Emoción y afecto en el principio de individuación

Aline Lavalle Henaro

I

La génesis de mi investigación ha ido por distintos lugares, habiendo comenzado por una indagación desde la fenomenología de Husserl motivada en una constante presencia del concepto de configuración en mi pensamiento. Este concepto lo trabajé como estudio de maestría para lograr pensar el espacio que se crea a nivel perceptivo cuando ocupamos en el decir la partícula Y ; tal como se oye mi estudio en aquel entonces trataba de ver si era posible, cómo se interiorizaba en el sentido más gramatical del tema una conjunción suponiendo que esto verdaderamente tuviera un lugar en términos del cambio de posición subjetiva desde la fenomenología de Merleau Ponty y por eso lo titulé la Mirada en Y.

Posteriormente el interés que me llevó a ocuparme en los estudios de doctorado fue precedido por una curiosidad en términos ya no sólo del plano cartesiano del lenguaje , es decir del modo como se emplean las palabras bajo una elección fenoménica. Si no del momento incoactivo en el que el cuerpo y la energía logran cambiarle a una mente de destino.

“La percepción es entonces no sólo el encuentro de los objetos aislados en el mundo sensible sino el descubrimiento de un sentido más elevado, del sentido del universo, del lenguaje del destino.”[i]

Lo que esto busca expresar es la existencia de una dimensión preindividual en la cual la emoción genera operaciones de cambio de orden ontogenético. El principio de individuación propone una orientación hacia la realización del gesto y la emoción, porque siendo que “el ser humano es contemporáneo a todos sus elementos”, son una forma de relación de la materia y la energía. Mediación de órdenes compatibles en fracciones de magnitud, así pues, una mediación interior permite comunicar un orden de magnitud cósmica con un orden de magnitud infra molecular. En la fenomenología de la percepción el cuerpo se orienta hacia un campo virtual de movimiento, el principio que sostiene esta tesis se funda en una nueva axiomática de la forma, en la cual el cuerpo es la condición de la posibilidad del flujo del devenir.

En el inicio yo retomé el concepto de configuración que les he compartido la cual tiene influencias muy importantes en la filosofía sobretodo aquella que tiende a recuperar al cuerpo desde la pregunta que se ha efectuado así: la unión de la mente y el cuerpo chez Malebranche, la unión del cuerpo y el espíritu chez Leibniz y para no continuar la cadena erudita, hasta la relación entre psique y bio chez Simondon.

Desde ahí abrí un espacio de reflexión que desde la dureza de los conceptos y desde la intuición lograba agudizar varios perfiles de la posible orientación de mi estudio final, el concepto de configuración se empata con la relación energética de la emoción y el afecto como potencia de resonancia en el nivel preindividual.

Entonces también estuvieron presentes poetas como perfectos ejemplos de la radical diferencia entre una partícula lingüística y sus colosales cambios de sentido Y la realización de la figura literaria y filosófica como expresión de un camino que no tenía fin ahí, es decir que no se contentaba con hablar en esos términos sino como la revelada sospecha de que la configuración trataba de algo más. Ese algo más es la lectura que creo atinada que hago de Simondon respecto a la percepción.

Así pues, lo que hubo estado en una apenumbrada luz bajo el techo de la intelectualidad pura, tomó fuerza estética logrando hablar de la somatización desde los procesos de individuación que promueven un cambio de postura física, biológica, psíquica, social, y en el mejor de los casos amorosa. Esta operatividad de cambios que Simondon llama allagmática, la trabajo desde la búsqueda de la geneaología de la intención y de la intensión, siendo la cualidad de lo intensional;  “entre lo indeterminado natural y el aquí y ahora actual” lo que permite ir saliendo del dualismo materia y forma para poder así observar la propuesta de Simondon: Una revalorización de los intercambios que hay entre las fases en un individuo que está en procesos relaciones y otro que está en otros proceso relacionales, generan un código que se inserta en lo alquímico y lo tecnológico. “El devenir es el ser desfasándose de sí mismo” El campo espiritual alude a la manifestación de la mediación suspendida entre inmanencia y trascendencia.

Si vemos los fenómenos por encima de la percepción, sostendremos que siempre hay contenidos y sustancias que se aíslan de sus formas como si existieran dos mundos separados para los cuales solamente una experiencia trascendental podría ligar. Pero si experimentamos la percepción, descubrimos que el espacio es una dimensión del medio en donde lo exterior y lo interior se relacionan conforme a un cambio de magnitud o dicho simondonianamente: diversos intensivos. La precepción entonces es entendida como la génesis de una energía potencial donde la compatibilidad y la incompatibilidad al interior de un dominio del viviente tensan el campo y permiten la individaución. El cuerpo y el movimeinto expresan de manera perfecta esta tensión.

En el mundo filosófico de Simondon, el “individuo está genéticamente constituido por una condición energética y una condición estructural que prolongan su existencia”[ii], fotón, frecuencia, ondulación, sonido, qualia, quantum, son requisitos para poder pensar el cuerpo desde el proceso de individuación que propone Simondon. Se trata de coeficientes de intensidad que se traducen en señales sutiles, como el gradiente de la luz.[iii]  Así pues, hacia donde vamos con esto en la tesis es pensar el proceso desde el gesto primitivo hasta su devenir en realidad virtual, no separable, disparation la energía, la velocidad, la luz, el sonido, el movimiento, son requisitos para el proceso de individuación, mismo que cancela la hipótesis sustancialista, no sólo al postular la inter-penetrabilidad de una diada, sino al incluir el factor del cuerpo como emoción y la conciencia como transitividad. Mismas que dan lugar a las posibilidades de la potencia en acto. Los conceptos son individuos vivos y por tanto latentes en procesos de intercambio de energía.[iv] voluntad y libertad son conceptos que proceden del espíritu, mismo que expresa una cierta carga de realidad pre-individual, capaz de aportar al ser una nueva realidad”.[v] Lo psíquico es una inmersión en la realidad pre-individual, y conceptos como libertad y voluntad son la relación trans-individual que registra las insuficiencias de un cierto psiquismo (razón) para solucionar conflictos, a éste podríamos darle la tonalidad del espíritu en Spinoza, de la emoción en Simondon “provoca la reflexión sobre la naturaleza de los afectos” -no de los efectos como lo querría la versión idealista-, “lo desconocido del cuerpo, lo inconsciente del pensamiento, abren la posibilidad al ser de conocerse él mismo”[vi]. Por tanto, las formas no están sueltas ni solas de percepción, de hecho una percepción es la captación de una forma, no desde la estructura de la forma como lo es un círculo o un cuadrado (aquí la radical diferencia con Kant y su a razón de a priori) Para esta propuesta la forma es una génesis. 

Mi investigación toma tres modelos para explicar la relación de fases y la información que se crea: el niño , el chamán, el yogui. Con estos tres modelos busco acentuar la relación humano animal y el intercambio energético que ocurre en cada uno de ellos con estas relaciones y que, a mi modo de ver, permiten entender el terreno de la percepción más allá de la humana.

El enlistado que hago da a pensar que entonces se trata de repensar la naturaleza del espíritu, la materia del cuerpo, y la directa reflexión a que esto lleva que es, dicho de nuevo, la “diferencia” entre energía animal y energía humana.

“Nada se opone teóricamente a que haya una posibilidad de intercambios y alternancias entre un sistema biológico y uno psíquico”, dice Simondon. Debido a esto, es que la física y la química son elementales dentro de esta filosofía. La primera lo es, porque desde la electromagnética se sostiene la importancia del campo con la que el fenómeno de transducción se puede comprender, es el medio que permite entrar-en-relación al electrón y sus trayectorias, el fotón y sus dobles sombras.

La segunda lo es por la complejidad combinatoria de las valencias en los elementos de la tabla de Méndeliev y que deja ver la conversión de la estructuras endógenas de un elemento, es decir, desde su dimensión infra molecular hasta la macro molecular. Así pues, con estas muy breves explicaciones acerca del marco referencial con el cual Simondon desarrolló su tesis concibiendo al individuo como un centro metaestable de energía potencial, intentaré describir la riqueza de su filosofía de la percepción, en el ámbito de lo espiritual como intención.

Todo lo que crece, todo lo que se desarrolla y se propaga implica dimensión del porvenir; en este sentido, no es sólo el sujeto, sino el mundo, con los seres que encierra, el que contiene porvenir perceptible bajo la forma concreta de un inicio de desarrollo.

Con esto último mi pasión hacia el mundo que propone Simondon se volcó a un interés que reconocía su propio reconocimiento ahí como si la lectura de la vida me fuera por primera vez revelada. El corazón de la tesis de Simondon reside en que “ni la idea de inmanencia ni la idea de trascendencia pueden completar los requisitos de la operación de transindividuación” El verdadero proceso de transindividuación pertenece a una simultánea y recíproca posición.  Para ir entendiendo lo que significa transindividual falta decir cuál es su modo de uso: un transductor: Un transductor: un canal para la transformación de un movimiento físico en otro modo energético, aquel de la energía potencial. Así pues, los modelos que utilizo serán vistos con la luz de estas operaciones y del modo de uso de sus relaciones transductivas: marcha del espíritu que sigue al ser en su génesis. La transducción es una operación que insiste en la realidad de los medios energéticos, el acceso al tiempo de gestación de la percepción como momento creativo de orden multifacético en el eterno proceso de individuación del sujeto.

Para nosotros, el niño, el pintor rupestre, el yogui y el chamán son modelos arquetípicos de transindividuación. Porque en el momento en que el  niño  una forma está informándose de una potencia energética que autoconstituye el reino de la forma, , el esquema corpóreo como un arco que modula la tensión se hace visible en este proceso. El hecho de informarse, (ojo con Kant y lo a priori) hace del individuo un proceso que tiende al dominio de la transmutación de lo psíquico, así la forma es una psicosomática y lo que quiere decir eso en términos de cuerpo es que lo que se incendia es el sistema bioenergético que sacude el cuerpo en tanto presencia de una fuerza que le excede en el sentido de que le orienta hacia una extensión.

Para completar un poco más la presentación de Simondon, puedo decir que sus influencias fueron Merleau Ponty y Bergson, por un lado, y las novedades de la física cuántica por otro; Simondon sostuvo una relación con Nietzsche que sólo se entiende cuando habla sobre la ontogénesis como la dimensión del individuo donde la emoción “se hace” crisis.  Este será el lugar que ocupa la naturaleza afectiva en Simondon y que celebra la percepción como un “viaje a la intimidad de la materia” según Jacques Roux. Estos procesos se unifican en la resonancia interna. Por resonancia interna, se entiende “el rapport entre el individuo y la energía potencial.” El escenario de la resonancia es lo metaestable. Ya que no es un nuevo individuo el que se crea, sino como ya dije antes, un nuevo dominio del ser que se prepara. Son las magnitudes, las que sacan los sistemas de información y orientan una sensación. La descripción técnica que acabo de hacer permite observar la importancia de lo preindividual como zona impersonal, sólo así se puede entender la espiritualidad en Simondon, eso y aquella sabiduría no-humanista a la que convoca.

De ningún modo pretendemos decir que la individuación física produce la individuación vital: queremos decir solamente que la realidad no ha explicitado y desarrollado todas las etapas posibles de la operación en el sistema físico de individuación, y que queda aún en lo real físicamente individuado una disponibilidad para una individuación vital. Simondon

Más allá de superar el hilemorfismo y el sustancialismo la propuesta de Simondon de quien me proveo en ideas para desarrollar esta reflexión, propone una filosofía que en principio tiene como objetivo pensar la naturaleza, no su origen sino su llegar a ser. La renovación del concepto mismo de naturaleza en él, invita a pensar la realidad y el espíritu como fases de múltiples dimensiones, con esta idea, el ser no es estable, sino meta estable, es decir potencia en discontinuidades, información en forma, simetría radial y movimiento individuante. Con estas premisas podríamos concluir entonces que este tipo de filosofía renueva la metafísica desde la relación con el cosmos y con la ontología. Siendo que no pre existe una determinación tal como un universal estático sino como el carácter espiritual de la transmutación, transfiguración y transformación de la información. Y es momento de decir que aquel concepto de configuración fue próspero como herramienta puesto que la percepción son elecciones de información espacial.

Se dice que Simondon es el filósofo de las emociones, él crea una psicología propia a ellas y lo hace desde la explicación de la percepción.

La percepción aparece como un acto de individuación operado por un viviente para resolver un conflicto en el que entra con su medio. En esta perspectiva, percibir no es ante todo captar una forma sino que es, en el seno de un conjunto constituido por la relación entre el sujeto y el mundo, el acto por el cual un sujeto inventa una forma y modifica por ello su estructura propia al mismo tiempo que la del objeto, no se percibe sino en el interior de un sistema tenso del que uno es un subconjunto.[vii]

Es muy importante no perder de vista la natural inclinación de Simondon a algunos símbolos provenientes por ejemplo del taoísmo para hablar de este campo metaestable capaz de servir como un voltio mental que testimonia el lugar -no hilemórfico- Hay un agujero en la representación hilemórfica, que hace desaparecer la verdadera mediación, la operación misma que une a las dos semicadenas entre sí al instituir un sistema energético, un estado que evoluciona y que debe existir efectivamente para que un objeto aparezca con su hecceidad.[viii] de la relación que opera como encuentro del dominio espiritual del viviente. Hablamos de viviente, porque para Simondon, lo psicogenético prueba que hay más problemas psíquicos que un individuo psíquico.

Y la espiritualidad no es un estadio de la conciencia sino una tal que reúne por un proceso de desfase y de dimensionalización, las manifestaciones del ser, las fases del ser, y el sí mismo es decir el campo del intercambio de materia y energía entre órdenes de realidad y magnitudes de ser.

II

La relación de cuerpo y mente es la transducción, su campo es la emoción.Es la emoción la que dirige todo. La propuesta es a pensar sobre la vida genética de la emoción, esa vida que antecede al tono emocional y que es la que en su más incipiente proceso de individuación permite genealogizar el cuerpo afectante y afectable. Antes del afecto está la emoción. En esta cuestión de observar paso a paso la génesis de la emoción (nunca nacida siempre en nacimiento) vemos que las emociones son el devenir del todo. Una emoción que después del largo trayecto va descargando una cara de la relación es ya una percepción. Entonces la percepción es la fachada del colmenar de las emociones.

La emoción es el cuerpo desnudo de mi espíritu. La emoción es la volubilidad del alma. El gesto la voluptuosidad.

Simondon piensa lo psíquico como el resultado de sub-individuaciones del viviente. Sin embargo esto que se puede asimilar intelectualmente de modo más o menos satisfactorio no ocurre sin su campo, la emoción. Lo somático propio de este roce , de la inducción, quizá ya podemos nombrar: de la transducción, es el medio ambiente del cuerpo y la mente. Las creaciones del individuo en su operación  de materia espíritu vinculan emoción y percepción, cuya subdivisión es el afecto.

La emoción entonces es el color de la energía. Y esa energía acentuada pinta el deseo desde donde se respira la vida.

Los niños los pintores rupestres los chamanes y los yoguis respiran la vida de manera singular.

La descarga de la realidad que ellos comparten tiene que ver con un origen pre individual.  Es decir que en las paredes escenográficas de la captura del mundo por los sentidos eligen información que se ha informado por soluciones de crisis perceptivas de un modo singularmente relacional. De ahí la frase de Simondon: la relación tiene valor de ser. En esas relaciones, se es. Y ser aquí es de nueva cuenta colocarse en el nivel de la naturaleza tal que nos compete: como emoción.

La emoción tiene como destino ser, la emoción tiene como destino la relación. Porque de ningún proceso anterior fue otra cosa. La respuesta de Simondon al aristotelismo desde el taoísmo es clara. La fenomenología no inicia la vida simbólica, si no que es la imagen la que compone los opuestos que declinan o motivan sus complementariedades. Por eso Simondon no busca el lenguaje, por eso el zen busca el zen porque el símbolo funciona como una materialización coadyuvante (el símbolo) es un vehículo a nivel de carga energética que sirve como voltios de la imagen mental lo cual permite responder preguntas claves para indagar el campo espiritual tipo ¿cómo puede haber una relación entre el plano de la intención y el plano de la intuición? o ¿cómo la sensación es una orientación?

Esta actividad propia de la percepción requiere trascender la tensión; esta afirmación del cuerpo como hemos dicho, provoca la intensión, es pues un proceso más de la fase o del medio del campo espiritual, donde la imagen rompe con los dualismos lógicos ya que “anticipan potencialidades perceptivas” y generan una zona de emoción[ix] que alberga la semilla que sonoriza la acción, la llamada resonancia interna. Misma queatiende al principio de transducción al que apunta Simondon como la operación en la cual la potencia de un individuo se desenvuelve visiblemente como fase del ser, y en la cual la potencia no se trata de un ámbito virtual si no de la actualización de la potencia de la estructura del individuo; devenir.

La resonancia, logrará que en ese sistema se mantenga la metaestabilidad, es decir, su carácter siempre preindividual. Ahora bien, tratándose del campo psíquico, que resulta de una individuación de lo viviente así como lo somático, las operaciones que atraviesan a los individuos para el proceso de cambio, atienden a la intensidad con la que el cuerpo se ve afectado por otro cuerpo, extrayendo su efecto expresivo.

La imago que carga la incoactividad de cada tipo de emoción tiene una trayectoria un tanto más veloz que la consciencia.  Por eso el reconocimiento a un animal incluso antes de saber de él precede nuestro panorama de selección natural. Hay una elección post perceptiva y hay una recolección de instantes psíquicos y físicos que conmueven a la imago de cuya individualización devendrá la emoción gestáltica que degenera en código (perceptivo).

III

Cuerpo

El cuerpo es un canal material de intensidad. Simondon declara que “el universo interior es emotivo tanto como el universo exterior es perceptivo”. Lo que esta declaración tan sucinta sugiere en el pensamiento de Simondon, es un intercambio de códigos afectivos que conectan interior y exterior: el psiquismo y lo colectivo, tiempo y espacio, y cuya resonancia interna es “la marca del devenir”. El valor ontológico de esta relación es la transducción.

Simondon y algunos de sus lectores ponen el ejemplo de un futbolista: el futbolista no es el sujeto del juego sino un canal material para la catálisis del acontecimiento afectante: el contacto del jugador con el balón. La potencia del juego es un canal para la transformación de un movimiento físico en otro modelo energético. Lo que verdaderamente está en juego es el movimiento de los actos intensionales que surgen de esa potencia en acto.

Así mismo, heredero del legado de Merleau Ponty, Simondon sabe que un cuerpo es un punto nodal de expresión. De ahora en adelante, pensemos el cuerpo como la orientación que adquiere respecto a las modulaciones, algo así como la cualidad de lo intensional. Simondon sostiene que “la realidad no ha explicitado todas las  etapas posibles de la operación en el sistema físico de la individuación y que queda aún en lo real físicamente individuado una disponibilidad para una individuación vital”.

En conclusión, lo más relevante es que Simondon sostiene que es la afectividad que orienta al viviente en su cuerpo. Hasta podría decirlo de nuevo: es la afectividad quien orienta al viviente en su cuerpo. Pensemos en un viviente cuya motricidad está a penas desarrollándose, alguien que no puede orientar su cuerpo según el esquema corpóreo, puesto que aún no se apropia de ese dominio de su ser, pero que se orienta en el territorio-cuerpo, gracias a la imagen. En ese estado es un haz de tendencias motrices y así podrá integrar la experiencia afectiva en una acción emotiva: relacional.

La imagen es la agrupación de motivos que capta un viviente en cuanto captura su pregnancia. Dichas tendencias motrices atraviesan el leib sein mientras que en un tiempo previo absorbieron información del medio. En una muy aguda descripción de las operaciones, esta fase y su temporalidad permiten una anticipación del encuentro con el objeto: “el viviente comprende en sí mismo mediación entre dos órdenes de magnitud” y por ello es virtualmente la relación que relaciona.

La postura del cuerpo es tan importante como que es la única manera de responder a lo que somos forma y materia. Si no hay encuentro real entonces nuestra emoción se pierde y nosotros con ella sin ella.

Se habla de reencuentro, con Simondon estamos hablando de todo esto. Son reencuentros.

La importancia del recuperar a Simondon desde un lugar que no es con el que se le suele hacer, reside en trastornar la creencia en un tipo de mente fuera del lenguaje en el cuerpo, no entraré en problematizaciones respecto a si el cuerpo hace lenguaje o no. ya que de entrada podríamos afirmarlo. Pero sí quiero acentuar que el tipo de cuerpo al que Simondon se está refiriendo tiene que ver con un cuerpo más dotado del mundo mágico, y menos de la culturalización del deseo. Por lo cual Simondon es capaz de aseverar que “El ser individual lleva consigo un porvenir de significaciones relacionales a descubrir” Esto quiere decir que en un mundo de principios de individualización el cuerpo que se descubre es un cuerpo que reencuentra la relación de la emoción, esto es que la emoción lejos de quedar siempre en otro lugar al que se le podría acceder mediante la rubricación de su autor palabra, se le tiene en el centro de la relación con el cuerpo, quizá por eso sea inhóspito a los humanistas mal dotados de atención en su cuerpo el pensamiento técnico de Simondon, el cual, lo que hace es tonalizar la fuente del afecto con su proceso sui genéreis de genetización .

IV Bioenergética

Para aclarar este punto relativo a la forma quizá sea necesario echar mano de figuras sobre el cuerpo desde su propuesta bioenergética. Para Simondon la incompletud o la parcialidad (eso velado) ya sea, físico, vivo, o psíquico siempre está en relación con un medio asociado.[x] Así pues todo movimiento necesita energía, para formar en la materia un modelo de acción. Esta actividad propia de la percepción requiere trascender la tensión; esta afirmación del cuerpo en su libertad y en su voluntad, como hemos dicho, provoca la intensión, es pues un proceso más de la fase o del medio del campo espiritual, donde la imagen rompe con los dualismos lógicos ya que “anticipan potencialidades perceptivas” y generan una zona de emoción que alberga la semilla que sonoriza la acción, la llamada resonancia interna.

La mente está llena de imágenes procedentes de la carne y de imágenes procedentes de las sondas sensoriales especiales del cuerpo. A partir de los descubrimientos de la neurobiología moderna, podemos no sólo decir que las imágenes surgen en el cerebro, sino también aventurar que una enorme proporción de las imágenes que surgen en el cerebro están modeladas por señales procedentes del cuerpo propiamente dicho.[xi]

Finalmente podemos decir que se trata  a la materia y la energía  desde la noción de devenir de un estado metaestable

La propuesta de Simondon es que la relación entre éstos modifica las estructuras internas estructuras internas órganos e imágenes.

Ahora bien, anoté que Simondon menciona “la intuición también”, pero lo que antecede a esta inclusión en el enunciado es: “la transducción no es solamente marcha del espíritu; es también intuición.” Agamben retoma a Simondon quien comprende la espiritualidad como: “la conciencia del hecho de que el ser individuado no lo está del todo.”

Pese a la agonía del individuo por el no-todo, la permanente individualización del viviente permite inventar formas. Esta invención psicogenética logra configurar aquella zona oscura ( la realidad impersonal ) plena de imágenes. En el sentido más gestual de Simondon, esto es el espíritu.

Esa zona, a diferencia de lo que sostiene el psicoanálisis, no se acumula en el inconsciente esperando advenir en un síntoma. Si bien Freud dijo que “no es cómodo elaborar sentimientos en el crisol de la ciencia”, Simondon lo hace con entusiasmo: cada caso de individuación es singular, el desfase discontinuo y progresivo de la relación que ha de sostener e inventar entre lo pre-individual y la parte constituida, descubren ”la operación misma que une a las dos semicadenas entre sí al instituir un sistema energético, un estado que evoluciona y que debe existir efectivamente para que un objeto aparezca con su hecceidad”.

Uno de los eslabones de la cadena es la soledad. El carácter necesario de la soledad permite dejar de hablar a los hombres y hablar al sol, como reclamaba Nietzsche. Así pues, desde ese lugar del desfasarse consigo mismo, el individuo deviene en gesto relacional. Lo que me gustaría hacer notar es que Simondon nunca habla del lenguaje.

De nuevo Agamben dice: “La intimidad con una zona de no-conocimiento es una práctica mística cotidiana”. Esa mística desde el pensamiento de la relación que abre la filosofía de la percepción, no sólo permite evidenciar por qué los niños muy pequeños pueden reconocer los animales que ven por primera vez sin recurrir a una analogía exterior a sus cuerpos. Ó de cómo la mirada, alojada en los ojos, “que es el signo del intercambio de la intención entre dos vivientes”, hace “sostener juntos dos términos en la distancia unificadora de un Y”.

La propuesta es renovar la intención de ese viaje a la intimidad de la materia que nos sostiene en el mundo de la percepción como relación espiritual.


[i] Gilbert Simondon, Curso sobre la percepción, Cactus, Argentina, p 44.

[ii] Gilbert Simondon, A la luz de las nociones de forma e información, Cactus, p. 128

[iii] Ibid, p. 306

[iv] Ibid, p. 192 Nota a pie: Esto sería verdad si se considera el mundo físico como materia y como sustancia; pero ya no es cierto si se considera como algo que contiene sistemas en los que existen energías potenciales y relaciones, soportes de información. El materialismo no toma en cuenta la información.

[v] Ibid, p. 202

[vi] Phénoménologie et individuation, Nicolas Dittmar, études Simondoniennes, p 154.

[vii] Muriel Combes, Simondon, una filosfìa de lo transindividual, Cactus, p 75.

[viii] Simondon, La individaución a la luz de las nociones de forma e individaución, Op. Cit p 37

[ix] Cfr. con la zona oscura en Simondon.

[x] Bernard Aspe, Simondon, J Vrin. p 22

[xi] Joseph Campbell Las extensiones interiores del espacio exterior. Atalanta, p 107.

Aline Lavalle Henaro

Aline Lavalle Henaro, historiadora, maestra en filosofía y psicoanalista, tiene una investigación sobre la conformación del cuerpo, y las vías prácticas a las que recurre permiten poner en relación distintos lugares de la reflexión filosófica. Actualmente es doctorante por el colegio de saberes.