Segregar fantasmas e incorporar signos: la perversión encubierta de la economía en La moneda viviente, ensayo de Pierre Klossowski
Miguel Olano ArchilaHe aquí un libro que presagia las desmesuras de la economía monetaria del presente. Todo el despilfarro de la sociedad industrial en el que resuenan unos signos económicos que remiten a una utilidad nula, que sólo se valida dentro de los intercambios mercantiles. Toda la explotación de la tierra y la humanidad -sus emociones y percepciones- en la especulación de un valor financiero que anticipa, en el circuito de las redes informáticas que segregan fantasmas de carencia, la fabricación masiva de objetos de placer efímero; toda esta proliferación de necesidades, expresadas en inexistentes mundos posibles, antes que la elaboración de utilidades o su goce. La paradójica creación de mercados que especulan sobre la emoción, la expresión, el pensamiento y el goce, para emularlas y hacerlas encajar dentro de los estándares de una mercancía – o un objeto que pueda fabricarse masivamente, y al que pueda ponderársele por su precio- antes que la creación de utilidades que satisfagan la unidad orgánica de la vida humana. La economía actual está transida por esta paradójica insatisfacción en un desierto de excesos y despilfarros: la vulgarización del lujo y la obsolescencia del goce, la necesidad de consumir más para satisfacerse, la coacción del sobreconsumo y los placeres perversos como necesidades se ha incorporado a la cultura de la sociedad industrial capitalista como un órgano cancerígeno, o una maquinaria perversa que se expresa en un crecimiento anómalo, síntoma de un decrecimiento, muerte o destrucción de la vida misma, en nombre de la satisfacción de unas necesidades cada vez más expandidas. El corto y denso ensayo de Klossowski constituye un análisis cruel de la codificación capitalista del deseo y su contradictoria relación con la unidad orgánica de la vida, dentro de las condiciones de la sociedad industrial y la economía monetaria.
¿De dónde proviene la potencia paradójica de la sociedad industrial? La primera tesis de Klossowski es que la fabricación masiva y cada vez más compleja de objetos desnaturaliza la relación dinámica y pulsional entre cuerpo y materia, poniendo como prioridad la eficacia del acto de fabricación[i]. Nos encontramos con una reflexión parecida a la de Benjamin, con la pérdida del aura en la reproductibilidad técnica de la obra, pero enfocada a la corporalidad misma, a todo lo que afecta y se deja afectar, y que más arcaicamente a cualquier forma de reproductibilidad, se carga de impulsiones y voliciones, devenires e incorporaciones inabarcables, pero emulables y asequibles por la mediación de la herramienta en el acto de fabricación. A la fabricación de objetos e instrumentos le es inmanente la creación de un mundo, un tejido de remisiones objetuales, un sentido cuyo criterio de validez se convierte en la eficacia.
El criterio de eficacia trastoca los placeres y sus usos en afecciones estériles, en comparación a la eficacia productiva del acto de fabricación, ponderando su valor en una escala jerárquica de necesidades para la reproducción. El carácter orgánico del deseo, su goce y afirmación, sus afectos y las emociones son reinterpretados y emulados dentro de los márgenes objetivos de las industria; los placeres y sus usos se constriñen así, dentro de los límites del objeto que la industria pueda producir; se trataría de la producción de un trasmundo –para usar la expresión de Nietzsche- o una dimensión fantasmática, que reproduciría sus propios sistemas de libertad, y sus propias represiones. Si de tal manera, las impulsiones solo se vuelven expresables y satisfechas bajo la codificación de una demanda creciente de objetos en una escala jerárquica de necesidades introducidas por la maquinaria industrial, esta demanda creciente de consumo de objetos se encuentra mediada por la investidura e incorporación de estos fantasmas. A la producción creciente de industrias le es inmanente una segregación y proliferación de fantasmas; Remisiones objetuales que constriñen la subjetividad dentro de los márgenes de la economía monetaria imperante:
«La jerarquía de necesidades es la forma económica de represión que las instituciones existentes ejercerán por y a través de la consciencia del agente sobre las fuerzas imponderables de su vida psíquica»[ii].
Ahora, la unidad de la vida orgánica y psíquica ya no sería natural, sino artefactual –parafraseando a Derrida-y anticipada por los fantasmas que segregan el juego de reflejos que salen de ese mundo de espejismos que crea la sociedad industrial por la mediación de sus simulacros, que a su vez, introducen sus propias crisis, y sus propias represiones, constituyendo al sujeto, como el deshecho abyecto de su propio proceso de eficacia técnica.
La reflexión de Klossowski se hace radical en un momento histórico en que esta eficacia productiva encubre de manera más sofisticada, la dilapidación de materiales y energías vitales empleados para la fabricación de objetos y servicios cada vez más complejos y exclusivos. Esta destrucción exacerbada se concentra en objetos lujosos que han de fabricarse masivamente, mercados exclusivos para una demanda creciente, instaurándose como una necesidad, de distinciones identitarias, cada vez más extravagantes y estériles, que van más allá del principio del placer; el ímpetu corporal del goce o su afirmación, que serían advenimientos espontáneos, se confunden con la necesidad de las cualidades y cantidades de los productos fabricados masivamente; la necesidad del goce se convierte en un frívolo imperativo, que a su vez valida la libertad esclavizante producida por las instituciones monetarias y seudodemocráticas de nuestro tiempo; la satisfacción se convierte en una coacción para la existencia psíquica y orgánica del sujeto, y ya no una liberación. La intensidad con la que las instituciones, con toda su estructura de apariencias y espectáculos, orilla al sujeto a investir los fantasmas que produce, lleva al sujeto a reproducir sus enunciaciones, y a que demande los sistemas educativos y de vigilancia, para que formen su unidad psíquica y orgánica, en un proceso eficaz de educación.
En una breve carta, enviada por Michel Foucault en los últimos años de su vida, le agradecía a Klossowski, por haber elucidado -en su ensayo de la moneda viva– la tensa relación entre deseo, valor y simulacro. ¿Podría haber sido la lectura de este ensayo el giro de tuerca que haría concebir el poder ya no como represión (de las pasiones) sino como producción?Esta pregunta no puede ser respondida en este texto, pero puede intuirse que la moneda viva gravita por encima o debajo de las inmersiones arqueológicas a las estructuras enunciativas y mecanismos de vigilancia y encierro de las instituciones sociales de la modernidad, que analiza Foucault a lo largo de su obra.
Ahora bien, la escritura de Klossowski va más allá de cualquier crítica o análisis arqueológico, más allá de cualquier utopía del placer o reprobación ética del despilfarro. Ésta se hunde en un erotismo reflexivo que reivindica ese lenguaje corporal cruel que mueve las complejas pasiones de los personajes de Sade. Al contrario de lo que pudieron haber pensado muchos socialistas utópicos y liberalistas de los albores de la sociedad industrial, la civilización capitalista -más que satisfacer las pasiones- ha expandido dichas pasiones a ámbitos cada vez más voluptuosos, disociando los usos habituales de los instrumentos y ampliando sus posibilidades de explotación a la corporalidad misma, que se concebiría como un objeto traficable o instrumentalizable.
Concebir el cuerpo alterno como un objeto del que se puede sacar emociones de placer y dolor, concebir el intercambio general y la acumulación de valor en función de esta disponibilidad de cuerpo, constituyeron los elementos profundos de las intenciones de las reflexiones de Klossowski, interesado por la seriedad con la que las víctimas se eligen y la meticulosidad de los juegos a los que las someten, buscando anticipar tal eficacia del placer y del dolor, elaborando la satisfacción de las pulsiones como la producción de un mecanismo perfecto, que saca provecho de cada elemento voluptuoso; esta concepción del cuerpo también gravitaría en las delirantes propuestas económicas del socialista utópico Fourier, quien consideraría la importancia de la puesta en común de la satisfacción de las sensaciones y emociones voluptuosas dentro del proceso de producción. Ambas reflexiones, distanciadas y mediadas por dos siglos de aceleración y ampliación de la industriaserían un indicio de cómo el cuerpo -como superficie de inscripción de los signos monetarios o como valor de cambio- se diluye en un proceso de racionalización económica, que se expresa en la acumulación de riquezas, deviniendo él o ella misma, dentro del mercado laboral, una moneda viviente.
Más allá de una reprobación moralista de esta perversión o instrumentalización del cuerpo, la lectura de la moneda viva implica una consideración seria de las potencias sádicas del deseo, que se expresan en los simulacros y valores que investimos en los consumos, incorporando sus fantasmas en nuestras percepciones y emociones. Son estas mediaciones fantasmáticas las que también van hilvanando nuestra compleja identidad. Nunca se había hecho tan palpable, como en este siglo -tan hibridado por la información y la virtualidad-, la importancia económico-política de los flujos de información que pasan por los poros de la piel y atraviesan los órganos perceptivos, quedándose fuertemente incorporados en los sentidos y en los afectos.
Dicha reflexión constituye también una invitación a asumirse como ser perversamente voluptuoso, como deshecho de la sociedad industrial, inconsolablemente deseante, pero con la lucidez de construirse una expresividad propia de dichas intensidades, antes que caer en el estrecho mundo de las simulaciones que procura una industria cada vez más represiva e individualizante. La individuación de los afectos sería eminentemente colectiva, extática y compartida. Así, antes que seguir diluyéndose dentro de las codificaciones instituidas del deseo, se trataría de construir su expresividad alterna por la mediación del gesto, el tacto, la escucha y una visión propia de los afectos y las emociones:
«El día en que el ser humano haya superado…la monstruosa hipertrofia de las “necesidades”, y consienta en cambio a la perversión interna, es decir a la disolución de la unidad, se organizará una concordancia entre el deseo y la producción de dichos objetos en una economía racionalmente establecida en función de sus impulsiones»[iii]
La apuesta filosófica de Klossowski es por la multiplicidad de las impulsiones, y por la disolución de la unidad del yo, como un reducto o deshecho represivo de las instituciones monetarias que han codificado el deseo dentro de sus estrechas representaciones. De ahí la importancia que cobra en toda la obra de Klossowski, cuerpo y signos, y la incorporación de ambos en la intensidad de la emoción y el afecto.
Más allá de un sentido unívoco, los signos tendrían una agencia incorporal y afectiva, cumplen con una función de trascendencia en el seno de la inmanencia de las impulsiones. Las novelas de Klosswski (reunidas en la trilogía Les lois de l’hospitalité) girarían alrededor de esta densa reflexión entre los gestos y la palabra, lo que se da a ver y lo que se da qué pensar, y cómo este vaivén va torciendo los sentidos instituidos del deseo.
Caer en la obra de Klossowski, más que un divertimento morboso, es una vertiginosa decisión a plegar los sentidos instituidos del erotismo, a introducirse en un proceso de disolución corrosiva de signos, que probablemente no tenga un final. La obra de Klossowski induce en el lector un pliegue en su vivencia del sexo, la sociedad y la economía en el contexto de la sociedad contemporánea.
Referencias
[i] …el acto de fabricar substituye el uso de los bienes (naturales o culturales) por la utilización eficaz de los objetos…En la época industrial, la fabricación de utensilios rompe definitivamente con el mundo de la utilización estéril e instala el mundo de la eficacia fabricable en función de la cual todo bien natural o cultural -tanto el cuerpo humano como la tierra- es a su turno evaluable Klossowski P. (1998). La moneda viviente, p. 10. Buenos Aires: ALCION EDITORA.
[ii] Klossowski, P. (1998). La moneda viviente p. 13. Buenos Aires: ALCION EDITORA.
[iii] Ibidem, p. 42.
Miguel Olano Archila (1991): Salvadoreño. Colaborador incógnito de algunas revistas efímeras de creación literaria: Karnaval (2016) (El Salvador), PUF (2018) (México). Licenciado en filosofía de la Universidad Centroamericana UCA (2014). Egresado de la maestría en filosofía de la UNAM (2018). Estudiante autodidacta de filosofía y literatura.