No es extraño encontrarnos en la situación de preguntarnos el porqué de las cosas, una pregunta cualquiera puede convertirse en el hilo conductor a la cuestión del origen, si a cada respuesta le sigue el clásico “por qué”, entonces se desdobla el ínfimo e infinito saber de la humanidad. Se explaya con ingenio para responder cuanto porqué le salga al paso, hasta que finalmente el saber se clausura a sí mismo y acaba por reconocer la ficción sobre la cual se erige. Sería ingenuo pensar que el psicoanálisis escapa a esto, sin embargo, éste lo reconoce como tal y procura no olvidar que el conocimiento es siempre una metáfora de los afectos y la experiencia.
En la obra de Freud podemos rastrear detalles de su pensamiento que nos permiten ahondar en lo que él consideró como esencial en el psiquismo, a saber, la pulsión, y su operación de libidinizar. Esta energía que cualifica el mundo, que lo acomoda según el ángulo del sujeto, sin la cual no se podría hablar de objeto o de deseo. La libido nos permite pensar en términos metapsicológicos, es decir, en lo económico de los procesos psíquicos, en la dinámica de este flujo energético, y en lo tópico, es decir, en las instancias psíquicas que participan de ellos.
Podríamos preguntarnos ahora por el origen de la libido, de la psique, o incluso el origen del cuerpo en tanto tal, y no como pedazo de carne. Freud consigue elaborar una respuesta para esta pregunta clave, pues, qué sería de la carne sin esa envoltura libidinal que la convierte en cuerpo. La respuesta tiene que ver con el masoquismo, eso que ha sido menospreciado al punto de llevarlo al tabú, tendría para el sujeto su condición de posibilidad. Freud dedicó un trabajo para profundizar en el problema que implicaba el masoquismo para el psicoanálisis, éste le demandó nuevas maneras de entender el aparato psíquico. En adelante no se podría entender el placer en términos de distención, y el malestar en términos de tensión, a partir de ese momento habría que concebir el placer como algo cualitativo.
Freud cierra este trabajo de 1924 con una sentencia “ni aun la autodestrucción de la persona puede producirse sin satisfacción libidinosa”[i], el masoquismo, como veremos, es al mismo tiempo condición de posibilidad y amenaza para el sujeto. A continuación, intentamos profundizar en este campo del saber, que, sin olvidar su ficcionalidad, apela a las experiencias placenteras y mortíferas en cada uno de nosotros para hacerse escuchar.
En el origen fue el dolor, luego se libidinizó
Los grandes sistemas de pensamiento filosóficos han contemplado casi siempre una cosmovisión propia sobre el origen y el lugar que tiene la humanidad en el mundo, su relación consigo mismo y la naturaleza. Desde ahí podríamos nombrar a algunos como Platón y su sistema de pensamiento idealista en el que, por ejemplo, el cuerpo es una prisión para el alma; Schelling para quien la humanidad tuvo una escisión irreparable con la naturaleza de la cual ningún otro ser vivo es participe; o Schopenhauer con su combinación entre hinduismo y filosofía europea, donde la voluntad sería la fuerza misma que es origen de todo, sin distinguir lo “orgánico” de lo “inorgánico” pues todo sería, en última instancia, alimentado por la fuerza de la voluntad que nada quiere, tan solo su propia permanencia en el tiempo. Para algunos de ellos el origen es caótico y para otros armonioso, la existencia daría cuenta de esa armonía del mundo, o, por el contrario, de su inestabilidad intrínseca.
Freud no fue ajeno a estos pensadores y sus tentativas de aproximación fueron diversas. En 1920 propuso el concepto de pulsión de muerte argumentando que las pulsiones de vida habrían de encontrar un lugar a su lado, pues sin ellas nada existiría. Si la pulsión de muerte precede todo lo existente, solo con la pulsión de vida comenzaría el mundo. Podemos adherirnos a esto, o rechazarlo, muchos argumentos se han construido y vale mucho conocerlos. Nosotros consideramos que podemos partir, necesariamente de la existencia y que previo a ello, los argumentos van siendo más y más difíciles de sostener. Piera Aulagnier retoma esta discusión y nos propone un momento en el que lo vivo, una energía desbocada en sí misma, deja de ser solo organismo y se infunde con la psiquis para volverse cuerpo.
Hemos hablado antes del primer encuentro con el seno como del momento revelador e iniciador de una experiencia de placer. Pero debemos admitir que, precediendo a ese momento fecundo (y ese grito, primer reclamo de aire y primer dolor que despierta al sujeto a la existencia, nos lo recuerda), la necesidad, la falta (de aire, de alimento, de calor, poco importa) ha dado nacimiento a una primera percepción de displacer, primera operación impuesta a la psiquis. Esa ruptura original del “silencio del cuerpo” (si se puede emplear esta metáfora), esa fisura inaugural de una primera vivencia psíquica es la que literalmente hará nacer al sujeto como funcionamiento psíquico.[ii]
La primera operación impuesta a la psiquis es del orden del dolor, una impronta en el cuerpo que de mantenerse así haría imposible la vida misma. Imaginemos a un recién nacido que no distinga entre el vientre materno y el exterior, que no llorara en el parto, o no se atragantara con el aire que invade su cuerpo, quizá la imagen que nos venga a la mente sea la de un bebé que nace muerto. Para detener esta primera imposición al organismo-carne, éste debe responder de alguna manera para sostenerse en el mundo, y así como la primera experiencia sobre ese cuerpo es la del displacer y el dolor, la psiquis se da origen a sí misma ligando eso doloroso. In-corpora el dolor, ya no como dolor sino como placer.
El masoquismo primario representa, a su vez, la expresión más pura de la pulsión concebida como pasaje obligatorio entre la tendencia biológica más arcaica del organismo y la representación que permite su traslación al campo de las psiquis. [iii]
Este pasaje del instinto a la pulsión, es el producto del mecanismo que encontró lo vivo para preservarse en la vida, a saber, el masoquismo primario. Freud lo nombro también como masoquismo erógeno, y es preciso llamarlo al mismo tiempo originario y erógeno. Erogeneizar sería, llevado al porqué de los porqués, el origen de la existencia tal como la conocemos. No ya en una supuesta “objetividad del mundo”, sino la de la representación del mismo, espacio de la psiquis.[iv] Como veremos más adelante, la relación del sujeto con el mundo se hace mediada por la psiquis y la representación que ella hace del mundo. Si comprendemos esto a cabalidad, veremos que todo lo que entra en contacto con los afectos de los sujetos sea “virtual” o “material”, tendrá las mismas posibilidades de hacerse impronta subjetiva, en tanto que, el sujeto se relaciona con el mundo mediante la representación que hace de él el psiquismo.
El masoquismo hace del dolor un placer en el dolor, no quiere decir que el dolor desaparezca, sino que este, en su dimensión lacerante y cruda en el cuerpo, puede ser representada por medio de la psiquis en algo placentero. Lo que en principio sería mortífero llevado a su extremo, puede y necesita convertirse en algo propio de lo vital. No es poca cosa. En adelante todas las ligaduras de objeto, incluida la del yo mismo, tendrán un rastro, una memoria de este primer momento de ligadura, si las vías de deriva pulsional que forman el carácter, son las más primarias y por ello difíciles de cambiar (de acuerdo con Aulagnier y siguiendo a Freud) la primera vía de deriva pulsional sería la del masoquismo. Las subsecuentes relaciones del sujeto con el mundo estarán corriendo cercanas a la avenida del masoquismo, si no es que sobre la misma vía. Añadamos un último recurso para darle dimensión al problema, recordemos lo que Freud dice en Introducción del Narcicismo
Un fuerte egoísmo preserva de enfermar, pero al final uno tiene que empezar a amar para no caer enfermo, y por fuerza enfermará si a consecuencia de una frustración no puede amar[v]
Todo vínculo será una escapatoria de libido evitando la stasis, y al mismo tiempo, ese gasto libidinal ejercido por fuera del circuito yoico, será en alguna medida de forma masoquista.
Tener esto en consideración en la clínica es fundamental, pues ayuda a explicar la dificultad que muchos y muchas tienen para amar y relacionarse. Amar afecta indefectiblemente su “in-dependencia” de los demás, y no poder amar les produce angustia: no saben cómo empezar una conversación y tienen miedo a quedarse solos. Algo en sus relaciones de objeto ha demandado “más pulsionalmente” de lo que hubieran querido y lo viven dolorosamente, he ahí la paradoja: tanto el gasto, como la conservación de libido, serán vividos como malestar. Libidinizar estos procesos de investidura y desinvestidura de objeto, es decir, dotarlos de un componente erótico, es condición de posibilidad para la vida en el sujeto.
Renunciar al encuentro con el otro, como algunos sujetos lo viven, no garantiza la evitación de sufrimiento, el encierro en sí mismos va tornándose poco a poco insoportable. El caso de la melancolía es igualmente contradictorio, en apariencia quien la sufre desearía librarse de esa sensación de vivir que agota y pesa, empero, no es tan sencillo dado que el proceso mismo de retiro de libido (el agujero por el que se drena el amor por el objeto) ha sido investido en tanto tal y conlleva una satisfacción erótica. Estos son los polos entre los que el sujeto intenta hacerse camino frente a las vicisitudes que trae consigo la relación de objeto.
Efracción
Recordemos lo que Freud postula en el Proyecto de psicología para neurólogos, sobre el estado de desamparo inicial del ser humano. En el pasaje dedicado a la vivencia de satisfacción, da cuenta de la incapacidad que tiene el cachorro humano de satisfacer sus necesidades por sí mismo “esta sobreviene mediante auxilio ajeno: por la descarga sobre el camino de la alteración interior”.[vi] Es relevante centrar el análisis en el planteamiento entre interior y exterior, se entiende que Freud está hablando de dos seres humanos, uno invalido y otro con experiencia en la descarga de la tensión, digamos un recién nacido y un cuidador. Freud habla de adentro y afuera del lugar donde se “registra” la tensión, lo que nos lleva a pensar que la tensión le ocurre al recién nacido desde adentro. Pero el trato que le da a “adentro” y “afuera” no es convencional, ya que la descarga facilitada por elauxiliador ajeno, aunque es ejercida desde “afuera”, es vivida como una descarga en el interior del bebé ¿cómo es esto posible? ¿actuar en el interior de alguien más?
Desde Freud podemos decir que para el recién nacido no existe una clara diferenciación entre sí mismo y el mundo, y tampoco entre interior y exterior. El sujeto habrá de generar esa separación que permitirá dibujar una frontera, pero eso debe desarrollarse, y es necesariamente posterior a la vivencia de satisfacción. Por lo que, el auxilio ajeno que le ayuda al bebé a descargar la tensión, le viene de afuera, pero se vive al interior de él o ella. Esto no descarta la posibilidad de que una acción realizada por el auxiliador que fuera displacentera o agresiva para el recién nacido, también se viva efectivamente como interior. Durante esta relación de unidad entre sujeto y mundo, ocurre un movimiento pulsional primario que va haciendo distinción entre afuera y adentro.
Ahora bien, bajo el imperio del principio de placer se consuma dentro de él un ulterior desarrollo. Recogen en su interior los objetos ofrecidos en la medida en que son fuente de placer, los introyecta (según la expresión de Ferenczi) y, por otra parte, expele de sí lo que en su propia interioridad es ocasión de displacer.[vii]
Freud se refiere a esto como el paso del yo-realidad-inicial, al yo-placer purificado, esto quiere decir que en un solo movimiento suceden dos cosas. Por un lado, se introyecta/bejahung todo lo que se distingue como placer, esto coincide con una afirmación del sujeto y lo que se es; y por otro, se expulsa/ausstosung, aquello que significa displacer y se considera como ajeno y perteneciente al mundo exterior. Este doble movimiento en un solo paso, dibuja una frontera entre el sujeto y el mundo exterior, tomando como indicador el placer.
Autoconservación por un lado y agresividad por el otro. El sujeto no tiene una intencionalidad al expulsar lo ajeno, no es sadismo propiamente, puesto que la brújula está orientada por la autoconservación y aún no hay otro propiamente hablando. Retomemos el argumento dicho hace poco: el dolor le viene de adentro, aun cuando el agente este efectivamente en el exterior. Lo que se busca es protegerse de lo amenazante que viene de adentro y el recurso que se encuentra a la mano es el de poner distancia y alejarlo. Tampoco se ha constituido la instancia yoica, estamos hablando de los pininos en la distinción entre sujeto y mundo. Aquí resuena lo que Freud llamó en un texto contemporáneo la elección de objeto según el tipo narcisista: d. A la persona que fue una parte del sí-mismo propio[viii]. Si tratamos de entender la oración, caeremos en cuenta de la dificultad que supone para su comprensión, pues de qué manera una persona es parte del sí-mismo, y no suficiente con eso, cómo se separa o deja de serlo.
Me parece que podemos ubicar aquí esta constelación de ideas. Consideremos que al mismo tiempo existe una relación de dependencia entre el sujeto y su auxiliador, del que él mismo no sería capaz de distinguir diferenciación; aunado a ello no se puede discernir si los estímulos de satisfacción y displacer provienen del interior o el exterior de sí-mismo; llevado por el imperio del principio de placer se echa a andar un mecanismo muy primario de separación, introyectando el placer (Bejahung) hacia el interior y proyectando el displacer (Ausstosung) hacia el mundo exterior considerándolo como ajeno. Esta separación provisional que habrá de culminar en lo que Freud llamó yo-realidad-definitiva nos puede echar luz sobre el problema de nuestro interés.
Esta separación de lo que es parte del sí-mismo propio, es algo que se puede distinguir solo retroactivamente, como la mayoría de lo que hemos planteado hasta ahora, pero resulta interesante plantear la cuestión acerca de la constitución de aquello de lo que se separa y de lo que se asimila. Damos por hecho que se retiene lo propio y se expulsa lo ajeno, pero no resulta descabellado pensar que también se expulsa algo de lo propio, y viceversa, se asimila algo de lo ajeno.
Antes de pasar a otro tema nos gustaría poner de relieve que esta separación, o efracción, tiene todo que ver con la castración del sujeto, es quizá la primera vivencia de castración de la que existe huella en cada uno de nosotros, una herida que le propiciamos a ese que nos completaba, y que llevamos con nosotros mismos. Si seguimos esto con Freud, no nos sentimos lejos de su obra al afirmar que el doble es una emanación producto de esta ruptura entre el sujeto y el mundo, en el que lo que se desprende de él es una parte de sí-mismo, que posteriormente será representada de diversas maneras “En efecto, el doble fue en su origen una seguridad contra el sepultamiento del yo […] y es probable que el alma <inmortal> fuera el primer doble del cuerpo”[ix]. Es un recurso frente al aniquilamiento de lo constituido como propio. Retomaremos esto más adelante cuando planteemos la cuestión del doble y su relación con las redes sociales.
Masoquismo y vuelta contra sí mismo
Entre las cosas que reclaman nuestra atención a propósito de lo que llamamos subjetividades narcisistas es el masoquismo. En esta ocasión hemos propuesto una revisión del concepto masoquismo originario como pilar de la vida, lo que hace posible la psique misma. Para nosotros el masoquismo y el narcisismo son figuras psíquicas que guardan una relación en común, un recorrido pulsional que los asemeja. Cuando en 1914 Freud formaliza sus reflexiones en torno al aparato psíquico con sus llamados trabajos sobre metapsicología, dedica uno de sus trabajos al concepto de pulsión. Sobre la pulsión nos da 4 elementos que la constituyen: el esfuerzo o Drang, entendido como la fuerza que tiene la pulsión; la fuente, se refiere al lugar del cuerpo en el que se representa psíquicamente; la meta, que en todos los casos es la satisfacción[x]; y el objeto, mediante el cual se realiza la satisfacción[xi]. La pulsión para Freud no puede ser satisfecha en su totalidad sino solo parcialmente. El Drang no deja de pulsar e insistir, así como tampoco hay un estado invariable de tensión, se requiere de los cambios para explicar el placer y el displacer. Es frente a este Drang que se configuran mecanismos de defensa frente a las pulsiones, o también llamados destinos: represión, sublimación, vuelta en lo contrario y vuelta contra sí mismo[xii], a los que se le sumaran a lo largo de su obra, y las nuevas conferencias sobre psicoanálisis, los afectos, el narcisismo y el síntoma.
Decir destino de pulsión es una manera de señalar el recorrido que hace la pulsión, si bien todas proceden del cuerpo (que es su fuente orgánica), no todas llegan a satisfacerse, y tampoco siguen el mismo camino cuando no se les satisface. El mecanismo de vuelta hacia la persona propia, nos indica el camino por el que la pulsión, o un fragmento de ella, fue derivada en el sujeto.
A propósito de este destino de pulsión consideremos las tres maneras en las que se puede entender el masoquismo desde Freud:
En este caso, tomamos el inciso b, para exponer la similitud antes mencionada. En el texto Freud toma como ejemplo las fantasías de sus pacientes varones, a falta de material de pacientes mujeres, y dice que, a menudo estos hombres son impotentes quizá a falta de ser tomados activamente en el acto sexual. Esto puede ser un fin en sí mismo, o como un medio para infundir la potencia e iniciar el acto sexual
El contenido manifiesto es el mismo: ser amordazado, atado, golpeado dolorosamente, azotado, maltratado de cualquier modo, sometido a obediencia incondicional, ensuciado, denigrado.[xiii]
Es bien sabido que el masoquista tiene en mente una satisfacción sexual, y busca los medios mediante los cuales obtener el tipo de placer que busca. Pero no es pasivo de ninguna manera en cuanto al detalle de lo que solicita, aunque las formas pudieran parecer denigrantes o pasivas, esta activamente buscando esa condición de objeto pasivo. De similar forma, la pulsión no es pasiva, no hay un esfuerzo que sea negativo. Esto no excluye la posibilidad de encontrar la satisfacción por medio de la pasividad, en cuyo caso podemos leerlo como un ejemplo de vuelta de la pulsión hacia sí mismo.
Otro caso de vuelta de la pulsión contra sí mismo es el del Narcisismo, concepto acuñado por Freud contemporáneamente al trabajo de la pulsión y sus destinos. En el texto dedicado el narcisismo Freud comienza por diferenciar libido yoica y libido de objeto y nos presenta la idea de una relación inversamente proporcional, en la que cuando una se enriquece la otra se empobrece, pero esta es una etapa avanzada del camino subjetivo. Sin embargo, existe un estado previo de la libido, al que llama autoerotismo
Es un supuesto necesario que no esté presente desde el comienzo en el individuo una unidad comparable al yo; el yo tiene que ser desarrollado. Ahora bien, las pulsiones autoeróticas son iniciales, primordiales; por tanto, algo tiene que agregarse al autoerotismo, una nueva acción psíquica, para que el narcisismo se constituya[xiv]
El devenir del sujeto esta pautado por las veredas por las que transita la libido, en ellas hay etapas o hitos, a los que no se puede llegar sin pasar antes por otros. Es el caso del narcisismo, al cual se llega después de la libido de objeto, una vez que este es resignado. La libido que ha quedado libre retorna al yo, y se le presenta al ello como una nueva opción de objeto.
Otro punto de vista enuncia que esta trasposición de una elección erótica de objeto en una alteración del yo es, además, un camino que permite al yo dominar al ello y profundizar sus vínculos con el ello, aunque por cierto a costa de una gran docilidad hacia sus vivencias. Cuando el yo cobra los rasgos de objeto, por así decir se impone él mismo al ello como objeto de amor, busca repararle su pérdida diciéndole: <mira, puedes amarme también a mí; soy tan parecido al objeto…>[xv]
Hasta aquí muchas cosas son destacables y susceptibles de precisión, hemos citado obras que tienen cada una un pie en distintas tópicas de Freud, eso tiene sus consecuencias, por ejemplo, en la procedencia de la libido que inviste al objeto: en la primera tópica es el yo y la libido yoica; en la segunda es el ello de donde procede la libido. No está de más tampoco subrayar que la elección de objeto es posterior a la identificación con él, ella ocurre de forma inconsciente y lleva al sujeto a una relación de intimidad con el objeto. Y qué decir de la resignación de objeto, la cual es, por decirlo brevemente, traumática para el sujeto. Lo que nos interesa señalar, empero, es el recorrido que hace la pulsión, partiendo del reservorio de libido, hacia el objeto y retornando. Movimiento que da por resultado la libidinización del yo como objeto de deseo, es a esto que Freud llama Narcisismo.
Con todo esto dicho podríamos decir que un mismo destino de pulsión es el que produce al Yo y al Narcisismo: la vuelta de la pulsión hacia la persona propia. Este movimiento, en términos de dinámica pulsional, coincide con lo que Freud llama masoquismo femenino, es decir, la posición pasiva del sujeto conforme al objeto. En este caso, tanto el sujeto que inviste, y el objeto investido, coinciden. Si seguimos a Freud y su argumentación metapsicológica podemos decir que el Narcisismo y en última instancia el Yo, se da en una constelación de movimientos pulsionales que bien podemos llamar masoquista. El sentimiento de grandor del yo, tendrá en sus secuencias previas, una veta pulsional que coincidirá con el masoquismo, no únicamente, pero sí habrá pasado por esa estación. Con mayor claridad lo expresa Benno Rosenberg
Si el masoquismo primario, y el propio masoquismo, es originariamente el punto de reencuentro del sujeto con él mismo, por ahí se sitúa el lugar en donde el sujeto nace a él mismo, donde el yo se constituye. El sujeto, el sí mismo (el sí mismo quiere decir aquí la percepción inmediata del yo arcaico de él mismo) nace entonces por la intrincación pulsional primaria que es la definición que Freud da al masoquismo primario.[xvi]
La importancia que damos a “la vuelta hacia la persona propia” nos resulta central por lo que tiene de “defensa contra la pulsión”. Es el resultado de una satisfacción que no logra la cancelación total del estímulo, lo que deriva como exceso en la vuelta de la pulsión. Ese fracaso en la satisfacción “completa” de la pulsión, es también masoquista, una forma de libidinización de la insatisfacción, que, a bien del sujeto, le permite lidiar con el displacer resultante de esa parcialidad en la satisfacción. El masoquismo estaría tanto en el origen del psiquismo como en cada una de las satisfacciones pulsionales, dado que nunca es completa, el residuo no satisfecho será erotizado como vivencia de insatisfacción.
Redes sociales, un doble de sí mismo
Habiendo hecho el pasaje metapsicológico pertinente, nos sentimos en buenas condiciones de hacer un comentario al respecto de las redes sociales hoy en día. Desde muchos lugares se ha intentado abordar el asunto, esto nos habla de la importancia que tiene para el género humano dirigir sus reflexiones a lo que ha suscitado de manera acelerada en hombres y mujeres, la interacción con las llamadas redes sociales electrónicas. Este trabajo no pretende hacer un tratamiento exhaustivo del tema, antes bien, señalarlo y acompañarlo de una reflexión psicoanalítica. Creemos que tiene todo que ver con el Narcisismo, no solo por lo que parecería obvio: un reflejo de la mirada en dispositivo electrónico,sino que vemos con preocupación e interés el lugar que se ha ido haciendo en la vida de todos nosotros un smartphone capaz de sacarnos una sonrisa si recibimos en su pantalla algo agradable, o aterrarnos en caso de sentir que pudimos haber extraviado tal dispositivo ¿cuál es ese lugar? Provisionalmente diremos que el de una suplencia narcisista.
Hace poco más de 100 años, en 1919 Freud escribió el texto de “Lo ominoso”, en su obra lo podemos ubicar como uno de los textos que fue haciendo camino para su último viraje teórico. Desde una reflexión literaria y filosófica, nos señala las posibles fuentes infantiles que motivan el efecto ominoso, y ahonda en la temática del doble,
La presencia de <dobles> en todas sus gradaciones y plasmaciones, vale decir, la aparición de personas que por su idéntico aspecto deben considerarse idénticas; el acrecentamiento de esta circunstancia por el salto de procesos anímicos de una de estas personas a la otra -lo que llamaríamos telepatía-, de suerte que una es coposeedora del saber, el sentir y el vivenciar de la otra; la identificación con otra persona hasta el punto de equivocarse sobre el propio yo o situar el yo ajeno en el lugar del propio -o sea, duplicación división, permutación del yo[xvii]
El doble como suplencia narcisista para el sujeto, podría acercarnos a la comprensión de esa sensación tan propia que tenemos de nuestros celulares y redes sociales. A través de ellas tenemos el sentimiento que Freud llamó grandor del yo, y si repasamos cualquiera de las redes sociales a nuestra disposición, veremos que están diseñadas para que sean idénticas, o identitarias de nosotros mismos, con nuestra foto, nombre y gustos. Voluntariamente las configuramos a imagen y semejanza de nuestro sí-mismo. Una experiencia que ha ido tomando forma es la de la sorpresa con la que nuestro celular nos presenta cosas de nuestro interés que nunca antes habíamos tecleado en él, frente a lo que culpamos al algoritmo como ente deífico que nos conoce y vigila, nuestras conversaciones fuera y dentro del teléfono, y por eso sabe qué mostrar en nuestras pantallas. Ese sentimiento de sorpresa bien podría ser cercano al de ominosidad, si consideramos el hecho de que el algoritmo reúne nuestros gustos, y lo que podríamos considerar como rasgos de personalidad, en cada una de las interacciones que tenemos con nuestro dispositivo “coposeedora del saber, el sentir y el vivenciar” de nosotros mismos. Así, en medio del vértigo de no saber si nos vigilan o nos conocen, nos preguntamos ¿quién es el original y quién es el doble? Angustiosa pregunta que no respondemos sin un dejo de duda alimentado por las sagas de ciencia ficción que nos hacen sentir que las distopías han sido acogidas en nuestras sociedades, a cambio de unos likes.
A menudo y con facilidad se tiene un efecto ominoso cuando se borran los límites entre fantasía y realidad, cuando aparece frente a nosotros como real algo que habíamos tenido por fantástico, cuando un símbolo asume la plena operación y el significado de lo simbolizado, y cosas por el estilo.[xviii]
Las redes sociales electrónicas con su fantástico despliegue de contenido multimedia nos arrebatan las coordenadas de lo que considerábamos posible. El principio de realidad ha sido transformado por los programadores de “experiencia de usuario” en complicidad con nosotros mismos, poco a poco nos han ido convenciendo de cómo nos gusta ser vistos y ver a los demás. Los dispositivos electrónicos y la tecnología multimedia de hoy en día, han desarrollado interfaces, cada vez más cercanas a lo que podríamos llamar onírico: espacios sin tiempo, que parecen no haber sido tocados por manos humanas sino por el inmaculado código maquínico de los programadores. Hace mucho que las redes sociales electrónicas dejaron de ser un espacio virtual, en su actualidad se vuelven carne[xix]. Negar esto solo puede distanciarnos de entender las problemáticas que hoy en día vemos en aquellos que han nacido, y a los pocos meses ya tienen un display ante sus ojos. El terreno de la subjetividad y los afectos ya no es solo el de lo “material”, pues lo electrónico, se vive tan encarnado como lo “material”. No olvidemos que el humano no se relaciona (por más que lo quiera creer) con la cosa en sí del mundo, es por mediación de la operación de representación del mundo que hace la psique, que hacemos contacto con él. Al momento en el que el ser humano se representa el mundo, poco tiene que ver si lo puede levantar con sus manos y olerlo, o solo puede figurárselo, de una y de otra manera, hace contacto con su realidad, o mejor dicho con su representación de realidad, lo único que lo sostiene frente a ella, es la psique.
Nosotros hace tiempo que nos hemos acostumbrado a esta comunicación en tiempo real. Tenemos que hacernos conscientes una y otra vez de lo reciente que es todavía esta posibilidad. Antes, en cada punto del espacio, estábamos encerrados en el respectivo tiempo propio. Cuando se tenía noticia de un suceso en un lugar alejado, aquél había acontecido mucho tiempo atrás […] entonces nunca era posible estar a la altura del tiempo, siempre era demasiado tarde. Pero eso también tenía ventajas. Las distancias espaciales, aunque retrasan la comunicación, también protegen de ella.[xx]
Hoy en día estamos asediados por los eventos del instante, por los trending topics pero no es solo una cuestión de la vida pública en la que nos enteramos de lo que sucede al otro lado del mundo. Los efectos de las redes sociales electrónicas los podemos ver en su cara más cruda, cuando se trata de la vida privada de cada uno de nosotros. Pensemos en los adolescentes que reciben el rechazo de su comunidad en las redes sociales y el efecto que esto les provoca. Castigar el celular de un adolescente puede ser motivo de laceraciones y, en ocasiones, hasta intentos de suicidio. Las redes sociales, son nuestro doble, una suplencia narcisista desde la que nos vinculamos con nuestros seres queridos y la gente que admiramos. Un ataque, o un rechazo en facebook, puede ser igual o más severo que en la vida real, como ejemplo pensemos en la sensación que crece en nuestro cuerpo cuando alguien “nos deja en visto”, y es que no es al perfil de whatsapp, o al número telefónico, al que no se responde, si no que sentimos que es a nosotros mismos, es el sentimiento yoico el que recibe los ataques o rechazos.
El doble: un perfil de instagram, un avatar, se vive mediado por uno mismo. Por lo tanto, la experiencia que se tiene de ellas es subjetivamente igual de propia.
Pero no solo este contenido chocante para la crítica del yo puede incorporarse al doble; de igual modo, pueden serlo todas las posibilidades incumplidas de plasmación del destino, a que la fantasía sigue aferrada, y todas las aspiraciones del yo que no pudieron realizarse a consecuencia de unas circunstancias externas desfavorables, así como todas las decisiones voluntarias sofocadas que han producido la ilusión del libre albedrío.[xxi]
Resuenan aquí las formas de elección de objeto de tipo narcisista de las que habló Freud 10 años atrás, se ama:
Quizá en las redes sociales electrónicas podamos ver ese modelo de elección de objeto que toma como referencia al yo. En ellas podemos realizar casi oníricamente cualquiera de nuestras fantasías, o al menos, eso es lo que se nos promete, y tal vez, lo que ha forjado su éxito. En esos espacios podemos ver aquello que siempre queremos ver (pocas veces se quedan cortos) nos presentan los libros que queremos leer, los lugares a los que queremos viajar y las opiniones que suscribimos. El grandor del yo en su máxima expresión. En las redes sociales electrónicas podemos vivir y amar lo que uno mismo, fue, es y querría ser. Todo desde la comodidad de casa arrastrando el dedo de arriba abajo por el manantial en el que nos vemos reflejados.
Referencias
[i] Freud, Sigmund, El problema económico del masoquismo, en Obras Completas Tomo XIX, Amorrortu, Buenos Aires (1924) Pp 176.
[ii] Aulagnier – Spairani, Piera, Observaciones acerca del masoquismo primario en Interpretación Freudiana y psicoanálisis, Paidos, Argentina, 1987 Pp 120.
[iii] Ibid. Pp117.
[iv] Aulagnier lo describe con mayor claridad en la siguiente metáfora “De ello se deriva que la primera percepción de displacer moviliza un esquema organizador listo para funcionar, del mismo modo que el grito que señala el paso del mundo fetal al mundo exterior pone en marcha un aparato respiratorio ya constituido. Digamos que la primera percepción actúa abriendo las puertas de un sistema estructural prexistente y en el cual va a precipitarse la energía para hacer marchar el motor que ese sistema alimenta. Esta metáfora nos parece responder a la pregunta que planteábamos: la energía instintual es, gracias a ese paso obligatorio, empleada en el funcionamiento de un motor cuyo papel consiste en traducir todo lo que pasa como “deseo de…” ibid Pp 121.
[v] Freud, Sigmund, Introducción del Narcisismo, en Obras Completas Tomo XIV, Amorrortu, Buenos Aires (1914) Pp 82.
[vi] El fragmento seleccionado es breve por fines expositivos, sin embargo, sugerimos leer el fragmento completo que va de la página 362 a la página 364. En ella Freud deja ver la importancia y trascendencia que tiene el auxiliador ajeno en el futuro desarrollo del humano. Freud, Sigmund, Proyecto de psicología para neurólogos, en Obras Completas Tomo I, Amorrortu, Buenos Aires, (1985) Pp 362.
[vii] Freud, Sigmund, Pulsión y destinos de pulsión, en Obras Completas Tomo XIV, Amorrortu, Buenos Aires (1915) Pp 130.
[viii] Freud, Sigmund, Introducción del Narcisismo, en Obras Completas Tomo XIV, Amorrortu, Buenos Aires (1914) Pp 87.
[ix] Freud, Sigmund, Lo ominoso, en Obras Completas Tomo XVII, Amorrortu, Buenos Aires (1919) Pp 235.
[x] Puede ser motivo de interés profundizar en los caminos que llevan a la satisfacción. Freud es ambiguo en este tema, en Pulsión y destinos de pulsión (1915) dirá que se puede alcanzar la satisfacción cancelando la estimulación en la fuente de la pulsión, es decir el cuerpo, y apenas unas líneas más abajo dice “La experiencia nos permite también hablar de pulsiones de meta inhibida en el caso de procesos a los que se permite avanzar un trecho en el sentido de la satisfacción pulsional, pero después experimentan una inhibición o una desviación. Cabe suponer que también con tales procesos va asociada una satisfacción parcial.” Pp 118 En este momento aún es la primera tópica freudiana, pero en 1924, con El problema económico del masoquismo dice “Entonces, placer y displacer no pueden ser referidos al aumento o la disminución de una cantidad, que llamados <tensión de estímulo>, si bien es evidente que tienen mucho que ver con este factor. Parecieran no depender de este factor cuantitativo. Estaríamos mucho más adelantados en la psicología si supiésemos indicar este carácter cualitativo.” Pp 166. Tomando esto en consideración, la satisfacción de la pulsión no se lograría sola y exclusivamente “cancelando” el estado de estimulación en la fuente de la pulsión”.
[xi] Freud, Sigmund, Pulsión y destinos de pulsión, en Obras Completas Tomo XIV, Amorrortu, Buenos Aires (1915) Pp 117-118.
[xii] Ibid. Pp 122.
[xiii] Freud, Sigmund, El problema económico del masoquismo, en Obras Completas Tomo XIX, Amorrortu, Buenos Aires (1924) Pp 168.
[xiv] Freud, Sigmund, Introducción del Narcisismo, en Obras Completas Tomo XIV, Amorrortu, Buenos Aires (1914) Pp 74.
[xv] Freud, Sigmund, El yo y el ello, en Obras Completas Tomo XIX, Amorrortu, Buenos Aires (1923) Pp 32.
[xvi]Rosennberg, Benno, Masoquismo mortífero y masoquismo guardián de la vida, Editorial Promolibro, Valencia (1995) Pp 98.
[xvii] Freud, Sigmund, Lo ominoso, en Obras Completas Tomo XVII, Amorrortu, Buenos Aires (1919) Pp 234.
[xviii]Ibid. Pp 244.
[xix] A propósito de lo virtual y lo actual, Deleuze considera que la memoria está contenida en una dimensión virtual, hasta que el recuerdo acude al instante, en ese momento deja de ser virtual para actualizarse. “Cuando buscamos un recuerdo que se nos escapa, <tenemos conciencia de un acto suigéneris por el que nos distanciamos del presente para situarnos primeramente en el pasado en general y después en una determinada región del pasado: operación de tanteo análoga a la puesta a punto de un aparato fotográfico. Pero nuestro recuerdo permanece todavía en estado virtual; de este modo nos disponemos simplemente a recibirlo adoptando la actitud apropiada. Poco a poco aparece como una nebulosidad que se condensa y pasa del estado virtual al actual.” Deleuze, G. (1987) La memoria como coexistencia virtual (Ontología del pasado y psicología de la memoria) en El Bergsonismo. Ediciones Cátedra, Madrid, España, Pp 56-57.
[xx] Safranski, R. (2017) Tiempo. La dimensión temporal y el arte de vivir. Tusquets Editores, Barcelona, España, Pp 100.
[xxi] Op cit. Lo ominoso. Pp 236.
Es licenciado en psicología por la UAM-X y cuenta con un certificado en Teoría Crítica por Instituto 17 de Estudios Críticos. Es maestro y doctorante en saberes sobre subjetividad y violencia por el Colegio de Saberes. Realizó una especialidad en práctica psicoanalítica y actualmente se dedica a la consulta privada. Sus temas de interés son psicoanálisis, narcisismo y violencia.