Si hubiera un pueblo de Dioses,
se gobernaría democráticamente
Jean-Jacques Rousseau
Con este epígrafe abre Nancy su ensayo “La verdad de la democracia”, enmarcado en los 40 años del 68 francés. Esta provocadora cita de Rousseau nos encamina a pensar sobre el modo en el que nos organizamos para vivir en grupo. Quizá Voltaire afirmaría con ironía “Este es el mejor de los modos posibles”, aún cuando la democracia tal y como la conocemos haya engendrado los totalitarismos y holocaustos, Cándido sería aleccionado para convencerle que ésta es la mejor manera, ya que cualquiera otra sería peor.
Encontramos ecos de esta reflexión en otros dos pensadores que 4 siglos antes se preguntaban, ya no en el régimen democrático sino en el monárquico, por la obediencia que los hombres prestaban al soberano. La Boétie propone que el hábito es lo que hace que los muchos cedan su voluntad al uno que ejerce el poder: “como siempre hemos obedecido, es más fácil seguir obedeciendo”, a esto agrega la religión y la superstición quedando así un conjunto de axiomas encaminados a sostener que obedecer es hacer el bien; Spinoza por su parte, en el prefacio a su tratado teológico-político formulará que “el gran secreto del régimen monárquico consiste en engañar a los hombres y disfrazar con el hermoso nombre de religión el miedo con que los esclavizan, de tal modo que creen combatir por su salvación cuando combaten por su servidumbre”1. En ambos encontramos una preocupación por el modo en el que la dominación mantiene su eficacia y vigencia, para Spinoza y La Boétie es la instrumentalización que hace el soberano del miedo (entre otras) la que crea las condiciones para la obediencia, además de la administración que hace de los afectos por medio del pan, el circo y el castigo ejemplar.
Reflexiones posteriores han echado luz sobre este mismo problema; Benjamín nos propone pensar el fin último del derecho en términos de violencia ejercida para hacer prevalecer su condición conservadora de derecho. Derrida agregará que el fundamento de la autoridad es la fuerza ejercida por el soberano, en el acto se encuentra la enforceability de la ley, misma que sería envuelta en un aura mística. Sin acto no hay fuerza, ni autoridad. Agamben en Homo sacer afirma que “el ingreso de la zoe en la esfera de la polis, la politización de la nuda vida como tal, constituye el acontecimiento decisivo de la modernidad”2 y dará continuidad a la reflexión foucaultiana en torno a la bio-política. La profundidad con la que estos y otros pensadores han abordado el papel de la ley está lejos de haberse agotado y este no es el lugar en el que lo haremos, es más bien una coordenada que tomamos para navegar en dirección a las corrientes psicoanalíticas que han abordado la problemática.
Tomando como referente la obra de Freud intentaremos señalar algunas ideas relevantes para entender la relación del ser humano con la ley y el vivir en sociedad. Si bien es sugerente pensar que la relación del sujeto con la ley es del orden de lo individual y el vivir en sociedad atañe a lo grupal o comunitario, es sabido que tal separación es siempre artificial y ficticia, aunque pueda servir provisionalmente para profundizar el análisis de una cuestión compleja, es en última instancia siempre múltiple e imposible de deslindar los efectos que tienen mutuamente individuo y sociedad. Propondremos el estado de desamparo original como concepto pivote que nos permita hablar de aquello que tiene que ver con el fundamento inconsciente de la obediencia a la ley.
Desamparo
La indefensión en la que nace el ser humano le sirve a Freud para formular teóricamente el desamparo original (Hilflosigkeit), a saber, la necesidad que tiene el recién nacido de un otro auxiliador (Prójimo) para prolongar su vida, haciendo éste las intervenciones necesarias en su cuerpo para aliviar del frío, el hambre y tantas otras amenazas que sobrevienen al bebé para aliviar la tensión, ahí cuando aún no es capaz de hacerlo por sí solo. Esta condición generalizada de la vida humana organiza la primera polaridad psíquica, a saber afuera-adentro, (Ausstossung y Bejahung) que, como ya hemos subrayado en trabajos anteriores comienza a dibujar una especie de umbral o borde entre el mundo y “sí-mismo”. El placer y displacer vendrán después, pero no mucho después, sino en un tiempo lógico inmediato que acompaña la constitución del adentro. Hacemos referencia al tiempo lógico, pues no es propiamente una experiencia en presente remitida a un “yo” sino que nachträgleighkeit se irá construyendo una experiencia del pasado. Surge la pregunta a propósito de saber, si el placer es previo al adentro y afuera ¿dónde o quién siente el placer? Por el momento no ahondaremos en ello, tan solo queremos resaltar la importancia que tiene esta propuesta. Quizá uno de los pasajes más citados de la obra de Freud sea el que refiere “el inicial desvalimiento del ser humano es la fuente primordial de todos los motivos morales”3 pero el vínculo entre uno y otro no está del todo claro, sabemos que en la segunda tópica el yo siente angustia de la pérdida de amor del superyó y que, represión mediante, los imperativos de autopunición y acciones de penitencia (especialmente en el obsesivo) suelen convertirse en satisfacciones sustitutivas para el yo: al cumplir con el mandato del superyó conserva su amor y aumenta el valor de sus preceptos morales. De cierta manera, solo de cierta manera, el yo asimila al síntoma convirtiéndolo en rasgo de identidad. Esta constelación de factores es, la forma más aguda satisfacción vinculada al superyó, dejando al sujeto con poco espacio subjetivo, constreñido a lo que siempre ha sido “bueno” y con angustia frente a todo aquello que amenace con generar una leve diferencia. Este singular trayecto subjetivo no es experimentado por todos ni todas. Es por ello que creemos conveniente repasar el argumento freudiano en las etapas libidinales más tempranas.
En Pulsiones y destinos de pulsión Freud nos dice que el proceso por medio el cual se desarrolla y construye el principio de realidad en el ser humano pasa, o atraviesa por 3 estaciones: yo realidad inicial, yo placer purificado y yo realidad definitivo. En la primera el yo-sujeto se encuentra originariamente en la vida anímica investido por pulsiones, en esta época el mundo exterior no está investido y es indiferente para la satisfacción; a esto le seguirá el yo-placer en el que el yo-sujeto coincide con lo placentero pero el mundo exterior no es indiferente sino que “introyecta” aquello placentero para lograr la coincidencia purificada del placer, y además expulsa lo hostil. Así se organizan las primeras polaridades placer-displacer y adentro- afuera4, cuando el sujeto pase del narcisismo a la etapa de satisfacción de objeto, en esa comunicación, se configurará aquello que nombramos como yo realidad definitivo, que intentará coincidir con el principio de realidad. Esta realidad en la que se construye el yo no es definitiva, pero sí sirve de orientación del sujeto en el mundo.
Retomemos el papel que tiene el Prójimo auxiliador quien inscribe la primera vivencia de satisfacción, en el desarrollo del psiquismo no solo el yo coincide con el placer, sino que los designios del prójimo serán también valorados como buenos y deseables. El estado de indefensión en el que se está frente al Prójimo añade una tensión relevante, pues se atribuye una especie de capacidad de redención al prójimo, pero desagradarle nos puede poner al filo de una condena y castigo que amenace con nuestra vida. Agradar a este Prójimo sería un objetivo principal del infante, pues la amenaza de perder el cariño de este ser protector, podría arrojarnos a una reedición del estado de desamparo. Es esperado que no se juegue la vida y la muerte siempre, y que se pueda mudar a vínculos de ternura y rechazo en los que la psique esté comprometida en aspectos menos absolutos, Pereña dirá que pasar por un psicoanálisis tendría que ver entre otras cosas con aceptar la ambivalencia, pero podemos ver posiciones subjetivas que aún temen la muerte cuando uno de sus objetos de amor se ausenta. La inscripción psíquica inconsciente carece de juicio racional, por lo que la amenaza de la pérdida de cariño puede ser equivalente a la amenaza de destrucción de la vida. Los motivos morales serán organizados no solamente en términos de placer y displacer, sino que se orientarán desde tempranas etapas de la vida, a esas figuras del otro que hacen semblante de amor.
Existe además del desamparo original una segunda estación por la que transitamos los seres humanos y que está vinculada íntimamente a la primera, a saber, la ley de la separación del cuerpo de la madre vinculada a la ley de la castración y el complejo de Edipo. No solo tiene que ver con la forma en la que se inscribe psíquicamente la diferencia sexual, sino que
La ley de la castración oxigena e ilumina el malentendido del cruce de demandas dispares, al hacer del otro una memoria viva en vez de una interpretación muerta. Sin ella ese malentendido del cruce de demandas se convierte en exigencia infernal: voracidad de una demanda que sin la castración es como un agujero negro que absorbe toda la energía vital. La ley de la castración no se promulga ni se interpreta, se inscribe en el cuerpo.5
La posibilidad de que el vínculo no sea solo hostil, sino de estar abierto a la posibilidad del deseo, se inscribe en ese momento de la castración. Deseo no quiere decir necesidad, así como ausencia no quiere decir abandono. Es la inscripción en el psiquismo de una dimensión que no es del orden de los polos, sino de la incertidumbre, de aquello que queda abierto.
Abandono
En 1914 Franz Kafka publica bajo el título “Vor dem Gesetz”6un cuento breve en el que un campesino acude ante la ley y en la entrada encuentra a un guardián al que le solicita acceso, pero éste se lo niega para otro momento, después de días y años de espera, el campesino con su último aliento le pregunta al guardián porqué nadie más ha intentado entrar a la ley, y este le responde que esa entrada estaba reservada únicamente para él, habiendo dicho esto, da la vuelta y cierra la puerta. Muchas hipótesis sobre el origen del cuento se pueden hacer: la relación con su padre o el proyecto siempre fallido de matrimonio con Felice Bauer7. Sin embargo, este cuento ha sido motivo para que grandes pensadores contemporáneos aborden el tema de la ley en occidente.
Agamben se remonta a la Grecia clásica y descubre que hay dos términos distintos para referirse a lo que hoy llamamos vida: zoe nombra el simple hecho de vivir, común a todos los seres y bíos que indica la manera en la que un grupo o individuo vive. A lo largo de su obra Homo sacer nos invita a pensar la forma en la que la vida ha sido tratada en Occidente, desde la antigua Grecia hasta el holocausto judío, poniendo énfasis en la gobernabilidad y la política que se ha construido según el entendimiento que se tiene de la vida en determinado momento de la historia. El concepto de “soberanía” es clave, ya que la ley en su soberanía tiene la facultad de incidir no solo en bios, sino también en zoe. Los esclavos son el ejemplo sobre el construye su argumento pues estos no eran considerados ciudadanos pero sí parte de la polis.
No hay un afuera de la ley. La relación originaria de la ley con la vida no es la aplicación, sino el Abandono. La potencia insuperable del nomos, su originaria <fuerza de ley> es que mantiene a la vida en su bando abandonándola.8
La inclusión de toda la vida en su dominio es fundamental, es aquello que da validez a la ley, sin embargo, no toda la zoe tiene las mismas condiciones dentro de la ley. El campesino espera toda su vida en la entrada para lograr acceso, y, de hecho, esa entrada está reservada solo para él, pero qué quiere decirnos Kafka con su angustiante cuento ¿entramos o nos quedamos en el frontispicio? ¿y qué relación tiene esto con el psicoanálisis y la obediencia?
Intentemos responder a la primera pregunta con distintas imágenes de nuestro tiempo, por ejemplo las personas trans y los migrantes. Son formas de vida que por distintas razones sus documentos de identidad son inexistentes o inválidos, sin ellos los Estados no tienen claridad acerca de cual es la forma de vida prevista en sus marcos jurídicos. He ahí uno de los factores por los cuales la ciudadanía es una pugna para muchos grupos vulnerables ¿pero solamente para los vulnerables? Pareciera que no del todo, creemos seguir a Agamben, si decimos que todos estamos incluidos en la ley pero con mayor o menor grado de abandono, es decir, la garantización de los derechos no es igual para todos, e incluso si estás incluido en esa supuesta mayoría, tampoco existe una seguridad de que serás defendido por las fiscalías del Estado si un derecho es vulnerado. Agamben rescata la etimología del abandono citando a Nancy,
Abandonar es entregar, confiar, o librar a un poder soberano, y entregar, confiar o librar a su bando, es decir a su proclamación, a su convocatoria y a su sentencia. El abandono siempre es con respecto a una ley […] El abandono no constituye una citación de comparecencia bajo una u otra imputación legal. Es una obligación de comparecer absolutamente ante la ley, ante la ley como tal en su totalidad. Del mismo modo, el ser expuesto en bando no significa quedar sometido a una determinada disposición de la ley, sino quedar expuesto a la ley en su totalidad. Entregado a lo absoluto de la ley.9
El angustiante relato de Kafka nos parece que trasciende las fronteras de los argumentos jurídicos y se instala en una lógica del inconsciente. Desamparo original y abandono podrían tener cierta resonancia. La experiencia de estar expuesto de forma plena a ese umbral que no tiene contenido ni significado, quizá esté inscrita psíquicamente en todos. El a-bandonado es quien no tiene bando, pero está incluido y comparece indemne a la totalidad de ese Prójimo. En el desamparo original el auxiliador tiene tal alcance en parte porque no es parcial, ni él ni su dominio. Por otro lado, la soberanía en su fundamento tendría la fuerza de hacer aplicable la ley a la vida/zoe, este ejercicio de fuerza es la que la mantendría vigente y suscrita por hombres y mujeres.
Empero, aun no queda del todo expuesto el vínculo que observamos entre el cuento de Kafka y el psicoanálisis, nos hace falta traer a colación un último elemento que pertenece a Scholem, el de vigencia sin significado, con el que indica el estado de la ley en el Proceso. Este le sirve a Agamben para indicar la paradoja de la que todos quienes vivimos bajo el mando de una ley somos parte,
Todas las sociedades y todas las culturas (con independencia de que sean democráticas o totalitarias, conservadoras o progresistas) han entrado hoy en una crisis de legitimidad, en que la ley (entendiendo por este término el texto entero de la tradición en su aspecto regulativo, se trate de la Torá judía o de la Shariá islámica, del dogma cristiano o del nómos profano) está vigente como pura <nada de Revelación>. Más ésta es precisamente la estructura original de la relación soberana, y el nihilismo en que vivimos no es otra cosa, en esta perspectiva, que la salida a la luz de esa relación como tal.10
La relación es paradójica ello consiste en que la ley aumenta su fuerza cuanto menos significado se le atribuye. Cualquier predicado que se haga sobre ella fraccionará su dominio. Sin embargo, esto parece contradecirse con la gran cantidad de artículos, leyes, códigos, reformas y demás legislaciones. Nos parece que no hay contradicción, sino ambivalencia. En un sentido lo propio de la ley es incluir tanto zoe como bios para regularles y darles un lugar específico de abandono, pero el hecho de que las cartas magnas del mundo aumenten en contenido no les otorga significado propiamente.
La lectura que hace Agamben del cuento de Kafka consiste en entender al campesino que espera por años la inclusión en la ley, siéndole negada cada vez, como alguien completamente radical. Dando su vida misma para mostrar que la puerta de la ley en realidad se cierra, que no “es accesible para todos y en todo momento”, según el mismo relato, este es el problema del que, según la lectura de Agamben, tendríamos que lograr desembarazarnos y construir una forma de gobierno que entienda distinto la soberanía.
Habría mucho más que decir desde el terreno filosófico y político, pero antes de pasar a otro asunto podemos recordar el tratamiento que Derrida da a las policías, para él, el oficial de policía opera como ejecutor de la ley pero también como legislador. Es en la cotidianeidad donde encuentra las situaciones no previstas en el marco jurídico y que en el momento decide como proceder. Imaginémonos por un momento siendo detenidos por un policía en la calle, la experiencia de estar ante la policía, o compareciendo ante un juez pareciera no ajustarse a los niveles de corrupción e impunidad en distintos países. De ahí que “Ante la ley” siga suscitando comentarios y reflexiones a más de 100 años de distancia.
Podría preguntársenos ahora si el desamparo original es permanente, si acaso no el desarrollo humano consigue facilitarse a sí mismo sus necesidades, además, de si no habría formas distintas de relacionarse con la ley. En efecto esto es cierto, no estamos afirmando que todos participamos igualmente del acuerdo/desacuerdo con la ley, sin embargo, habría situaciones específicas en las que se actualizaría el desamparo, experiencias de extrema vulnerabilidad que tendrían esto como fondo. Estado de desamparo y abandono se acompañarían desde terrenos distintos para revelar la exposición que se tiene frente a la ley.
¿De qué ley hablamos?
¿Estar originariamente desamparado y abandonado ante la ley asegura su obediencia? De ninguna manera, no todos nos relacionamos con la ley o la autoridad igual. Freud construyó un concepto que da cuenta de la moral, los ideales y la tradición, el superyó llega a la obra de Freud en 1923 y las aproximaciones que fueron esbozando al concepto final son tan ricas como las aportaciones posteriores. Quizá el primer trazo con el que se inicia la pesquisa de esa instancia en el aparato que vigila los pensamientos, tiene origen en la Introducción del Narcisismo. En los tres capítulos que forman el texto, afirmará que no es correcto considerar que el yo como instancia sea originario, sino que debe ser desarrollado. Probablemente la semilla de la que florecerá el yo y también el superyó sea His Majesty the Baby, discurso de la instancia parental que proyectará sobre el recién nacido las aspiraciones de los padres, siendo este el momento crucial en el que reconocerán no haber alcanzado todas las aspiraciones y sus ideales. Hablar al recién nacido, investirlo con esos deseos no cumplidos es la forma en que se transmiten y heredan las aspiraciones no cumplidas, pero también la tradición y valores morales. En parte por eso es que Freud dirá que el superyó se adquiere forma identificándose con el superyó de los padres. His Majesty the Baby como discurso es eso que se proyecta en el espejo, es la imagen que el infante buscará en él cuando se busque, y tratará de confirmar con la madre que en efecto esa imagen es sí mismo. No todos contamos entre nuestros tesoros con este discurso, el deseo de madre-padre, dificulta que se logre en tanto no es deseo de hijo o hija. Pero si el deseo es puesto en el recién nacido, se espera que éste pueda identificarse, hacer propia la imagen proyectada por el deseo de los padres, dando como resultado el yo-ideal.
A la par de estas inscripciones psíquicas hay otras que van en paralelo en lo que se refiere a las funciones del superyó, a saber, la autoobservación y la conciencia moral, cada una es correlato de His Majesty the Baby y el yo ideal respectivamente. Estas funciones son las responsables de que sintamos que somos vistos por alguien más, que no es otra cosa que nuestra propia mirada sobre nosotros mismos, además de la ficción de creer que cumplimos con las expectativas puestas sobre nosotros en términos morales. Hasta aquí la infancia se desarrolla con plenitud de los modelos identificatorios parentales, pero al llegar a la adolescencia, esto cambia y el niño será anoticiado de que ya no es él/ella ese ideal de los padres. La caída no solo de los ideales sino de la instancia parental, requiere de una nueva construcción de modelos identificatorios. El ideal del yo supone la separación de los padres y gestación de nuevos ideales,
Volvamos al superyó. Le hemos adjudicado la observación de sí, la conciencia moral y la función del ideal. De nuestras puntualizaciones sobre su génesis se desprende que tiene por premisas un hecho biológico de importancia sin igual y un hecho psicológico ineluctable: la prolongada dependencia de la criatura humana de sus progenitores y el complejo de Edipo; a su vez, ambos hechos se enlazan estrechamente entre sí. […] Así, el superyó del niño no se edifica en verdad según el modelo de sus progenitores, sino según el superyó de ellos; se llena con el mismo contenido, deviene portador de la tradición, de todas las valoraciones perdurables que se han reproducido por este camino a lo largo de las generaciones.11
La instancia parental y la cultura le otorgan al sujeto pruebas de amor que refuerzan la sensación del complimiento del ideal, pero también, le amenazan con perder el cariño con el que hasta ahora cuenta, capital libidinal que asegura la aceptación y protección de ellos. De ahí que de vez en cuando, se asome a nuestra ventana la amenaza incomoda de no ser aceptado y los saldos que cada quien paga para ser incluido en el grupo.
Sin embargo, Freud propone pensar un devenir distinto en relación al superyó y sus tres funciones, en “Tipos libidinales” propone pensar un “tipo” llamado “narcisista” en el que no percibe una tensión entre el yo y el superyó12, lo que no quiere decir que no exista el superyó sino que no se percibe de la misma manera, a propósito de ello Chamizo propone pensar que
La función del ideal del yo en el sentido de la segunda tópica, no se ha constituido. Es pura conciencia moral pero, investida narcisísticamente. Al no haber ideal del yo, que es la función (superyóica) que pro-yecta al sujeto hacia lo Otro, no hay posibilidad de investidura objetal de objeto. Pura economía narcisista en una suerte de solipsismo, lo que favorece la lógica del 0 y el 1, de la nada y el todo, de la depresión y la manía.13
Si la conciencia moral es investida narcisísticamente, estamos ante el escenario en el que la ley es reconocida como instancia pero su dominio es desmentido, las subjetividades narcisistas tienen una relación con la ley algo distinta, la descalifica y se mueve a conveniencia en los márgenes de la culpa, pero al descalificarla, paradójicamente confirma el lugar que le corresponde. En cierto modo, existe una ley interna que se convierte en la vara con la que se mide el mundo. El texto de las excepciones14 es el ejemplo en el que el defecto se vuelve rasgo de carácter, y el fiel de la balanza que dicta la justicia.
El umbral que nos describe Kafka es uno en el que no se alcanza a ver el contenido, está abierto y esa es la medida de su profunda indeterminación, nos dice “el hombre del campo se acerca a ese guardián y solicita permiso para entrar en la Ley” aunque el guardián es un desconocido, probablemente su postura y la forma de estar, hacen que solicite permiso y no que solo entre pasando de largo al guardián. Y continúa,
Como la puerta de la Ley está abierta como siempre y el guardián se echa a un lado, el hombre se inclina para mirar por la puerta interior. El guardián, al notarlo se ríe y dice: <Si tanto te atrae, procura entrar a pesar de mi prohibición. Pero ten en cuenta que soy poderoso. Y yo sólo soy el guardián de más baja categoría. De una sala a otra hay guardianes, el uno más poderoso que el siguiente. Ni siquiera yo puedo soportar la contemplación del tercero>15
Es interesante que el guardián lo nota “atraído” por lo que pueda estar al interior de la Ley ¿qué querrá decir atraído? Recordemos que es un relato de una o dos páginas dependiendo la edición, así que cada palabra, como en todos los aforismos y relatos de Kafka está ahí por un motivo. Ya antes especulamos con los motivos que podrían haber llevado a la escritura de este texto, vayamos un paso más adelante. El hombre del campo está ante la Ley, que está abierta y siente ¿deseo? el guardián lo nota atraído y le niega el paso, amenazándole con su poder y con los poderes aún más grandes que se encuentran detrás de él.
Si nos permitimos pensar que Ante la Ley, además de ser un estremecedor relato que dibuja la angustiosa experiencia humana de vivir bajo leyes que dicen protegerle pero llegado el momento le abandonan a muerte, es también un relato que versa sobre la experiencia de todo sujeto ante la ley del deseo, podríamos, además de pensar, sentir la gravedad que se agrega en el cuerpo con la inscripción psíquica: una elevación de la carne que reclama para sí la fuerza de zoe y la infunde con deseo. ¿Cómo se entra a esa Ley?, ¿se es invitado a pasar o se libra al guardia? Creemos que la respuesta es ambas. Es necesario tener un lugar reservado en la mesa pero no es suficiente. Entrar a la ley del deseo también requiere un sí diferenciador que separe el deseo de ese prójimo auxiliador del propio deseo, el cual emerge desde la intrincación singular de alma y cuerpo.
Lo que se ve “ante la ley del deseo” podría simple y sencillamente no verse, sea porque no existe y el auxiliador clausuró todas las posibilidades, puertas y ventanas cerradas donde ningún haz de luz lograse colarse por ninguna rendija, en cuyo caso estaríamos frente al deseo mortífero, o también deseo fálico, de simbiosis y fusión; o también podría no verse porque no se quiera ver, que la invitación a pasar esté dada, pero lo mortífero se imponga desde dentro. Ante la ley del deseo, podría suceder también que se vea una imagen completa e inerte, que se desee esa y ninguna otra, una fijación de la imagen que insidiosamente se hace presente y restringe la movilidad al interior de la ley del deseo. En el mejor de los casos, ante la ley del deseo se divise una parcialidad, un modelo sobre el cual hacer ajustes, enmiendas, duelos y virajes que impriman la huella singular del sujeto: hacer esa ley del deseo una que estuviese “reservada solo para ese sujeto”.
El guardia invita amenazante al campesino para que entre, pero le advierte que detrás de él habría más guardianes, cada uno más poderoso y que él mismo no soporta ser contemplado por el tercero. Si bien el guardia se refiere al tercer guardián detrás de él, podríamos tentar el terreno y sugerir al tercero como función frente al cuál no puede soportar ser contemplado. La mirada de ese tercero posiblemente sea lo primero que encontrásemos al entrar en la ley del deseo, ese que representa la introducción a la ley no del 1 y 1, sino del diferimiento, del tercero que es siempre “representante de…” y no la ley en sí misma, pero la mirada de este tercero puede ser paralizante o insoportable según el testimonio del guardián, de quien solo sabemos que alguna vez vio a ese tercero y ahora se encuentra vigilante por fuera de la ley, resguardando que nadie más entre.
“El guardián le somete de vez en cuando a breves interrogatorios, le pregunta por su tierra y por muchas cosas otras, pero son preguntas formularias, como las que hacen los grandes señores, y al final le dice una y otra vez que todavía no puede dejarle pasar”16
Este guardián nos da para un comentario más y tiene que ver con cómo somos hablados, es decir, de qué manera somos inscriptos en la decendencia de alguien más. Previo al alumbramiento ya hemos sido apalabrados y ocupamos un lugar en el deseo de alguien más y tiene todo que ver con lo que vemos en la puerta de entrada a la ley del deseo. Los nombres que llevamos prendidos a nuestra existencia, las aspiraciones que se encarnan a la sonoridad de éstos, pueden ser “formularios”, o incluso pueden ser de alguien más, pero es labor de la instancia parental y del sujeto hacer que el reflejo proyecto en el umbral de la ley del deseo, pueda ser más una interpretación y menos una vigencia sin significado, ley muerta que asfixie la planta fértil del deseo.
El trabajo del analista consiste en oxigenar esa ley, que el sujeto logre con su historia a un lado, investirla y revisitarla no de forma formularia o repetitiva sino de forma nueva, reelaborarla. Esto puede no darse si el analista no lo permite, si pretende erigirse como un nuevo guardián del deseo que califica o descalifica con sus intervenciones. De ahí la importancia de la abstinencia en el deseo del analista. Hemos de ser claros y no olvidar que el analista está investido, de entrada, como guardián, que se nos “solicitará permiso para entrar” al deseo, sin que nos conozcan. Desde el inicio se nos atribuye esa cualidad. De cada analista depende qué semblante pondrá o si querrá acompañar a sus pacientes al interior de la ley del deseo hasta la cama. La detallada y difícil tarea de propiciar que cada analizando se haga su propia entrada a esa ley del deseo y decida entrar por su cuenta, a riesgo de caerse y volver a levantarse, sea tal vez la única del analista.
Referencias
1 Spinoza, Baruch, Tratado teológico-político, Gredos, España, 2015, pp. 14.
2 Agamben, Giorgio, Homo sacer. El poder soberano y la vida nuda, Pretextos, España, 2009, pp. 13.
3 Freud, Sigmund. Proyecto de psicología para neurólogos (1895), Obras completas. Volumen I), pp.362-363.
4 Freud, Sigmund, Pulsiones y destinos de pulsión (1915), Obras completas. Volumen XIV, pp. 131-132.
5 Pereña, Francisco, El hombre sin argumento, Sintesis, España, 2002, pp. 127.
6 La traducción al español es “Ante la ley”.
7 Ese año después de un viaje escribe en su diario “Estuve atado como un criminal. Si me hubiesen dejado en un rincón, atado con verdaderas cadenas, y hubiesen puesto gendarmes ante mí, y sólo de esta forma me hubiesen permitido observar, no habría sido peor. Y esto ha sido mi compromiso matrimonial…”.
8 Agamben, Giorgio. Homo sacer. El poder soberano y la vida nuda, Pretextos, España, 2009, pp. 44.
9 Op. Cit. Pp. 80.
10 Op. Cit. Pp. 71.
11 Freud, Sigmund. Conferencia 31. La descomposición de la personalidad psíquica. (1933), Obras completas. Volumen XXII, pp. 62.
12 “Hemos atribuido al superyó la función de la conciencia moral, y reconocido en el sentimiento de culpa la expresión de una tensión entre el yo y el superyó. El yo reacciona con sentimientos de culpa (angustia de la conciencia moral) ante la percepción de que no está a la altura de los reclamos que le dirige su ideal, su superyó.” Freud, Sigmund. El problema económico del masoquismo (1924), Obras completas. Volumen XIX, pp. 172.
13 Chamizo, Octavio. Las sombras de Narciso. Siglo XXI, México, 2019, pp. 44.
14 Sobre algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico (1916).
15 Kafka, Franz. Ante la ley, Alianza, España, 2024, pp. 93.
16 Op. Cit. pp. 93.
Bibliografía
Agamben, Giorgio, Homo sacer, El poder soberano y la vida nuda, Pretextos, España, 2009.
Chamizo, Octavio, Las sombras de Narciso, Siglo XXI, México, 2019.
Freud, Sigmund, Proyecto de psicología para neurólogos (1895), Obras completas. Volumen I.
Freud, Sigmund, Pulsiones y destinos de pulsión (1915), Obras completas. Volumen XIV.
Freud, Sigmund, Conferencia 31. La descomposición de la personalidad psíquica. (1933), Obras completas. Volumen XXII.
Freud, Sigmund, El problema económico del masoquismo (1924), Obras completas. Volumen XIX.
Pereña, Francisco, El hombre sin argumento, Síntesis, España, 2002.
Rousseau, Jean-Jacques, El contrato social, libro III, capítulo IV, Gredos, España, 2015.
Spinoza, Tratado teológico-político, Gredos, España, 2015.
Es licenciado en psicología por la UAM-X y cuenta con un certificado en Teoría Crítica por Instituto 17 de Estudios Críticos. Es maestro y doctorante en saberes sobre subjetividad y violencia por el Colegio de Saberes. Realizó una especialidad en práctica psicoanalítica y actualmente se dedica a la consulta privada. Sus temas de interés son psicoanálisis, narcisismo y violencia.