“Usted constata entonces que, incluso cuando parece que no pasa nada,
alguna cosa pasa todavía: por ejemplo, ayer “no iba bien” y hoy “va mejor”, o a la inversa.
Pero si usted no asume este hecho como una disciplina, esto puede volverlo loco…”
Entrevista a Bernard Stiegler
Desde que tuve el gusto de conocer a Stiegler[i] me resultó desafiante en todo sentido, en su lectura, en su escritura, en sus temas y también en su muerte. Me he confrontado con varios de sus textos en donde me hace una clara invitación a pasar al acto, ponerle un poco más de intención y realidad a mi pensar para observar a los otros, las naciones, la técnica y el uso de este fármaco. También a practicar la infidelidad del medio para llegar a una individuación donde, con suerte, no seré presa de un uso desmedido de la técnica y no proletarizarme, y cultivar mi saber-hacer.
Y después de todo este devenir, surge el texto “lo que hace que la vida merezca ser vivida. De la farmacología” y me pregunto sobre el suicidio de Stiegler…
Encontrando un poco de información sobre su biografía, tratando de llenar ese hueco latente sobre si realmente esto “del vivir” vale la pena, me encontré con una interesantísima entrevista. Me enteré del por qué fue a la cárcel: “así que ataqué mi propio banco y luego algunos otros. Tras el quinto atraco, me pillaron. Tal vez me creía Virgil, el héroe de Take the Money and Run, de Woody Allen” al parecer habían encontrado cocaína en el bar que había abierto, lo cerraron, aparecieron las deudas y asaltó a su propio banco. Ese Stiegler sin duda era arriesgado y temerario. Entonces… ¿Por qué se mató?
Sigue la entrevista en los tiempos de la prisión y comenta: “A lo largo de los primeros meses en la celda, comprendí que lo interesante no era hablar sino escuchar lo que se dejaba oír en el silencio. Hice una huelga de hambre para obtener una celda individual y, al cabo de tres semanas, la administración cedió. Cuando se hace silencio, eso comienza a hablar.” Puedo observar que este Stiegler decidido, comprometido, reflexivo encontraba algo en el silencio, su propia reminiscencia creo que cargada de melancolía; aquí empieza su camino en la filosofía. Lo cual me lleva a pensar en el farmacony en un párrafo del texto: “nadie mejor que Derrida ha dicho por qué hace falta hacer algo con- es decir, hacer algo con el hecho de que la vida solo vale finalmente la pena ser vivida farmacológicamente, y especialmente como deconstrucción de la lógica del farmacon”.
¿Y si el suicidio de Stiegler fue su gran farmacon? Este suplemento que utilizó para darle una invención a su muerte, a su legado, a su ausencia como un hombre que decidido y crítico sobre la técnica utilizó una para darle sentido a su muerte. ¡Qué utilidad tan pura y poética para un objeto!
Al final todas y todos nosotros dentro de nuestra vida tenemos fármacos y prótesis, que nos invitan a ver las reminiscencias, que nos alejan de los silencios, que nos embrutecen los sentidos y que nos invitan a hacer de esta vida algo que merece la pena, aunque no lo sé, creo que debemos hacerle caso a Melanny y destruido todo.
Finalmente, una de las últimas letras de Stiegler sobre la pandemia con sus invitaciones insistentes a dejar de distraernos: “El confinamiento en curso debería ser una oportunidad para una reflexión a gran escala sobre la posibilidad y la necesidad de cambiar nuestras vidas… Debería ser una oportunidad para revalorizar el silencio, los ritmos que nos damos a nosotros mismos, en lugar de inclinarnos ante él, una práctica muy parsimoniosa y razonada de los medios de comunicación y todo lo que, ocurriendo desde fuera, distrae al hombre de ser un hombre”.
Referencias y Bibliografía
[i] Bernard Stiegler, Patogéneis, normatividad e infidelidad del medio, 2015.
Stiegler, B. (2015). Patogéneis, normatividad e infidelidad del medio. En B. Stiegler, Lo que hace que la vida merezca ser vivida. De la farmacología. España: Avarigani.
Actualmente cursa estudios de maestría en el Colegio de Saberes.