A esto vino el hombre

Jose Luis Bobadilla

a esto vino el hombre

al viento vino a sus peixes

al vino

vino

vino además al huerto

a la ladera verde al mar

a los caminos sonrojados por la tierra vino también

a aprender de la hormiga que atraviesa la estufa

a meter los dorsos las palmas de las manos al algodón de azúcar

a los sonidos diversos de las flautas

a la resonancia del cuero del venado

al bufido del búfalo

anterior posterior vino

al vuelo

del halcón de la hoja

al tocón y a la euforia pasajera

a la invención

a la víspera antes de la extinción del fuego circundado de amigos vino

al grito pelado y sin sentido

a la aviación

al mango y al azul

el azul y el pistache

el pistache y aquellos otros verdes

el del quetzal o el más oscuro del musgo

vino a roer los huesitos

a rajarse las plantas de los pies

a lamer y lamerse cuando llega la hora porque llega

al hibisco a la orquídea el clavel

son tantas esas flores

y todo todo todo

el semen el lenguado la palmera el carrusel

sin otra cosa que estar ahí

nomás

la rosa es sin por qué

como el color amarillo

ya habrás llegado a venus

donde un rumor de voces extranjeras

azotan la azotea

donde los cocoteros silban

y una voz veloz se escapa a toda comprensión

donde tu pelo crespo deja apenas pasar

un poco de aire

el oxígeno no viene de los árboles

donde tus pechos morenos son

son todo acaso

uñas de lumbre

llamas

es el comienzo de tu nombre

alguna vez un río

un río de agua terrosa nos permitió besarnos

y una lluvia finísima bajo a tocarnos

como cuando ya no

donde la lluvia

la garúa significó al más

que todo y gracias

conversaciones lentas

un desayuno breve

huevos y jugo de naranja

pero un día distinto antes caminamos un poco más que media cuadra

agua de río terrosa

agua de río  enredada

melena turbia se quedó

no aquí

la pura cicatriz

la densa nube marrón

que siempre es diferente

no te vayas

quédate por favor

en el  centro mismo de la vida

esto nunca jamás será lo que ahora es

el vino aquí a mi lado no es realmente una compañía

quedémonos nomás

en el maldito manto del mundo

una palabra

una ocasión

no será

nunca será

nada más que aquello

que haga vibrar un canto

un canto indiscernible

un zopilote que bajará hasta aquí

donde nunca jamás

sabremos que hemos sido

y por lo mismo

una pregunta habrá

cada vez que la flor y el fuego

sean algo

y no va a terminar

es infinita o infinito esto que podemos llamar amor

y que no es otra cosa

que el vuelo del halcón

que tantas veces vimos

tomados de la mano

no en un balcón

sino el campo raso

en un peñasco duro

inmensamente duro

como todas las cosas que no fueron

lo que debió pasar

*

estas manos han tocado

los pechos de leche de la emperadora

estos dedos han entrado en la entraña

de la húmeda cueva

ella no sabe

pero nunca jamás

sentirá más deseo

que con las manos que recorrieron

su entraña

hay navajas que brotan de las

moras

y en su filo va el brillo de su

redondez

amenazas no son las que del gozo

vienen

sino aquello que un ladrillo del

miedo

te rompe un pie

de los potros que pastaron en tu

sexo

no me arrepiento de haber sido el

último

más sabías más querías más

buscabas

y un roce de tus dedos hoy es casi

tanto como destellos de libélula

una tarde de enero y el frío

nos unió

pero así

como si acaso nada

un pendiente que oscila

una incierta vidita

dirán que esto es tal cual

mas no

aquí nomás

con anhelo de decirte flaca

pero no

no por flaca

flaca estás

pero es muy tarde

y reviso un libro que dice alienígena

y yo quiero decir marciano

prefiero

un coche y otro coche

avanzan sin cesar

igual que la imaginación y los suspiros

atrapado en una terraza por la lluvia insistente

miro los fresnos del camellón

miro los pata de vaca con sus flores

de ese tenue rosa

revolotear

en una atmósfera húmeda

de sexos

Jose Luis Bobadilla

Ciudad de México, 1974. Licenciado en Literatura Latinoamericana (UIA). Formó parte del consejo de la revista El poeta y su trabajo dirigida por el poeta argentino Hugo Gola. Ha sido profesor de literatura en la Universidad Iberoamericana, Centro y el Claustro de Sor Juana. Actualmente dirige la revista Mula Blanca y es editor del sello MaNgOs de HaChA (MdH). Ha publicado Aquí (Poemas. Oak, 2001); Tanto depende de… (Poemas. MdH, 2006); Las máquinas simples (Poemas y ensayos. Tierra Adentro, 2009); y La realidad (Tres nouvelles. ERRR BOOKS, 2015). Preparó y tradujo la antología Grahhr (Compañía, 2005) de Michael McClure y el Wen Fu de Lu Chi (MdH, 2010). Publicó junto con Ricardo Cázares una traducción de Pedazos (MdH, 2010) de Robert Creeley, y ha traducido además a Saigyô, Robin Blaser, Cid Corman, Bei Dao, George Oppen, Tom Raworth y Chris Torrance entre otros. En el 2014 aparecieron en Chile, Veytia (Nouvelle. Editorial Cuneta) y Un mundo, (Poemas. Libros La Calabaza del Diablo). Su último libro publicado es Sueños de Victoria (Luz y Sonido, 2017). Colabora regularmente en publicaciones nacionales como la revista La Tempestad e internacionales como la revista Sibila dirigida por el prestigioso poeta brasileño Regis Bonvicino.