En el capitalismo gore la violencia forma parte del despliegue de la producción y generación de capital; en este sentido, la violencia no es un subproducto resultado de la persecución de la ganancia empresarial, ni un accesorio dentro de distintas prácticas de captura comercial de espacios, territorios o mercados. No es tampoco una posible deriva de algún emprendedor comercial que se desvió de las acciones aceptables de un mercado en competencia. Ni se reduce a simples actos de las organizaciones delictivas que la ejecutan como parte del arsenal intimidatorio frente a otras organizaciones rivales; por el contrario, la violencia es parte de la expresión de un mercado en competencia donde toda práctica, legal o no, que sume al interés de la supervivencia y crecimiento de la empresa es válida. Al mismo tiempo y, ahora más que nunca dentro del capitalismo gore, la violencia directa sobre los cuerpos de los grupos rivales, o sobre los cuerpos en general: cuerpos vejados, cortados, encobijados, embolsados, colgados, mutilados, con tiro de gracia, manipulados de distintas formas y dejados con distintas marcas y huellas de tortura, con mensajes explícitos, pero también implícitos muestran cómo la violencia pasó de ser un recurso más entre otros a implicar no solo un lenguaje de comunicación frente a los bandas rivales, sino a convertirse en el mecanismo o medio por sí mismo generador y productor de capital. En consecuencia, la violencia no solo es un medio de protección e intimidación para mantener a salvo un mercado en particular, un territorio o zona productiva, de tránsito o de comercio, es por sí mismo un mercado a explotar, es por sí mismo una mina que requiere de recursos técnicos, humanos y profesionales para eficientar su explotación.
Además, las empresas delictivas necesitan del blanqueo de capitales, de ahí que, el trasvase de recursos generados va y viene de lo ilegal a lo legal y viceversa. Esto da como resultado que la separación clara y precisa entre empresas legales y empresas ilegales se desdibuje, pues ambas se alimentan mutuamente, una sirve de sostén a la otra, la alimenta con capital para su expansión legítima, por lo que es el rostro visible de una serie de empresas fachada y la otra devuelve un capital blanqueado que permite la expansión necroempresarial:
Por medio de este cambio de paradigma interpretativo del crimen, hecho por los sujetos endriagos y sustentado por el neoliberalismo más rampante, las organizaciones criminales toman una fuerza inimaginable y logran introducirse en la mayoría de los circuitos económicos, desde los sectores grises y negros, en donde se había confinado históricamente el narcotráfico, la venta ilegal de armas, la prostitución, el lavado de dinero -hasta sectores emparentados con la economía legal- las empresas constructoras, el sector del ocio, las inversiones en la banca internacional, la creación de empresas de seguridad privada, la privatización de ejércitos que ofertan sus servicios en el mercado como si se tratara de cualquier otro bien o producto.[i]
La diversificación de activos, reglas de la economía global y empresarial, aplican de la misma forma en la economía gore como en cualquier otra. Sin embargo, a la par de condiciones materiales e históricas propias de un determinado sistema económico-político, que genera las circunstancias idóneas para pasar de un capitalismo de competencia a uno de competencia gore, la violencia no solo es el resultado de dichas condiciones. En todo caso, dichas condiciones son el medio para expresar la violencia con las características propias en las que acontece. Es decir, la violencia descrita por Sayak Valencia responde a la precariedad social y laboral existente en donde los sujetos son tratados como desechos e incorporados como mano de obra para y por la violencia (mercancía encarnada), dejándolos listos para sumarlos como precariado gore, como trabajadores que ofertan su capacidad de dar la muerte para sumarse al mercado laboral. En consecuencia, la capacidad de ejercer la violencia y la capacidad de dar la muerte se convierte en un bien ofertable.
Sin embargo, ¿es la violencia, toda violencia o alguna parte de la violencia algo más que solo condiciones?, ¿puede la violencia entenderse, comprenderse y resumirse solo como resultado del contexto?, ¿puede el ejercicio mismo de la violencia desbordar su marco histórico-contextual, así como desbordar el marco biológico de la naturaleza animal del sujeto? Para Freud es evidente que el conflicto entre las pulsiones abre una lucha interna constante y continua al interior de todo sujeto. Dicho conflicto entre las pulsiones no puede eliminarse; podrá, quizá, en el mejor de los casos, desplazarse, sublimarse, reemplazar su meta; pero siempre ahí agazapada, oculta y resguardada de la luz, la pulsión de muerte podrá ejercer en cualquier momento la plenitud de su imperio. Esto es así, porque la vida orgánica, la vida sin más, la vida en sí misma está atravesada por dos principios o dos pulsiones que alientan, mueven y llevan a cabo el rejuego mismo de la vida. Freud en El yo y el ello no habla de principios metafísicos, pero bien puede argumentarse que es solo por ambos que la vida misma se manifiesta y se perpetúa. La parte del Eros mueve hacia la reunión y propagación de lo vivo, aporta el impulso del movimiento con la finalidad de conservarla; mientras que la pulsión de muerte, opuesta al empuje de Eros, busca el apaciguamiento de la vida misma, busca “reconducir al ser vivo orgánico al estado inerte”[ii]. La vida, entonces, es el resultado de la pugna entre ambas pulsiones, del ir y venir de una y otra. No obstante, Freud destaca en ese mismo texto de 1923, que las pulsiones no actúan de forma separada o aislada, sino que cada una actúa con un monto de la otra. En este texto antes señalado habla de una energía desplazable, indiferente que bien “puede agregarse a una moción erótica o a una destructiva”[iii], con la finalidad de elevar su investidura libidinal y, en ese sentido, mantener en acción al sujeto.
Por otro lado, pero siguiendo la misma línea discursiva en la carta que Freud escribe como respuesta a Albert Einstein ¿Por qué la guerra?, escrita en 1932, pero publicada en el 1933, ambas ideas reaparecen. Respecto a las pulsiones y su relación con la vida, Freud dirá: “de las acciones conjugadas y contrarias de ambas [pulsiones] surgen los fenómenos de la vida”[iv]; mientras que de ese monto pulsional de una en otra agrega:
Así, la pulsión de autoconservación es sin duda de naturaleza erótica, pero justamente ella necesita disponer de la agresión si es que ha de conseguir su propósito. De igual modo, la pulsión de amor dirigida a objetos requiere un complemento de pulsión de apoderamiento si es que ha de tomar su objeto.[v]
Al mismo tiempo las aspiraciones destructivas pueden ser recubiertas con mociones eróticas o ideales que facilitan su satisfacción, de esta manera, se encubre el hecho descarnado de la mera violencia. Por el contrario, Lacan hace una distinción que le permite desmarcarse inicialmente de la postura de Freud, es decir, antes que dos principios en juego la violencia se distingue entre agresión y agresividad. Esta última pasa por el circuito estructurante del lenguaje y de lo simbólico, lo cual permite su represión a diferencia de la primera:
la violencia es ciertamente lo esencial en la agresión, al menos en el plano humano. No es la palabra, incluso es exactamente lo contrario. Lo que puede producirse en una relación interhumana es la violencia o la palabra. Si la violencia se distingue en su esencia de la palabra, se puede plantear la cuestión de saber en qué medida la violencia propiamente dicha -para distinguirla del uso que hacemos del término agresividad- puede ser reprimida, pues hemos planteado como principio que en principio sólo se podría reprimir lo que demuestra haber accedido a la estructura de la palabra, es decir, a una articulación significante. Si lo que corresponde a la agresividad llega a ser simbolizado y captado en el mecanismo de lo que es represión, inconsciencia, de lo que es analizable e incluso, digámoslo de forma general, de lo que es interpretable, ello es a través del asesinato del semejante, latente en la relación Imaginaria.[vi]
De este modo, la agresión, en tanto queda fuera del circuito estructural psíquico y del registro de lo simbólico, puede entenderse más como reacción del ámbito de la naturaleza, mientras que la agresividad es propia del ámbito de la subjetividad, es aquella que, en consecuencia, puede ser detenida vía la represión o sublimada o, al menos, objeto de entendimiento en tanto es interpretable: “La violencia no entra en la operación o mecanismo de la represión, no es sustituto ni un desplazamiento de un deseo inconsciente, no entraría en la lógica de la cadena significante. En el límite, en el umbral donde la palabra renuncia, se produce la violencia”.[vii]
Asimismo, Recalcati en su texto ¿Qué queda del padre?, distingue entre conflicto y violencia. La primera está en relación con la manifestación de la diferencia, de la inconformidad individual o social que canalizada mediante medios como el diálogo permite una salida adecuada. Además, el conflicto al interior de la sociedad da lugar al movimiento y cambio de las cosas. En consecuencia, para Recalcati el conflicto no es, en principio un problema. Sin embargo, junto a este último estaría la violencia que se encuentra fuera del registro simbólico y que se opone al lazo social, al mantenimiento de las estructuras del estado en tanto es “un puro ataque al lazo, la mera negación de alteridad; por tanto, una pura actividad de destrucción, caos y desorden”[viii], dado que gobierna el goce en la determinación de las acciones: “la violencia exige el acceso directo a la Cosa, exige un goce no contaminado por la castración”[ix]. Así la violencia es el resultado del no anudamiento del deseo con la ley de la castración, la cual introduce la interdicción y la introyección simbólica de la autoridad, pero sin ella se impone el ejercicio de la violencia descarnada:
El deseo sin ley tiende a la disipación, a la extinción sin límites, a la dispersión desregulada del goce pulsional. Cuando el deseo se desengancha de la Ley se precipita hacia una deriva mortífera, deviene goce disipado, aplastado en la satisfacción inmediata carente de la mediación del fantasma inconsciente. Cuando deseo y Ley se divorcian, hay Mal, destrucción, disipación de la vida.[x]
Una de las virtudes de la visión de Sayak Valencia, junto con Freud y Lacan, sobre el abordaje de la violencia, es que no la supone como el ejercicio de sujetos patologizados, por el contrario:
[los] ejecutores de la violencia, cuyas motivaciones, aparte de la supervivencia económica, se basan en deseos de movilidad y pertenencia social por medio de la legitimidad que otorga el dinero, [crean] así una especie de nuevo proletariado de la violencia o proletariado gore.[xi]
Como tal dicho proletariado responde a ese nuevo papel que la violencia juega como medio de nivelación social ante el fallo de las formas socialmente dadas desde un estado democrático y de derecho, pues el ejercicio de la violencia por parte de esos olvidados se convierte en un medio de necroempoderamiento en tanto que la capacidad de dar la muerte es un bien ofertable. Si ya desde finales del siglo XVIII los movimientos sociales y las revoluciones se convirtieron en medios para gestionar la movilidad social, junto con las luchas obreras y sindicales durante buena parte del siglo XIX y XX, a la par de movimientos civiles pugnando por nuevos derechos y las marchas estudiantiles buscando mayores libertades y oportunidades, junto a todo esto, ahora en el siglo XXI se suma en el capitalismo gore, el empleo de la violencia y del dar la muerte como un medio predominante de movilidad y ascenso social:
Al referirnos a la sobre especialización de la violencia como sector económico, no hablamos sólo de la tortura que satisface el sadismo y disfrute del ejecutor sino de una racionalización distópica de la violencia, en la cual no se pierden los referentes del por qué se mata o tortura, pues se sabe que estas acciones tienen una motivación económica. Esto convierte a estas técnicas en una especie de trabajo <<común>> en la era del precariado gore.[xii]
Así en Sayak Valencia la violencia del capitalismo gore, no obstante, la brutalidad con la cual se pone en práctica por las organizaciones criminales responde a motivaciones relacionadas con las dinámicas necro de movilidad social y económica. De esta manera, la muerte y sus derivados son ahora parte del comercio y del nuevo mercado donde se oferta y emplea necrobienes como una variedad más de bienes de consumo disponibles. Como resultado de esto, el objeto mismo está desprovisto de cualquier carga moral, productor y consumidor no relacionan sus acciones con la posibilidad de juzgar moralmente aquello que uno u otro llevan a cabo, así uno y otro solo realizan una transacción comercial. Si se oferta es porque hay un demandante, un consumidor que reclama la presencia de dicha mercancía.
Sin embargo, siguiendo a Antonio Caro, y uno de sus trabajos De la mercancía al signo/mercancía, podría decirse que a la par de la producción de bienes materiales hay también una producción semiótica de bienes y una cualidad de dicha producción es que tales productos no responden a una demanda inicial por parte del mercado, es decir, no hay una relación directa entre oferta y demanda porque la demanda no espera a que aparezca su necesidad, por el contrario, la novedad de dichos bienes y de la forma de producción semiótica es que junto con su aparición o producción el mercado mismo crea su demanda.
La producción semiótica, entendida como aquel género de actividad productiva que surge al margen de la producción material […] nace al servicio de dos objetivos específicos: el uno inmediato o instrumental y el otro primordial o final. En el primer aspecto, se trata de proporcionar una demanda solvente a productos que, en principio, no responden a una “necesidad social”; en el segundo, se trata de dotar de valor a unas “mercancías” que, en tanto no son resultado de un trabajo social necesario puesto que su “necesidad” ha sido creada a compas de su producción, carecen en sí mismas […] de valor.[xiii]
En consecuencia, la atracción y satisfacción en el consumo de dicho signo mercancía no está, en primer lugar, en la materialidad misma del bien adquirido, sino en la parte imaginaria de su consumidor en tanto otorga un supuesto reconocimiento y estatus social, al permitirle establecer y/o remarcar una posición social a partir del bien que se posee. Por lo tanto, su necesidad no es material sino imaginaria. Esta función signo mercancía la encontramos en la marca, es decir, en el consumo guiado por la marca del producto.
En este sentido, y guardando las distancias con tal forma de capitalismo, el capitalismo gore bien puede estar generando la demanda necro al tiempo que genera los bienes que produce, porque crea su propia lógica de consumo y de mercado, su propia forma de vida way of life al interior de dicha sociedad, por ejemplo, desaparecer y/o deshacerse de alguien o comprar un arma de forma ilegal para hacerlo por mano propia es algo que bien puede obetnerse a través de las redes sociales como sitio de oferta y consumo para tales bienes. Además, al interior de las organizaciones criminales ¿cómo hacerse de una posición de poder al interior del grupo y frente a otros grupos rivales?, o ¿cómo hacerse de un nombre y una posición ante el jefe endriago, sino mostrando eficacia, contundencia y quizá una crueldad particular? Así la brutalidad se vuelve la patente de dichas agrupaciones:
En este entorno [gore] se impulsan y acentúan las prácticas delictivas como elementos de comercialización, así como una nueva subjetividad gore que se podría explicar bajo el modelo: devenir asesino para poder acceder y legitimarse en el ser-para-el-consumo, esta nueva clase criminal producto del neoliberalismo adoptado en los espacios tercermundistas, basada en la venta de violencia […].[xiv]
Además, si el consumo es uno de los determinantes de la lógica en la subjetividad del sujeto endriago, es porque ni naturaleza ni dioses sostienen una promesa de un más allá por venir sino solo la lógica del consumo, en tanto que el consumo expresa siempre el goce venidero, accesible y a la mano de quien sea porque el producto no pide a su consumidor un estatus o clase particular, su posible experiencia no hace distinción. El goce está ahí, accesible y siempre disponible a todo aquel quien lo quiera y pueda pagarlo. Por tanto, se establece un principio de equivalencia entre consumir y vivir, consumir y experimentar, consumir y disfrutar porque dentro de dicha lógica es a través del nuevo producto o con el producto por venir que el goce será único y más amplio, porque todo nuevo producto proyecta un goce inexistente en los bienes existentes. Nestor Braunstein señala al respecto en una exposición (EL PATRIARCADO EN LOS TIEMPOS POSTEDIPICOS) celebrada en Barcelona: “La pulsión puede satisfacerse mediante infinitos desplazamientos metonímicos: oigamos al gran Otro: “Como este objeto no calma tu falta, tienes aquí otro u otro más que sí lo hará. Pide que te será dado; cuando te sientas decepcionado podrás volver a pedir; […].[xv]
Sin embargo, una cosa que Sayak Valencia no ve respecto a ese modelo en donde se deviene asesino, es que solo es posible porque el corte de la ley de la castración pierde vigor y vigencia ante una función simbólica del padre despotencializado. Sabemos que en Lacan el padre, a través del complejo de Edipo, tiene una función normativa a nivel de la estructura moral del sujeto[xvi]. Por lo tanto, no es el deseo introducido por la ley lo que gobierna el apetito del sujeto endriago, sino el goce cínico y perverso ante la caída del padre imaginario de la vida cotidiana, impotente, ya sin función normativa y devaluado como ideal del yo. La identificación no puede sostenerse más con un padre venido a menos, proveedor impotente e/o incompetente. Además, si la identificación se alimenta de amor y odio dado que castra, frustra y prohíbe la Cosa madre, pero al mismo tiempo es a quien se admira y modela, entonces el padre devaluado ya no puede ser objeto de amor y admiración, en todo caso, quizá de menosprecio o piedad. Sin embargo, para quien a devenir asesino ese padre carece de la virilidad suficiente y “la virilidad es asumida mediante la identificación con el padre”[xvii], por lo tanto, es el jefe endriago, el capo quien reemplaza al padre caído en la identificación del proletariado gore. Así su vida ostentosa y de lujos producto de una estetización de la violencia en las redes sociales, series y películas captura a nivel imaginario aquello a lo que se aspira el falo. Esto es el resultado de asumir como verdadero el “simulacro de vida” visto a través de la pantalla dado que el espectador no separa ese “simulacro de vida” de la pantalla de la realidad, asumiendo como posible, realizable, asequible y deseable esa vida filtrada mediante la imagen:
El espectáculo, hoy, ya no está en el mundo, la televisión es el espectáculo. La televisión [y los distintos medios de comunicación visual] no refleja el mundo, no reproduce la realidad, sino que genera su propio simulacro de realidad, un doble de realidad, que vale más, muchas veces, que el original, nos recrea más incluso y tiene el mismo valor de cambio. Éste es el simulacro comunicativo: cuando la copia no se puede distinguir del original, tiene el mismo valor que el original…
Tras todo ello, hay, sin duda, una crisis de lo real que es la crisis misma del sujeto occidental: una insatisfacción ante la realidad social, un desencanto ante el discurso político, una incertidumbre de cara al futuro, un vacío del presente, que hace que el sujeto busque recrearse en otro nivel de realidad, de tipo fantasmático: que tampoco es del ámbito ficticio, porque los relatos tradicionales también están en decadencia, sino del orden de lo imaginario, pero de un imaginario empapado de realidad.[xviii]
De esta forma, ese “simulacro de realidad”, la forma de vida del jefe endriago, se presenta como posible y deseable. Vida asequible, vida modelo porque no hay otra que ilusione y sirva de oposición al interior del capitalismo gore.
Por otro lado, si al sujeto endriago se le impone el ser-para-el-consumo es porque la única realidad que supone y aspira es la que ofrece el mercado: suturar la falta a partir de los bienes ofertados, pero el deseo pasa por la refracción del significante, por lo que nunca puede coincidir uno con otro, así la demanda de consumo siempre cruza de un significante a otro bajo la ilusión de una captura, no obstante, imposible. Además, si como Freud señaló en El malestar en la cultura que la satisfacción mayor estaba en la pulsión no domeñada y silvestre frente a la enfrenada, los bienes necro del capitalismo gore podrían presentar mayor atractivo para aquellos gobernados por el goce antes que por la ley del deseo porque la ley del deseo ya no refrena los impulsos. Braunstein escribe al respecto, aunque hablando del capitalismo en general:
El agotamiento de los recursos naturales posiblemente está tan avanzado como el agotamiento de los recursos subjetivos que se hace patente en nuestro tiempo. Hay un goce apocalíptico en la comprobación del desastre ambiental y el cálculo del tiempo que le queda a la vida humana en el planeta.[xix]
De modo que, el goce apocalíptico en el capitalismo gore destaca la fascinación ante lo necro de pulsiones sin restricciones dado el empequeñecimiento del padre simbólico, es decir, si la pulsión silvestre y no domeñada es la que mayor atractivo ofrece una vez que no hay exigencia de dominio, entonces el capitalismo gore sería un tipo de sistema donde ese goce perverso se expresa de mejor manera, pues ya no hay “conformidad de la ley y el deseo”[xx] como sucede bajo la estructura de la función simbólica del padre. Por ello, podrá decir Sayak Valencia que en capitalismo gore es el consumo lo que gobierna la demanda en el sujeto:
Dada la frustración, la corrupción, el menosprecio, el hambre y la pobreza en la que se ven sumidos la mayoría de los sujetos que viven en países económicamente deprimidos, las lógicas de sangre y fuego como herramientas para subir al tren del consumismo, aunque repulsivas, resultan cada vez más comprensibles y obvias como exigencias radicales del sistema de hiperconsumismo.[xxi]
Por lo tanto, la relación entre violencia y consumo en el capitalismo gore, ahora, se vuelve más evidente, pues subirse al tren del consumismo o incorporarse al sistema de hiperconsumismo pasa por las lógicas de sangre y fuego porque el sujeto endriago, como cualquier otro sujeto, también se ve afectado por el imaginario alimentado por el sistema capitalista en donde el consumo en sus distintas formas de bienes materiales, inmateriales y semióticos, crean la ilusión de acceso a una buena vida de la mano de dichos bienes. En consecuencia, si nada cabe esperar de un mundo desencantado, al menos, cabe esperar un goce por venir en aquello que ha de consumirse, pues la única ley que priva en el capitalismo es el goce como destaca Recalcati en El complejo de Telémaco:
La única forma posible de Ley. La Ley que importa es la Ley del goce; es el goce el que toma la forma de un deber paradójico, donde, como anuncia Lucrecio, <<todos lo quieren todo>>. El goce no es lo que transgrede la Ley, sino la versión hipermoderna de la Ley.[xxii]
Para el sujeto endriago lo que queda es una inmanencia de la vida determinada por el tiempo presente, por el ahora, para el proletariado gore el mañana o el futuro como tiempo del accionar del sujeto está fuera de su idea de temporalidad o al menos en suspenso. Se vive con rapidez porque la propia lógica de vida en el capitalismo gore implica que la vida de dicho proletariado tiene menos aun en sus manos el proyecto de su vida. Su vida no es suya, sino del jefe en turno, pareciera que ser para la muerte es lo más propio del sujeto endriago.
De esta manera, el jefe endriago encarna la figura, que podríamos llamar desde Lacan, el amo, poseedor, en el imaginario del proletariado gore, del significante falo. El jefe endriago acostumbrado a manifestar su poder de muerte y económico mediante la ostentación material muestra el significante falo para los aspirantes de la muerte. Estar en su posición es detentar del falo y con él todo los atributos y símbolos del poder inicialmente encarnados en el jefe endriago en turno. Aunque el significante falo a nivel simbólico no pueda ser objeto de posesión, a nivel imaginario bien puede revelarse mediante el lujo, el dinero y los excesos de la vida asociados con personajes del narco y de la delincuencia organizada. Así el padre físico, castrado por las condiciones de vida, una vida precaria y por un Estado que da pocas o escasas oportunidades para moverse socialmente desencanta la posibilidad de la identificación, pues la vida del padre carece de ejemplaridad. No obstante, que el padre no actúe como atractor del ideal del yo, eso no significa que tal ideal no sea reemplazado por otras figuras tenedoras del significante falo a nivel imaginario. La función del padre no desaparece en nuestra época, aunque si sufre transformaciones:
Todo hablante está marcado por la función paterna, que es histórica y variable, pero, para bien decirlo, es “eviterna”. Siempre las sociedades asignaron atribuciones legales, aunque cambiantes, al padre. Las nuestras, postindustriales, informáticas o hipercapitalistas, son ejemplos rutilantes de la decadencia de la figura paterna clásica […].[xxiii]
La decadencia de la figura paterna clásica es ejemplo de la crisis de la función de autoridad de las antiguas encarnaciones del padre: Estado, iglesia, escuela y paterfamilias. Sin embargo, para Braunstein la sociedad actual está dominada por la tecnociencia, el empleo del internet y los distintos dispositivos inmersivos en la red desde donde se genera el Big Data, se estructura la subjetividad y se produce el deseo, pero éste estaría en manos de ese Otro (el capital en términos generales o el simocapitalismo) y ya no más en la figura paterna clásica, algo semejante encontramos en lo que Byung Chul-Han llama psicopolítica para quien a partir del Big Data todo sujeto es discernible y su deseo y subjetividad objeto de producción si fuera el caso. Braunstein dice al respecto:
No gobiernan hoy ni el padre ni sus sucesores; ahora la gobernabilidad es impersonal y funciona de modo continuo: 24 horas/7. Esta globalización del saber y de las lenguas produce, no, como pudiera pensarse, una identificación masiva en torno a algún significante amo sino, por el contrario, una proliferación de “nombres-del-Padre”, de los S 1, una atomización de la vida comunitaria, una dilución de los ideales y de los lazos sociales, etc. […] Los nombres-del-Padre han pulverizado al padre del nombre. Es evidente: la globalización disgrega y segrega a los individuos en el hom-briguero. Cada uno para sí y la mano invisible de los mercados contra todos.[xxiv]
Esa proliferación de nombres-del-Padre en el capitalismo gore sirve al gatillero y a quien aspire en ascender en las filas de los necroempoderados a tomar al capo o jefe endriago como ideal del yo, como modelo con quien identificarse.
Por eso la dificultad de atacar el problema solo desde lógicas pensadas desde la intervención política, de seguridad y asistencialista, pues también debe pensarse a nivel simbólico e imaginario para ofrecer otras formas de identificación y de realización a nivel de la subjetividad. Aspirar a ser algo distinto y a poseer algo distinto al falo imaginario del jefe endriago tendría que ser algo por venir. No obstante, este desvanecimeinto del padre del cual habla Recalcati en ¿Qué resta del padre?, el autor italiano apuesta por una figura rearticulada a partir de lo que llama “el padre testimonio” quien asume su función simbólica de un modo nuevo dada la crisis de la ley de la castración:
si la Ley simbólica de la castración parece no poder presumir de credibilidad alguna frente a un sistema social que patrocina el goce inmediato como única forma de <<deber>>, si esta Ley ya no es sostenida con eficacia por las instituciones ideológicamente fuertes, lo que queda del padre es la dimensión encarnada del testimonio. Lo que significa que el poder simbólico de la interdicción […] es recuperado únicamente por la vía singular del acto, del testimonio, puesto que ya no se puede fundar en el universal del Ideal -que ha desaparecido-, sino únicamente en la ética de la responsabilidad singular.[xxv]
Sin embargo, la propuesta de Recalcati no deja de tener sus inconvenientes pues parece hacer coincidir la función simbólica con la imagen misma del padre, cosa que deja expuesta a la función simbólica en las distintas fallas cotidianas de dicho padre: “En este sentido, el testimonio privilegia la Imago de autoritas paterna, pero asume éticamente todas las consecuencias del declive de su valor trascendental”.[xxvi]
Finalmente, la figura simbólica del padre necesita reconfigurarse para responder de mejor manera ante los posibles sujetos endriagos que se gestan por la caída de la figura del padre, en particular, en el capitalismo gore, pues atajar la violencia no solo requiere de una política de seguridad nacional y de capacitación policial, armas y estrategias de combate a la delincuencia, también pasa por la configuración subjetiva y psíquica de sujetos que tienen ante sí otros modelos de paternidades puedan convertirse en ideales del yo.
Referencias
[i] Valencia, Sayak. (2010). Capitalismo gore. España. Melusina. p. 98.
[ii] Freud, Sigmund. (1992). El yo y el ello. Obras completas. T XIX. Argentina. Amorrortu. p. 41.
[iii] Ibid. p. 45.
[iv] Freud, Sigmund. (191). ¿Por qué la guerra? Obras completas. T XXII. Argentina. Amorrortu. p. 192.
[v] Ibid. 193.
[vi] Lacan, Jaques. (1957-1958). Los circuitos del deseo. Seminario V. Argentina. Paidós. p. 468.
[vii] Morao, Marisa. “El acto violento y el cuerpo del otro”. Revista Virtualia. #35 agosto 2018. p. 1. C32JFVk1zuu55DnaYHqXPndy3ZS76rcotgfSaoHr.pdf (revistavirtualia.com)
[viii] Recalcati, Massimo. (2015). ¿QUÉ QUEDA DEL PADRE? La paternidad en la época hipermoderna. España. Xoroide edicions. p. 65.
[ix] Idem.
[x] Ibid. p. 51.
[xi] Valencia, Sayak. Op. cit. p. 109. Las cursivas son de la autora.
[xii] Ibid. p. 107. Las cursivas son de la autora.
[xiii] Caro, Antonio. (2009). “Introducción: De la mercancía al signo/mercancía”. Antonio Caro (ed)De la mercancía al signo/mercancía. En el capitalismo, en la era del hiperconsumismo y del desquiciamiento financiero. Madrid. Editorial Complutense. pp. 29-30. Las cursivas son del autor, así como las comillas.
[xiv] Ibid. pp. 131-132. Las cursivas son de la autora.
[xv] Braunstein, Nestor. “EL PATRIARCADO EN TIEMPOS POSTEDIPICOS”. Posted on 21 enero 2020. s. pag. En línea: EL PATRIARCADO EN LOS TIEMPOS POSTEDIPICOS | Dr. Néstor A. Braunstein (nestorbraunstein.com)
[xvi] Lacan, Jaques. cfr. Seminario V. p. 169.
[xvii] Ibid. p. 178.
[xviii] Imbert, Gérard. (2009). “No todo lo que aparenta ser realidad es real (la televisión como simulacro)”. Antonio Caro (ed)De la mercancía al signo/mercancía. En el capitalismo, en la era del hiperconsumismo y del desquiciamiento financiero. Madrid. Editorial Complutense. p. 69. La cursiva es del autor.
[xix] Braunstein, Nestor. Op. cit. s. pag.
[xx] Lacan, Jaques. LOS NOMBRES DEL PADRE. Seminario 10bis. s. pag. (Seminario 10 bis) Los Nombres del Padre (insumisos.com)
[xxi] Valencia, Sayak. Op. cit. p. 132.
[xxii] Recalcati, Massimo. (2014). EL COMPLEJO DE TELÉMACO. Padres e hijos tras el ocaso del progenitor. Barcelona. Anagrama. p. 53.
[xxiii] Braunstein, Nestor. Op. cit. s. pag.
[xxiv] Idem.
[xxv] Ibid. p. 57.
[xxvi] Idem.
Bibliografía
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Actualmente estudia el programa de doctorado en el Colegio de Saberes.