Lo que me asombra en la literatura sobre el incesto…
¡Es la antigüedad del asombro que provoca el incesto en la literatura!
Siempre nos asombra su existencia, su frecuencia y su definición,
asombrosamente variable según las culturas.
—Borys Cyrulnik—
La prohibición del incesto en tanto ley universal ha sido considerada históricamente como precepto fundador y elemento organizador de los vínculos familiares y sociales en nuestra cultura. Levi Strauss demostró el pasaje de la naturaleza a la cultura gracias al paso de las relaciones endogámicas a exogámicas. Freud lo explica con el mito del banquete totémico y el parricidio, así como el mito de Edipo, y propiamente la religión judeo-ciristiana normó las formas de relaciones ubicando por ejemplo al libro del Levítico por mencionar uno de ellos. De este modo el hombre como ser social tiene que enfrentar las exigencias pulsionales y las interdicciones de la cultura que implican la renuncia constante y renovada de tales exigencias. En este sentido la convivencia social tiene ciertas complejidades ya que en ella esta presente la sombra de la sexualidad y la muerte en los deseos de posesión y destrucción hacia los otros. La ley de prohibición del incesto no solo ha determinado el tipo de intercambios al interior y al exterior del grupo, sino que también crea una delimitación del adentro con el afuera. De esta forma la familia como grupo social se encuentra subordinada a normas que derivan de estas leyes primordiales: La prohibición del parricidio y la del incesto. Bajo este orden de ideas es como las leyes han impuesto al grupo las formas de alianzas, reproducción y filiación. Dirá Victor Novoa en los “Limites imprecisos del incesto” que “La ley establece un límite y una abertura al grupo, le ofrece condiciones de identidad y de intercambio con el afuera, y en el campo de la subjetividad tiene la propiedad simbólica de producir la inscripción de una falta que marca el ingreso de cada sujeto al universo del deseo”[i] Lacan subraya que lo importante era haber reconocido que con la Ley y el crimen comenzaba el hombre. La historia y el mito demuestran que alguien tenía que morir para poner límite al exceso. Aquí es donde comienza el presente escrito, para analizar un concepto fundamental desde la relación sujeto-objeto, en este caso será sobre el tema del sacrificio y su relación con el incesto así como el lugar de “piezas” fundamentales en el mismo: El padre, la Madre y el hijo. De este modo surgen algunas preguntas que se intentarán rastrear en el transcurso del texto: ¿El incesto busca preservar una relación con lo antiguo y con lo divino?, ¿Qué personaje se sacrifica debido al incesto?, ¿Cuál es la función actual de la ley frente al incesto? Y finalmente en un asomo hacia la experiencia interior de Bataille me preguntó ¿Cuál es el lugar del drama en la historia del incesto? y por otro lado si la practica ascética por ejemplo desde la castidad aunque “no solo” tienen relación con el tema del incesto y bajo que condiciones……
Veamos de entrada el tema del sacrificio. La palabra sacrificio procede de la lengua latina sacrificium, que significa hacer algo sagrado, también hace referencia a un homenaje u ofrenda que se realiza a una divinidad con la intención de rendirle tributo. En estos casos, el sacrificio incluye dar muerte a un ser humano o un animal, el cual se ofrendará a una divinidad. Existen una diversidad de sacrificios en la historia del hombre, podríamos nombrar los mitos, la antropología y la religión. Hablemos por el momento de ésta última con el sacrificio de Issac. En el libro del génesis del Antiguo testamento de la Biblia Judeo-Cristiana esta el relato del mandato que Dios da a Abraham para sacrificar a su hijo. “Dios quiso probar a Abraham y lo llamó: Abraham. Respondió. Aqui estoy. Y Dios le dijo: Toma a tú hijo, al único que tienes y al que amas, Isaac y vete a la región de Moriah. Ahí me lo ofrecerás en holocausto en un cerro que yo te indicaré. Se levantó Abraham de madrugada, ensilló su burro, llamo a dos criados para que lo acompañaran y tomó consigo a Isaac. Partió leña para el sacrificio y se puso en marcha hacia el lugar que Dios le había indicado. Al tercer día levantó los ojos y divisó desde lejos el lugar. Entonces dijo a los criados: Quédense aquí con el burro. Yo y el niño iremos allá a adorar, y luego volvemos donde ustedes. Abraham tomó la leña para el sacrificio y la cargo sobre su hijo Isaac. Tomó luego en su mano el brasero y el cuchillo y en seguida partieron los dos. Entonces Isaac dijo a Abraham, Padre mío. Le respondió. ¿Que hay hijito? Prosiguió Isaac. Llevamos el fuego y la leña, pero ¿Donde esta el cordero para el sacrificio?. Abraham le respondió: Dios mismo proveerá el cordero, hijo mío. Y continuaron juntos el camino. Al llegar al lugar que Dios le había indicado, Abraham levantó un altar y puso la leña sobre el. Luego ató a su hijo Isaac y lo coloco sobre la leña. Extendió después su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. Pero el Ángel de Dios lo llamó desde el cielo y le dijo: Abraham, Abraham. Contestó él. Aquí estoy. No toques al niño, ni le hagas nada, pues ahora veo que temes a Dios, ya que no me has negado a tu hijo, el único que tienes. Abraham miro a su alrededor, y vio cerca de él a un carnero que tenía los cuernos enredados en un zarzal. Fue a buscarlo y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo. Abraham llamó a aquel lugar Dios provee. Volvió a llamar el ángel de Dios a Abraham desde el cielo y le dijo: Juro por mí mismo -palabra de Yavé- que, ya que has hecho esto y no me has negado a tu hijo el único que tienes, te colmaré de bendiciones y multiplicaré tanto a tus descendientes, que serán tan numerosos como las estrellas del cielo o como la arena que hay a orillas del mar. Tus descendientes se impondrán a sus enemigos. Y porque has obedecido a mi voz, todos los pueblos de la tierra serán bendecidos a través de tu descendencia”[ii].
He aquí, la prueba sobre la fe[iii] de Abraham. Al igual que Job, quien puede perderlo todo pero no la fe. Abraham acepta dar muerte a Isaac y al hacerlo le da vida no sólo al hijo sino a su descendencia. Lo mismo sucedió con Cristo, que como hijo de Dios se sacrifica por amor a la humanidad. El hijo muere para que el padre muera y la muerte de ambos da vida. La voz de Yaveh rompió el silencio y como un estruendo estremeció a Abraham, esa misma voz fuerte que llegó a los oídos de Moíses para salvar el pueblo de Isarael. Como ese Shoah, del que habla Jean- Luc Nancy: “Es preciso oír la shoah, todo ese enorme murmullo confuso y distinguible a la vez, no, en principio, como una masa de palabra sobre, al servicio de la memoria y de la conciencia despierta, sino como un soplo que en verdad no habla, un soplo posterior a la palabra y anterior a otra palabra. El entredós de una expiración y de una inspiración, una palabra sofocada. Ese entredós no depende ni de la memoria ni del olvido. No esta en la dimensión de la historia. Esta en la dimensión del tiempo presente o en la inmovilización del tiempo presente” [iv] Así, la voz de Yaveh como ese soplo resuena como un eco en Abraham y puede recordarse también con los instrumentos como el Shofar, que es un cuerno de carnero que emite sonidos celebres y valiosos en las ceremonias de los sacrificios totémicos, recordemos que Theodor Reik en un artículo del Shofar hace un estudio detallado sobre el ritual, su trabajo inicia con una exploración sobre el origen de la música en los pueblos primitivos así como el enlace de la misma con dioses y semidioses, descubriendo que con el ruido se pretendía llamar la atención de la divinidad y llega al shofar al que identifica como único instrumento primitivo que aún forma parte del rito del judaísmo.[v]. Reik señala también que el sonido del Shofar puede ser comparado con el bullroaerer, que es otro instrumento que utilizan algunas tribus australianas y que emite un sonido como un ronquido que se parece al ronquido de un buey, a su vez lo hace equivaler con otros pasajes del texto bíblico que lo llaman el bramido de Dios. Estos sonidos se utilizan como una rememoración del pacto de alianza con Yaveh. Bajo este orden de ideas existe una búsqueda de unión con la divinidad desde los rituales, desde la religión y de algún modo también en el incesto, el niño busca regresar a ese erotismo que la madre le dio en un momento de su existencia aunque la ley le marque que ello no es posible y sabemos bien que existen algunos mitos donde se buscaba la relación de los mortales con dioses y semidioses.
Dicho lo anterior sería prudente ir al abordaje que hace Lacan sobre el padre del goce para bifurcar al padre totémico con el Dios de Abraham, quienes se nombrarían padres del goce (goce del Otro) y también como ese matema S (A) que se refiere no solo al significante de la falta, al significante innombrable y a la castración sino también a ese agujero que es el objeto “a”[vi]. “el Otro en su inconsistencia, no solo no brinda significancia, sino que falla desde lo real. Como dice Michel Silvestre: el Otro tachado no sólo no contiene el objeto, sino que hay un agujero en el otro: S (A) (…) y (…) por ese agujero, el otro huye: (…) finalmente el Otro no existe”[vii]. Tratemos de explicar esta parte con mayor claridad: en el seminario de la Angustia Lacan demuestra que la angustia no es sin objeto[viii], desarrollando en su planteamiento la relación del sujeto con el Otro y a partir de ahí la forma en que se constituye el deseo, que es gracias a la falta y a la dependencia de mi deseo respecto del deseante que es el Otro, por ello se dice que mi deseo es el deseo del Otro. Para argumentar este desarrollo se retoma el trabajo de Hegel en la Fenomenología del Espíritu considerando al deseo como deseo de un deseante. “a este deseante que es el Otro ¿para qué lo necesita el sujeto? Esta indicado de la forma más articulada en Hegel que tiene necesidad del Otro para que lo reconozca, para recibir de él el reconocimiento. ¿Qué significa esto? Que el Otro instituirá algo, designado por “a”, que es de lo que se trata en el plano de aquello que desea. Ahí está todo el obstáculo. Al exigir ser reconocido, allí donde soy reconocido, no soy reconocido sino como objeto”[ix]. De este modo, la angustia es uno de los aspectos que debe estudiarse con el debido cuidado ya que será importante considerar algunos elementos importantes en torno a la misma, estamos hablando del fantasma (Símbolo) y del falo; con respecto al primero se sabe que la angustia es lo que no engaña, en el caso del hombre de los lobos la ventana demuestra que el fantasma se ve más allá de un cristal y por una ventana que se abre el fantasma está enmarcado, el fantasma entonces es encuentro con lo Real y manifiesta que hay alguien que me mira desde el otro lado, ese alguien que tiene relación directa con el ideal del yo y el superyó que soy “yo mismo”, como esa parte de lo ominoso (unheimlich). Es así que hay un encuentro entre lo que engaña y lo que no engaña y que es precisamente lo que angustia, ese misterio tremendo[x] del que hablo Derrida con base a Patocka. Ahora bien, ¿qué sucede con el falo? para responder podemos valernos del caso Juanito, quien en un primer momento plantea la afirmación de que todos los seres inanimados tienen falo, es imposible que un ser no tenga falo, estableciéndose la siguiente aseveración: “hay seres vivos, mamá por ejemplo, que no tienen falo. Entonces es que no hay ser vivo- angustia”[xi], la primer idea de Juanito sobre el “tener” o “no tener” pene, para darse cuenta que la ausencia del mismo angustia, por ello es que pronto encuentra una solución, si no lo tiene le crecerá. Freud nos enseño que lo inquietante es que, en lo irreal, lo que atormenta es lo real. El falo es el significante de la falta y es un operador de la sexualidad, la angustia aquí tiene que ver con la perdida en el sentido de la castración y ésta última nos remite al ritual de la circuncisión, el cual puede rastrearse desde el Dios de los judíos con aquellas prácticas que prevalecieron sobre circuncidarse, por lo que hay un corte que Dios pide como ofrenda y que tiene relación con aquel sacrificio de Issac para ofrendar algo de sí mismo, que es primero Issac, luego Abraham y finalmente Dios mismo. Por ello la afirmación desde Baudelaire soy la herida y el cuchillo, el sacrificio del hijo es al mismo tiempo el sacrificio del padre que va en dos dimensiones, el padre que engendro y el padre ancestral, el padre del goce, el padre anterior al incesto. ¿Cuál es la relación del deseo con la ley? Y a lo que Freud respondió que es la misma cosa, deseando me adentro en el camino de la ley. Por eso hay una relación entre el origen de la ley con el inaprehensible deseo del padre. El mito del Edipo como ese mito central permite explicarlo, en el origen, el deseo como deseo del padre y la ley son una y la misma cosa. La relación de la ley con el deseo es tan estrecha que sólo la función de la ley traza el camino del deseo. El deseo, es en cuanto deseo de la madre, es idéntico a la función de la ley. Es en tanto que la prohíbe que la ley impone desearla, ya que después de todo, la madre no es en sí el objeto más deseable. El mito del Edipo significa que el deseo del padre es lo que hace la ley”[xii]. El efecto central que conjuga el deseo del padre con la ley es el complejo de castración. La ley surge de la mutación del deseo del padre después de que se le dio muerte y es por esa misma razón por la que Edipo no puede ni quiere ver, debe pagar entonces con su propia castración.
Un dato más con respecto al objeto “a” y el sujeto mítico primitivo, el “a” es aquí el suplente del sujeto en su posición de precedente, que al principio tiene que constituirse en la confrontación significante y al que nunca captamos, en tanto que “a” lo ha precedido. El mito del padre totémico demuestra ese intento de captura al que no se llegará y por ello la ley. De este modo el sacrificio es una respuesta a la falta del Otro y con lo que se pretende su captura, el ofrecimiento intenta garantizar que el Otro existe ya sea por las vías del goce o por las del deseo. “Sostenemos la hipótesis de que en psicoanálisis las paradojas del padre conducen necesariamente a las del sacrificio. El sacrificio está indisolublemente ligado a los Nombres del Padre y sus paradojas, es decir, refiere a las fases del goce del padre (pere-versión) y esto porque la conjunción de la ley con el deseo no discurre sino encabalgada a la suposición del goce puro del padre”[xiii], es así que al depositar en Dios el pedido del sacrificio, de lo que se trata es de implicarlo en un goce que aplaque la deuda imposible de saldar, que es el goce parricida. De ese modo, no son los hijos los responsables del sacrificio sino Dios es quien lo ha ordenado e instituido.
A partir de lo anterior se puede hacer mención al tema de culpa y sacrificio, para decir entonces que el sometimiento a la voluntad del Dios padre sirve a los propósitos del castigo, el goce masoquista que conduce al sujeto y a sus pueblos al aniquilamiento, desde el convencimiento de que así lo pide el padre como amo absoluto. Existe entonces una doble inscripción en los descendientes del padre y de la deuda, una como espiritualidad en la dimensión simbólica de sustitución y otra que es traumática como fijación pulsional, son estas paradojas del padre que conducen a las del superyó y a un saldo de espiritualidad que como nombre perverso del padre lleva a un retorno pulsional. “la culpa en la variedad de sus registros (RSI) arrastra aquella dualidad del lazo amoroso y fascinación sacrificial que, como retorno pulsional, invierte la tentación parricida: no es el hijo el que anhela la muerte del padre, sino que el subterfugio del sacrificio achaca al padre la exigencia de la inmolación sacrificial del hijo, o de los hijos del hijo”[xiv]. En este sentido, para Lacan el lugar que los hombres otorgan a Dios como el padre, no es el lugar del Otro del significante sino del Otro del inconsciente, el de la falta S (A) que refiere a la falta y a la castración como falta y al objeto “a” como resto, como real. “En torno a este real circulan los nombres del padre tratando de cernirlo, de ahí que no es posible reducir los nombres del padre a una simple metáfora”[xv]. Surgen así dos interrogantes con respecto al sacrificio: la primera es la interrogante del sujeto “¿qué me quiere el Otro?, ¿qué lugar tengo en el deseo del Otro? y la segunda es ¿Por qué es tan peor, quiere gozarme?, ¿Puedo arreglar su falla con mi ofrecimiento sacrificial, con mi cuerpo y con mi suplicio? A partir de esto puede hacerse notar que el sacrificio busca desempeñar dos operaciones con un solo movimiento: captar la falta del Otro y al mismo tiempo encubrir dicha falta. “si el sacrificio está destinado a la captura del Otro en las redes del deseo, esa ofrenda garantiza que el Otro existe y que el sujeto no le es prescindible. Aunque es conveniente destacar que es posible responder con el sacrificio a la falta en el Otro, ora desde el deseo, ora desde el goce”[xvi]
Hasta el momento podemos notar un encuentro entre los mitos y las historias bíblicas (el mito del banquete totémico, el mito de Edipo y la historia del sacrificio de Issac) el enlace entre éstos tiene una implicación en nuestra historia y cultura, el destino hace que nos re-encontremos con los símbolos que nos anteceden. De este modo, podemos seguir entrelazando elementos del mito, básicamente entre Edipo y el sacrificio de Issac. En ambos encontramos la pretensión de dar muerte al hijo, sin que se cumpla, aunque las condiciones son distintas. Edipo sobrevive gracias a la bendición de quien lo reconoce y lo procura, con Issac aparece un ángel para evitar el acto del sacrificio. En estos mitos las consecuencias se tornan en sentidos discrepantes, me refiero básicamente a los sucesores de Edipo y los sucesores de Isacc. El destino será trágico para Edipo, no solo porque responderá con la muerte de Layo (el padre acepto matar al hijo y el hijo mata al padre, casándose con la Yocasta y procreando cuatro hijos), sino que cuando la verdad llega a la comprensión de Edipo se saca los ojos y se destierra, aunado a esto, sus descendientes pagaran por los pecados del padre (los hijos varones de Edipo: Polinices y Estoecles lucharan por el reino y acaban traspasándose mutuamente sus espadas. Antígona, fue quien se encargo de cuidar a Edipo hasta sus últimos días y termina quitándose la vida por tratar de dar santa sepultura a su hermano Polinices, Ismene declara que ayudo a su hermana pero fue castigada e intento rehacer su vida con su amante Teoclimeno, finalmente Tideo la mato instigado por Atenea). Los hijos de Edipo cargaron con la maldición del padre y el final está marcado entre sangre y muertes. En el caso contrario, vemos la historia de Issac, desde que Abraham acepta el acto de dar muerte a Issac pero se detiene ante la voz del ángel, la fe salva a Issac y sus descendientes, por lo que estarán benditos, la voz de Yahvé predice a Abraham una posteridad numerosa, porque no cuestiono el mandato de Dios y obtendrá la bendición de una akeda (ligadura)a los nombres del Padre que le promete vida y sucesión de generaciones. (En el caso de los hijos de Issac: Jacob y Esaú, se enfrentaron en un duelo a muerte por un truco fraudulento en que el primero quiere quitar los derechos del primogénito Esaú. Sin embargo, ellos se re-encuentran después de un tiempo, se dan un abrazo y reconcilian sus diferencias. En un momento posterior, los hijos de Jacob, venden a uno de sus hermanos José, quien era el predilecto del padre, se alejan algunos años, pero cuando las dificultades los unen, no sólo apoya José a sus hermanos ante la hambruna, sino que también los perdona, la historia termina con el abrazo del perdón). Puede notarse entonces que Abraham obtiene la bendición[xvii] de una akeda a la ley de los nombres del padre que le promete vida y sucesión de generaciones. Hay un destino frente a la obediencia y hay un destino del que uno no se escapa. Sin embargo, aunado a esto, habrá que considerar esos resquicios frente al sacrificio: el “don” que no permite contornear todo lo real del goce de Dios, existe una ligadura y también un sacrificio, el pedido de un plus, en la alianza con la ley de Dios se presenta algo que deberá ser sacrificado y que es el carnero, quien tiene un resto que es el cuerno, el shofar que se menciono anteriormente, que no es sino la voz de Dios, ese real que queda como resto luego de su asesinato, “algo tenía que morir de Dios, como padre primordial, como padre gozador, para que surgiera la ligadura, la alianza del Dios del deseo con Abraham. Pero quedaba un resto que no era posible aniquilar: quedaba el cuerno”[xviii]. Lo que se sacrifica es el plus de gozar, es por ello que el lugar del padre se desliza en un pedido imposible y en torno a ello se construye el lugar del hijo, así, la obediencia hacia Dios está del lado la fe, el padre del pueblo (Abraham) ama a Dios y cree en su palabra, en su petición, una petición que esta contorneada en dos sentidos: de lo malvado a la bondad, “la orden pide, como una súplica de Dios, una declaración de amor que implora: dime que me amas, dime que estas vuelto hacia mí, hacia el único, y sobre todo por encima de todo, de forma incondicional y por eso da la muerte hacia tu hijo único, y dame esa muerte que te pido, que te doy pidiéndotela”[xix] , ante la grandiosa figura de Dios hay un temor y temblor “veo que tiemblas ante mí, temes a Elohim”. Se encuentran entonces dos caminos, que van de lo terrible o lo demoniaco, de la petición de Dios hasta la salvación, en la que quien termina sacrificándose es el mismo Padre, es decir, Dios. A partir de este abordaje podría decirse que el sujeto de la responsabilidad pasa por el amor-odio al padre, le da muerte en lo simbólico dándose muerte a sí mismo, es en ese sí mismo donde está la mirada de Dios, una mirada que tendría que dominar lo maligno y benigno de sí; no destruirlo, ni negarlo u ocultarlo, sino reconociendo que la historia misma del ser humano esta tejida entre ambigüedades, entre el bien y el mal. “Habría religión, en el sentido autentico de esta palabra, en el momento en que la experiencia de la responsabilidad se sustrae a esta forma de secreto que se llama el misterio demoniaco”[xx] Así mismo, Lacan refiere en el seminario 16 “De un Otro al otro” que el infierno nos conoce, es la vida de todos los días.
Continuando con el tema del sacrificio, existe una vinculación de lo sagrado, del secreto y el sacrificio, Abraham tiene un secreto con Dios, debe tomar una decisión de la que los hombres y su esposa no pueden saber, de modo que, está incomunicado y separado tanto de los suyos como de Dios, Abraham se encuentra ante un acontecimiento fundador sintiéndose sólo y desamparado sabiendo que Dios lo mira, aquí la alusión de Mateo en el Evangelio de “tu padre que ve en lo secreto”, Dios ve a Abraham, lo ve en lo secreto, una mirada que lo ve sin verlo, Dios conoce su secreto donde Abraham mismo lo desconoce, de modo que en su “yo”, no será capaz de saber donde se encuentra la mirada de Dios, se siente ajeno en su “propia casa”, lo tiene en sus manos no de forma exterior sino interiormente (unheimlich). Paradójicamente la mirada de Dios no se cruza con la de Abraham, (aparece el ángel como mediador) y entonces “esta mirada que no se cruza sitúa la culpabilidad originaria y el pecado original; es la esencia de la responsabilidad pero al mismo tiempo ésta nos conduce a la búsqueda de la salvación en el sacrificio”[xxi] , el sacrificio se enlaza así con la culpa y ésta con la deuda o el deber, el hombre tiembla ante la conciencia del pecado y se ofrece con todo su ser en sacrificio al arrepentimiento, Abraham no calcula su decisión, mas bien, acepta la muerte dada, la muerte al amor absoluto que se tiene por lo más preciado, el hijo único. Él renuncia a toda propiedad encontrando su deber absoluto, no espera una recompensa, no hace un intercambio con Dios, sino que desiste siendo restituido y ve como Dios le devuelve en ese mismo instante del renunciamiento absoluto, “se le ha devuelto porque Abraham no ha calculado. Buena jugada, dirán los desmitificadores de ese cálculo superior o soberano que consiste en no calcular. La economía se reapropia, bajo la ley del padre, la anatomía del don[xxii] de la vida o, lo que viene a ser lo mismo, como don de la muerte”[xxiii]. La pérdida lleva a la ganancia, dar sin saber, por responder a la petición de Dios, aquella de la que los hombres no saben y no sabrán. En el Evangelio de Mateo sobre las ofrendas: “Por eso, cuando des limosna, no toques trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres. En verdad os digo que han recibido su recompensa. Pero tú, cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha para que tu limosna sea en secreto; y tu padre, que ve en lo secreto, te recompensará”[xxiv]. El legado de Abraham es que el hombre desde su intimidad “da un lugar” al padre en secreto, no frente a los hombres sino delante de sí mismo y de su misterio, trascendiendo entonces la representación idolátrica de Dios y subrayando que al dar el lugar al padre se da también el lugar al hijo.
En el seminario 16 “De un Otro al otro” Lacan presenta algunos planteamientos que valdría la pena relacionar con parte de lo que hasta ahora se ha presentando con respecto al sacrificio de Isaac. Por los años de 1968-1969, él tiene ya un recorrido importante desde las elaboraciones en cada uno de sus seminarios que preceden este trabajo, así que utiliza la topología para retomar los conceptos del objeto “a”, el goce y el plus de gozar. Sin embargo, antes de tocar esos puntos sería importante mencionar que existe un efecto del discurso en la historia, no es que sólo el lenguaje nos antecede, sino que también hay partes de lo dicho que se transmiten a través de las generaciones, contorneando una verdad que aparece en la palabras, esa verdad que se muestra desde lo real del inconsciente. Es por esta razón, que a lo largo de este escrito regresamos a lo dicho en la religión, en la historia, en el mito, porque quizás recorriendo nuevamente esos lugares podremos hacernos otro tipo de preguntas sobre el sujeto del inconsciente, el sacrificio y el incesto.
Conforme a lo anterior, sería interesante hacer resonar lo que tiene que ver con la decisión de Abraham haciendo un emplazamiento con el trabajo de Lacan en la apuesta de Pascal. Desde el texto de pensamientos[xxv] de Pascal se puede notar el uso que hizo sobre la apuesta, la cual es un pedacito de papel plegado en cuatro, que tiene un particular interés debido a que hay algo que está en la apuesta y que en este caso va sonar como a renunciar a los placeres. Tal acto de renuncia tiene que ver con la ley, en cualquiera de sus campos como en la religión, la ética, la política, la economía, las matemáticas, la física, el psicoanálisis, entre otros. Consideremos en este momento el psicoanálisis conforme a la propuesta de Freud sobre el principio del placer, con el mecanismo de tensión y distensión del organismo en búsqueda de un estado de homeostasis, pero sobre todo retomemos el más allá del principio del placer, que es el estado de goce que tiene un fondo masoquista en el que hay una rebaja del umbral necesario para la conservación de la vida, de modo que existe un movimiento que tiende hacia la muerte, es un goce masoquista que se encuentra en la función de causa del deseo. La constitución del sujeto viene de ese Otro que permite instaurar tanto el deseo como la demanda, en una relación donde hay perdida “a” con una búsqueda de restitución de la misma (el goce), que puede pasar del goce al plus de gozar en una serie de repeticiones. “el plus de gozar es lo que responde, no al goce sino a la pérdida del goce, en la medida en que de ésta surge lo que se vuelve la causa conjugada del deseo de saber y de esa animación feroz, precedente del plus de gozar[xxvi]. Es así que el sujeto saca partido de la proporción que se escabulle al acercarse al goce por la vía del plus de gozar.[xxvii] De este modo, la apuesta de Pascal ha permitido notar el asunto de la pérdida con respecto al placer.
Lacan reconoció que el sujeto es un sujeto del significante y que un significante es lo que representa un significante para el otro significante, frase que tal vez ya está un poco trillada pero nos permitirá llegar a la parte que se intenta demostrar. En el progreso de la teoría matemática existen reglas de las partidas que implican un cierto juego, lo mismo ocurre con la relación del sujeto con el significante, como una práctica definida por el hecho de implicar algunas jugadas que tienen lugar dentro de algunas reglas. “hay por un lado una vida de goce a la que se renuncia para hacer la jugada, así como Pascal señala en el estudio de las reglas de las partidas que cuando la postura está en juego, está pérdida”[xxviii]. Lo que aparece entonces conforme a las reglas y la apuesta es que tendría que tomarse una decisión, la cual implica necesariamente una renuncia a otras posibles combinaciones. ¿Qué es una decisión? En la teoría de los juegos la decisión es una estructura. A nivel de la apuesta, si deben tomar una decisión, sea, cual fuere, entre las dos que se proponen, si están comprometidos de todos modos, es sólo a partir del momento en que están interrogados de esta manera, y por Pascal, es decir cuando se apoyan en la autoridad de ser yo en este discurso”. Haciendo ahora un encuentro entre lo anterior y la decisión de Abraham, se puede decir que él toma una decisión, acepta la condición de dar muerte al hijo de la promesa, renunciando a la posibilidad de dar continuidad en la vida de su descendiente, acepta renunciando, por lo que recibirá una promesa de bendiciones en las generaciones sucesivas, desiste entonces al plus de gozar y puede “ser yo”, en el sentido de la muerte al Otro, al otro y a sí mismo.
Dentro de la apuesta de Pascal, puede notarse también una promesa hacia una infinidad de vidas felices, por lo que él ya se había interrogado sobre la existencia o no existencia de Dios, aquí lo importante es retomar la apuesta como ese pedacito de papel plegado en cuatro partes, en los que se pueden construir las posibles combinaciones de la relación del sujeto con el Otro y el “a”, que además es menor que 1[xxix] y a su vez se anticipa siempre sobre el entero. A continuación se muestra la representación para explicarla posteriormente:
A favor | En contra | |
A | 0, ∞ | a, – ∞ |
A/ | -a, 0 | a,0 |
En la primera. “Dios existe. Para un sujeto que supuestamente lo sabe y estoy a favor”[xxx]
En la segunda. “Si a pesar de que se supone saber que Dios existe, estoy en contra, entonces la elección entre el a y esta infinidad de vidas infinitamente felices que pierdo deliberadamente”[xxxi]
En la tercera. “Dios no existe, entonces pierdo el a, lo cual resulta tanto más posible cuanto que forma parte de la naturaleza del a ser pérdida. tratándose de un juego donde solo conservo a minúscula a costa de <menos infinito>”[xxxii]
En la cuarta. “Están los que conservan el a y duermen en paz. En cuanto al cero después lo que sorprende es la coherencia que depende del sujeto supuesto saber.[xxxiii]
De este modo, estar a favor o en contra de la existencia de Dios, presenta ciertas posibilidades en la vida de los sujetos, si estoy a favor puedo tener fe en una infinidad de vidas felices, lo que suena como a la promesa que recibió Abraham al obedecer el mandato de Dios, aspecto que hace que resuene el “hágase tu voluntad en la tierra como en los cielos” de la plegaria en el Padre Nuestro que nos enseño el hijo de Dios (Jesús), quien nos hizo saber que para llegar al Padre es por medio del hijo.
Un dato más, que resulta ser interesante, es que en la casilla de arriba a la derecha, se presenta el menos infinito que Pascal traduce como el infierno, ya que el infinito es el homologo al ser divino, entonces el menos infinito sería su contrario. Pascal, a su vez nos recuerda que la misericordia de Dios es mayor que su justicia, “puesto que aparta a algunos elegidos, mientras que todos deberíamos de estar en el infierno, siendo completamente claro y manifiesto que este infierno no está fuera de lo que nos sucede todos los días, es decir, que ya estamos en el infierno”[xxxiv]. De esta manera, se puede notar la importancia para el sujeto desde la elección, en este caso de estar a favor o en contra de la existencia de Dios y en lo sucesivo las consecuencias a la misma.
Conviene ahora abordar nuevamente el cuarto casillero para tocar el punto sobre el plus de gozar y éste asociado con el mito de Edipo, quien pudo gozar de lo prohibido, ya que gozar de la madre está prohibido, aquí convendría preguntarse si es que Edipo “sabía” o también por qué razones estaba “distraído” como para no ver y saber que estaba frente a ese plus de gozar. De modo que saber o no saber no exime de la responsabilidad frente a un hecho, así como tampoco de la ley; ya Freud decía, que somos responsables hasta de nuestros propios sueños. Ahora bien, si pasamos al mito de tótem y tabú, nos encontramos frente al asesinato del padre y algo todavía mucho más increíble, que a ese padre no se le puede matar porque ya está muerto desde siempre. “por eso, algo sensato se capta incluso en los lugares donde es paradójico ver que se brama que Dios está muerto. Evidentemente, si no se piensa en eso, se corre el riesgo de perder un aspecto de las cosas, a saber, que el padre está muerto desde el comienzo. Solo que, hete aquí, queda el Nombre del Padre, y todo gira en torno a ello”[xxxv]. Es así que la esencia y la función del padre como nombre, es que no se puede saber quién es el padre, resulta ser un desconocido, por lo que siempre terminará siendo cuestión de fe, lo que corresponde al registro de lo simbólico, el nombre del Padre es el eje en torno del cual gira todo el campo de la subjetividad y por ende de la transmisión tanto del nombre del padre como de la castración.
Continuando con el tema de la castración, se puede decir que el mito transmite esa verdad que aunque “no toda”, trasciende hacia el espacio de la sexualidad del individuo. Así, Lacan no considera que la castración impida gozar, sino más bien, que gracias a ella es que se abre el registro del goce sexual. De manera que distingue dos tipos diferentes de goce: aquel que tiene el padre primordial de “tótem y tabú”, goce sin límites ni regulación y el goce sexual que se define como un recorte operado en el campo del goce. “éste sería, primordialmente el del ser como tal, goce que el lenguaje –y en particular su efecto específico, el significante falo- separa del sujeto para abrir así el campo de un nuevo goce que ya no está ligado al ser sino al semblante”[xxxvi]. El goce sexual se encuentra dentro de la organización significante teniendo el rasgo de que falta un significante, ese significante que pueda nombrar ese goce del ser, es lo que se llama castración y que tiene un operador que es el falo, el cual también se conoce como el significante de la falta. A su vez, la mujer es también el significante que falta, ella es irrepresentable e indica lo que esta fuera del lenguaje, esta interdicta[xxxvii]. De este modo, se puede decir que el significante tiene así una doble función: por un lado prohíbe el goce como goce del ser y por otro lado lo posibilita como goce fálico o sexual. “la castración quiere decir que es preciso que el goce sea rechazado, para que pueda ser alcanzado en la escala invertida de la ley del deseo”[xxxviii]. El falo marca al sujeto inscribiendo el sacrificio en relación con el sexo, debido a que este sacrificio es la consecuencia de la falta en el Otro. A partir de lo anterior y regresando al sacrificio de Abraham, se puede notar que éste acepta sacrificar a su hijo para responder al goce de Dios, incluso cuando aparece el ángel, el padre está dispuesto a hacerle una ligera herida para complacer a Elohim, con su sacrificio y el de su hijo, Abraham encubre la falta de Dios Padre, a su vez, Isaac se sacrifica, cubre su silencio y oculta las faltas de Dios y de Abraham, sin embargo se encuentran ante el carnero como quien realmente se sacrifica y el cuerno como resto del padre vivo que recuerda el goce de Dios, proclamando a su vez su perdón. En la clase 17 del seminario 19, Lacan retoma el tema del sacrificio de Abraham exponiendo que lo resulta efectivamente sacrificado es el padre, que no es otro que un carnero, reconociendo que el cazador quiere al animal, lo mismo que los hijos del padre totémico querían al padre, lo cual tiene una consecuencia y es que “todos” los hombres están sujetos a la castración. Sin embargo el significante del padre primordial se encuentra del lado “al menos uno”, uno que gozaba de todas las mujeres y no estaba sometido a la castración, siendo entonces la excepción a la regla porque tiene el todo de las mujeres estableciendo entonces el rasgo común de todos los hombres: ninguno podrá gozar de todas o de la mujer toda[xxxix]. De manera que lo que Lacan formulo es que gracias a la excepción del padre fundador puede surgir el clan, es decir, el conjunto de hijos castrados. Castración que funciona como límite y reaseguro de la posición masculina.
Para cerrar el tema del sacrificio de Abraham, que nos ha llevado por diferentes lugares, será importante decir que existe un origen paradojal de la ley, la cual surge de la bifurcación del goce del Otro y el deseo del Otro. El significante de los nombres del Padre intenta cernir el deseo y la ley aún cuando siempre un remanente de goce se escapa. En este punto, recordando la propuesta de Lacan en el seminario 10 de la angustia se hizo alusión a que el shofar es la voz de Dios, una voz que regresa al individuo desde el superyó a partir de la muerte del padre ancestral desde el sacrificio al perder “algo” y generar un pacto con la promesa ligada al deseo. De modo, que siempre ha de quedar un resto, como suplició sacrificial. Con respecto al deseo del Otro se hace un pacto, que es la cara amable del sacrificio, desde la cual el sujeto puede obtener una respuesta apaciguadora en la pregunta ¿qué quiere el Otro de mi? y, por el otro lado, se encuentra la fascinación del sacrificio como un fracaso que no puede apaciguar la exigencia del goce del Otro.
Con todo lo anterior y para ir concluyendo este recorrido por el tema del sacrificio, regresamos al punto sobre el intento de pacificar al Dios Padre por el crimen cometido contra él, el sacrificio muestra según Freud ese lazo de alianza y reciprocidad que une a un individuo, a un grupo o a un pueblo con la divinidad. Y justo aquí es donde se recupera parte de lo escrito en un inicio, tanto desde el concepto de sacrificio como en los entrelazamientos que se han desarrollado para retomar aquí el asunto del incesto. Como ya se había hecho mención el incesto demuestra una especie de unión nuevamente con la divinidad, tanto desde el amor y deseo hacia la madre, como en esta búsqueda incesante de unión con un Dios. Sabemos de hecho que la ofrenda de la eucaristía en la religión Judeo-Cristiana representa esa unión con el hijo y por añadidura con el Padre. Y si recordamos que Levi Strauss estudio el tema del incesto y las relaciones familiares a detalle, podemos comprender que en un primer momento las relaciones endogámicas posibilitaban cierta pureza en las razas que se sucedían, sin embargo surge una lógica de intercambio y se da paso a las relaciones exogámicas, lo que permitió ampliar la especie y como ya se menciono permitir ese transito de la naturaleza a la cultura. Bajo este orden de ideas, sabemos que el incesto nos antecede, tanto en la constitución de un sujeto (desde ese erotismo materno) como en las formas que se acercan a las relaciones incestuosas desde una búsqueda de unión con lo divino. Y así, vayamos hacia dos de las preguntas que se proponían al principio del escrito. ¿Cuál es el lugar del drama en la historia del incesto?, quizás solo decir la palabra incesto ya muestra algún tipo de drama. De pronto es ese tema del que no se puede hablar pero que ha sucedido en el transcurso del tiempo y continua pasando en las familias, aunque no quiera nombrarse ni reconocerse. El espacio clínico es uno de los lugares donde se han podido escuchar las historias de incesto, aunque no solo ahí, esta en las historias cotidianas pero se queda en “lo secreto” (no siempre). Sin embargo, para este momento y para poner ir cerrando el presente trabajo solo se hará mención de un punto que puede pensarse por ahora y es sobre la experiencia mística, San Juan de la Cruz, nos hereda escritos elementales como fue por ejemplo “La subida al monte Carmelo”, y justo comienza así: “Trata de como podrá un alma disponerse para llegar en breve a la divina unión, quedar en la suma desnudez y en libertad de espíritu, cual se requiere para la divina unión”[xl] . La unión con Dios será posible gracias a una purgación del alma en un inicio, como poner el alma a oscuras y sin nada para permitir esa unión con Dios y en ese amor a Dios. Lo cual se puede entender como una experiencia ascética, despojarse de todo para internarse dentro de sí mismo y llegar a Dios, después de haberse depurado. Este es un camino. San Juan de la Cruz trasmitió la importancia de estas experiencias que permiten un desapego y se crea entonces un sentido de vida más humilde, de mayor cercanía a los demás y con esa unión hacia Dios. Bataille dirá que San Juan de la Cruz habla de que la experiencia no tiene sentido para él más que en la aprehensión de un Dios sin forma. Así, de lo que se esta hablando, es de la experiencia mística en Occidente, pero entramos ahora en la experiencia interior de Bataille, como esa experiencia de lo desconocido, como ese límite de lo posible. “Es preciso vivir la experiencia, no es accesible fácilmente e incluso, considerada desde afuera por la inteligencia, sería preciso ver en ella un conjunto de operaciones distintas, unas intelectuales, otras estéticas, otras finalmente morales, y se haría preciso retomar de nuevo todo el problema. Solo desde dentro, vivida hasta el trance, aparece uniendo lo que el pensamiento debe separar. Pero une no menos que estas formas – estéticas, intelectuales, morales- los contenidos diversos de la experiencia pasada (como Dios y su pasión) en una fusión que no deja fuera más que el discurso por el que se intento separar esos objetos (haciendo de ellos respuestas a las dificultades de la moral). la experiencia alcanza finalmente, la fusión del objeto y el sujeto, siendo, en cuanto sujeto, no saber y, en cuanto objeto, lo desconocido”[xli]. Bataille hace uso del discurso de la filosofía para expresar que es heredera de una mística fabulosa pero mutilada de su Dios y que hace tabla rasa. En este punto, regresamos al tema del drama, Bataille reconoce que no se alcanzan estados de éxtasis o de arrobamiento más que dramatizando la existencia. Desde la creencia en un Dios traicionado que nos ama, nos rescata y nos salva. “En toda la religión la dramatización es escencial. Sacrificios con intenciones y orígenes diferentes se conjugan. Pero cada uno de ellos, en el momento en el que la víctima es inmolada, marca el punto más intenso de una dramatización”[xlii] . De este modo, se podría situar en un lugar distinto el sacrificio, la práctica ascética y el incesto, a diferencia de lo que propuso Bataille en la experiencia interior. De pronto, podemos encontrarnos que en ese intento de huir de la prohibición suceda como Edipo quien queriendo huir de su destino lo encontró. Quizás la idea sería poder llegar a esa experiencia interior para trascender nuestros propios demonios. Tal y como el Fausto de Goethe, quién dialogo e hizo un acuerdo con Mefistófeles pero logro atravesar el terreno de los placeres, de las trampas de la seducción y el poder, para llegar al momento en que por voluntad acepta que ha llegado el fin de su existencia y sobre todo de entregar su alma al diablo, renuncia entonces a todo y en esa decisión y responsabilidad acepta que por esta vez todo ha terminado, y…. es ahí donde aquello de lo celestial lo salva. Similar a lo que sucedió en la historia bíblica de Abraham con Isaac y de Job.
Bajo este orden de ideas, la experiencia interior de Bataille sería un otro camino, esa otra posibilidad que trasciende las otras búsquedas de regreso a lo antiguo y a lo divino, pero ésto último se queda a opción de revisarlo a detalle y desarrollarlo con los argumentos que se requieren, así que por ahora este escrito se queda en puntos suspensivos, aún hay mucho más que decir sobre la experiencia interior y por su puesto sobre el incesto y el sacrificio….
[i] Novoa Victor. “Los limites imprecisos del incesto” En el psicoanálisis ante la violencia. Ediciones de la noche. México, D.F. 2005. Pag. 154
[ii] La biblia Latinoamericana. Libro Génesis 22. Versículos 1-18. Editorial verbo divino. España. 2005. Pag. 30-31
[iii] En el seminario 16 “De un Otro al Otro” Lacan dice que la escencia y la función del padre como Nombre, siempre es una cuestión de fe. (Pag. 141)
[iv] Jean Luc Nancy. “La representación prohibida” Seguido de La Shoah, un soplo. Amorrortu Editores. Pag. 76-77
[v] Theodor Riek refiere que el Shofar se hacía sonar tanto en la coronación de un rey o por la proclamación de una ley como por la muerte de un rabino importante. También se usaba como señal de alarma pero su uso se fue restringiendo hasta que actualmente se toca únicamente en dos fiestas religiosas: El RoshHashaná (año nuevo Judío y también el día del juicio) y el YomKipur (Día de la expiación o del perdón). Estos días marcan el inicio y el fin del tiempo en el que Dios juzga al mundo y decreta lo que sucederá en el transcurso del nuevo año.
Reik destaca la intensa emoción que el sonido del shofar despierta en quienes lo escuchan y se pregunta porque conmueve tanto a los que lo oyen. El Talmud asocia el instrumento con el sacrificio de Issac por parte de su padre Abraham, y en diversos lugares, así como en el oficio litúrgico de la mañana del día del año nuevo se revela la idea de que el sonido del shofar se usa como medio para convencer o aplacar a Dios y conducirlo a la misericordia. (En Silva Grasses. “El ritual. Estudio psicoanalítico de los ritos religiosos, 2008)
[vi] El objeto “a” es el objeto causa de deseo, un objeto que no está delante del deseo sino detrás, el “a” es ese resto, ese residuo, ese objeto cuyo estatuto escapa al estatuto del objeto derivado de la imagen especular, es decir, a las leyes de la estética trascendental.
[vii] Sacrificio y paradojas de los nombres del Padre en Revista Latinoamericana de Psicopatología Fundamental, 2005. Pag. 5
[viii] Decir que la angustia no es sin objeto es para aclarar que la angustia no es la señal de una falta, sino más bien cuando la relación sobre la que se instituye el niño es perturbada debido a que no hay posibilidad de falta, cuando tiene a la madre siempre encima. Entonces no se trata de la perdida de objeto, sino de la presencia de los objetos, eso el algo que no falta.
[ix] Seminario de la Angustia. Pag. 33
[x] El análisis que hace Derrida sobre el misterio tremendo conforme a Patocka desde sus Ensayos heréticos sobre la filosofía de la historia, permite que se establezca una relación entre el misterio de lo sagrado y la responsabilidad, subrayando su heterogeneidad y que a la manera de Levinas previene contra una experiencia de lo sagrado o del entusiasmo fusional, en particular contra un rapto demoniaco que tendría por efecto irresponsabilizar, hacer perder el sentido o la conciencia de la responsabilidad. Al mismo tiempo Patocka viene a distinguir la religión de la sacralización demoniaca. De este modo, la religión supone el acceso a un yo libre. No se puede hablar de religión, según Patoka, más que a partir del momento en que lo secreto, demoniaco, así como lo sagrado orgiástico, sea superado. Hay religión a partir del instante en que el secreto de lo sagrado, el misterio orgiástico o demoniaco sean, sino destruidos, por lo menos dominados, integrados y sometidos a la esfera de la responsabilidad. (Jaques Darrida, Dar la muerte. Pag.13 y 14)
[xi] Jaques Lacan. Seminario de la Angustia. Pag. 90
[xii] Jaques Lacan. El seminario de la angustia. Pag. 93 y 120
[xiii] Sacrificio y paradojas del nombre del Padre. Pag. 2
[xiv] Sacrificio y paradojas del nombre del padre. Pag. 3
[xv] Ibid. Pag. 4
[xvi] Ibid. Pag 5
[xvii] Dios bendice a Abraham “de cierto te bendeciré y en gran manera multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y como la arena que está en la orilla del mar; tu descendencia poseerá los portones de sus enemigos.
[xviii] Es importante hacer mención de la costumbre del sacrificio pascual referida en el Exodo 23.18 (No ofrecerás la sangre de mi sacrificio pascual junto a pan fermentado, ni se dejará el sebo del sacrificio de mi solemnidad hasta la mañana). (Sacrificio y paradojas de los nombres del Padre, pag. 605) Aunado es esto tenemos el abordaje que hace Freud en “el tabú de la virginidad” sobre el tabú a la sangre que mantiene una estrecha relación con la prohibición de matar y constituye una defensa erigida contra la originaria sed de sangre del hombre primordial, su placer de matar. Esta concepción articula el tabú de la virginidad con el tabú de la menstruación. El primitivo no puede mantener exento de representaciones sádicas el enigmático fenómeno de flujo mensual. Interpreta a la menstruación, sobre todo a la primera, como la mordedura de un animal mitológico, acaso como signo de comercio sexual con ese espíritu. Alguno de los informes permite discernir en este espíritu el de un antepasado.
[xix] Jacques Derrida. Dar la muerte. Pag. 73
[xx] Ibid. Pag. 14
[xxi] Jaques Derrida. Dar la muerte. Pag. 93
[xxii] El don también puede leerse como esa lógica intercambio que propuso Levi Strauss, donde la prohibición del incesto posibilita la extensión de la comunidad y la diferencia en la “pureza” de las razas.
[xxiii] Ibid. Pag. 95
[xxiv] Mateo 6:3 El Evangelio.
[xxv] El texto de Pensamientos eran notas que fue tomando Pascal para una gran obra. Solo que al morir la obra no estaba hecha. Entonces la hicieron en su lugar, los señores de Port Royal. A su vez, Filleau de la Chaise, testimonia que Pascal le había explicado muy bien lo que quería hacer y ellos hicieron lo que Pascal había indicado.
[xxvi] Seminario 16. Pag. 105
[xxvii] Para explicar el plus de gozar, Lacan se apoyo de conceptos del campo de la economía como la plusvalía y a su vez retoma el trabajo de Hegel en la dialéctica del Amo y el esclavo.
[xxviii] Seminario 16. Pag. 108
[xxix] El 1 es también llamado el rasgo unario, es un concepto introducido por Lacan, a partir de Freud, para designar el significante en su forma elemental y dar cuenta de la identificación simbólica del sujeto. Según Freud, cuando el objeto se pierde, la investidura que se dirigía a él mes reemplazada por una identificación que es parcial, extremadamente limitada y que toma solamente un rasgo de la persona objeto. Lacan habla de ese uno al que se reduce en último análisis la sucesión de los elementos significantes, el hecho de que ellos sean distintos y de que se sucedan. El rasgo unario es el significante en tanto es una unidad y en tanto su inscripción hace efectiva una huella, una marca. En cuanto a su función, está indicada por el sufijo “ario” que evoca, por una parte, el conteo (valor numeral) y por otra parte, la diferencia en los rasgos distintivos de la lingüística como son los binarios y terciarios. (Ronald Chemama y Bernard Vandermersch, Diccionario del Psicoanálisis)
[xxx] Seminario 16. De un Otro al otro. Pag. 137-138.
[xxxi] Ibid
[xxxii] Ibid
[xxxiii] Ibid
[xxxiv] Seminario 16. De un Otro al otro. Pag. 139.
[xxxv] Ibid. Pag. 141
[xxxvi] Daniel Gerber. “De la erótica a la clínica”. Pag. 17
[xxxvii]Es una interdicción porque el goce del ser, del ser femenino, del Otro sexuado como tal, no puede decirse; es un fuera de la palabra que sólo puede tener algún lugar entre dicho y dicho (inter-dicto), a título de indecible, de lo excluido del lenguaje. A lo que hay que atenerse, es a que el goce está prohibido (interdicto) a quien habla como tal, o también que no puede decirse sino entre líneas para quien quiera que sea sujeto de la ley, puesto que la ley se funda en esa prohibición misma. (Gerber, 19)
[xxxviii] Ibid. Pag. 19
[xxxix] Desde la mujer existen efectos de la ausencia de simetría entre los sexos, dimensión fundamental que funda la lógica de los posicionamientos determinados por el hecho de que en el lugar de la excepción que debería escribirse encima de la proposición que ocupa el lugar de lo universal, (formula), aparece la inexistencia de ella. La proposición universal para las mujeres toma la forma de negación del cuantificador universal, la falta de la excepción adoptará la modalidad de “la negación de la negación”. De manera que lo que aparece es el viraje, la inversión de la ley general, “ley fálica” sobre sí misma. En el seminario IV de la relación de objeto, Lacan denomino privación a una de las acepciones que pueden formularse así: puesto que a la mujer (en lo real) nada la falta, ella es el lugar mismo de la falta. La mujer designa entonces ese punto mítico donde la formulación universal, “hay castración”, viene a encontrarse con su reverso, ese punto donde “ley” y “fuera de la ley” se encuentran para fundar el interior excluido. (Gerber, de la Erotica a la Clinica, pag. 103)
[xl] San Juan de la Cruz. “Subida al monte Carmelo”. Pag. 1
[xli] Gerges Bataille. “La experiencia interior” . Ed. Taurus. Madrid, 1986. Pag. 19.
[xlii] Ibid. Pag. 20
Licenciada En Psicología por la facultad de Ciencias de la Conducta de la Universidad Autónoma del Estado de México. Especialidad en clínica psicoanalítica Freud-Lacan, por la Red Analítica Lacaniana. Maestría en Saberes sobre subjetividad y violencia, por el Colegio de Saberes. Diez años de experiencia en el ámbito clínico y docente en algunas Universidades de la Ciudad de Toluca. Co-fundaora de Freud a la Letra y con una Publicación en co-particpación con Alma Barrera del libro ¿Qué es el cuerpo del niño para el psicoanálisis? en el año de 2016.