a(-)puesta. Parábolas y frustraciones de un juego

José Arturo Sánchez Archundia

Donde quiera que se mire, todo parece triste.
En verdad, ¿cómo permanecer en la superficie
sin quedarse en la orilla? ¿Cómo salvarse
salvando la superficie, y toda la organización de
superficie, incluidos el lenguaje y la vida?
¿Cómo alcanzar esta política,
esta guerrilla completa?

Gilles Deleuze

En una aproximación a la palabra juego como coordenada inicial, se registra que de algunos idiomas germánicos se comparten similitudes con la palabra árabe laìba, relacionada con la acción de tocar un instrumento, de hacerlo sonar, similar en la traducción al inglés de la palabra jugar. De los idiomas románicos, el francés emplea jouer y jeu, en ese mismo sentido. El griego y el latín no conocen este particular uso, aunque del idioma eslavo, es probable que la lengua alemana haya adoptado la palabra spielman, que literalmente se traduce como hombre que juega, empleada en personajes como el de bardo, músico y malabarista.i (Huizinga, 1972: 54-59).

La búsqueda de algún punto de partida como referencia histórica en torno al juego, como intención de ubicar lugar y tiempo, encuentra un impasse cronológico, al ser tal acción no exclusiva del ser humano y quizás previa a la escritura.

Johan Huizinga refiere que el juego se produce por la libertad y gusto de hacerlo; acción que podría quedar aislada sin vecindades ni correspondencia, al arbitrio del entretenimiento. Aislamiento que convoca la posibilidad de articular el caos lúdico. Si bien gusto y libertad son imprescindibles del juego ¿qué motiva y hace insistir tal acción?

En el útil zapato resuena la llamada silenciosa de la tierra, su tácito don del trigo que madura y su inexplicada negativa en el desierto barbecho del campo invernal. Por medio de este útil pasa la angustia sin queja por la seguridad del pan, la muda alegría de la superación de la necesidad, el temblor por el nacimiento y el escalofrío por la amenaza de la muerte (…).ii (Heidegger: 23).

Si bien el deseo de juego apuesta por algún objeto útil una vez superada la necesidad, no implica que la angustia se sustituya de plano. Quizás lo que pone en marcha el deseo lúdico es el tiempo singular de la fantasía en relación a la incertidumbre, al crear objetos que provocan tal acción. Por ello la utilidad del juego no es posible ubicarla apriorísticamente sino en el propio movimiento de los elementos fantasiosos y en relación a la afección con otras superficies.

En el texto El Creador Literario y el Fantaseo, Freud crea el nexo de los tiempos de la fantasía, en el refiere que son como las cuentas de un collar engarzado por el deseo: (1) Una ocasión del presente es capaz de despertar los grandes deseos; (2) se remonta a una historia anterior infantil; (3) y finalmente crea una situación referida al futuro.iii (Freud, 2013: 130).

Lo anterior da pauta para comenzar a pensar fragmentos de un juego, con el elemento fantasía como resorte que catapulta el esfuerzo de jugar. En el juego policías y ladrones, como se le nombra en algunos países de latinoamérica a la escenificación lúdica que consiste en que una vez dividido el número de integrantes en dos bandos, el grupo de policías persigue a los nombrados ladrones y una vez lograda “la meta” se invierte tal encomienda para pasar a ser perseguido, con la única consigna normativa de que el grupo de ladrones puede, sin ser tocado y al tocar a un compañero, devolverle su movilidad/libertad.

La sustitución de personajes inaugura un orden totalizante del que fantasía e incertidumbre provocan las variantes inéditas generadas en cada esfuerzo productor. Podríamos decir que tal esfuerzo convoca el movimiento del cuerpo al reducir superficies en cada nuevo orden no menos agresivo y amenazante que el superado. Al ponerse en juego con el otro, se fricciona el vínculo sadomasoquista que genera distancia y espacio con(tra) el otro. En tal dinamismo, cada nuevo orden inaugura el delirio que echa a andar la persecución generada inicialmente por los binomios inmovilidad/encierro-movilidad/libertad.

Por una parte, lo que se juega mas allá de la meta, de tocar y evitar ser tocado es la paradoja que reduce los espacios, a la vez que los produce con el movimiento. Refieren Deleuze y Guattari:

El juego ideal del que hablamos no puede ser realizado por un hombre o por un dios. Sólo puede ser pensado, y además pensado como sin sentido. Pero precisamente es la realidad del pensamiento mismo. Es el inconsciente del pensamiento puro.”iv (Deleuze-Guattari, 2022: 91)

En el juego, la ley como ficción límítrofe en relación al otro pone en estado de alerta al cuerpo en cada nueva organización. El riesgo y exposición motivados promueven el reconocimiento a partir de la violencia del mandato ganar/perder. Tal binomio tensiona el cuerpo en el riesgo de perder “la libertad” y “hacer perder” la del otro y es en aquel simulacro ambivalente que otorga y prohibe, que conserva y frustra, suspende la vida y la muerte como juego del deseo oscilante en la subjetividad. Contradicción suspensiva y angustiante que exige lectura de elementos desfigurados que la fantasía produce mas allá de invertir el sentido dado por el cumplimiento de la meta.

“…se expresa muy claro en el refrán alemán: no importan las canicas, lo que importa es el juego. En otras palabras, que la meta de la acción se halla, en primer lugar, en su propio decurso, sin relación directa con lo que venga después.”v (Huizinga, 1972: 71).

Si bien la norma, imprescindible del juego contempla la meta, los valores producidos y sus variantes no se subordinan a la interpretación dada, sino es su vecindad que como potencia fronteriza, (in)dependiente uno del otro convocan el movimiento del cuerpo. En ese sentido, la ley sirve al juego mismo y no precisamente al jugador, pone límites con el otro pero no se hace cargo del juego mismo.

Kojeve, en su lectura de Hegel en torno a la dialéctica amo/esclavo, refiere que una vez superada la necesidad de haber negado la vida dada y haberla conservado con la satisfacción, un nuevo deseo se sobrepone a este, deseo que comienza una lucha en el momento de decir “yo” como autoafirmación dirigida a otro por el reconocimiento de los valores en la subjetividad. A este segundo momento lo enuncia como deseo humano sobre el primero. Dice:

Sin esa lucha a muerte por el prestigio, no habrían existido jamás seres humanos sobre la tierra. En efecto, el ser humano no se constituye sino en función de un Deseo dirigido sobre otro Deseo, es decir, en conclusión, sobre otro deseo de reconocimiento. El ser humano, no puede por tanto, constituirse si por lo menos dos de esos Deseos no se enfrentan. Y puesto que cada uno de los seres dotados del mismo Deseo esta dispuesto a llegar hasta el fin en la búsqueda de su satisfacción, esto es, está presto a arriesgar su vida y por consiguiente a poner en peligro la del otro, con el objeto de hacerse reconocer por él, de imponerse al otro en tanto que valor supremo, su enfrentamiento no puede ser mas que una lucha a muerte.vi (Kòjeve, 1982: 14).

Podríamos pensar deseo de juego como simulacro del juego de deseo que comienza por la modalidad afectiva del reconocimiento, que va más alla de una mera obstinación por la meta dada. La insistencia del reconocimiento por el valor está inicialmente dictada por la ley, aunque también es imposible por su no coincidencia. Iniciado el juego surge la producción de valores como gancho que moviliza el cuerpo. En la danza, en el balbuceo, en un peloteo, la inauguración lúdica no responde al por qué, ni al para qué, sino co-rresponde al como sí. En ese sentido, sueño y vigilia se afectan en ambos sentidos al excluirse la univocidad de realidad. Las variantes inéditas del juego producen efectos singulares en otras superficies, más allá de goce y libertad.

La Pelota

La pelota, como superficie vacía, ha sido el pretexto de un juego, de jugar(se) el contenido en el impacto. La pelota es vacío y contención de impotencia ante la constante frustración, quizás por ello el esfuerzo insistente en el rebote. La no satisfacción ni coincidencia de un peloteo en una cancha o espacio, fuera o dentro de las reglas de un deporte es la puesta en escena del reconocimiento del otro en la insistencia por producir algún valor a partir de un esfuerzo ingenuo e ingenioso.

Porque cuanto más atractivos, en el sentido común de la palabra, son los juguetes, tanto menos “útiles” son para jugar; cuanto más ilimitada se manifiesta en ellos la imitación, tanto más se alejan del juego real, vivido.vii (Benjamin, 2015: 22).

En el juego de la pelota, el límite de la ley como ficción regulatoria con el otro, envuelve el objeto redondo y encubre discursivamente su vacuidad. Se golpea la superficialidad, mas no el contenido inédito y fantasioso que se deposita en el objeto pretextual.

El impacto que provoca un lanzamiento produce rebotes y vectores, distancias con el otro a la vez que fricción en la producción de valores, por lo que la caída del objeto es inminente por la parábola que produce en el cuerpo. Entre el esfuerzo y la resolución hay tensión y movimiento. Como el tiro de dados que no solo implica una suspensión incierta de la resolución, sino trayectoria de la que el adulto se angustia y se averguenza al tiempo de la suspensión del juicio por la necesidad de resolución inmediata; distinto de la crudeza con que juega un niño, en el tránsito sin tapujo con que se va de un llanto a una carcajada, se puede apreciar que no hay fronteras discursivas y por tanto no se genera la confusión de la mezcla realidad y fantasía, producto del lenguaje.

El juego en un juicio es redundante no solo en la inmanencia de acto y enunciado de la ley, sino entre el pedir y la espera de resolución. Su redundancia es cómplice de su predeterminación. El deseo de juego es simulacro del juego del deseo, una a-puesta que no se ha visto, variación en la insistencia que no se encuentra en la resolución sino en la mezcla y afección de las superficies del lenguaje, entre un espacio discursivo y otro, entre una cancha y otra. Alerta fronteriza previa al sismo que produce la escena inédita totalizante del nuevo orden, en que el cuerpo queda expuesto al riesgo de tragar y ser tragado como posibilidad de movimiento; voracidad y miedo configuran la ambivalencia en aquella puesta en escena.

La a-puesta

La re-petición, como nuevo pedir es a-puesta que demanda registro de la experiencia articulable en el juego. Exclamación de la vocal mas fuerte en su sonoridad y prefijo de la palabra puesta, dada. Separada por un guión que une y separa y teatralidad que no co-rresponde ni co-incide en un sentido ni otro, que no es de orden resolutivo sino suspensivo al encontrarse mas cerca de un prefijo desajustado que de equivalencia inmediata.

Tanto en la lectura sobre la dialéctica hegeliana como en la coautoría de Mil mesetas de Deleuze-Guattari, se desarrollan dos figuras que aquí interesan, la del amo/esclavo y la consigna, respectivamente, que desde el lenguaje destacan un saber producto del trabajo y del tiempo. Los autores franceses refieren que el lenguaje no es ni comunicativo ni informativo, sino transmisión de consignas, de un enunciado a otro, o en el interior de cada enunciado. Lo que conforma la consigna es la inmanencia acto-enunciado, que es tal por su redundancia en sus dos formas que son frecuencia y resonancia.viii (Deleuze y Guattari, 2020: 105-108).

La realidad singular se modifica según sus valores producidos en cada nueva organización, por ello, la inclinación de la “ventaja” sobre algún jugador o varios, no es coincidente con la normativa que inaugura y finaliza el juego por la interpretación de la meta, lo que hace imposible la igualdad de circunstancias. La afección y confusión de realidades, así como la no coincidencia del objeto por su dinamismo, permiten sospechar del delirio de la meta como constante en el tiempo singular de la frustración, y es a partir de tal cambio dinámico de los valores en cada nuevo orden que deja huella como registro articulable, que como intensidad convocante, permiten poner en cuestión el contenido de los objetos preestablecidos en otros escenarios discursivos, como advierte Freud de los valores sociales relacionados con la felicidad en El Malestar en la Cultura.

El deseo de juego es a-puesta, radicalidad de exposición de la alteridad del propio cuerpo que al friccionarse con otros, produce valores singulares, dinámicos y vacíos. Cada apuesta es un nuevo orden que hace posible la acción de jugar como escape de la escena de dominio (no menos dominante que otras realidades) de la que se advierte la elasticidad del cuerpo, que a la vez que violenta, aligera. En esa delimitación del orden reductor de espacios totaliza una realidad para crear movimientos. La reinterpretación de la meta, reduce un espacio para abrir otro.

Si todos los contenidos de su conciencia natural no se estremecen, esta conciencia pertenece aún en sí al ser determinado; el sentido propio, es obstinación, una libertad que sigue manteniéndose dentro de la servidumbre.ix (Hegel, 1966: 120).

Si bien podríamos inferir diferencias tanto en la vigilia y el sueño, en el juego, la intensidad de las consignas del amo, se prolonga como delirio en el cuerpo, y por otra parte, hace posible la búsqueda de valores singulares. En ese sentido, búsqueda de reconocimiento y producción de valores es demanda de consigna de un amo que dirija la acción.

En los enunciados: estoy jugando, no estoy jugando, o deja de jugar, el verbo ya fija al interlocutor, hace distancia y convoca la entrada/salida de una escena discursiva a otra. La enunciación de la palabra juego tensa o distiende el cuerpo. De tal modo que la con-fusión y afectación entre los elementos en la frontera, producirían la potencia sin propiedades ni apropiaciones sino sensación interrogante de una posible articulación.

La superficie discursiva en torno al juego, redunda y predetermina la meta como discurso único, lo que deja un sujeto anclado al discurso productor que propone la meta. El jugador, al producir nuevos valores violenta el vínculo al asomarse la agresividad constitutiva como condición del juego y en esa reducción de espacios con el otro que se amplían horizontes de articulación como registro de aquella experiencia aproximativa de la muerte.

La pelota y la rueda, en algún punto facilitaron el trabajo del hombre para superar la necesidad del movimiento del cuerpo y el arrastre con fines de acelerar una trayectoria. Tanto la parábola como la redondez nos muestran que en el juego y en el discurso, la producción de sentido tienen íntima relación con la búsqueda de un vacío y depósito singular en que posiblemente se articule alguna diferencia en tal insistencia.

En un juego del lenguaje, la a como pre-fijo no está dado con la fijeza de un valor constante en el tiempo, sino como posibilidad de conjugarse una articulación en la re-petición.


Referencias

i Huizinga, Johan, Homo Ludens, Alianza Editorial, 1972, p. 54-59.

ii Agamben, Giorgio, Homo Sacer IV, 2, Pretextos, p. 143-144.

iii Freud, Sigmund, Obras Completas. Amorrortu. 2013, volumen IX, p.130.

iv Deleuze,Gilles, Lógica de Sentido, Paidos, 2022, p. 91.

v Huizinga, Johan, Homo Ludens, Alianza Editorial, 1972, p. 71.

vi Kojève, Alexandre, La Dialéctica del Amo y el Esclavo en Hegel, La Pléyade, 1982, p. 14.

vii Benjamin, Walter, Juguetes, Casimiro, 2015, p. 22.

viii Deleuze, Gilles, Mil Mesetas, Alianza Pre-Textos, 2020, p. 105-108.

ix Hegel, G.W.F, Fenomenología del Espíritu, Fondo de Cultura Económica, 1966, p. 120.


Bibliografía

Agamben, Giorgio, Homo Sacer IV, 2, Pretextos, , consultado en: https://www.solidaridadobrera.org/ateneo_nacho/biblioteca.html. el 8 de junio de 2024.

Benjamin, Walter, Juguetes, Casimiro, 2015.

Deleuze,Gilles, Lógica de Sentido, Paidos, 2022.

Deleuze, Gilles, Mil Mesetas, Alianza Pre-Textos, 2020.

Freud, Sigmund. Obras Completas. Amorrortu. 2013, volumen IX.

Hegel, G.W.F, Fenomenología del Espíritu, Fondo de Cultura Económica, 1966.

Huizinga, Johan, Homo Ludens, Alianza Editorial, 1972.

Kojève, Alexandre, La Dialéctica del Amo y el Esclavo en Hegel, La Pléyade, 1982.

José Arturo Sánchez Archundia

Abogado. Maestría en Saberes sobre Subjetividad y Violencia. Especialidad en Clínica Psicoanalítica. Sus temas de interés son alrededor del Psicoanálisis, el Lenguaje y la Ley.