De camino al Habla

Alma Rosa Pineda García

El recorrido que hasta ahora se ha transcurrido alrededor del lenguaje ha sido sin duda una serie de movimientos significativos. Lenguaje: un concepto que fácilmente obviamos pero que debajo conecta con diversas reflexiones. Meditaciones que impactan: la forma de percibir lo exterior (lo que de manera coloquial llamamos mundo/realidad), lo que absurdamente llamamos “verdad” y al “lenguaje” mismo, o bien la idea que de lenguaje tenemos (he tenido).

El lenguaje después de este tiempo se me figura una gota de tinta cayendo en la transparencia del agua, atravesándola, recorriéndola, transformándola, eso que parecía encapsularse en una oscura consistencia, cae de pronto formando o develando una serie de movimientos y trazos. Así, una reunión de palabras ahora se reconfigura dando lugar a pensares diferentes.

De este breve, pero no por eso menos vasto recorrido, hay una serie de significantes que van saltando una y otra vez: espacio analítico, escucha, silencio, palabra, tensión, ahora se une otro: el habla.

Aún con las tensiones, confusiones y derrumbes parte de repensar no puede más que conectar con el habla poética, con la poesía, así sin más ¿de qué otra manera podríamos pensar y narrar el mundo si no de forma poética?  ¿qué otra forma podría ser la más cercana a una narración lo “suficientemente” cercana a ese exterior y a ese interior? ¿cómo convocar el hablar poético?

Heidegger[i] lleva a repensar el hablar, más allá de obviedades y en la “obviedad”: “el habla habla”. Después de recibir un poco de soporte a mi intento fallido de lectura, o si no de lectura, de comprensión, una luz tibia atraviesa nuevamente el pensamiento, un poco a modo de la suerte de esperanza que leí en Stiegler en Pasar al acto, donde miraba la cara benévola del lenguaje-suplemento.

Ahora el habla se hace mirar (escuchar), mirar a modo de concepto que se lee para pretender, ya si no ser comprendido, ser pensando, reflexionado, un modo otro del “habla”, reflexionar al habla misma.

Agrego entonces: ¿qué es el habla en el espacio analítico? ¿de qué modo (s) se habla en el análisis? ¿qué hay de la escucha? ¿qué hay del silencio? Son varias cuestiones que, aunque son cotidianamente pensadas y pronunciadas, justo por ello suelen ser obviadas, seguramente nada de lo que escriba o reflexione sea novedoso pero estas últimas experiencias permiten valorar también la importancia de evitar obviar y movilizar lo que se ha pensado una y otra vez. ¿No es también parte del trabajo analítico? Sí, mantener en movimiento el psiquismo, reconfigurar nuevas rutas… No solo del trabajo analítico: de la existencia misma, también.

Esta lectura y las preguntas recién planteadas llevan a conectar y rescatar un pequeño fragmento de la reflexión a propósito de lo pensado con Stiegler, entonces escribía:

La palabra en el espacio analítico me parece de momento uno de los más bellos artefactos no de comunicación sino de escucha, ese que acude (analizante) se escucha a sí mismo en la multiplicidad de significados de su discurso.

…pienso el espacio analítico como un lugar en el que se inaugura una lectura más allá del lenguaje y justo en la imposibilidad de escapar a él, pero en el que logra acontecer un tejido de soporte que atraviesa, que bordea, que sostiene la existencia del sujeto, hilos generados justo por la tensión entre diversos elementos de la vida. Una palabra encarnada pensando el cuerpo que es cuerpo, en tanto está en relación con el otro, una palabra encarnada, en tanto es escuchada/leída.

Ahora entonces transformo el texto que no deja de moverse, que sigue siendo. Rescato las preguntas: ¿qué es el habla en el espacio analítico? ¿de qué modo (s) se habla en el análisis? ¿qué hay de la escucha? ¿qué hay del silencio?

El habla en el espacio analítico me parece uno de los más bellos modos no de comunicación sino convocantes de la escucha, ese que acude (analizante) se escucha a sí mismo en la multiplicidad de significados de su hablar (poético)

…pienso el espacio analítico como un lugar en el que se posibilita una escucha más allá del lenguaje y justo en la imposibilidad de escapar a él, pero en el que logra acontecer un tejido de soporte que atraviesa, que bordea, que sostiene la existencia del sujeto, hilos generados justo por la tensión entre diversos elementos de la vida (habla). Un habla encarnada, singular, un habla que se escucha, guardando silencio.

Me parece que existe un hilo conductor entre el “habla” (escritura) de Stiegler y el habla heideggeriana, es decir, el pensar de Stiegler sobre el proceso de individuación que en Heidegger es pensado como habla, el habla heideggeriana como ese modo singular de hacer mundo de las cosas y el dar lugar o de intimar con las mismas por medio de la escucha.

Una especie de escena se monta en la cabeza imaginando a un hombre convicto, hablando-se desde la singularidad de su hablar y de su voz (escritura) y dando cuenta de eso hablado (escrito) guardando silencio para escuchar-se. Conceptos más, conceptos menos, no sería oportuno omitir las diferencias que en estos pensares existen, pero sí reconocer las similitudes, me permito entonces atreverme a hacer convivir estos hablares sosteniendo la mirada (escucha) atenta a lo que ambas visiones tildan de importante: la singularidad (individuación, habla), la escucha y el silencio.

Y de estos elementos no puedo dejar de ubicar su movimiento en el espacio analítico, pensando (escuchando) el habla como un hablar poético, no porque quien acude (analizante) construya las metáforas más bellas (algunos lo hacen), si no rescatando la cualidad del hablar poético o lo poético de su hablar, el hablar del poema como un decir-expresar en más de un sentido[ii], escuchar lo que no se está diciendo, permitir que esa habla invoque a venir a las cosas para hacer mundo, sostener la posibilidad de ese hablar singular como aquello que otorga morada a la esencia de los mortales[iii]. El espacio analítico como aquel sitio donde la desgarradura (silencio) se escucha, reconociendo que lo que se tiene frente nunca se podrá atrapar, pero sí convocar desde la intimidad del silencio.

¿Cómo hace mundo quien acude a análisis? Con el habla, no está de más no obviar y repensar estas palabras y conceptos, habla como configuración singular del mundo y la cosa, habla como morada del ser, habla como aquella que convoca a la cosa a venir, recordando que el mundo y las cosas no están uno a lado del otro, se atraviesan mutuamente: [iv]. Intiman, intimidad pensada no como fusión sino como lo que es íntimo, mundo y cosa, deviene pura distinción (diferencia), silencio; que tiene correspondencia en la escucha para que aquel que acude ex-propie la cosa para apropiarla a la quietud de la cuaternidad, pensando que tal expropiación no sustrae en nada a la cosa, al contrario, la lleva a lo que le es propio: a que demore mundo.

En una actualidad donde los hablares se desvanecen, donde los discursos gritan repeticiones maquinalmente dejar de obviar parece preciso: retomar el espacio analítico como como un espacio de transgresión en el que el analista en similitud con el pez, aquel de Stiegler, salta fuera del agua, se separara de ese mundo pre-individual, de esa alienación pre-individual de la cultura: guardando silencio.

Y pensar el silencio como un punto medular no solo de angustia sino de espacio a la singularidad, a la individuación, al habla. Agrego a las notas de mi segunda reflexión:

Habla, intimidad y escucha como transgresión y como posibilidad, y añado un recordatorio preciso que conservo de este recorrido: no obviar reflexionar, escuchar.

Referencias y Bibliografía


[i] Martin Heidegger, El habla, 1979.

[ii] Ibíd., pág. 18.

[iii] Ibíd., pág. 22.

[iv] Ibíd., pág. 26.

Heidegger, M. (1979). El habla. En M. Heidegger, De camino al habla. Barcelona: Del Serbal-Guitard.

Alma Rosa Pineda García

Actualmente cursa estudios de maestría en el Colegio de Saberes.