El desnudo masculino

Jimena B. Padilla

Resumen: en este artículo se aborda al cuerpo desaparecido como acontecimiento
histórico que interroga la estética discursiva y convencional en las sociedades actuales.
Desde estas coordenadas, se considera la tradición filosófica para cuestionar la
experiencia estética en escenarios organizados por las desapariciones forzadas.

Dios, cómo te implora el sexo

para dejarte perderte…

-The Smiths, Stretch out and wait-

Asmodai: El desnudo masculino como soporte para el arte femenino en la periferia de la Historia del Arte.

    Es el desnudo femenino cliché en la historia del arte; los museos están llenos de mujeres desnudas recostadas, nadando, corriendo, sentadas, solas o en grupos. Estas representaciones se nos muestran como abrumadora mayoría ante el arte que representa al cuerpo masculino desnudo y han estado a cargo de pintores y escultores hombres, en su mayoría, que son no sólo el género preferido del relato clásico del “statement del arte”, sino los únicos a los que se les permite, en la tradición judeo-cristiana- ser pulsión deseante y no objeto de deseo.[1]

La representación hecha por mujeres de un cuerpo masculino desnudo, o el deseo que este pudiera despertarles pareciera estar entonces supeditado a las putas, las locas, las marginadas, y todavía más locas, más putas y más marginadas si es el deseo de ser de artistas del cual se trata, sobre esto apuntó bien Meret Oppenheim en su conferencia en Basel en el año 1975:

…No es fácil ser un joven artista. Cuando se trabaja siguiendo el arte de un maestro, antiguo o contemporáneo, el éxito acaso llegue pronto. Pero si se habla un idioma propio, una nueva lengua, que nadie entiende, a veces hay que esperar largo tiempo antes de encontrar un eco.

Más difícil todavía si el artista es mujer. Comenzando por la apariencia exterior. La gente está acostumbrada a que los artistas lleven una vida como más les guste, y no se preocupan. Pero si la artista es mujer, todos la señalan. Con eso y mucho más hay que contar.

Sí, incluso quiero decir que una mujer hasta tiene la obligación de demostrar con su propia vida que no considera válidos todos los tabúes con los cuales se sometió a su sexo durante miles de años…

Leyendo con detenimiento a Oppenheim podemos comprender entonces una parte del porque tan pocas mujeres en el campo de la historia del arte han sido lo suficientemente audaces, o “locas”, o “tontas” para transgredir el papel histórico que occidente nos ha tenido reservado: somos mero “objeto estético” ,así, como modelo o un florerito, como un montón de fruta o un animal: las féminas en el campo del arte se convirtieron por siglos en mero objeto inanimado, excusa para que la mente de ese otro masculino, sujeto de poder, pueda con su “ojo de genio” convertirnos en otra cosa más trascendente…

Pero nunca en sujeto.

Pasamos de estar vestidas para no provocar el pecado, a estar cubiertas por una excusa estética para que se nos ponga la investidura de “Arte” y entonces, no se crispe ninguna buena conciencia, ya que nuestro solo cuerpo desnudo escandaliza y ofende.

Y es entonces, cuando pensando que la historia hegemónica del arte las había enterrado, que podemos rescatar de la marginalidad las miradas de artistas como Michaelina Wautier (1604-1689), Sylvia Sleigh (1916-2010), Eunice Golden o Nan Goldin, que nos demuestran de forma casi comprobatoria lo que Oppenheimer nos mencionaba en su conferencia antes mencionada: Las mujeres NO pueden ser artistas y MENOS utilizar el cuerpo masculino desnudo para generar piezas. [2]

Porque son mujeres, son objetos, no sujetos y los objetos no piensan, no pueden ser incómodos o rebeldes –eso es para los hombres-  y mucho menos hacen “Arte”.

Eso NO, porque entonces eso sería ir en contra de la conocida “Historia del Arte” donde el poder tendría que ceder ante los márgenes, ante todo lo que no es normal o está bien –lo que esto signifique- , ante… la mítica que creemos que es la “Historia del Arte”: si, ese arte con mayúsculas, el que se vende en subastas súper millonarias, para museos, galerías o colecciones particulares, el arte hecho y escrito y consumido en su mayoría por los hombres, donde las mujeres somos musas o parte de los adornos del encuadre.

Por otro lado, hubo una vez un pensador antiguo, también incómodo y rebelde, llamado Giordano Bruno (1548-1600) él creía que la belleza no es única, sino múltiple –multiplex-, que es indefinida e indescriptible, y que es relativa, para él no había una belleza absoluta, por que todas las manifestaciones de la belleza son parte del universo.

Retomando a Bruno podríamos entonces comprender que el deseo, ya sea masculino o femenino, homosexual o heterosexual, es múltiple, como lo pueden ser sus encarnaciones en la historia del arte y que no, no sólo lo que encontramos en los libros de historia, o en los museos y galerías es el relato correcto. Las mujeres artistas y sobre todo aquellas pocas que hablan del deseo tomando como soporte el desnudo masculino NO son putas, ni locas, ni marginadas, ni objetos, ellas son sujetos deseantes que nos develan un universo paralelo que ha estado siempre ahí, reprimido, silenciado, ignorado, un universo que urge recuperar como correlato del poder.

El desnudo masculino realizado por mujeres no es sólo entonces hablar del deseo y la carne, sino hablar de la represión de la historia del deseo occidental femenino, donde el objeto jamás podrá enunciarse como sujeto y mucho menos establecer una posición pública de sus deseos, ya sean reales o ideales. Es lidiar en contra de lo que históricamente, ideológicamente, se nos ha mostrado en occidente como un paradigma, eterno e inamovible: las mujeres somos cosas.

Los cuerpos son y lo son diversos, deseantes, las miradas también lo son y es justamente cuando permitimos comprender esas miradas que podemos entrar al principio de la belleza y lo sublime del multiplex: esas miradas que nos son ajenas pero que pueden ayudarnos a comprender la complejidad del cuerpo, como un microcosmos de lo eterno.

Por que el deseo, es ante todo, un fragmento de eso que es eterno.

Así las cosas esperemos que sean más las voces femeninas en el arte, que hablen de todo aquello que “ se supone” no estaba permitido para ellas. Celebremos a las autoras pioneras, a las productoras actuales, a las que vengan en camino y esperemos que estas nuevas revisiones de la “Historia del Arte” hegemónica permita incluir estas voces para poder generar un universo más rico, más universal de lo que conocemos por arte.

CITAS.

  1. Anónimo. (1989). Do Women Have To Be Naked To Get Into the Met. Museum?. 2020, de Tate Sitio web: https://www.tate.org.uk/art/artworks/guerrilla-girls-do-women-have-to-be-naked-to-get-into-the-met-museum-p78793

Todas las imágenes realizadas por Jimena Padilla, pertenecen a la serie Suite Steven (2006 -2007) y The beautiful dead boys (2008 – 2009), gráfica digital impresa en plotter y en tela por método de sublimación de tintas.


[1] En cita sobre imagen de las Gorilla Girls: “menos del cinco por ciento de los artistas en las secciones de arte moderno son mujeres, pero el ochenta y cinco por ciento de los desnudos son mujeres”, retomado de: Anónimo. (1989). Do Women Have To Be Naked To Get Into the Met. Museum?. 2020, de Tate Sitio web: https://www.tate.org.uk/art/artworks/guerrilla-girls-do-women-have-to-be-naked-to-get-into-the-met-museum-p78793

  1. Recuerdo mi exámen de grado para licenciatura, cuando al hablar sobre mi serie de cuadros con desnudos masculinos, una de las sinodales no paraba de decirme como si fuera un mantra: “Eres una pervertida” (sic).
Jimena B. Padilla

(CDMX, 1975) estudia la carrera técnica en fotografía y licenciatura en Artes y la maestría en comunicación y lenguajes visuales. Ha sido docente en diversas instituciones publicas y privadas de educación superior. A la par es artista visual e investigadora de fenómenos estéticos, desde la perspectiva del análisis del discurso. Creé firmemente que el arte es una forma de encontrar sentido de restauración en medio del pinche horror, le gustan un resto los conejitos y creé que a la academia necesita desrigidizarse urgentemente.