Escribirnos el cuerpo es el título que pretendo dar a un proyecto largo del cual “En el principio, fue la música” es la primera parte. En aras de comenzar desde el caos es que elegí el texto “Del Ritornelo”, que se encuentra en el libro “Mil Mesetas”, de G. Deleuze y F. Guattari, de donde tomé conceptos clave como: agenciamiento, territorialización, medio, membranas, caos, cosmos, ritmo, expresión, marca, vibración, sonoridad, música, expresión y ser.
Para escribir el cuerpo habrá que pasarlo por el habla. Cuando hablamos (d)el cuerpo, lo hacemos en la tercera persona del singular, decimos: el cuerpo. Al hablar (d)el cuerpo propio se hace desde pronombres posesivos átonos, es decir, que indican pertenencia, así decimos: nuestro cuerpo, su cuerpo; y pronombres posesivos tónicos: este cuerpo nuestro, el cuerpo suyo. Como una proclamación de propiedad sobre un cuerpo, un cuerpo para habitarlo – para habitarnos en él –, para hospedarnos ahí, un ahí que es un constante allí-ahí-allí de fuerzas caóticas, terrestres y cósmicas. Como si al pronunciarlo desde estos territorios nos hiciésemos (de) un cuerpo que es nuestro, que se vuelve un somos en este cuerpo que es nuestro – un somos que es ya pronombre personal –. El giro para pasar – a través de la palabra nombrante– de un cuerpo a nuestro cuerpo y, finalmente, a yo. La palabra, la palabra pronunciada, sí, pero la palabra que no se escucha más que en los abismos, sobre todo, nos devuelve y envuelve en una singularidad que no es la misma en cada vuelta, sino la diferencia que va marcando los ritmos de la que será nuestra música. Cada vuelta, re-petición. Cada vuelta una reconquista de márgenes. Cada vez y cada vez, un instante acumulado de la multiplicidad provista del instante previo proyectada al porvenir. Un quién que encarne los instantes, un quién que sea el soy yo en este cuerpo que he territorializado, el quién que pronuncia y se pronuncia a sí.
Nuestra boca, y su lengua: los instrumentos que moldean las vibraciones sonoras provenientes del movimiento de las cuerdas vocales para constar una de tantas formas de escritura, quiero decir, de lo que vamos escribiendo con la boca.
La boca, la lengua, los dientes, el paladar, la faringe y la laringe, con sus cartílagos donde se sientan a trabajar día y noche sus cuerdas. Esas telas, que tensas o flácidas, se acercan y se alejan entre ellas para dejar pasar el aire que empuja desde los pulmones y sopla. Como un silbido que formamos con los labios, así las cuerdas danzan según la voluntad –o voluntad involuntaria– del habla. Al pronunciarnos –cuando el habla habla–, ondas rítmicas o disrítmicas son liberadas junto con el aire pulmonar a través de la boca –cabe mencionar que ese aire venido desde lo pulmonar ha regresado de un recorrido de miles de kilómetros en nuestro cuerpo vascular y tisular vehiculizado por corpúsculos bicóncavos carmín– silbando en nuestras cuerdas y moldeándose en otras estructuras vocales para salir en forma de onda expansiva y rebotar de inmediato en el chasis de nuestra cabeza.
Las ondas que no regresan por medio de la escucha ósea lo hacen por la escucha aérea. Esas ondas empujan el espacio desde nuestra boca hacia las orejas y de ahí al oído medio para ir a impactar con suaves y precisos toques sobre diminutos filamentos dispuestos cuidadosamente dentro del oído interno, cada uno sensible a un tipo específico de frecuencia para crear la señal química que hace que en el cuerpo ocurra la magia. ¿cuál magia? La de la escucha.
Entre la escucha ósea y la aérea hay un desfase de nuestras expresiones sonoras corporales, entonces las escuchamos como un eco, nuestro eco, la sombra de la voz de nuestro cuerpo se convierte en la materialidad que nos es devuelta de nuestras emisiones fonéticas. Los sonidos que producimos pueden ser de ritmos conocidos -como las palabras solas o articuladas- o de ritmos inidentificables en el registro gramatical superficial –como gritos, gruñidos, alaridos, suspiros u otros–.
Oír no es escuchar y no todo sonido es música y no toda música es bella. Cuando la materialidad de nuestra sonoridad –ya sea en palabras o no– nos cae de vuelta, no es recibida por el mismo significante que la hizo sonar pues ese significante ya no existe más, fue arrojado para siempre por medio de la escritura vocal o gutural y se fijará diferente. Si lo fijamos en grupos categoriales de la percepción, estaremos oyendo y si lo dejamos deslizarse en los intersticios, en los entres, en los espacios entre una representación y la otra, quizá así estemos escuchando.
La Escritura Sagrada no necesita explicación. Quien dice la verdad está lleno de vida eterna y sus escritos se nos muestran en prodigiosa afinidad con el auténtico misterio, siendo estos una emanación de la sinfonía del Universo.
Novalisi
Recorremos “diferentes caminos. Aquel que emprenda la ruta y los compare, descubrirá formas que pertenecen a una gran escritura cifrada que se encuentra en todas partes: en las alas de las aves, en la cáscara del huevo, en las nubes“,ii en las gotas de agua, en los ojos de un perro, en los agujeros negros, en el silbido entre las montañas, en las entonaciones de la voz –la voz en sí, así, sin las palabras– “y en los extraños resquicios del azar. Podemos deducir que ahí se encuentra el origen de esa escritura maravillosa, de su gramática.”iii Su gramática es el canto emanado del pensamiento de esas variaciones de energía, la expresión que vuelve a los componentes de los medios en territorio, hay territorio porque esos componentes han devenido territorializantes y han devenido territorializantes a partir de esas expresiones rítmicas. “El caos no es lo contrario del ritmo, más bien es el medio de todos los medios.”iv Son escritura cifrada, como la nuestra, como la de todos y todo. El Todo que comienza como caos, ese espacio que no es estancia, sino estado, estado de potencia, donde no hay consciencia, ni de sí, ni de nada. No hay razón y mucho menos lógica, nada entra en categorías, no existen los juicios, no hay representaciones asociadas del mundo, de lo uno y de lo otro, de nada. El caos como una concentración energética donde potencialmente puede ocurrir algo que enseguida se desvanece en la inmensidad. En una de esas variaciones, el caos actualiza sus intensidades y suena el Gong, el Big-Gong.
“La respuesta de los medios al caos es el ritmo. Lo que tienen en común el caos y el ritmo es el entre-dos, entre dos medios, ritmo-caos o caosmos.”v Caósmosis, una ósmosis entre medios, una difusión entre ritmo y caos, un perpetuo estado de dilución de los medios en un devenir cósmico.
“Fuerzas caósmicas territorializadas de esos medios que dejaron de ser direccionales para devenir dimensionales.”vi El caos se actualiza en sus direcciones y dimensiones. Las direcciones ahora, a través de las dimensiones de los medios territorializados van generando variaciones que tienen en común la diferencia y cada marca surgida de cada diferencia irá componiendo ritmos, concentraciones rítmicas que se transmiten de medio a medio por medio de membranas oscilantes. Membranas en el entre-dos, entre dos medios, entre los medios: Del caos nacen los Medios y los Ritmos.
Cada medio es vibratorio, es decir, un bloque de espacio-tiempo constituido por la repetición periódica del componente. Así, lo viviente tiene un medio exterior que remite a los materiales; un medio interior que remite a los elementos componentes y sustancias compuestas; un medio intermediario que remite a las membranas y los límites; un medio anexionado que remite a las fuentes de energía y a las percepciones-acciones.vii
Vivimos en el estupor ante el instante, nos cautiva el instante y sus escenarios de tal manera que nos impide sentir lo que aquellas escrituras cifradas canturrean. “J. von Uexcüll ha construido una admirable teoría de esas transcodificaciones al descubrir en los componentes otras tantas melodías que se harían contrapunto, la una sirviendo de motivo a la otra y recíprocamente; la naturaleza como música.”viii Esas vibraciones y sus rebotes producen más y más vibraciones que se expanden como ondas y crean cúmulos de energía concentrados en ciertos puntos, como una onda que se expande en el agua porque le ha caído una gota, la primera, que dibuja círculos excéntricos. Luego, otro pequeño cuerpo de agua choca en el cuerpo hídrico mayor, que no es el mismo porque la primera gota desencadenó una irrupción en la impoluta superficie. Las gotas cayendo en un orden inexplicable que llamamos azar. La contingencia ha comenzado. Esos dos grupos de ondas se expanden y se intercalan, más y más gotas y comienzan una suave pero contundente llovizna que moja los charcos levanta los mares.
Me gustaría iniciar la propuesta de este proyecto desde aquí, entonces colocaré la primera marca: en el principio, fue la música.
La música es nuestro primer territorio… “El territorio no es anterior con relación a la marca cualitativa, es la marca la que crea el territorio.”ix Las primeras marcas son el resultado de cada diferencia en las variaciones entre medio y medio. Cada diferencia hace una marca, las marcas van haciendo ritmos y es entonces cuando los ritmos devienen expresivos. Que los ritmos devengan expresivos es el acto de la territorialización. Medios sucedidos cualitativos. “El marcado de un territorio es dimensional, pero no es una medida, es un ritmo.”x Somos el resultado actualizado de las primeras vibraciones que tocaron a las más primitivas de nuestras membranas sensibles.
Al cuerpo me gustaría plantearlo en esta ocasión como la máquina que nos confiere la capacidad de proyectarnos a un cosmos en un nos-otros. Este viaje lo haremos comenzar desde los tres momentos del agenciamiento territorial de Deleuze y Guattari en Del Ritornelo, de Mil Mesetas. Son estos tres los momentos por los que fuerzas del caos, fuerzas terrestres, fuerzas cósmicas, las tres, se enfrentan y coinciden en el ritornelo:xi
Se trata, de principio a fin, de la energía que fluye, se concentra, se perfunde de cuerpo, realiza el periplo implacable y finalmente se disipa en millones de fragmentos que enseguida se integran a otros flujos.
Estas membranas se vienen formando desde que hay un saco biológico pluricelular de masa orgánica que se esculpe de acuerdo a la información genética. Esta información tan primitiva es la herencia biológica, pero más allá del surgimiento de los bioelementos, hay otras formas de herencia que nos han estado esperando y son tanto diversas como contingentes. Las formas diversas están compuestas de lo que ha venido siendo lo dado y las contingentes de no lo dado. En no lo dado, está lo que está por ser dado, lo que escurrió de aquello que sí fue dado y no lo dado per se. Esta forma de herencia ni está, ni es, e incluso en el devenir, sólo hay parte. En esta herencia contingente, se encuentra parte de la energía que se movilizó a través de las membranas sensitivas y que es lo que mayormente se encuentra diluido en el caos.
Las formas de herencia de lo dado y de lo contingente aguardan en un limbo adimensional, como nubes ávidas, pero pacientes. Soplan del albor al ocaso. No del todo en los silencios, no del todo en las voces, sino en los murmullos. En ocasiones, susurran, sin voz, sin sintaxis, pero con una desconocida elocuencia. Los susurros son los murmullos que se nos acercan, que se dirigen a nosotros o nosotros nos les acercamos para que nos susurren. Son como una retórica ansiosa de un hospedador. Recordemos que no sólo lo vivo o perceptible murmura y que la escritura cifrada está en Todo. Escribe Freud:
Somos producto fecundo de la herencia de innumerables existencias-yo que lustros atrás nos preceden y que se han repetido con la suficiente frecuencia e intensidad en muchos individuos que se siguen unos a otros generacionalmente y que se trasponen, por así decir, en vivencias del ello, cuyas impresiones (improntas) son conservadas por herencia.xx
Su espera siempre ansiosa del siguiente cuerpo donde sembrar la descendencia de la pesada genealogía, para enunciarnos, para sernos enunciados por las “plasmaciones yoicas más antiguasxxi“.. Plasmaciones yoicas que los muertos han venido dejando en lo que llamamos Historia y que, a su vez, retomaron de otros muertos, pero también de otros vivos que para entonces seguro ya son ahora otros muertos, aunado a algo de aquello de lo que a otros vivos les han sido susurrado por sus propios muertos. Luego entonces, mis muertos y los muertos de mis muertos y los vivos de esos muertos (ya muertos ahora): mis vivos y sus muertos. Aunque quizá más allá de que los vivos y los muertos las dejaran para nosotros, nosotros las hemos ido tomando de ellos, apropiándonoslas, acuerpándonoslas.
Se gesta un humano
Comenzamos el desarrollo de los órganos de la audición desde que nos encontramos in-útero. La música del mundo transmitida por el aire que rodea el huevo gestante le atraviesa en sus diferentes densidades; la capa cutánea, lipídica, muscular y amniótica hasta nuestro oído interno, donde las vibraciones del mundo tocan por primera vez nuestras membranas sensibles. En ese momento no hay más que membranas sensibles pues apenas comienza el agenciamiento. No ha habido mas que marcas primeras, no hay qué comparar, sólo puntos iniciales de comparación. Para Deleuze y Guattari, “es la diferencia la que es rítmica, y no la repetición, que, sin embargo, la produce; pero, como consecuencia, esa repetición productiva nada tenía que ver con una medida reproductiva.”xxii
La cohesión de las moléculas de agua es mayor que la de las moléculas de aire por lo que son moléculas menos elásticas y su desplazamiento es algo más lento, entonces, las ondas sonoras se expanden y el tono cambia a grave, los sonidos graves contienen un rango que se percibe mayormente por la vía ósea, que es la vía fetal, pues en ese momento de sumergidos no hay aún una vía aérea.
La música del mundo también toca las membranas sensibles y de la percepción del cuerpo gestante. Es entonces cuando neurotransmisores y demás sustancias químicas son producidas en ese cuerpo desde sus propias sensaciones y representaciones-palabra para finalmente atravesar la barrera placentaria hasta llegar al ser-en-camino.
¿Qué son los neurotransmisores? No me detendré en biologicismos, lo que me interesa de este elemento es ubicarlo como esa parte de otredad que intercambiamos en los primeros flujos, uno de los primeros contrastes de medios con los que contactamos. Sentimos ya, más no sabemos qué. Estímulos sonoros de toda índole ya van haciendo el entorno musical sensitivo del ser-en-camino. Es decir que no hay una forma de representarlos, sólo atraviesan la carne y le producen variaciones energéticas desconocidas. Desde “afuera” estas variaciones podrían tener algunos nombres como: la voz del otro progenitor, voces de otras personas, el ruido de la ciudad, la naturaleza, animales de la misma manada, campanas, alarmas, música voluntaria e involuntaria.
Existen otros sonidos sentidos de manera directa, estos sonidos son los de los cuerpos biológicos implicados: los corazones, que muy a disincronía sostienen sus pálpitos, las digestiones, movimientos acuosos, el intercambio de aire de la respiración del cuerpo gestante. Todo este mar de sonidos ya quiere empezar a existir y para eso necesita de un cuerpo dónde escribirse. Los sonidos de la música del mundo aguardan en un espacio desconocido, quizá de otro tiempo. Me parece que es este el detonante que sugiere el principio de nuestro código sensible único, indescifrable y en constante transcodificación y transducción.
Las membranas más sensibles a la vibración son las de la audición, los primeros estímulos que escrituran un cuerpo son sonoros pues provienen de los medios vibrantes. Somos, antes que todo, música, o preferiría decir, música antes de que seamos. Música es la primera de nuestras sensaciones, la música es nuestro primer territorio.
Territorio musical multidimensional esperando su ocasión. Como cuando las notas de música esperan ansiosas el silencio que las contenga, que las haga existir, que les permita ser sonido, gritar su-posición con respecto de otras y hacerse ritmo, ritmos. Por otro lado, una nota es irrupción en el silencio, lo irrumpe, lo atraviesa y lo divide. Co(a)rta su desborde de infinito y de nada: “cuerpo musical”, cuerpo que se escribe in-forma a sus semejantes pero que nunca sonará igual, pues quien la toca la tocará distinto cada vez, además que el tocador será siempre otro, aunque coincida. Y así, como gota a gota, misma nota nunca igualmente escuchada. Misma nota otra cada -nueva- vez.
“El territorio no es anterior con relación a la marca cualitativa, es la marca la que crea el territorio.”xxiii Las primeras marcas son el resultado de cada diferencia en las variaciones entre medio y medio. Cada diferencia hace una marca, las marcas van haciendo ritmos y es entonces cuando los ritmos devienen expresivos. Que los ritmos devengan expresivos es el acto de la territorialización.
“Aprendimos”, en un primer momento, en ese del nacimiento, que sólo a partir de la pérdida, existe la posibilidad de ganancia, que para poder respirar con nuestro cuerpo se precisa de un corte. Ese corte pionero. La pérdida de la absoluta homeostasis placentaria y la ganancia de un cuerpo pulsante que respira solo o ¿quién de nosotros carga aún con ese cúmulo de cotiledones sangrientos? Se cortaron y se perdieron, ese puente de perfecta comunicación entre los cuerpos implicados, dos o incluso más de dos cuerpos que comparten la intersección y más adelante también la disyunción, y es a-partir de ese cordón y de lo violento de su corte que los pulmones tendrán que vaciarse de agua, llenarse de aire y exhalar por primera vez con el primero de nuestros gritos. Quién diría que ese momento colmado de sacudidas inesperadas, pérdidas intempestivas y cortes sangrantes sería apenas el escollo de lo que nos espera.
Al salir del huevo, el nacido, ya escucha, aunque no sepa qué, pero va reconociendo los ritmos a los que se enlazan las otras nuevas sensaciones tactiles, olfativas, extrasensoriales, paranormales, animales, y las ubica sobre los territorios musicales que se iluminaron químicamente con los neurotransmisores/endorfinas transmitidas desde el cuerpo gestante. Las coincidencias y discrepancias de los ritmos de las vibraciones que nos comenzaron a modelar van abriendo los primeros surcos de vida sintiente y pasa de un ser-en-camino a un camino-en-ser, ya hay trazos, grietas, rutas que se van multiplicando a potencias inimaginables. Coincidencias y discrepancias: Lo sí o lo no. Presencia o ausencia. Luz o no luz. Ten-sión o des-tensión. Lo mío o Lo otro.
El recién nacido posee un aparato visual que está en desarrollo, apenas ve distinciones de luminosidad y masas grandes en movimiento, como bultos de difuminados colores. Cada fotón que vaya tocando a la retina en desarrollo será captado por los conos y los bastones e inmediatamente acomodado en la escala colorimétrica más básica en tenues azules, verdes y rojos. Todo esto, en relación con las otras sensaciones -siendo la auditiva la veterana, con sus territorios ya puestos y siempre en construcción- será devenir de mapas espaciales en todas sus dimensiones incluida la temporal.
La visión es uno de los últimos aportadores de sensaciones pues no está activa dentro del huevo, además de que dentro del huevo no hay luz. Las membranas sensitivas de lo visual se desarrollan algo más lento que las de los otros sentidos, y para cada sensación, los otros sentidos ya tienen puesta una parte importante de la escenografía del que será su mundo, su territorio donde seguirse expresando para re-territorializar.
Con cada vez más elementos, vamos creando nuestros más sublimes escenarios. La expresión que hace territorio de los medios. Hay territorio porque esos componentes de los medios devinieron expresiones creadoras de escenarios cada vez más complejos. Los medios han devenido territorializados y territorializantes a partir de sus expresiones rítmicas.xxiv
Pero esos escenarios se desvanecen ante cada oleada de muerte y necesitan una estructura que los vaya sosteniendo en sus dimensiones, incluidas el espacio y el tiempo. La emergencia de materias de expresión -cualidades- es la que va a definir el territorio.xxv A los escenarios les iremos colocando marcas que nos recuerden el lugar de ese elemento, sus cualidades – como etiquetas adheribles con algún garabato escrito encima que podamos identificar –. “Esas cualidades son firmas, pero la firma, el nombre propio, no es la marca constituida de un sujeto, es la marca constituyente de un dominio. Las moradas tienen nombres propios, y son inspiradasxxvi“. Como las percepciones que para Valéry son las correspondencias de ese acontecimiento con otro que forma parte de un grupo previo conocido, es decir, un re-conocimiento.xxvii
“Un “nome” musical es una cancioncilla, una fórmula melódica que se propone para que se reconozca, y que será la base o el terreno de la polifonía.”xxviii El nomos como ley consuetudinaria y no escrita es inseparable de una distribución de espacio, de una distribución en el espacio, y por ello es ethos, pero ethos también es la Morada.xxix
Es así como comenzamos a poner nombres a las construcciones sensacionales. No porque sea el nombre que les describe o les abarca, sino que nos confiere progresivamente el que será hábitat para que esos escenarios sublimes se sostengan y se enriquezcan. “De la misma manera que alguien pone una bandera en una tierra conquistada, uno pone su firma en un objeto.”xxx
La propiedad es en primer lugar artística. Suscriben Deleuze y Guattari, argumentando que “lo expresivo es anterior con relación a lo posesivo, las cualidades expresivas, o materias de expresión, son forzosamente apropiativas, y constituyen un haber más profundo que el ser.” xxxi Mas me parece que previo a lo expresivo, y para que lo expresivo fuese germinando, es debido a que le subyacía un campo fértil de sensaciones primeras, esas sensaciones vibrantes que se cifraron en lenguaje químico desde el huevo: la química como haciendo explosiones de energía hacia las primeras marcas, como las gotas que van rompiendo la superficie refractante en más y más ondas, movimientos ondulatorios, vibraciones, multiplicidad y actualizaciones del caos.
Referencias
i Novalis, apodo de Friedrich von Hardenberg, además de poeta romántico, fue geólogo e ingeniero de Minas. Esta doble vocación, que para él no era más que una, queda reflejada mejor que ninguna otra obra en Los discípulos en Sais. Wunder Kammer, 2019, p. 12.
ii Ibid, p. 11.
iii Ibid, p.12.
iv Deleuze, Gilles y Guattari, Félix. Mil Mesetas. Capitalismo y Esquizofrenia, Pre-Textos, p. 408.
v Ibid, p. 408.
vi Ibid, p. 409
vii Ibidem. P. 407.
viii Ibid, p. 409.
ix Ibid, p. 410.
x Ibidem.
xiIbid, p. 407.
xii Ibidem.
xiii Ibid, p. 409.
xiv Ibid, P. 405.
xv Ibid, P. 407.
xvi Valéry, Paul. Cuadernos (1894-1945), Galaxia Gutenberg, p. 187.
xvii Deleuze, Gilles y Guattari, Félix, Óp. Cit., p. 407.
xviii Ibidem.
xix Valéry, Paul. Óp. Cit., p. 187.
xx Freud, Sigmund. El yo y el ello, Amorrortu,1923, p. 40.
xxi Ibid, p. 40.
xxii Deleuze, Gilles y Guattari, Félix. Óp. Cit., p. 408.
xxiii Ibid, p. 410.
xxiv Ibid, p. 408.
xxv Ibid, p. 409.
xxvi Ibid, p. 411.
xxvii Valéry, Paul. Óp. Cit., p. 187.
xxviii Deleuze, Gilles y Guattari, Félix. Óp. Cit., p. 407.
xxix Ibidem.
xxx Ibid, p. 411.
xxxi Ibidem.
Actualmente estudia el programa de doctorado en el Colegio de Saberes.