Una decisión flotante y el hacerse cargo bajo una advertencia

Miguel Ángel Violante Huerta

El contexto de producción masiva de artefactos tecnológicos se ha situado en nuestra época como el indicio de cambio en las relaciones laborales e interpersonales, desde la intención por sustituir la mano de obra de trabajadores, hasta la posibilidad de entablar amistades a la distancia geográfica. Dichas alusiones a los beneficios del uso de medios tecnológicos, no resulta exclusivamente de los desarrollos de las ciencias informáticas y mucho menos de fenómenos fortuitos del porvenir de la época, al contrario, al mirar detenidamente las articulaciones organizacionales, políticas y económicas de dicho aparato de producción, resulta esclarecedor el saber sobre una posición capitalista antes advertida previamente, la de creación de un objeto de consumo, mismo que se expirará en su materialidad pero que constantemente se buscará su desplazamiento y figurabilidad en torno a la regulación socio-política y subjetiva.

Martin Heidegger, en su trayecto por los emblemáticos sucesos del siglo XX, observa el advenimiento de este contexto complejo, pero más aún, del proceder colectivo y singular que la humanidad evoca, que recae en un distanciamiento por el pensar. Dicha aseveración parece radical, siendo que el pensar suele asemejarse a la función del pensamiento (inherente al sujeto humano pero aún sospechoso para su definición y comprensión) y por tanto, el mirarles como distintos, plantea una supuesta paradoja. Sin embargo, Heidegger, se enfocará en el pensar, prácticamente como una convicción de la movilidad interna del sujeto, lo que lo llevará a bifurcar este ejercicio, en dos posiciones epistemológicas, una que nombrará el pensar calculador y otra como la reflexión meditativa. [i]

Ahora bien, como lo he mencionado inicialmente, la creación de un objeto de consumo desde una lógica superficial, donde lo único que se requiere de dicho objeto, es viabilizar los intereses capitalistas de la acumulación de capital desde los dueños de los medios de producción (ahora digitales) y fomentar una práctica del desecho, por parte de los usuarios, al asociar imágenes anhelantes de las incertidumbres de la época a dichos objetos, como la saciedad, el éxito íntegro y el poder absoluto, entre otros; conduce precisamente a los sujetos a tomar al objeto con poca cautela y recurrir al pensar calculador, es decir, al cumplimiento y acato incuestionable de una organización predeterminada, al adiestramiento de una lógica otra, evitando de esa manera, referirse al propio pensar y sus posibilidades.

Así como vimos una bifurcación del pensar, Heidegger propondrá desde la reflexión meditativa, una posición interna del afrontamiento adverso y una cualidad requerida para la época del ajetreo y el caos disimulado, la serenidad. Misma que contempla una ambivalencia equitativa hacia los objetos de consumo tecnológicos actuales, desde una dedicación entregada, tomando y aprovechando sus cualidades, pero a su vez, como una actitud reservada y analítica, evitando la radicalidad de la alienación y el depósito de los anhelos y energías todas en el objeto. Por ello, es que me resulta la serenidad vista desde esta mirada, como una cualidad del pensar que se acerca a lo que Sigmund Freud ya aludía a una atención flotante, pero en este caso, como una decisión, ya que esta requiere de convicción, pero a su vez, al resultar flotante, se apertura a una vista panorámica, en la cual, ningún objeto se vuelve foco de una entrega total y enajenante, si no, que todos y uno, son a la par motivo de descarga de energía y creación de posibilidades. Asimismo, esta serenidad, impulsa al sujeto a estar advertido del contexto en el que se encuentra y poder mirarle con detenimiento, para que pueda haber una decisión más convincente para sí mismo y por tanto, pueda hacerse cargo con claridad del vacío, imprecisión y limitantes que lo real de la complejidad social contempla.


[i] Heidegger, Martin. Serenidad, Ediciones del Serbal, Barcelona, 1988.

Miguel Ángel Violante Huerta

La fractura ha sido dolorosa, como cualquier otra que se vive en los cuerpos, pero aquella que llegó en el pasado, resultó clave para que dicha sensación, hoy se tornará en convicción, en elección y fortaleza. Nacido en Morelos, recuerdo la marcha morelense, bello canto instruido a los jóvenes para apreciar la historia de nuestra tierra. Misma que desde el legado familiar, pareciera que fue tomando fuerza: “unidos como hermanos …”, sumando a ello, una convicción por el trabajo y el orgullo. El más joven de un grupo de varones consanguíneos, asumí caminos coincidentes con los deseos y anhelos familiares, pero al confrontarme con la comodidad y unidad, decidí la transgresión por salvedad, por amor y por vida. Apasionado en el ser, llevo a cabo lo necesario para consolidar un proyecto vinculado a los anhelos, pero también reconozco las ambivalencias del sujeto y creo hacer más clara la advertencia sobre los alcances humanos. Encausar parte de mis dudas y dificultades en la vida, representó sumar a ellas, aportes que las Ciencias Sociales, las Humanidades, las psicologías y el campo Freudiano del Psicoanálisis no han escatimado en brindarme condiciones de posibilidad de pensar. En vista de la incertidumbre de por sí dada en el abismo de sentido entre la palabra y la cosa, dadas sus imposibilidades de conexión, hoy asumo lo perdido pero presente del objeto y gozo de la palabra en asociación con la dicha.