fija bajo los ojos, inscribe en ella (…) khôra, también llamada <<matriz>> o <<nodriza>>, se asemeja no obstante a un nombre propio singular, a un prenombre, anterior, a la vez maternal y virginal” Derrida, Jacques. Khôra. Buenos Aires: Amorrortu. 2011. Pág. 11.

[5]  Derrida, Ibídem. Pág. 16

[6]  Derrida, Ibídem. Pág. 17

[7]  Derrida, Ibídem. Pág. 19

[8]  Derrida, Ibídem. Pág. 20

[9]  Derrida, Ibídem. Pág. 20

[10] Derrida, Ibídem. Pág. 24

[11] Derrida, Ibídem. Pág. 34

[12] Derrida, Ibídem. Pág. 35

[13] Derrida, Ibídem. Pág. 42

[14] Derrida, Ibídem. Pág. 51

[15] Derrida, Ibídem. Pág. 52

[16] Derrida, Ibídem. Pág. 53

[17] Derrida, Ibídem. Pág. 54

[18] Derrida, Ibídem. Pág. 55

[19] Derrida, Ibídem. Pág. 65

[20] Derrida, Ibídem. Pág. 66

[21] Derrida, Ibídem. Pág. 75

[22] Le Poulichet, Sylvie. “El arte de vivir en peligro” Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión. 1996 Pág. 11

[23] Le Poulichet. Ibídem. Pág. 42

[24] La cursiva es mía. A partir del anacronismo ¿Qué  escritura se escribe? ¿Qué ficción se escribe? ¿Qué se inscribe en esa desubjetivación que no atraviesa por el tiempo cronológico? ¿Cómo se sale del momento vertiginoso de la sublimación? Retomando a Nancy en la ofrenda sublime: transformación de todo motivo de presentación, el resultado de la sublimación es la transformación que puede tener el sujeto en sus formas de presentación en el mundo, es decir, el resultado es un nuevo proceso de subjetivación.

[25] Le Poulichet. Ibídem. Pág. 42

[26] Le Poulichet. Ibídem. Pág. 68

[27] Le Poulichet. Ibídem. Pág. 68-69

[28] Comentario del Doctor Octavio Chamizo durante el seminario agosto-diciembre 2018

Claudia López

Claudia López Psicoanalista se desempeña como docente a nivel preparatoria, licenciatura y posgrado. Estudia el doctorado en el programa Subjetividad y violencia del Colegio de Saberes en el cual desarrolla el tema Escucha: posibilidad imposible. Ha sido beneficiaria del programa jóvenes creadores del FONCA en la categoría de ensayo creativo.