He aprendido que hay cosas que no tienen remedio. Pero sigo buscando a tientas.

La piscina. Yoko Ogawa.[i]

Me siento tan cansado que ni siquiera sé dónde estoy. Pero es sólo cuestión de tiempo.

Sueño profundo. Banana Yoshimoto.[ii]

Para un escritor no existe mayor tentación que la de escribir la biografía de su asesino. –Amelie Nothomb.[iii]

Sólo cuando se muere a la vida, se nace a las letras.

Y yo escribo porque cuando se ha perdido la vida, no queda más que fantasear con la idea de salvación en los destellos que asoma la fragmentaria luz de la esperanza.

あなたは誰ですか

私は                                僕は                          あたしは

                 叫ぶ                               黙れ[iv]                   

Soy como el mártir que flagela la carne para limpiar aquellos pecados ajenos y desconocidos que traen consigo la miseria de la culpa en cada suspiro y su reminiscencia.

Soy la tierra blasfemada por la inmundicia de aquellos pies descalzos que profanando mi territorio, buscan la pureza de una inservible remembranza.

Soy la vacuidad naciente de un vomitar grotesco fundado en la porquería de los sueños adyacentes.

¿A quién le da uno su escritura?

¿A quién dedica uno cada una de sus letras?

Yo escribo para ellas, para aquellas roñosas manos en las que hoy me cobijo y que en el pasado se encargaron de exiliarme sin ocasión de suplicio o tregua.

Escribo para este grito, que más que grito, es un alarido que intenta.

Que entinta, que intenta.

¿Qué hacer con los agujeros?

Rellenarlos, re llenarlos, llenarlos.

¿Qué hacer con los cadáveres?

Tomar los esqueletos para re formarlos hasta hacerlos cuerpo.

Para hacerlos cuerpo de la escritura.                Para hacerlos cuerpo de la palabra.   

Hacer cuerpo a las palabras.

Hacer palabra a cada uno de esos pedazos de cuerpo.           

A pesar de, al pesar de.

La soledad y su mismidad de inmensidad.

De devenir.

De porvenir.

De posibilidad.

言葉

En 1953, Martin Heidegger[v] llevó a cabo un diálogo con el profesor Tezuka, de la Universidad imperial de Tokio (De un diálogo del habla. Entre un Japonés y un inquiridor, en De camino al habla), en el que estructuran un intercambio de palabras que discurre sobre el habla.

Hacia el final del diálogo, Heidegger pregunta al profesor Tezuka sobre la palabra japonesa que se utiliza para “habla”.

Él, le responde que es言葉(Koto ba).

En lo literal, cualquier traductor al español nos dice que Koto ba quiere decir “palabras”.

Tezuka, en el texto, describe que “ba denomina las hojas, pero también y a la vez, los pétalos. Piense en los pétalos del cerezo y los pétalos del ciruelo”.

Respecto a Koto menciona, aludiendo a otro término que es Iki Iki es el puro encantamiento del silencio invocador. La brisa del silencio que apropia este encantamiento invocador, es lo que gobierna la venida de este encantamiento.

Pero Koto siempre denomina al mismo tiempo lo que cada vez que encanta, o sea el encantamiento mismo, lo que de modo único, en cada instante irrepetible, viene a resplandecer con la plenitud de su gracia”.

Heidegger resume “Koto sería entonces el advenimiento apropiador del esclarecedor mensaje de la gracia”.

A lo que Tezuka responde “Koto, el advenimiento apropiador del esclarecedor mensaje de la benevolente inclinación que hace emerger”.

Heidegger retoma “Koto sería el advenir de lo propio que prevalece”.

Tezuka continúa “… y, además, aquello que necesita del resguardo de lo que crece y de lo que florece”.

Heidegger “¿Entonces, qué dice Koto ba en tanto que nombre para “habla”?”

Tezuka “El habla, entendida a partir de esta palabra, es: pétalos procedentes de Koto”.

Y yo, me aventuro a interpretar y escribir, que koto ba, puede entenderse como “los pétalos procedentes del advenir de lo propio que prevalece y que necesita del resguardo de lo que crece y de lo que florece”.

言葉, la palabra, es aquello que apela por el movimiento, por el advenir y el devenir, por aquello que en cada registro es el 本, el origen, la raíz, el inicio del todo.

El origen que a veces conecta con aquello que es el fin, ese inicio que nos permite renacer de las cenizas para no morir.

言葉

Alguna vez escuché a alguien decir que quien se tatúa, es una persona que sabe bien que es lo que quiere para su vida.

No, no creo que una persona que se tatúa es alguien que sabe bien lo que quiere para su vida, pero creo que quien se tatúa, es alguien que sabe muy bien la desgarradura que representa para sí cada acontecimiento que atraviesa su vida.

Es alguien que es capaz de reconocer la huella que deviene de la latencia de sus venas.

Es alguien que sabe que la palabra es el inicio del todo, sabe que es la violencia fundante que permite comenzar a dibujar una línea de posibilidad.

Las palabras que uno decide traer en el cuerpo, son esas palabras que duelen en toda su literalidad.

Para que una palabra quede plasmada en tu cuerpo, debes ofrecer tu piel a la desgarradura, ofrendas tu sangre no solo para que esta al salir del cuerpo y vaciarse, dé espacio a la tinta que pasará a renovarle; sino también, la ofreces cada día en el que ésta sigue batallando para poder cerrar y cicatrizar cada trazo que la aguja decidió alojar en los mínimos intersticios que conforman tu piel que es abrigo.

Y esa comezón que deviene en la cicatrización, te hace recordar cómo la palabra puede llegar a doler en carne viva, como a veces la palabra duele tanto que es casi imposible contenerse para no someter el propio cuerpo a la carnicería.

Y lo mismo pasa con aquellas palabras que habitan nuestro cuerpo aún sin haber tenido un encuentro con la aguja y la tinta.

Tomar los esqueletos para re formarlos hasta hacerlos cuerpo.

Si, tomar cada una de esas vivencias, cada una de esas desgarraduras que guarda el cuerpo, tomar cada una de esas violencias para estrujarlas, para saborearlas, para detestarlas, para aplastarlas, para amasarlas y rumiarlas y masticarlas hasta que la náusea sea tan grotesca y violenta que nos sea imposible refrenar el vómito de letras que va a desgarrar y sangrar, pero a la par, nos va a aliviar.

Gilles Deleuze, en su texto ¿Qué es el acto de creación? Comparte que “un creador no es un ser que trabaja por el placer. Un creador no hace más que aquello de lo que tiene absoluta necesidad”.[vi]

Dice Héléne Cixous que hay que “Escribir: para no dejarle lugar al muerto, para hacer retroceder el olvido, para no dejarse sorprender jamás por el abismo. Para no resignarse ni consolarse nunca, para no volverse nunca hacia la pared de la cama y dormirse como si nada hubiera pasado…”[vii]

Por eso escribo, por eso me escribo y me escribo en el cuerpo, para no dejarle lugar a todo eso muerto que me habita, porque en las palabras, apelo por la metamorfosis del dolor y del olvido, para que todo aquello, ahora sea cuerpo del vaciamiento, pero al final, cuerpo, tangencia, existencia.

Cixous comparte “Primero escribí en verdad para cerrarle el paso a la muerte”[viii] y después, nos dice “A veces pienso que empecé a escribir para dar lugar a la pregunta errante que me asedia el alma y me tritura y me taja el cuerpo; para darle suelo y tiempo; para desviar su filo de mi carne, para dar, buscar, llamar, tocar, traer al mundo un nuevo ser que no me ate, que no me expulse, que no perezca de estrechez”.[ix]

Escribir para morir y para renacer de los residuos de aquella inmundicia.

Escribir para buscar el acontecimiento, para colocarnos sobre aquello que es tangible y a la vez inasible.

Escribir, para hacer de la palabra una trampa, una línea de fuga que nos permita resignificar.

Resignificarnos.

Deleuze, en el mismo escrito nos comparte que “a las ideas hay que tratarlas como espacios potenciales, las ideas son potenciales, pero potenciales ya comprometidos y ligados en un modo de expresión determinados”.

¿Podríamos pensar a las palabras como pistas de aquellos potenciales ya comprometidos?, ¿podríamos encontrar en las palabras el residuo de aquello ínfimo que asoma para dar cuenta de lo que nos asedia el alma y el cuerpo?

Conforme vamos avanzando la lectura de Deleuze, podemos encontrar que dedica un momento a compartirnos que “tener una idea no es del orden de la comunicación”, pues “la comunicación es la propagación y la transmisión de una información” mientras que la “información es un conjunto de palabras en orden […], es el sistema controlado de las palabras de orden, palabras de orden que tienen lugar en una sociedad dada”.

Esta elaboración se lleva a cabo a fin de preguntar ¿qué es la obra de arte? Y la relación que tiene esta con la “contra-información”, entendiendo esta como aquella información que es compartida de manera “no oficial”, poniendo como ejemplo que “los judíos que venían de Alemania eran los primeros en decirnos que allí había campos de exterminación”. Sobre este concepto, Deleuze desglosa que “la contra-información deviene efectivamente eficaz cuando ella es (y lo es por su naturaleza) cuando es o deviene acto de resistencia. El acto de resistencia no es ni información ni contra-información. La contra-información no es efectiva más que cuando se vuelve acto de resistencia”.

La resistencia.

Resistir.

¿A qué, a quién?

Gabriela Jauregui en su texto Herramientas desobedientes se pregunta: “¿Desde cuál línea de fuga, en qué zaguán del pensamiento nos posicionamos para salir de la situación actual de muerte? ¿Qué herramientas armamos nosotras? ¿Como mujeres –y más allá del ser o definirnos como mujeres–, cuáles son nuestras herramientas para construir un mundo donde estemos a salvo, donde podemos vivir y no sobrevivir?”[x]

¿A qué estamos sobreviviendo, ante qué estamos resistiendo?

Cixous, en el libro primero de su texto “La risa de la medusa: Ensayos sobre la escritura”, comienza preguntando “¿Dónde está ella?”.

Sí, ¿dónde está ella?, ¿dónde está la mujer?, ¿dónde estamos nosotras?

En la dualidad, siempre está la dualidad: razón/sentimiento, pasión/acción, inteligible/sensible, amo/esclavo, actividad/pasividad y tradicionalmente “se habla de la cuestión de la diferencia sexual acoplándola a la oposición: actividad/pasividad”.[xi]

“Ella no existe, ella no puede ser; pero es necesario que exista. De la mujer, de la que él ya no depende, sólo conserva este espacio, siempre virgen, materia sumisa al deseo que él quiera dictar. […] La mayoría de las mujeres que han despertado recuerdan haber dormido, haber sido dormidas.[xii]

Ella es, en el interior de su economía, la extrañeza de la que a él le gusta apropiarse. Pero aún la han tratado como al <<continente negro>>: la han mantenido a distancia de sí misma, le han dejado ver (= no-ver) a la mujer a partir de lo que el hombre quiere ver de ella, es decir casi nada; le han prohibido la posibilidad de la orgullosa <<inscripción en mi puerta>> que ocupa el umbral del Gai Saber.

No ha podido habitar su propia casa, su propio cuerpo. […] En cuanto empieza a hablar, se le puede enseñar, al mismo tiempo que su nombre, que su región es negra: eres África y, por tanto, eres negra. Tu continente es negro. El negro es peligroso. En el negro no ves nada, tienes miedo. No te muevas, pues corres el riesgo de caer. Sobre todo, no vayas al bosque. Y hemos interiorizado el horror a lo oscuro. No han tenido ojos para ellas mismas. No han ido a explorar su casa. Su sexo les asusta aún ahora. Les han colonizado el cuerpo del que no se atreven a gozar. La mujer tiene asco y miedo de la mujer.

Ellos han cometido el peor crimen contra las mujeres: las han arrastrado, insidiosa, violentamente, a odiar a las mujeres, a ser sus propias enemigas, a movilizar su inmenso poder contra sí mismas, a ser las ejecutoras del viril trabajo”.[xiii]

Las (nos) han llevado a temer de lo que tenemos, a padecer lo que sentimos, a llorar lo que vivimos.

Pero también, nos han llevado al hartazgo y el agotamiento.

¿Qué herramientas armamos nosotras?:

           Contra-comunicación.

                                                                         Resistencia.

“Saqué la cajita cuidadosamente, como si se tratara de un objeto frágil. Manipulé con cuidado y con las puntas de los dedos la cajita, que se antojó inesperadamente ligera. La abrí imaginando el color siniestro del moho, pero el pastelillo no había cambiado de aspecto. Su superficie lucía tierna y aún conservaba su apetitoso tono dorado.

-Rie, ven aquí, que te voy a dar algo muy rico”. [xiv]

Resistir en la letras para mostrar aquello que somos, que pensamos, que tenemos, que sentimos, para mostrar aquello que nos atraviesa y está más allá de lo que han querido delegarnos y construirnos, más allá de lo que se les ha antojado imaginar que es este “continente negro”, que si les es oscuro, no es porque sea aterrador y desconocido, sino porque la fascinación que esconde esta velado para esos ojos que se encuentran con la ceguera al chocar con más luminosidad de que pueden soportar.

Que si este continente les ha parecido oscuro y negro, es porque no han podido soportar que lo sublime de nuestras almas y nuestros cuerpos, escapa al entendimiento de lo que han podido imaginar.

Que si éste continente es negro, es porque no han querido ver que la oscuridad trae también consigo la muerte, el deseo, lo prohibido, aquello que nos hace darle a una niña un pastelillo putrefacto, porque también en ese caos ese forma la posibilidad y la vida que nos conforma.

Marlaux desarrolla un buen concepto filosófico, dice una cosa muy simple sobre el arte. Dice que es la única cosa que se resiste a la muerte. […] Sólo el acto de resistencia resiste a la muerte.[xv]

Sólo resistiendo, contra-comunicando aquello que nos han impuesto, aquello que nos han silenciado, desgarrando aquel continente negro al que nos han exiliado siendo huéspedes de nosotras mismas, sólo desgarrando todo aquello es como podremos resistir a la muerte, a la muerte literal y metafórica que nos dan cada día que nos silencia en el habla, en el cuerpo, en el sentir, en las letras, en la dualidad, en la pasividad.

¿Cómo podemos comenzar aquella contra-comunicación, aquella resistencia?

Por medio de la palabra.

Jauregui dice que “el lenguaje es una de esas herramientas, una de nuestras tecnologías más antiguas que peleamos por transformar constantemente y que readaptamos y reimaginamos a diario, […] aquella lengua que tenemos y que es la misma lengua con la que nos han tratado de silenciar durante siglos”.[xvi]

Sí, por medio de aquella lengua y letra por medio de la cual nos han silenciado, por esa misma lengua y palabra y letra es que podemos contra-comunicar todo aquello que ha sido falacia y blasfemia.

Porque “El <<continente negro>> no es ni negro ni inexplorable: aún está inexplorado porque nos han hecho creer que era demasiado negro para ser explorable. […] Y lo hemos creído. Nos han inmovilizado entre dos mitos horripilantes: entre la Medusa y el abismo. […] Para ver a la medusa de frente basta con mirarla: y no es mortal. Es hermosa y ríe”.[xvii]

Quizá es justo aquel potencial comprometido que es herramienta desobediente, que es línea de fuga, que es acto de resistencia, que es todo aquello y a la vez nada de aquello porque cada desgarradura, cada escritura, no es más que aquel acontecimiento que escapa a lo apalabrable en su totalidad, pero que no deja de ser aquello que nos permite seguir viviendo y ser esa Medusa que no es mortal, que es hermosa y también ríe y entiende que no existe “continente negro” y si lo hay, es oscuro porque el mundo aún no está listo para que devele toda su majestuosidad en aquello en lo que crece y que florece.


[i] Yoko Ogawa. La piscina. Editorial Funambulista. España. 2012.

[ii] Banana Yoshimoto. Recuerdos de un callejón sin salida. Tusquets: México. 2012

[iii] Amélie Nothomb. Diccionario de nombres propios. Editorial Anagrama: España. 2004.

[iv] あなたは誰ですか  (¿Quién es usted?)

私は (Yo soy) 僕は  (Yo soy del masculino) あたしは (Yo soy del femenino gramaticalmente incorrecto)

叫ぶ  (gritar)   黙れ  (callar)             

[v] Martin Heidegger. De un diálogo el habla Entre un Japonés y un Inquiridor. De camino al habla. Ediciones del Serbal: España. 2002. Pág. 63.

[vi] Gilles Deleuze. ¿Qué es el acto de creación? Conferencia fundación FEMIS. 1987.

[vii] Héléne Cixous. La llegada a la escritura. Amorrortu editores: Argentina. 2015. Pág. 11.

[viii] Cixous. Íbid. Pág. 14.

[ix] Cixous. Íbid. Pág. 18.

[x] Jauregui Gabriela. Herramientas desobedientes en Tsunami. Sexto piso. España. 2018. Pág. 89.

[xi] Cixous Héléne. La risa de la medusa: Ensayos sobre la escritura. Anthropos editorial. Barcelona.1995.

[xii] Cixous. Íbid. Pág. 17.

[xiii] Cixous. Íbid. Pág. 21.

[xiv] Yoko Ogawa. La piscina. Editorial Funambulista. España. 2012. Pág. 74.

[xv] Deleuze. Íbid. Pág. 6.

[xvi] Jauregui. Íbid. Pág. 90.

[xvii] Cixous. Íbid. Pág. 21.


[i]言葉Koto ba, es la palabra japonesa para “palabra”.

Alejandra Medina

Licenciada en psicología, actualmente cursa el doctorado en Saberes sobre Subjetividad y Violencia en Colegio de Saberes. Trabajo clínico y psicoeducativo con niños y adolescentes. Colaboradora del Centro Cultural La Isla de Minerva con temas de Feminismo en Occidente. Líneas de diálogo: Literatura, escritura, Feminismo y Japón.